Transmitido por RCJ, el Sonido de la Esperanza Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba Domingo XXI del Tiempo Ordinario
Escuchar aquí:
“Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” Mt 16, 18
(Música, Tú eres Pedro, Voces al viento)
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.
(Música, Tú eres Pedro, Voces al viento)
Nuestro invitado nos ayudará a reflexionar sobre el Evangelio de hoy.
Un saludo cordial a todos los hermanos que siguen esta revista Irradia, soy el padre Rogelio Deán Puerta, párroco del poblado del Cobre donde se encuentra el Santuario Nacional de la Virgen de la Caridad, nuestra Patrona. Para mí es un placer en este día poder compartir sobre el Evangelio. Damos gracias a todas las personas a todas las personas que hacen posible esta revista y compartimos enseguida la lectura del evangelio.
(Lectura del evangelio de San Mateo, capítulo 16, 13-20)
Es indiscutible la gran crisis de identidad que afecta al hombre de hoy, este desconoce la realidad de Dios; no está interesado en profundizar en ella. Ignorando a Dios, el hombre se hace cruel consigo mismo, pues al desconocer al Creador como génesis de su existencia, se sumerge en un gran “sin sentido” que le hace perder el rumbo.
Mejor escenario geográfico no pudo encontrar Jesús para provocar el tema de su “identidad”, central en la formación en sus discípulos. La región de Cesarea de Filipo es un lugar de abundante reserva de agua, zona fértil, y donde está uno de los más grandes manantiales que alimenta el rio Jordán (donde el Señor fue bautizado). Ya desde el inicio, el texto bíblico parece ambientar la imagen de un Jesús que en otro momento se presentara como “fuente de agua viva”, desde la misma raíz de su propio ser. Resulta curioso que Jesús utilice la misma zona para el momento de su manifestación gloriosa en la Transfiguración.
A Jesús le interesa dejar clara su identidad, de ella brota su misión y en ella, el hombre encuentra su razón de ser. El Señor no suscita un tema tan profundo con cualquiera, lo hace en el marco de la intimidad con sus discípulos, los que lo acompañan, a quienes en primer lugar les tocará en un futuro, replicar con fidelidad cuanto han visto y oído.
Ante la pregunta de Jesús: ¿Quién dice la gente que es Él? Se evidencian respuestas que distan mucho de la realidad, hay resistencia a aceptar al hijo del carpintero como el Dios hecho hombre, son muchos los que prefieren verlo simplemente como un profeta.
Entonces Jesús direcciona la pregunta fijando la respuesta en el criterio personal de los mismos discípulos. Llegada la hora de la verdad y Pedro, el pescador, toma su lugar de avanzada y le confiesa como “el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.
El término «Mesías» proviene del hebreo (‘ungido’), y se refería a un esperado rey, del linaje de David, que liberaría a los judíos de la servidumbre extranjera y restablecería la edad dorada de Israel. Se le denominaba así ya que era costumbre ungir en aceites a los reyes cuando se los proclamaba. El término equivalente en griego es χριστός (Cristo).
El pueblo de Israel en su historia había sufrido mucho la dominación y la explotación, y esperaba al enviado de Dios como libertador. Había “sed de libertad”.
La Confesión de Pedro es presentada por Jesús como una revelación del Padre, tomada entonces como piedra fundante de la Iglesia, a la que el Señor garantiza que el poder del mal no podrá derrotar. La tradición católica ha tomado la cita como base de la constitución papal.
Jesús le da a Pedro plenas facultades, lo hace su vicario en la tierra, le entrega las llaves, ni más ni menos que de “el reino de los cielos, o sea, el reino de Dios”, un reino que como sabemos comienza a construirse aquí en la tierra. Nuestro Dios quiere confiar en el Hombre, aun sabiendo de nuestros miedos y limitaciones.
Creer en Jesús es entrar en el Reino, pero participar en el Reino y sumarse a su construcción, tiene sus exigencias: hay que nacer de nuevo, hay que perseverar en la fe y cumplir la voluntad del Padre. El mundo está llamado a ser reino de Cristo, realizándose la petición del padre Nuestro: Venga a nosotros tu reino. Tarea dura la del sucesor de Pedro en la custodia y defensa de estas realidades.
Por la confesión clara y segura de la Fe en Cristo Jesús, tú y yo al igual que Pedro, podemos ser declarados: Bienaventurados. Desde esa confesión queda definida nuestra identidad. Somos cristianos. Fuimos hechos a imagen de Cristo, Él es el nuestro modelo de hombre perfecto a seguir, la fuente original.
El conocimiento y aceptación de nuestra identidad en la de Cristo, nos tiene que llevar a una forma de acción que nos distinga e identifique.
Con Jesús, al que podemos considerar nuestro hermano, somos hijos de Dios en Él y desde Él.
La forma de liberarnos de Jesús es dar la vida por amor, esa es su oferta de libertad, oferta a tomar y seguir. No hay nadie más libre que el que ofrece su vida por amor. (Diríamos hoy, aún también en tiempo de pandemia)
Al mirar desde la Fe a Jesús y darnos cuenta quién es Él, comenzamos a entender ¿Quiénes somos nosotros?, y cuál es nuestro camino a transitar.
El sucesor de Pedro hoy, sigue necesitando manos que le ayuden a continuar edificando la Iglesia del Señor, a veces maltrecha, herida y necesitada de la búsqueda de nuevos caminos que nos permitan ser fieles a lo que somos. Somos reflejos de Jesús, estamos llamados a transparentarlo a los demás, no desfiguremos el rostro del Mesías, más bien ayudémosle en su misión libertadora–redentora. El mundo más que nunca necesita resucitar. ¡Jesucristo ha resucitado! ¡En verdad Resucitó!
(Música, A quién iremos, Cristy Villaseñor)
Mis queridos hermanos les invitamos a presentarle al Señor nuestras intenciones. A cada invocación vamos a responder: Cristo escúchanos.
Vamos a pedir por el papa Francisco, el sucesor del Apóstol Pedro, para que todos sepamos, cada cual desde su lugar, ayudarle en su misión de guiar y construir el Reino de Dios en la tierra. Roguemos al Señor: Cristo escúchanos.
Vamos a pedir por nuestros obispos, los sucesores de los apóstoles, también para que cada cual en su lugar podamos colaborar en la misión pastoral, en la misión de mantener viva la llama de la fe. Roguemos al Señor: Cristo escúchanos.
Vamos a pedir por los incrédulos, por las personas que todavía no le dicen sí al Señor, vamos a pedir para que la llama de fe prenda en muchos corazones que aun están esperando un consuelo una luz, una guía. Roguemos al Señor: Cristo escúchanos.
Vamos a pedir por los médicos, por los profesionales de la salud. Vamos a pedir por todas las personas involucradas en asistir a los enfermos víctimas de la pandemia; para que nuestro Señor con la fuerza de su Espíritu les asista. Roguemos al Señor: Cristo escúchanos.
Pidamos por todas las personas que se encomiendan a nuestras oraciones, vamos a pedir por todas las personas solas, tristes, abandonadas, por las personas que están pasando necesidad económica, por aquellas personas que quizás han perdido su trabajo, por aquellas personas que sienten la necesidad de auxilio, de asistencia. Roguemos al Señor: Cristo escúchanos.
Pidamos también por todos los devotos de la Virgen de la Caridad cuya fiesta estamos próximos a celebrar, para que María siga siendo Estrella de la Nueva Evangelización, que la Virgen Madre de Dios pueda ser nuestro consuelo y cada vez más personas la puedan asumir como Madre. Roguemos al Señor: Cristo escúchanos.
Por todos nosotros, deseosos, necesitados de la presencia del Señor, para que cada cual desde su hogar, cada cual desde su lugar pueda tener una experiencia viva, auténtica, perseverante del Señor. Roguemos al Señor: Cristo escúchanos.
Recibe Señor las peticiones de tu pueblo, escucha también aquellas peticiones que se han quedado en lo profundo de nuestros corazón e igualmente te presentamos.
Les invito ahora, queridos hermanos, a rezar la oración que el mismo Jesús nos enseñó. Esa oración que nos hace hermanos, que nos hace hijos de Dios, la oración del Padre Nuestro.
Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad,
así en la tierra como en el cielo.
Danos hoy el pan de cada día.
Perdónanos nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en tentación,
Y líbranos del mal. Amén
Mis queridos hermanos, damos con gusto la bendición. Que esta bendición llegue a sus familiares, amigos, llegue a sus seres queridos, bendición también que traigo de modo muy especial desde el Santuario Nacional de la Virgen de la Caridad del Cobre. Que nuestra Madre también ponga su mano y que su hijo Jesucristo sea nuestra luz y nuestra guía, consuelo en estos momentos difíciles. Recibimos la bendición.
Que el Señor esté con ustedes
R/ Y con tu espíritu
Y que la bendición de Dios todo poderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes, y les acompañe siempre. Amén
Mis queridos hermanos, gracias por acompañarnos. Ha sido un placer para mí compartir en este día algunas luces sobre el texto evangélico de este domingo. Muchas gracias y les esperamos en próximas ediciones. Con mucho gusto para ustedes el padre Rogelio Deán Puerta, párroco del poblado del Cobre.
Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación Social, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Es la voz de la Iglesia santiaguera que se levanta para estar contigo… IRRADIA
(Música, Vayan por el mundo, Marcos López)
Eucaristía Domingo XXI del Tiempo Ordinario
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
23 de agosto de 2020
“Tú eres Pedro, y sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia” Mt 16, 18
Hermanos,
El domingo pasado en la oración que se hizo al inicio de la misa, la oración colecta, nosotros le decíamos a Dios que somos incapaces de entenderlo, de comprenderlo, y que precisamente una de las cosas que no entendíamos eran esas promesas que Él había hecho. En la petición decíamos: Señor haz que el Espíritu Santo venga a nosotros y concédenos aquellos bienes que nosotros somos incapaces de concebir, pero que sabemos Tú los puedes dar. Él es inaccesible, nuestro conocimiento es limitado, solamente Jesucristo, que es el revelador del Padre, nos manifiesta ese amor cuando se entrega en la Cruz, da todo lo más grande que tiene, que es su vida por nosotros. No hay amor más grande que aquel que da la vida por sus hermanos, por sus amigos. (more…)