Por: Aliuska Ponce de León
Comunicadora Social Cáritas Santiago
Nadie hubiera sospechado allá por la década del cincuenta del pasado siglo que una valla de gallos del reparto Chicharrones, perteneciente a la Parroquia de Santa Lucía en Santiago de Cuba, quedaría convertida varias décadas después en un espacio donde el amor acrecienta los sueños.
Hoy, la parte trasera de la vivienda de Graciela y Pucho, un matrimonio dedicado por completo a Dios y a la iglesia, ya no es un sitio para apuestas y ni siquiera es un patio común. Ahora es habitual ver allí los martes y jueves a personas que, pozuelo en mano, se disponen a recibir no solo su almuerzo. El comedor de personas de la tercera edad de Cáritas en la modalidad servicio de cantina, funciona, exactamente, desde el 14 de abril del año 1996.
Cada mañana muy temprano llegan Imilsi y Milagros para pelar especies y viandas. Caridad es quien cocina y la ayudan Dani y Olga. De 1 a 2 de la tarde se ha establecido el horario del comedor, pero el ambiente es tan acogedor y familiar que a cualquier hora se pueden ver vecinos que llegan no sólo a saludar, saben que es un sitio de fraternal encuentro y mucho más. En sus inicios se beneficiaban 44 personas, pero ya hace más de una década que el número asciende a 145; los responsables miembros comprometidos con Dios en nombre de la Iglesia a través de su brazo organizado; Cáritas, son quienes hacen la maravilla.
Un gran cartel donde se lee: Casa Misión San Antonio María Claret, preside el espacio. A un costado, la foto del compasivo obispo devenido en santo, un crucifijo de madera, un cuadro del Cristo de la Misericordia y otro con la imagen de la Virgen de la Caridad, forman un conjunto que invita a la fe. Los rostros de los que esperan el almuerzo se muestran agradecidos y alegres. Ya saben que no sólo de pan vive el hombre pues en este lugar reciben mucho más que un plato de comida.
Lo curioso es que aquel espacio que martes y jueves es comedor, otras veces se transforma en escenario para múltiples celebraciones de la iglesia en el barrio. Todos encuentran su sitio allí porque el amor no discrimina. El pasaje bíblico de 1ra de Corintios 13,8 no sólo se encuentra a la entrada de la pequeña cocina, sino que pareciera inundar aquel espacio y quedarse para siempre en los rostros de los voluntarios y en las manos agradecidas; en aquel texto la Palabra nos advierte que “el amor nunca dejará de existir”.