Dios, no ha muerto

Por: María C. López Campistrous

Dios ha muerto, era el nombre que se leía en letras negras sobre un fondo blanco en el lomo de aquel libro. No entendía, ¿cómo afirmar el fin de la vida de Aquel que es la Vida? Mi corazón de niña se quedaba perplejo ante el título que negaba desafiante desde el librero aquello, que ya entonces había comenzado a ser el fundamento de mi propia existencia. Casi cuarenta años después me pregunto Dios ¿ha muerto? 

Dios ha muerto, es la famosa sentencia que aparentemente muestra la realidad de hoy; de una cultura que prescinde de Dios y proclama abiertamente la ausencia de absoluto y de fundamento para ella misma. ¿Qué significa? ¿Qué hombre pronuncia esta afirmación? Un hombre sólo y vacío, que ante la muerte de Dios, o su silencio, se autoproclama dios, fundamento él de todo hacer, “Superhombre” confiado en sí mismo, que se siente capaz de reemplazarle, y establecer qué está bien y qué está mal, o ¿no hay nada mal? Sí, la época parece afirmar que Dios no está vivo, o al menos está ausente y rehúsa a manifestarse: guerras, hambres, irrespeto de la vida de otro, pérdida del fundamento moral del actuar. 

Ausencia, silencio… pero hay hombres que se sienten llamados a manifestar y gritar a ese vacío con su vida DIOS, DIOS, DIOS. Hombres, que atados firmemente a la roca hacen de su vida testimonio de que la existencia humana no está “arrojada al  mundo”, sino que en lo íntimo del hombre allí está Dios; hombres, “que llevan en sí el decoro de muchos hombres” como diría el Apóstol cubano. Monseñor Pedro Claro Meurice Estíu, fue uno de estos. 

Le tocó pastorear un rebaño en tiempos de lobos, en tiempos en que de la estructura de la sociedad cubana, era arrancado y silenciado el nombre de Dios: “rezago de un  pasado que había que cambiar y olvidar”, “opio del hombre”, entonces no queríamos más “salvadores supremos, ni césares… ni Dios”. Monseñor Pedro entonces insistía, con la firmeza y audacia de la fe: Sólo Dios, sólo a Él todo el honor, el poder y la gloria, sólo Dios basta al hombre

Y Dios se hizo pan, se hizo abrigo, se hizo cama, se hizo escucha, se hizo lágrima… Dios se hizo palabra y denuncia por amor, cuando el amor faltaba. Dios se hizo amigo, padre y pastor, en la persona de este hombre que experimentó el encuentro con un Dios Vivo y actuante en la historia y en el corazón del hombre. 

Dios ¿Ha muerto, le han asesinado, está ausente, le han silenciado o permanece callado? Miro la vida de Pedro Claro y categóricamente afirmo: no, está vivo y actuante, solo es necesario tener ojos para verle, oídos para escucharle, pies prestos para seguirle cuando llama. 

Piedra y luz, perfecta combinación de nombres para un hombre justo, que supo mirar y ver en el rostro sufriente de sus hijos el Rostro de Aquel que le escogió y llamó, al que siendo niño respondió “Heme aquí”; que miró y vio el rostro y se hizo responsable de cada uno. Piedra y luz… Dios  no ha muerto… Esa es mi certeza.

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