Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Transmitido por RCJ, el Sonido de la Esperanza y CMKC, emisora provincial
“No se lo prohíban, porque nadie que haga un milagro en mi nombre puede luego hablar mal de mí”. Mc 9, 39
(Música, Me has atraído Jesús, Jesús Adrián Romero)
Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.
(Música, Me has atraído Jesús, Jesús Adrián Romero)
En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel Lopez-Silvero, párroco de la Santa Basílica Iglesia Metropolitana Catedral de Santiago de Cuba.
“Señor Dios que manifiestas tu poder de una manera admirable, sobre todo cuando perdonas y ejerces tu misericordia, multiplica tu gracia sobre nosotros, para que apresurándonos hacia lo que nos prometes, nos hagas partícipes de los bienes celestes”
Buenos días, buenas tardes, buenas noches siempre un placer, una alegría, un gozo poder compartir con ustedes este tiempo de domingo, con las lecturas que la liturgia nos propone, meditando, reflexionando, fortaleciéndonos, para la semana que va comenzando.
El Evangelio de este domingo, domingo veintiséis del Tiempo Ordinario, está tomado del evangelista San Marcos, en el capítulo 9, versículos del 38 al 48.
(Lectura del evangelio de San Marcos, capítulo 9, 38-48)
Cuando leía las lecturas de hoy, la primera del Antiguo Testamento del libro de los Números y el Evangelio de San Marcos, lo primero que venía a la mente era la imagen de Jesús crucificado. De manera particular la imagen de Jesús crucificado que está en el coro de los canónicos de la Catedral, porque además de ser muy hermosa, fue la cruz que se utilizó cuando el papa Juan Pablo II vino a Santiago de Cuba. Entonces, es algo especial. Todas las cruces, todos los crucifijos son especiales, nos recuerden la pasión, la muerte, la resurrección, la vida; pero éste tiene una connotación particular.
Pero me venía a la mente no exactamente por eso, sino porque en la primera lectura del libro de los Números, el Espíritu Santo descendió sobre un grupo de setenta ancianos, que se pusieron a profetizar. Dos de los ancianos, no explica por qué, se quedaron en el campamento, Eldad y Medad; como habían sido escogidos también sobre ellos descendió el Espíritu Santo, aunque no estaban cuando la nube descendió sobre ellos y empezaron a profetizar. Allí estaba Josué, y a Josué se le ocurrió decirle a Moisés, él era ayudante de Moisés, Señor mío prohíbeselo. Y uno se queda así, prohíbeselo, ¿por qué? Ellos habían sido escogidos, ¿por qué si el Espíritu también descendió sobre ellos? Ah, quizás porque no estaban allí en el lugar que debían estar. Pero Moisés le responde, ¿Crees que voy a ponerme celoso? ¿Qué me va a doler prenda que ellos también, aunque no estaban aquí, estaban en el campamento, el Señor los escogió para que profetizaran? ¿Me va a doler eso? Ojalá que todo el pueblo de Dios fuera profeta y descendiera sobre todos ellos el Espíritu del Señor. ¡Qué alegría, qué gozo que el Espíritu iluminara a todos y todos pudieran profetizar! Pero la primea actitud es prohíbeselo. ¿Por qué? Porque no estaban donde debían estar, o donde yo suponía que debían estar.
Y en el evangelio de hoy, al Señor Jesús le dicen sus apóstoles, sus discípulos, hemos visto a uno que expulsaba los demonios en tu nombre y como no es de los nuestros se lo prohibimos. Cómo nos gusta esa palabra… Prohibir. Prohíbeselo, se lo prohibimos, ¿por qué? Porque no es uno de los nuestros. Y Jesús les respondió, no se lo prohíban porque no hay ninguno que haga milagros en mi nombre que luego sea capaz de hablar mal de mí; todo aquel que no está contra nosotros está a nuestro favor. Y eso fue lo que me llevo a pensar en el crucifijo del coro de los canónicos de la Catedral, Cristo con los brazos abiertos en la cruz, para acogernos a todos porque por todos murió, por los que loa amaron y por los que lo odiaron, por los que lo siguieron y por los que lo persiguieron, por los que estuvieron a los pies de la cruz y por los que lo clavaron en la cruz, nadie quedó fuera.
Ése es el amor cristiano, ése es el amor universal, porque amar todos amamos. Amamos a nuestros padres, amamos a nuestros hermanos, amamos a nuestra familia, amamos a nuestros hijos, a nuestros amigos, a aquellos que nos hacen el bien, a aquellos que sin esperarlo nos tienden la mano cuando lo necesitamos, a aquellos que por cualquier razón o sin ninguna razón nos caen buen. Pero ése no es precisamente el amor cristiano. Porque si aman a los que los aman, nos dice el Señor, ¿qué de distinto hacen? ¿qué de nuevo hacen? También los pecadores aman a otros pecadores, si hacen el bien a los que les hacen el bien qué cosa nueva hacen, porque los pecadores también hacen el bien a los que les hacen el bien. Ustedes cuando den una fiesta inviten a los pobres, a los tullidos, a los que no les pueden devolver lo que ustedes les han dado. Y ése es el amor cristiano. El amor cristiano que cada vez que miramos un crucifijo nos lo está diciendo el Señor con los brazos abiertos, para acogernos sin distinciones.
Josué le dice al Moisés, prohíbeselo, y Moisés le dice no, ojalá todos recibieran el Espíritu Santo y pudieran hablar inspirados por él. Los discípulos le dicen a Jesús, se lo prohibimos porque no es uno de los nuestros. Qué interesante sería que nos pusiéramos a pensar quiénes son los nuestros. Para Jesús no había de los nuestros, para Jesús todos eran los nuestros, aunque no pensaran como Él, aunque no lo siguieran a Él, aunque no lo escucharan, aunque fueran ingratos; porque todos somos criaturas de Dios, todos somos hijos de Dios, todos hemos sido llamados a la redención. Se encarnó en las purísimas entrañas de María Santísima, no tuvo a menos abajarse como nos dice la escritura para hacerse uno como nosotros en todo menos en el pecado, ¿para qué?, para redimirnos, para rescatarnos, para abrirnos las puertas de la vida eterna. Entonces cada vez que tengamos la tentación de apartar, de separar, de decir prohíbanselo, recordemos a Jesús en la cruz con los brazos abiertos para acogernos, para escucharnos, para comprendernos, para justificarnos, para perdonarnos. Sólo desde ahí se puede construir. Sólo desde el amor se puede construir. Sólo el amor, recordando una canción, engendra la maravilla, sólo el amor convierte en milagro el barro.
Entonces hermanos, recordemos eso. Muchas veces tenemos la tentación de prohibir lo que no entendemos, lo que no comprendemos, lo que no compartimos, y para el cristiano no es el camino. El camino es escuchar, el camino es compartir, el camino es entender, el camino es tratar de comprender; el camino no es aceptarlo todo, pero sí ser capaz de caminar con todos los que quieren caminar buscando el bien, alejándonos del mal.
El evangelio de hoy termina recordándonos algo que a veces los cristianos hemos olvidado, y es evitar las ocasiones de pecado. Nos quejamos cuando nos confesamos, ojalá lo hagamos con frecuencia, que siempre cometemos los mismos pecados. Pero padre para qué confesarme si siempre confieso lo mismo. Si tu mano es ocasión de pecado, córtatela. Duras palabras. Si tu pie es ocasión de pecado, córtatelo. Si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo, porque más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios que ser arrojado con tus dos ojos al lugar del castigo. A veces hay que hablar fuerte, y el Señor Jesús no lo hacía menos, pero lo que quería decir era eviten las ocasiones de pecado; si usted sabe que una persona, una situación, un momento determinado lo puede llevar a alejarse del camino del Señor, entonces aléjese usted. ¡Qué importante es eso!
Si queremos amar con ese amor universal, entonces tenemos que evitar las ocasiones de pecado, las ocasiones de intransigencia, de incomprensiones, las ocasiones en que no somos capaces de abrir el corazón y ponernos en los zapatos del otro, en preguntarnos por qué. Que el Señor nos de esa gracia y esa fuerza que él tuvo, para también nosotros abrir nuestros brazos y acoger a todos, para que el Espíritu Santo pueda descender, para que el Espíritu Santo pueda iluminar, para que cada cual a su manera pueda hablar por boca del Espíritu se Dios que sopla donde quiere y cómo quiere. Que así el Señor nos lo conceda.
(Música, No estaré lejos, Martín Valverde)
Presentemos nuestras súplicas a Dios nuestro Padre que siempre nos escucha, y nos responde.
En primer lugar, por la lglesia, para que nunca olvidemos que somos signo del amor y de la misericordia de Dios en medio de nuestros hermanos. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por todos los que sufren y se desesperan ante las dificultades de la vida, para que podamos encontrar en Cristo consuelo, fortaleza y esperanza. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Pidamos también por el aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas y diaconales. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por el nuevo curso en el Seminario, que recién comienza en el Seminario San Basilio Magno, para que el Señor fortalezca e ilumine a los seminaristas, profesores, superiores, formadores. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Para que el Señor ponga fina esta pandemia. Por el nuevo curso en el Seminario, en los seminarios de La Habana y de Santiago, para que el Señor fortalezca a los seminaristas, a los profesores, a los superiores, a los formadores. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por la salud de todos los enfermos, particularmente los enfermos del coronavirus, para que el Señor les de la salud dela alama y del cuerpo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por todos los difuntos, para que, perdonadas sus faltas, el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Y los unos por los otros, para que podamos tener los brazos siempre abiertos para acoger y amar como Cristo nos acoge y nos ama. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que Tú conoces. Te las presentamos por Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Y ahora hermanos oremos con la oración que el Señor Jesús nos enseñó, el Padrenuestro. Nos enseñó a llamar a Dios Padre, pero nos enseñó también a llamarnos hermanos.
Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad,
así en la tierra como en el cielo.
Danos hoy el pan de cada día.
Perdónanos nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
Y líbranos del mal.
Amén
Hermanos, una alegría, un gozo compartir con ustedes. Que tengan un feliz domingo, que tengan una muy buena semana. Y que la bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos nosotros, y nos acompañe siempre. Amén.
Les ha hablado el P. Rafael Ángel, de la Catedral de Santiago de Cuba, hasta la próxima.
Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guion, grabación, edición y montaje: Erick Guevara Correa
Dirección general: María Caridad López Campistrous
Fuimos sus locutores y actores. Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo… IRRADIA
(Música, Alegra mi vida, Rabito)
Adjuntos
Eucaristía XXVI Domingo del Tiempo Ordinario
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
26 de septiembre de 2021
“No se lo prohíban, porque nadie que haga un milagro en mi nombre puede luego hablar mal de mí”. Mc 9, 39
Hermanos,
Hemos escuchado en el salmo 18, que es el que hemos rezado hoy, ese versículo tan claro en el que nos dice que las palabras del Señor alegran el corazón. Ésta debe ser una de esas seguridades, porque es así, que uno debe tener en la vida; que la Palabra del Señor alegra el corazón. Uno está alegre cuando uno ha conseguido una meta, cuando uno se siente feliz, cuando uno se encuentra rodeado de cariño, de amor, uno está alegre; y precisamente la palabra del Señor provoca eso, que nosotros estemos alegres porque estamos escuchando al Señor. (more…)
Adjuntos
26 de septiembre de 2021
Desde la Basílica Santuario Nacional de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
“No se lo prohíban, porque nadie que haga un milagro en mi nombre puede luego hablar mal de mí”. Mc 9, 39
Transmisión de la Eucaristía por el canal de YouTube de la Parroquia del Cobre, desde la Basílica Santuario Nacional de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, Fiesta de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, presidida por Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez, arzobispo de Santiago de Cuba, el P. Fidel Eugenio Castellanos Pesantes, Rector del Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre y el P. Carlos Fernández sdb, formador del Seminario San Basilio Magno.
Agradecemos a todos los que hacen posible esta transmisión, a los que ponen su trabajo y talento al servicio de la comunidad.