Por: Karines Rodríguez Díaz

Luego de peregrinar por las calles de San Pedrito, la imagen de San Pedro fue llevada hasta el nuevo templo, en la víspera de su reinauguración, templo que fue derribado en su totalidad por el embate del huracán Sandy en Santiago de Cuba. 

Arquidiócesis de Santiago de Cuba, 22 de enero de 2017 / En una demostración de expresión popular la conga de la comunidad acompañó a la imagen de San Pedro apóstol en peregrinación que transitó las vías aledañas a la  parroquia,  cuya ubicación exacta es en Calle Fría # 110.

Los orígenes de la iglesia se remontan a la formación de la barriada de San Pedrito en 1929, aunque en aquella etapa la edificación era de madera. Todos los días 29 de junio, fecha del santo, se organizaba una procesión con la salida del apóstol Pedro por el barrio. En la misa el Padre pedía paz y comprensión, solicitaba que Dios alejara la violencia.

La Conga de San Pedrito es una de las pocas que tiene el nombre del santo protector del barrio. El acompañamiento realizado por esta y los pobladores de la comunidad al paso de la imagen de San Pedro es un ejemplo de una larga tradición cultural y del realce del patrimonio local.

Niños arrollando, señoras de la tercera edad, jóvenes y feligreses acudieron al  encuentro que ubicó la imagen del discípulo de Jesús en su sitio después de haber sido guardada por Caridad, una vecina, durante 4 años de renovación constructiva de la parroquia.

Otras celebraciones e iniciativas pastorales han estado asociadas a la reapertura de la edificación eclesiástica, a la que está invitada toda la comunidad, miembros de la iglesia católica en Santiago de Cuba y Robert Noa, encargado de asuntos religiosos del Partido Comunista de Cuba en la provincia.

Por: P. Juventino Rodríguez cmf Párroco y Misionero Claretiano 

Arquidiócesis de Santiago de Cuba, 22 de febrero de 2017 / Con inmensa alegría se vivió este 19 de Febrero en el poblado de Los Reynaldo, perteneciente al municipio de Songo La Maya en la oriental provincia de Santiago de Cuba, la solemne inauguración de la Iglesia reconstruida de Baltoni.

Fueron cuatro largos años de afanosos trabajos para poner en pie las ruinas dejadas por el huracán Sandy a su paso por la zona. Fue la ocasión también de acondicionar todo el entorno y remodelar un hermoso y amplio salón para diversas actividades y contar así con un centro pastoral para la comunidad católica, abierto también a todo el poblado.

La arquidiócesis de Santiago de Cuba y la parroquia Purísima Concepción de Ti Arriba unieron fuerzas, entusiasmo y paciencia para lograr esta realidad que a todos alegra y satisface.

En la solemne Eucaristía celebrada por el P. Juventino Rodríguez, Misionero Claretiano y Párroco, le acompañaron los también Misioneros Claretianos PP. Miguel F. Fariñas y

. El P. Miguel fue el impulsor primero y quien puso en marcha con entusiasmo todo lo necesario, también las importantes ayudas económicas para iniciar la reconstrucción que luego continuó el P. Salvador.

La Eucaristía se llenó de recuerdos y agradecimientos a tantos sacerdotes, misioneras y otras personas que pasaron por el poblado, especialmente desde el 30 de agosto de 1950 en que se inauguró la Iglesia Nuestra Señora de la Merced, Patrona de Los Reynaldo, ahora reconstruida.

Desde 1988 han atendido a la comunidad católica los Misioneros Claretianos, primero desde la comunidad de Guantánamo y desde 2011 desde la comunidad de La Maya.

La comunidades de San Benito del Crucero, de Songo y de La Maya se hicieron presentes en la inauguración y así dieron ánimo a la comunidad católica de Baltoni para renovarse y comprometerse siendo más misionera y preocupada por servir siempre a los más necesitados. El coro claretiano de la Parroquia Santísima Trinidad de Santiago de Cuba animó la celebración en una iglesia llena y con una numerosa presencia de niños.

Lamentablemente Monseñor Dionisio García, nuestro Arzobispo, no pudo participar por encontrarse en los días previos delicado de salud y obedecer las prescripciones de los doctores.

Con la Iglesia reconstruida de Baltoni se inicia una nueva etapa para la comunidad católica y para todo el poblado de Los Reynaldo.

Iglesia Catedral Metropolitana de Camagüey, 21 de enero del 2017

Queridos todos:

En la mañana del pasado martes, al salir del legendario e histórico Guantánamo, daba gracias a Dios por el lindo regalo de estos diez años vividos allí. ¡Hay tantas personas a las que estoy agradecido! ¡He aprendido tanto de la fe y el amor de los sencillos…!

• Aprendí, por ejemplo, en el precioso Vega del Jobo, con aquellos extraordinarios campesinos que caminan cinco kilómetros loma abajo (y que, al regreso, serían loma arriba) para poder participar en la Misa.

• Aprendí con la novedosa iniciativa de las comunidades del recientemente tan castigado Maisí, que cada año se organizan para recoger latas de café y entregar el dinero recaudado por ese trabajo a la colecta para el Seminario, de la que son punteros en la Diócesis en los últimos años.

• Aprendí escuchando el testimonio de aquella señora de San Antonio del Sur dando fe del cambio que ella había dado desde que empezó a ir a la iglesia los domingos y a las clases de formación de los miércoles. “Porque antes –me decía- cuando un desconocido tocaba a la puerta pidiéndome un poco de agua para tomar, yo se la daba de la llave y en un vaso de plástico. Pero ahora, desde que vengo a la Iglesia he cambiado, y cuando me piden agua, la doy del refrigerador y en el vaso de cristal de florecitas”.

Y como ésas, muchas, muchísimas experiencias enriquecedoras más.

Siempre he escuchado que “el primer amor nunca se olvida”. Debo decirles que ¡Guantánamo ha sido “mi primer amor” como obispo”! Estoy seguro que de ahora en adelante los camagüeyanos me perdonarán si, a cada momento, les esté compartiendo vivencias de Guantánamo, de su gente y de su Iglesia. Ellos, los guantanameros, supieron tener paciencia y comprenderme cuando yo les hablaba a cada rato de ustedes.

Los guantanameros aquí presentes recordarán que, cuando llegué a su tierra, les pedí que me enseñaran a ser su obispo. Diez años después, reconozco que los profesores fueron mejores que el alumno. No pude aprender todo lo que me enseñaron, pero me siento muy orgulloso de haber tenido tan buenos maestros: sacerdotes, religiosas, diáconos y laicos. Y, además, aprendí de personas que no son de nuestra Iglesia.

También el martes mencionado pedí que nos desviáramos y pasáramos un momento por el Santuario del Cobre. Quise, una vez más, encomendar a nuestra Virgencita de la Caridad, la tarea que ahora tengo por delante. Visitarla me hizo renovar mi amor por ella, por Cuba y por la Iglesia cubana.

El Papa Francisco ha querido que mi episcopado lo continúe ahora en el también legendario e histórico Camagüey. No hace falta preguntarle qué espera él de mí porque ya lo dijo a todos los obispos del mundo en su Exhortación Apostólica “El gozo del Evangelio” (# 31), y me lo aplico: “Tú, como obispo, a veces irás delante para indicar el camino y cuidar la esperanza del pueblo. Otras veces irás simplemente en medio de todos con tu cercanía sencilla y misericordiosa. Y, en ocasiones, deberás caminar detrás del pueblo para ayudar a los rezagados y, sobre todo, porque el rebaño mismo tiene su olfato para encontrar nuevos caminos”.
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