La historia de una historia no contada

La historia de una historia no contada

Por: Rosario de la Caridad Vázquez, Cristo Rey 

Arquidiócesis de Santiago de Cuba, 26 de noviembre de 2018 / En el año 1927, la señora Doña Dolores Ibarra, quien era una persona influyente y carismática, vecina del barrio Agüero y alejada del centro histórico de la ciudad, decidió construir una capilla con su frente a la antigua calzada Dos Caminos del Cobre, hoy avenida Raúl Perozo.

La pequeña Iglesia fue construida en una sola nave y tenía un segundo nivel donde se ubicaba el campanario. La edificación inicial incluía la sacristía y posterior a esta, un módulo donde se encontraba una cocina y un servicio sanitario; además de patios que rodeaban los cuatro lados del templo. De estilo gótico muy sobrio y simple, representaba esta capilla, arquitectónicamente, las características de un barrio pobre y marginado. No fue hasta la década de 1940, que la señora Ibarra la entregara al Arzobispado de Santiago de Cuba para que toda la comunidad asistiera a ella.

Durante el transcurso del tiempo y debido a su deterioro, la construcción ha sido reparada parcialmente en varias ocasiones. Hace poco más de dos años se inauguró el salón parroquial en el patio trasero, recuperando de esta forma la cocina y el servicio sanitario que fueron demolidos en el año 1996.

La Iglesia Cristo Rey del Universo, era el único templo católico que existía en el oeste de la ciudad. El territorio eclesiástico incluía habitantes del Distrito José Martí, los Repartos Agüero, El Nuevo Vista Alegre, Marimón, Mar Verde, San Pedrito y Santa Elena. Aunque hace diez años esta realidad cambió.

El 24 de noviembre de 2008, el señor arzobispo, monseñor Dionisio García Ibáñez, nombró parroquia a esta capillita. Desde entonces, la familia creció. Todo el municipio de Guamá, ubicado en el litoral oeste de la provincia, y sus más de treinta comunidades conforman la parroquia.

Las características de esta parroquia son muchas, aunque pudieran definirse, en una palabra: misión. Desde hace veinte años, las catequistas Dolores Sopeña y los hermanos De La Salle, junto a hombres y mujeres de la comunidad, han compartido la Palabra de Dios con los hermanos que los esperan cada semana para abrirles las puertas de sus casas y sus vidas. 

El décimo aniversario, fue celebrado por todo lo alto. El propio día 24, una amplia representación de toda la parroquia participó de la Eucaristía presidida por Mons. Dionisio en la SBMI Catedral. Y el día 25, día de la Solemnidad de Cristo Rey del Universo y Fiesta Patronal, fue ofrecida la Santa Misa por las intenciones de cada uno de sus miembros. En cada momento de la misma pudo apreciarse la alegría y el agradecimiento a Dios por todo lo vivido en estos años.

Definitivamente el momento más emotivo fue la procesión hacia el parque La Barca de Oro, centro de la comunidad. La oración y los cantos protagonizaron el momento y convocaron a transeúntes y vecinos de la zona. La bendición sobre cada uno y la parroquia en general, se realizó allí; en el mismo lugar donde se celebraban las obras navideñas y algunos oficios de la Iglesia Católica durante la época republicana.

El Evangelio de ese día nos recuerda que Jesús es el alfa y la omega, el principio y el fin. Esa Iglesia, también guarda ese significado para cuantos la ven y la visitan. Pequeña, y modesta mantiene a Jesús en su centro, y lo reverencian al entrar y al salir. De esta historia, aun joven, queda mucho por contar. Aunque no aparece en libros ni enciclopedias, permanece en las historias de vida de muchas personas.

Roguemos al Señor entonces, para que la historia de esta parroquia pueda seguirse contando a través de sus piedras vivas. ¡Viva Cristo Rey por siempre!

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Fuente:

Martínez Bonne, F., & Díaz Consul, A. M. (2003). Diagnóstico y estrategia de recuperación del parque “Barca de Oro” y su entorno inmediato . Santiago de Cuba.

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MENSAJE PASTORAL DE LOS OBISPOS CATÓLICOS DE CUBA con ocasión del proceso de consulta del Proyecto de Constitución de la República de Cuba

“…Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Que tenga autoridad sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo, sobre los animales del campo, las fieras salvajes y los reptiles que se arrastran por el suelo.
Y creó Dios al hombre a su imagen. A imagen de Dios los creó. Hombre y mujer los creó” Génesis 1, 26-27

Queridos hermanos:

  1. Hemos querido comenzar nuestro mensaje con el clásico y hermoso pasaje sobre la creación del ser humano que se relata en el primer libro de la Biblia: el Génesis. De manera poética y figurativa nos transmite importantes verdades sobre nuestra naturaleza. El hombre y la mujer comparten la misma naturaleza y son iguales en dignidad y derechos. Tienen el mandato de procrear y poblar la tierra y, además, autoridad, derechos y deberes para utilizar y administrar los bienes que les han sido dados para su provecho, el de su familia y el de la sociedad. También tienen la obligación de cuidar la tierra por su valor en sí misma y porque es reflejo de la belleza de Dios. Estos principios constituyen un patrimonio adquirido por la humanidad, tanto por los creyentes como por los no creyentes. Sirvan estas premisas como prólogo de nuestro mensaje.

LA IMPORTANCIA Y ALCANCE DE UNA CONSTITUCIÓN

  1. Nuestro pueblo ha sido convocado y está inmerso en un proceso de consulta con el fin de que todos los ciudadanos aportemos criterios y proposiciones que contribuyan a enriquecer la redacción de una nueva Constitución de la República de Cuba. La misma será presentada, a todos los cubanos, en referendo para ser aprobada o rechazada. El referendo popular será la última palabra de todo nuestro pueblo sobre la Constitución. Por eso, conviene resaltar la importancia del mismo como un acto en el que cada ciudadano está llamado a expresarse con el ‘sí’ o el ‘no’ mediante su voto, o absteniéndose de hacerlo.
  2. Como pastores comprendemos, a partir de los procesos que ha vivido nuestra Nación, a quienes piensan que su opinión no cuenta. Sin embargo, queremos invitar a todos nuestros compatriotas a optar por una participación consciente y responsable. De igual forma solicitamos a las autoridades que guían el siguiente proceso que las opiniones y aportes recogidos sean tenidos en cuenta.
  3. Es sabido que los diferentes temas presentes en el texto son motivo de frecuente conversación y toma de posiciones que han generado muchos intercambios de opiniones y debates, manifestando diferentes posturas: unos participando con sus aportes, otros con cierta reserva y también quienes consideran que ya todo está decidido. Es lógico que sea así, pues es signo de la pluralidad de posturas, de interés y de preocupación, ya que sabemos que la Constitución de un país debe reflejar las características de la sociedad y determina, de muchas maneras, la vida de los ciudadanos y su futuro, también la convivencia entre ellos, la participación en la toma de decisiones que afectan sus vidas y las relaciones de los mismos con el Estado y la sociedad.
  4. De modos diversos y en reiteradas ocasiones, muchos nos preguntan acerca del parecer de la Iglesia sobre determinados aspectos contemplados en el proyecto constitucional que está siendo debatido. Por tales motivos, como obispos, queremos dirigirnos a ustedes, miembros de nuestras comunidades, y a todas aquellas personas que también han expresado su deseo de conocer nuestro pensamiento. Nos mueve y fundamenta la fe en Jesucristo Salvador de todos los hombres, la fuerza de su Palabra que nos inspira y sostiene, el amor y la búsqueda del bien para nuestro pueblo.
  5. Partimos de una frase martiana que expresa el sentido y valor que él le daba a la Carta Magna de una nación: “Una Constitución es una ley viva y práctica que no puede construirse con elementos ideológicos”[1]. La Constitución es la ley fundamental de una nación que fija la organización de la sociedad y los derechos, deberes y garantías de los ciudadanos. De ahí que deba reflejar “los principios y valores esenciales y mínimos, lo que implica no abarcar y expresar en detalle todos los ámbitos de la vida política, económica y social”[2]. También es legítimo afirmar que la Constitución no se puede subordinar a leyes, decretos, resoluciones, partidos políticos, ideologías, disposiciones o sentencias judiciales, ya que una Carta Magna prevalece por encima de todos ellos. Es oportuno recordar que “la soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, del cual dimana todo el poder del Estado”[3]. Además, la Constitución en cuanto Ley Fundamental, se aplica por igual a todos los ciudadanos e instituciones sin importar la índole de los mismos. “El hombre no manda a otro hombre; la ley los manda a todos”[4]
  6. Así mismo, por la importancia de la Constitución como referencia última de la legalidad en la Nación y dada su supremacía sobre cualquier interés particular, como expusimos anteriormente, consideramos no solo aconsejable sino necesario, que la misma Constitución disponga la creación de un Tribunal de Garantías Constitucionales con la finalidad de salvaguardar los derechos que en ella se refrendan.
  7. Resaltamos que la persona humana es, por su intrínseca libertad y dignidad, el sujeto y centro de todos los derechos y deberes que garantiza una Constitución, que siempre debe estar en beneficio de la persona para así sustentar la convivencia de todos.

LA DIGNIDAD DEL HOMBRE Y DE LA MUJER

  1. Esta afirmación, mirada desde nuestra fe, expresa que cada ser humano, por ser criatura de Dios, posee una dignidad particular que lo pone por encima de todo lo creado. Esta constatación hizo exclamar al autor del Salmo 8 (5.7) de la Biblia, lleno de admiración y agradecimiento:

“(Señor), ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él
el ser humano para darle poder?…
Lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus pies”.

  1. Estas verdades sobre la persona humana fueron también expresadas por nuestro José Martí cuando afirmó: “…dígase hombre, y ya se dicen todos los derechos…”[5], para indicar que cada persona viene a este mundo con la dignidad y los derechos que pertenecen exclusivamente a su condición humana.
  2. A lo largo de la Historia, por el mal uso de la libertad que Dios le dio al hombre, los seres humanos no nos hemos tratado con el respeto que merece nuestra dignidad. A través de los siglos han sido muchas las guerras, tiranías, violencias, discriminaciones, injusticias y muchos desastres más, por lo que no es de extrañar que, terminado el horror de la Segunda Guerra Mundial, las naciones sintieran la necesidad urgente de poner por escrito y ratificar públicamente los derechos que todo ser humano tiene por la simple razón de serlo. Nuestro país tuvo mucho que ver en este empeño que se materializó en los 30 artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos del 10 de diciembre de 1948, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas.

RESPETO A LOS DERECHOS HUMANOS

  1. Visto lo anterior, apreciamos que el proyecto constitucional (art.39) haya querido tener en cuenta el respeto y la aplicación de los derechos humanos reconocidos en diversos tratados internacionales de los cuales Cuba es signataria. Igualmente valoramos la declaración de que las personas son iguales en su dignidad, en sus deberes y derechos, sin discriminación alguna[6]. Al mismo tiempo lamentamos la ausencia del reconocimiento a la diversidad de opinión política (cf. art 40), así como también sería necesario explicitar que el derecho a la vida (cf. art. 43) debe respetarse desde el momento de la concepción del individuo hasta la muerte natural y, a su vez, sería de desear que abarque la exclusión de la pena de muerte.
  2. Del mismo modo se requiere un mayor esclarecimiento sobre el derecho a la objeción de conciencia (art 59), de manera que la preservación del derecho de unos no implique violentar el derecho y la conciencia de otros. También se deben clarificar las causas, el alcance, los medios y límites en relación al art. 3 relacionado con la defensa de la Patria, para proteger la integridad y el ejercicio del derecho de las personas. El uso de la fuerza es un recurso extremo, solo justificado en determinadas circunstancias y en condiciones excepcionales y debe ser proporcional a las causas que lo provocan. La Iglesia siempre ha valorado el diálogo y el respeto mutuo como el mejor medio para superar los conflictos.
  3. También resaltamos que, el art. 40 añade a la Constitución vigente otras tres categorías como sujetos de derecho: “género, orientación sexual e identidad de género” que provienen de una evidente influencia de la llamada “ideología de género”, las cuales son innecesarias, porque bastaría con la categoría “sexo” para que queden comprendidos todos los miembros de la sociedad, tal como se reconoce en el art. 45: “la mujer y el hombre gozan de iguales derechos y responsabilidades…”.
  4. El sexo viene dado por la naturaleza y no es una construcción cultural adquirida, como propone equivocadamente la referida ideología de género, que se caracteriza por un fuerte subjetivismo, que lleva al individuo a decidir por sí mismo lo que es bueno y lo que es malo. De tal manera que, dicha ideología, sostiene entre sus postulados principales que cada persona elige su propia identidad sexual. Esta corriente ideológica ha venido introduciéndose en Cuba, entre otros, por algunos medios oficiales y por la influencia del mundo exterior.
  5. Así mismo, en el Proyecto de Constitución se reconoce a los ciudadanos “el derecho a profesar o no creencias religiosas, a cambiarlas y a practicar la de su preferencia, con el debido respeto a otros credos y de conformidad con la ley”[7]. Según lo anterior, y en correspondencia a lo que debe ser un Estado laico moderno, los obispos cubanos reafirmamos que la libertad de practicar la religión propia no es la simple libertad de tener creencias religiosas, sino la libertad de cada persona de vivir conforme a los valores de la fe que profesa, de expresarlos públicamente, teniendo por límite el respeto al otro. En nuestro caso concreto, esta libertad implica, además, el reconocimiento jurídico de la Iglesia y de su identidad y misión propias, lo que incluye la posibilidad de dar a conocer su enseñanza moral de acuerdo al Evangelio, de acceder de modo sistemático a los medios de comunicación, la libertad de enseñanza y de evangelización, de construir edificios y de adquirir y poseer bienes adecuados para su actividad; y la libertad de asociarse para fines no solo estrictamente religiosos sino también educativos, culturales, de salud y caritativos.

LA FAMILIA

  1. La Iglesia siempre ha considerado esencial el derecho y responsabilidad de la familia en la educación de sus hijos. Esto coincide con la Declaración de los Derechos Humanos, cuando dice: “Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos” [8]. Este principio se expresa en el Magisterio de la Iglesia de la siguiente manera: “La familia tiene una función original e insustituible en la educación de los hijos…”[9] “Los padres tienen el derecho y el deber de impartir una educación religiosa y una formación moral a sus hijos”[10]: “derecho que no debe ser cancelado por el Estado, antes bien debe ser respetado y promovido. Es un deber primario que la familia no puede descuidar o delegar”[11]
  2. Es oportuno recordar lo expresado por el Papa San Juan Pablo II en Santa Clara: “¡Cuba, cuida a tus familias para que conserves sano tu corazón!”[12], por esto apreciamos el papel que el proyecto constitucional le otorga a la familia, y la disposición para que ésta cumpla su misión como célula básica de la sociedad, tal como está formulado en el art. 67. Sin embargo, en lo referente a la educación, los principios básicos señalados en el párrafo anterior no están suficientemente expresados, pues, como se afirma en el art. 95b “la enseñanza es función del Estado …” y, a su vez, en los art. 72 y 84 es de señalar que la contribución atribuida a la familia aparece enumerada en último lugar, posteriormente al papel asignado al Estado y a la sociedad. Entendemos que ni el Estado ni ninguna otra institución deben apropiarse esta delicada misión.
  3. Los obispos consideramos mal fundado y erróneo que aparezca en el proyecto constitucional (art. 68) una definición del matrimonio como “la unión de dos personas con aptitud para ello, a fin de hacer vida común”. Al expresar este criterio no pretendemos desconocer, y en modo alguno menospreciar, la dignidad de ninguna persona, pues, a todas se les debe respetar su condición y su participación social. La enseñanza de la Iglesia siempre ha sido clara: el amor recíproco y complementario entre el hombre y la mujer fundamenta la vocación al matrimonio y a la familia, estableciendo una unidad que no puede equipararse a ninguna otra. Distinción no significa discriminación.
  4. Los obispos, también, apreciamos lo expresado en el proyecto constitucional sobre los derechos de la familia para alcanzar su pleno desarrollo y bienestar. Para satisfacer estos derechos y lógicos deseos es necesario que la Constitución brinde las posibilidades para que cada ciudadano tenga un salario que realmente satisfaga sus necesidades e, igualmente, han de garantizarse las prestaciones sociales necesarias para equilibrar la vida familiar, de modo que sea posible y alcanzable por todos sus miembros una vida estable y vivienda digna, hasta después de la vida laboral de los mismos. Por ello, nos permitimos recordar lo expuesto en nuestro mensaje “La Esperanza no defrauda”: “Cualquier proyecto social debe abrir espacios para los proyectos de vida personal y familiar de los ciudadanos y deben armonizarse mutuamente … Las aspiraciones de superación personal deben ser alentadas para lograr así una sociedad civil vigorosa que será siempre un bien necesario para todo país que aspire a una sana prosperidad social y económica, sostenida por sólidos pilares morales y espirituales” [13].

LA ECONOMÍA AL SERVICIO DEL BIEN COMÚN

  1. Como principio, la Doctrina Social de la Iglesia reconoce el destino universal de los bienes y la función social de la propiedad para lograr el desarrollo integral de la persona, la familia y el bien común. Por ello, nos complace que el Proyecto de Constitución también reconozca la propiedad privada, aunque siempre se deberá tener en cuenta que los límites de cualquier propiedad deben estar solamente condicionados por el principio descrito anteriormente. En este campo, consideramos que lo expuesto en el art. 28 en relación a la inversión extranjera, debe ser extendido al ciudadano cubano en virtud a lo refrendado en el art. 40 sobre “la igualdad de todos los cubanos en sus derechos, deberes y oportunidades sin discriminación alguna”.

CONCLUSIÓN

  1. Al concluir este mensaje queremos reconocer y valorar que, un buen número de cubanos, está ejerciendo su derecho a opinar y esto, en sí mismo, es un ejercicio beneficioso para las personas y la sociedad. Nosotros, como obispos y pastores de la Iglesia Católica en Cuba, no hemos pretendido hacer una exposición exhaustiva de todos los contenidos del proyecto constitucional, sino que deseamos iluminar aquellos aspectos que más nos han sido reclamados en orden al discernimiento y posterior decisión que cada uno deberá tomar según su conciencia y libertad.
  2. Pedimos a Dios que nos ayude a encontrar los caminos que favorezcan el crecimiento del respeto mutuo y el reconocimiento de la dignidad de cada persona. Sólo así se hará realidad el sueño de nuestros próceres, proclamado por Martí al desear que Cuba fuera una República “con todos y para el bien de todos”[14]. A nuestra Madre, la Virgen de la Caridad del Cobre, le pedimos que continúe acompañando la vida de nuestro pueblo. ¡La Caridad nos une!

La Habana, 24 de octubre de 2018.
Fiesta de San Antonio María Claret

+ Dionisio García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba
+ Juan de la Caridad García Rodríguez, Arzobispo de La Habana
+ Wilfredo Pino Estévez, Arzobispo de Camagüey
+ Emilio Aranguren Echeverría, Obispo de Holguín, Presidente de la COCC
+ Arturo González Amador, Obispo de Santa Clara, Vicepresidente de la COCC
+ Manuel Hilario de Céspedes y García-Menocal, Obispo de Matanzas
+ Jorge Enrique Serpa Pérez, Obispo de Pinar del Río
+ Álvaro Beyra Luarca, Obispo de Bayamo-Manzanillo
+ Domingo Oropesa Lorente, Obispo de Cienfuegos
+ Juan Gabriel Díaz Ruiz, Obispo de Ciego de Ávila
+ Silvano Pedroso Montalvo, Obispo de Guantánamo-Baracoa
+ Juan de Dios Hernández Ruiz SJ, Obispo Auxiliar de La Habana, Secretario General de la COCC

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[1] José Martí, Carta de New York, 23 de mayo de 1882, Obras Completas, Tomo IX, páginas 307 y 308.
[2] Proyecto de Constitución, Introducción al Análisis del Proyecto – Consideraciones finales, párrafo 3.
[3] Proyecto de Constitución, art. 10
[4] P. Félix Varela. Cátedra de Constitución, Observación Segunda. Cita tomada del Libro “Escritos políticos”. Ed. Ciencias Sociales, 1977.
[5] José Martí. “Mi raza”, periódico “Patria”, Nueva York, 16 de abril de 1893. Obras Completas, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1976, Tomo 2, páginas 298 a 300.
[6] Declaración Universal de los Derechos Humanos, art. 2
[7] Proyecto de Constitución de la República, art. 62
[8] Declaración Universal de los Derechos Humanos, art. 26.3
[9] Concilio Vaticano II, Declaración Gravissimum Educationis n. 3
[10] Concilio Vaticano II, Declaración Dignitatis Humanae n.5
[11] Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia n. 239
[12] San Juan Pablo II, Homilía en Santa Clara, 22 de enero de 1998.
[13] Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, Carta Pastoral “La Esperanza no defrauda”, 8 de septiembre de 2013, nn. 29-30
[14] José Martí, Discurso “Con todos y para el bien de todos”, Liceo cubano de Tampa, EEUU, 26 de noviembre de 1891

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Intervención completa del P. Eduardo Gonzalo Redondo-Cuba en el Sínodo de los Obispos

En el n° 4 del Instrumentum laboris se cita al Papa Francisco cuando en la Evangelii Gaudium expresa que “la realidad es más importante que la idea”. 

En la vida concreta del día a día de la Iglesia, teniendo como trasfondo la cita del Papa, sintiendo en estos días la presencia del Espíritu en el dinamismo, la espontaneidad y libertad con la que se expresan los jóvenes y la excelente acogida por parte de los padres sinodales. No me quedan dudas que los jóvenes no son el problema sino la solución.

La pregunta que me surge es: ¿Entonces el problema cuál es? Y la respuesta me viene espontáneamente: Gran parte del problema soy yo, somos nosotros. Me refiero al mundo de los adultos y a muchos de nosotros que somos la Iglesia. Podemos pedir perdón mil veces, pero si no enmendamos el perdón con gestos y actitudes concretas no cambia nada. Todo seguirá igual.

¿Cómo enmendar? Comparto algunas pistas:

  1. Perder el miedo y recuperar la confianza en que el Espíritu del Señor es el que conduce la barca y que nosotros somos remadores limitados, pobres mediaciones. Pero Él cuenta con nosotros: ¡Avancemos mar adentro!
  2. Pasar del pensar y rezar por ellos, que es importante, a compartir la vida con ellos, allí donde el Señor nos coloque, que es esencial. Acompañarlos de verdad, dedicarles el tiempo que precisan y no el que nos sobra.
  3. Está claro que no siempre fuimos el mejor ejemplo ni lo somos, pero lo reconocemos y queremos vivir la conversión personal, pastoral y dejar de lado todas las estructuras caducas que nos desgastan tanto y nos hacen, muchas veces, pensar más en lo accidental que en lo esencial.
  4. Si estamos enamorados de Jesús y queremos dar la vida por amor, se nos quitará el miedo y no mediremos esfuerzos. Tenemos el ejemplo concreto de San Romero de América y de tantos mártires y santos que dieron y siguen dando la vida, la mayoría silenciosamente, por amor a Jesús acompañando bien de cerquita a su pueblo.

Parece que como Iglesia nos cuesta estar, escuchar y compartir con los jóvenes, ellos cuestionan todo, nos llaman a vivir coherentemente y también denuncian nuestra falta de cercanía, de cariño pastoral y de apoyo concreto en tantas iniciativas que tienen. Gracias a Dios tampoco faltan testimonios de pastores entregados y comprometidos.

  1. En algunas Iglesias particulares paradójicamente son los sacerdotes más jóvenes quienes menos se identifican con ellos y viceversa.
  2. Esta realidad nos debe hacer pensar en la selección y acompañamiento de los futuros pastores en nuestros seminarios diocesanos y casas de formación.

Hoy, varios de los que ingresan al seminario, son jóvenes bien formados, muchos de ellos profesionales y no pocas veces se vuelven adolescentes domesticados que viven en burbujas espiritualistas. El problema viene de dentro.

En lugar de seguir y amar a Jesús algunos siguen una “idea de Jesús”, se identifican con una “línea eclesial” ¿Qué es eso por Dios? ¡La única línea, el único camino es seguir a Jesucristo! Si esto es así, será difícil acompañar a los jóvenes

Siempre seremos extraños que vivimos en otro mundo y en otra frecuencia, diferente a la de ellos.

  1. No somos patrones, ni príncipes ni gestores. Somos pastores con olor a oveja. Acompañantes que precisamos ser vulnerables delante del Maestro y tener un buen acompañante espiritual.
  2. Si en nuestra Iglesia no prevalecen los “procesos” e “itinerarios vocacionales”, desde la espiritualidad, la formación y la misión por encima de los Shows media y los eventos masivos, nos quedaremos solo celebrando los accidentes y perderemos el eje de Jesús y el rumbo que marca el camino que debemos seguir.

Hoy el Papa Francisco nos va marcando el horizonte, nos abre caminos, pero corremos el riesgo de elegir los atajos. Si elegimos los atajos, nos alejamos de Jesús y todo nos sale mal.

Hacer camino supone paciencia, la paciencia nuestra y la paciencia de Dios; supone el ir paso a paso, sabiendo que no faltaran dificultades, porque forman parte del proceso. Pero el camino es real y concreto. Solo se hace camino pensando en procesos e itinerarios en el acompañamiento personal y el discernimiento pastoral.

  1. Pensar en procesos, soñar en ir haciendo camino y evitando la tentación de los atajos, nos alejaría de la auto referencialidad, del mirarnos a “nosotros mismos” y nos empujaría a lanzarnos a la misión. Como bien dijo Juan Pablo I: Desde los pobres llegaremos a todos. Esto es conversión pastoral, desde los pobres y los jóvenes llegaremos a todos, nadie quedará fuera. Ellos nos desacomodan y nos marcan el camino. “Los jóvenes, siguen siendo hoy una oportunidad pastoral” única para que la Iglesia sea “una iglesia de puertas abiertas”, acogedora, en salida continua, que creativamente esté presente en las diferentes periferias existenciales.
  2. Si la opción preferencial por los pobres y los jóvenes fuera el eje transversal de toda la Iglesia, no habría mucha dificultad en asumir pasos concretos de conversión y dejar de lado tantas estructuras caducas que terminan hipotecando la fe y lo maravilloso del seguimiento de Jesús.

Y termino Santo Padre, queridos hermanos mayores y jóvenes presentes. Termino compartiendo un sueño que puede ser posible, aunque nos jugamos todo. Lo lanzo como propuesta en esta aula sinodal:

En que usted, Santo Padre, como Pedro nos invite: “a todas las iglesias del mundo a asumir y renovar la opción preferencial por los pobres y los jóvenes”.

En el 2019 se cumplen cuarenta años de la presencia de San Juan Pablo II en el “Continente de la esperanza”, su primer viaje pastoral fue a Puebla en México, donde los Obispos del Continente celebraban la Conferencia del episcopado latinoamericano. El Espíritu nos regaló la opción preferencial por los pobres y los jóvenes para América Latina porque, no pensar ahora, uniendo el contexto de este sínodo y teniendo como marco la próxima JMJ en Panamá en enero próximo,

Puede ser el signo más concreto y el paso que nos falta para que el buen olor de Jesús pueda permear a toda la humanidad asumiendo como Iglesia una experiencia de conversión.

Nos regalaría la sobriedad que nace del Espíritu que acampa entre nosotros y que sopla donde quiere porque es libre y liberador y quita todos los miedos que muchas veces nos paralizan.

Por último, sospecho que estaríamos más cerca de asumir en lo concreto el sueño de Dios: “Que todos sean uno para que el mundo crea”.

Adjuntos

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Francisco preside una de las canonizaciones más multitudinarias de su pontificado

“PABLO VI Y ROMERO SON PROFETAS DE UNA IGLESIA EXTROVERTIDA QUE MIRA A LOS LEJANOS Y CUIDA DE LOS POBRES”

“Jesús no se conforma con un ‘porcentaje de amor’. No podemos amar a Jesús al 50 o el 60%. O todo o nada”

Vatican News, 14 de octubre de 2018

No cabía un alfiler. La plaza de San Pedro acogió, entre aplausos y mucha emoción, una de las canonizaciones más importantes de la historia reciente de la Iglesia. Un Papa, un arzobispo, dos monjas, dos sacerdotes y un laico, pero sobre todo más de 150.000 corazones acompañaron al Papa en el ascenso a los altares, entre otros, de monseñor Romero y de Pablo VI.

El Papa portaba el cíngulo de Romero, y el báculo (y la casulla) de Pablo VI. Durante un momento, tras bendecir el altar y las reliquias, Bergoglio pareció detenerse para contemplar a la multitud. Más allá de la plaza, más allá de la Via della Conziliazione, portando banderas de decenas de países de todo el mundo, desde El Salvador hasta Corea, países que esperan la pronta llegada de Bergoglio.

Y es que, por primera vez en mucho tiempo (seguramente desde el saludo, en mitad de la lluvia, del primer Papa llegado del fin del mundo), la plaza de San Pedro parecía representar a toda la cristiandad. Y es que esta canonización tiene detrás muchos datos, y mucha simbología. 90 cardenales, 3.000 sacerdotes, y todo el pueblo detrás. Con Pablo VI, un Papa que es punto de referencia para entender este pontificado, ya son 83 los ‘santos padres’ en convertirse en santos, un 31%. Tres de cada diez pontífices están canonizados, una cifra que tendría que hacernos pensar.

Pero, además, con Romero, se canoniza a la Iglesia de los pobres y el martirio por la libertad, especialmente en América Latina. Con Nunzio, a los jóvenes. Con Nazaria, a las mujeres valientes. Pobres, mujeres, jóvenes son tres de los ejes de esta reforma de la Iglesia con la que sueña Francisco.

Acompañado por los postuladores de las causas, el cardenal Becciu reclamó al Papa que inscribiera a los siete beatos en el libro de los Santos. A las 10,37, Francisco hacía santos a Romero, Pablo VI, Francisco Spinelli, Vicente Romano, María Catalina Kasper, Nazaria Ignacia de Santa Teresa de Jesús y Nuncio Sulprizio. La plaza estalló en una rotunda ovación, que duró varios minutos.

Estuvo ausente Benedicto XVI quien, debido a su avanzada edad y debilidad, no podía participar en esta ceremonia.

Homilía del Papa

La segunda lectura nos ha dicho que «la palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo» (Hb 4,12). Es así: la palabra de Dios no es un conjunto de verdades o una edificante narración espiritual; no, es palabra viva, que toca la vida, que la transforma. Allí, Jesús en persona, que es la palabra viva de Dios, nos habla al corazón.

El Evangelio, en particular, nos invita a encontrarnos con el Señor, siguiendo el ejemplo de ese «uno» que «se le acercó corriendo» (cf. Mc 10,17). Podemos identificarnos con ese hombre, del que no se dice el nombre en el texto, como para sugerir que puede representar a cada uno de nosotros. Le pregunta a Jesús cómo «heredar la vida eterna» (v. 17). Él pide la vida para siempre, la vida en plenitud: ¿quién de nosotros no la querría? Pero, vemos que la pide como una herencia para poseer, como un bien que hay que obtener, que ha de conquistarse con las propias fuerzas. De hecho, para conseguir este bien ha observado los mandamientos desde la infancia y para lograr el objetivo está dispuesto a observar otros; por esto pregunta: «¿Qué debo hacer para heredar?». La respuesta de Jesús lo desconcierta. El Señor pone su mirada en él y lo ama (cf. v. 21). Jesús cambia la perspectiva: de los preceptos observados para obtener recompensas al amor gratuito y total.

Aquella persona hablaba en términos de oferta y demanda, Jesús le propone una historia de amor. Le pide que pase de la observancia de las leyes al don de sí mismo, de hacer por sí mismo a estar con Él. Y le hace una propuesta de vida «tajante»: «Vende lo que tienes, dáselo a los pobres […] y luego ven y sígueme» (v. 21). Jesús también te dice a ti: «Ven, sígueme». Ven: no estés quieto, porque para ser de Jesús no es suficiente con no hacer nada malo.

Sígueme: no vayas detrás de Jesús solo cuando te apetezca, sino búscalo cada día; no te conformes con observar los preceptos, con dar un poco de limosna y decir algunas oraciones: encuentra en él al Dios que siempre te ama, el sentido de tu vida, la fuerza para entregarte. Jesús sigue diciendo: «Vende lo que tienes y dáselo a los pobres».

El Señor no hace teorías sobre la pobreza y la riqueza, sino que va directo a la vida. Él te pide que dejes lo que paraliza el corazón, que te vacíes de bienes para dejarle espacio a Él, único bien. Verdaderamente, no se puede seguir a Jesús cuando se está lastrado por las cosas. Porque, si el corazón está lleno de bienes, no habrá espacio para el Señor, que se convertirá en una cosa más. Por eso la riqueza es peligrosa y – dice Jesús- dificulta incluso la salvación.

No porque Dios sea severo, ¡no! El problema está en nosotros: el tener demasiado, el querer demasiado sofoca nuestro corazón y nos hace incapaces de amar. De ahí que san Pablo recuerde que «el amor al dinero es la raíz de todos los males» (1 Tm 6,10).

Lo vemos: donde el dinero se pone en el centro, no hay lugar para Dios y tampoco para el hombre. Jesús es radical. Él lo da todo y lo pide todo: da un amor total y pide un corazón indiviso. También hoy se nos da como pan vivo; ¿podemos darle a cambio las migajas? A Él, que se hizo siervo nuestro hasta el punto de ir a la cruz por nosotros, no podemos responderle solo con la observancia de algún precepto. A Él, que nos ofrece la vida eterna, no podemos darle un poco de tiempo sobrante.

Jesús no se conforma con un «porcentaje de amor»: no podemos amarlo al veinte, al cincuenta o al sesenta por ciento. O todo o nada.

Queridos hermanos y hermanas, nuestro corazón es como un imán: se deja atraer por el amor, pero solo se adhiere por un lado y debe elegir entre amar a Dios o amar las riquezas del mundo (cf. Mt 6,24); vivir para amar o vivir para sí mismo (cf. Mc 8,35). Preguntémonos de qué lado estamos.

Preguntémonos cómo va nuestra historia de amor con Dios. ¿Nos conformamos con cumplir algunos preceptos o seguimos a Jesús como enamorados, realmente dispuestos a dejar algo para Él? Jesús nos pregunta a cada uno personalmente, y a todos como Iglesia en camino: ¿somos una Iglesia que solo predica buenos preceptos o una Iglesia-esposa, que por su Señor se lanza a amar? ¿Lo seguimos de verdad o volvemos sobre los pasos del mundo, como aquel personaje del Evangelio?

En resumen, ¿nos basta Jesús o buscamos las seguridades del mundo? Pidamos la gracia de saber dejar por amor del Señor: dejar las riquezas, la nostalgia de los puestos y el poder, las estructuras que ya no son adecuadas para el anuncio del Evangelio, los lastres que entorpecen la misión, los lazos que nos atan al mundo. Sin un salto hacia adelante en el amor, nuestra vida y nuestra Iglesia se enferman de «autocomplacencia egocéntrica» (Evangelii gaudium, 95): se busca la alegría en cualquier placer pasajero, se recluye en la murmuración estéril, se acomoda a la monotonía de una vida cristiana sin ímpetu, en la que un poco de narcisismo cubre la tristeza de sentirse imperfecto.

Así sucedió para ese hombre, que -cuenta el Evangelio- «se marchó triste» (v. 22). Se había aferrado a los preceptos y a sus muchos bienes, no había dado su corazón. Y aunque se encontró con Jesús y recibió su mirada amorosa, se fue triste. La tristeza es la prueba del amor inacabado. Es el signo de un corazón tibio. En cambio, un corazón desprendido de los bienes, que ama libremente al Señor, difunde siempre la alegría, esa alegría tan necesaria hoy.

El santo Papa Pablo VI escribió: «Es precisamente en medio de sus dificultades cuando nuestros contemporáneos tienen necesidad de conocer la alegría, de escuchar su canto» (Gaudete in Domino, 9). Jesús nos invita hoy a regresar a las fuentes de la alegría, que son el encuentro con Él, la valiente decisión de arriesgarnos a seguirlo, el placer de dejar algo para abrazar su camino. Los santos han recorrido este camino.

Pablo VI lo hizo, siguiendo el ejemplo del apóstol del que tomó su nombre. Al igual que él, gastó su vida por el Evangelio de Cristo, atravesando nuevas fronteras y convirtiéndose en su testigo con el anuncio y el diálogo, profeta de una Iglesia extrovertida que mira a los lejanos y cuida de los pobres.

Pablo VI, aun en medio de dificultades e incomprensiones, testimonió de una manera apasionada la belleza y la alegría de seguir totalmente a Jesús. También hoy nos exhorta, junto con el Concilio del que fue sabio timonel, a vivir nuestra vocación común: la vocación universal a la santidad. No a medias, sino a la santidad.

Es hermoso que junto a él y a los demás santos y santas de hoy, se encuentre Monseñor Romero, quien dejó la seguridad del mundo, incluso su propia incolumidad, para entregar su vida según el Evangelio, cercano a los pobres y a su gente, con el corazón magnetizado por Jesús y sus hermanos. Lo mismo puede decirse de Francisco Spinelli, de Vicente Romano, de María Catalina Kasper, de Nazaria Ignacia de Santa Teresa de Jesús y de Nuncio Sulprizio. Todos estos santos, en diferentes contextos, han traducido con la vida la Palabra de hoy, sin tibieza, sin cálculos, con el ardor de arriesgar y de dejar. Que el Señor nos ayude a imitar su ejemplo.

Un Papa, un arzobispo, dos religiosas, dos sacerdotes y un joven laico

ESTOS SON LOS NUEVOS SIETE SANTOS DE LA IGLESIA CATÓLICA

Reflexión y Liberación, 14 de octubre de 2018

Esta mañana, en el marco del Sínodo de los Jóvenes que se realiza en Roma, el Papa Francisco canoniza a 7 beatos, entre ellos el Papa Pablo VI, Mons. Oscar Arnulfo Romero y Nazaria Ignacia de Santa Teresa de Jesús, que se convertirá en la primera santa de Bolivia.

¿Quiénes son? Les ofrecemos una breve reseña de cada uno

1.- Pablo VI

El Beato Pablo VI es el Papa autor de la encíclica visionaria encíclica sobre la defensa de la vida y la familia en la que advirtió los problemas que sufre el mundo de hoy a causa de la mentalidad anticonceptiva.

Este Pontífice fue además quien llevó a término el Concilio Vaticano II, iniciado en 1962 por San Juan XXIII.

Giovanni Battista Montini nació en Lombardía (Italia) el 26 de septiembre de 1897. Fue elegido Papa el 21 de junio de 1963. Luego de 15 años de pontificado, falleció en Castel Gandolfo el 6 de agosto de 1978.

2.- Monseñor Romero

El Arzobispo de San Salvador nació en la Ciudad de Barrios (El Salvador), el 15 de agosto de 1917 y murió mártir por odio a la fe el 24 de marzo de 1980, asesinado cuando celebraba la Misa en medio de una naciente guerra civil entre la guerrilla de izquierda y el gobierno dictatorial de derecha.

Según las investigaciones, la autoría del asesinato apunta a un grupo de aniquilación vinculado a la dictadura militar, que creía que Mons. Romero era cercano a la guerrilla libertaria, debido a su preocupación por los pobres y humillados por esa dictadura criminal. Romero, era Pastor del Pueblo y por eso, sufrió tantas acusaciones alejadas de la realidad. En su lucha por los más pobres y en sus denuncias contra la dictadura, el futuro santo estuvo respaldado por muchos Pastores Católicos y de otras Denominaciones Religiosas en el mundo.

3.- Nazaria Ignacia de Santa Teresa de Jesús

Nació el 10 de enero de 1889 en Madrid (España). Después de algunos años dentro de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, fundó en 1927 una nueva congregación: las Hermanas Misioneras Cruzadas de la Iglesia, con la que sirvió a los más necesitados y a las mujeres en Bolivia.

En 1938 llegó a Argentina donde dio promovió varias instituciones a favor de los jóvenes y los pobres. Murió en Buenos Aires en 1943. Será la primera santa de Bolivia.

4.- P. Vincenzo Romano

Fue sacerdote diocesano, nació el 3 de junio de 1751 en Torre del Greco (Italia). Recibió la ordenación sacerdotal en 1775.

Trabajó en la reconstrucción de Torre del Greco, ciudad que quedó casi totalmente destruida luego de la erupción del volcán Vesubio en 1794. Además, inventó la “rastreadora”, una estrategia misionera para reunir, con el crucifijo en la mano, a grupos de personas o transeúntes, improvisar una predicación, y luego acompañarlos a la iglesia u oratorio más cercano para rezar juntos.

A menudo se convirtió en un mediador entre los dueños de los corales y los marineros que enfrentaban los riesgos y la fatiga de la pesca. Murió el 20 de diciembre de 1831.

5.- María Caterina Kasper

Nació el 26 de mayo de 1820. En 1845 comenzó su vida junto con algunas compañeras y en 1848, en el día de la Asunción, abrió su hogar a los pobres del país. A la nueva asociación dio el nombre de Esclavas Pobres de Jesucristo.

La madre María Caterina siguió la formación de novicias y la apertura de nuevas casas, incluso en el extranjero, para ayudar a los inmigrantes alemanes. Murió el 2 de febrero de 1898.

6.- Francesco Spinelli

Nació en Milán el 14 de abril de 1853, fue ordenado sacerdote en 1875, comenzó su apostolado entre los pobres en la parroquia de su tío Don Pietro. En 1882 conoció a Caterina Comensoli, que deseaba convertirse en religiosa de una congregación cuyo propósito sea la Adoración Eucarística.

Entre miles de vicisitudes se llega a la fundación de un instituto que debía dividirse. La Madre Comensoli estableció la Congregación de las Hermanas Sacramentinas, y Francesco la de las Hermanas Adoratrices de las Santísimo Sacramento.

Promovió a los marginados, rechazados, y estableció escuelas, oratorios, asistencia a los enfermos o ancianos solitarios. Murió el 6 de febrero de 1913.

7.- Nunzio Sulprizio

El 19 de julio el Papa Francisco decidió que Nunzio Sulprizio, fallecido a los 19 años de edad, sea también declarado santo en el marco del Sínodo de los Jóvenes que se realiza en el Vaticano hasta el 28 de octubre.

Nunzio Sulprizio nació en Pescosansonesco (Italia) el 13 de abril de 1817. Durante su infancia padeció las consecuencias de la pobreza, la enfermedad y el maltrato; especialmente de su tío materno.

Desde que sus padres fallecieron, su tío lo obligó a trabajar como herrero en condiciones inhumanas, las cuales le habrían provocado el tumor óseo que lo llevó a la muerte el 5 de mayo de 1836.

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¿200 niños en una catequesis parroquial? Baire dice que sí

 Por: Santa Rosales

Directora de la Catequesis parroquial 

Arquidiócesis de Santiago de Cuba, 4 de octubre de 2018 / Conozco en la diócesis catequesis muy dinámicas y numerosas como las de El Cobre y la de los Padres salesianos. Estoy segura que hay muchas otras muy vivas, donde el empeño misionero, la creatividad y la dedicación cultivan sus frutos.

En el pasado curso la parroquia de san Bartolomé en Baire cerró con apenas unos 40 niños, casi todos de 2do ciclo. El equipo catequético -que garantiza la atención por separado de los seis grados escolares primarios, ante una seria inconformidad, se propuso como reto apoyar más junto a toda la comunidad a la Infancia y adolescencia misionera (IAM), tomando como punto de partida una gran fiesta de inicio de curso 2018-2019.

Nunca nos imaginamos que la convocatoria aglutinaría a unos 200 infantes que hicieron pequeño tanto el templo antiguo, como el que está en construcción. El equipo de animación parroquial desbordó en colores y sorpresas. El talento artístico comunitario crece y los niños lo agradecen.

La misión infantil apenas recomienza y tendrá como reto el seguimiento de estos niños y sus familias, muchos provenientes de entornos populares. Sabemos que lleva esfuerzo la evangelización donde la perseverancia es clave. Nos ponemos en manos de Dios para beber de la fuerza de su Espíritu y así poder mantener a la parroquia como “la casa de la alegría”, donde todos somos responsables.

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HOMILÍA DE MONS. WILLY EN LA MISA DE INICIO DE SU MINISTERIO PASTORAL EN CAMAGÜEY

Toma de posesión de Mons.Willy

Mi modesta opinión

Mons. Willy, Arzobispo de Camagüey

Arquidiócesis de Camagüey, Arzobispado, 24 de septiembre de 2018: Son muchas las personas que están manifestando sus opiniones sobre los 224 artículos del Proyecto de Constitución redactado por la Asamblea Nacional. Sin embargo, como señala un escrito en el periódico Adelante del pasado sábado 22 de septiembre, el artículo 68 “parece la parada obligatoria en los debates”. El motivo es el cambio que hay con relación a la actual Constitución de 1976 que define al matrimonio “como la unión voluntariamente concertada de un hombre y una mujer con aptitud legal para ello, a fin de hacer vida en común”. El Proyecto para la nueva Constitución que se debate plantea un cambio sustancial en la definición de matrimonio que define como ‘la unión voluntariamente concertada entre dos personas con aptitud legal para ella, a fin de hacer vida en común”.

El artículo del Adelante brinda una estadística: de las 2,374 reuniones celebradas hasta el amanecer del viernes 21, solo en 32 no hubo ninguna intervención sobre el mencionado artículo 68. O sea que, del total de debates, el tema salió en 2,342 reuniones, nada menos que el 98.6 por ciento. Es, por tanto, algo que preocupa y ocupa a nuestra población. Y son muchas las personas, de nuestras comunidades y no, de nuestras familias o, simplemente, personas desconocidas con las que uno se topa en la calle Maceo, en la barbería, a la entrada del mercado Estrella Roja que, viendo el cuello de mi camisa sacerdotal y mi cruz pectoral, me paran para preguntarme, como sagaces periodistas, cuál es la opinión de la Iglesia sobre esta cuestión. He decidido, pues, poner por escrito mi opinión y lo que contesto al que me pregunta.

Por principio me ha gustado que la gente esté expresando libremente sobre el artículo en cuestión y sobre los demás. Creo que, como cristianos, hay muchas cosas más en las que debiéramos dar nuestras opiniones, nuestros acuerdos, desacuerdos y sugerencias. Noto a las personas expresar sin temor sus opiniones sobre temas espinosos: el salario que no alcanza, la posibilidad de que los padres escojan la educación que quisieran para sus hijos, etc. Que opinemos libremente y sin temor a represalias es algo bueno, a pesar de que no tenemos gran conocimiento jurídico. También pienso que una buena parte de los Diputados de la Asamblea Nacional no tiene el conocimiento jurídico mencionado. Reitero que no soy especialista en cuestiones jurídicas, pero doy mi opinión.

Considero que todo Estado, nuestro Estado, debe garantizar y hacer respetar los derechos de todos sus ciudadanos. Y que la Constitución debe ir en esa línea, como ley fundamental que es. Deben tener los mismos derechos blancos y negros, mujeres y hombres, sanos y enfermos, de una religión o de otra, recién nacidos y ancianos, de una provincia o de otra, cultos e incultos, heterosexuales y homosexuales, etc.
Hablando de estos últimos, quisiera mencionar algo: Conocí a dos personas del mismo sexo que vivían en una misma casa. Personas mayores que brindaban a todos su respeto y recibían cariño de todos sus vecinos. Nadie tenía quejas de estas personas. Años después de pensar que habían nacido de los mismos padres fue que supe que se trataba no de familiares, sino de “una pareja”. Contada la anécdota, paso ahora a la reflexión: ¿Qué pasará el día en que muera quien tiene la propiedad de la casa donde viven? ¿Cómo queda ante la Ley la otra parte que aún vive? Es fácil contestar: Sin protección legal alguna. Y si por casualidad aparece algún familiar de quien murió a reclamar los bienes materiales, dejará sin nada a quien vivió a su lado muchos años. Se llevará hasta los balances de la sala.
Es allí donde, según mi humilde opinión, tendría que actuar la Asamblea Nacional y averiguar qué se hace en otros lugares al respecto. Me han dicho que en otros países (Colombia, México, etc.) existe el reconocimiento civil de las “parejas de hecho”. O sea, que las personas de la anécdota contada pueden ir a una instancia jurídica o bufete de abogados y formalizar su unión ante la Ley. Y con ello, ya las personas homosexuales no quedarán desprotegidas. Incluso leí que en toda la Unión Europea se reconocen una serie de derechos aun en caso de que la pareja no se haya registrado ante ninguna administración.
Claro está, en los países mencionados, a estas uniones no se les llama “matrimonio” sino “parejas de hecho”, que no es lo mismo. El matrimonio se mantiene definido como la unión de un hombre y una mujer, mientras que las “parejas de hecho” son las uniones entre dos personas del mismo sexo.
Ojalá que, para nuestra futura Constitución, no se modifique la definición actual de matrimonio, sino que se estudie la posibilidad de implementar en ella las “parejas de hecho”. Así se respetarían los derechos de todos.
Como cubano y católico, no puedo olvidar aquel sabio consejo que nos dejó, en su visita a Cuba, el hoy Papa Santo, San Juan Pablo II: “Cuba, cuida a tus familias para que conserves sano tu corazón”. Lo cierto es que, lamentablemente, llevamos tiempo en Cuba atacando la familia: Cuba fue el primer país de América Latina en aprobar la ley del divorcio, que entró en vigor en julio de 1918 (hace exactamente 100 años). El aborto, por su parte, es legal en Cuba desde 1936. Ahora se pretende cambiar el concepto de matrimonio.
También es cierto que en Cuba se han aprobado leyes que protegen a la familia: ¡Qué bueno que en Cuba la mujer trabajadora goce de facilidades laborales en el tiempo de su maternidad! ¡Qué bueno todo el esfuerzo que se realiza para reducir al mínimo la mortalidad infantil! ¡Qué bueno que están garantizadas las vacunas para todo niño al nacer! ¡Qué bueno que la ley establece la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer! ¡Qué bueno que nuestros niños tengan escuela y atención médica gratuitas! ¡Qué bueno que nuestros abuelos tengan sus Hogares de Ancianos, su Universidad del Adulto Mayor, sus Círculos de Abuelos, sus ejercicios físicos! ¡Qué bueno que muchas escuelas ya están en las ciudades donde los hijos podrán estar más cerca de la mirada de sus padres!
Pero también… ¡Qué bueno sería que los padres tuvieran opción a la hora de escoger el tipo de educación que quisieran para sus hijos! ¡Qué bueno sería que se borrara de la mente de muchos cubanos la mentalidad antinatalista que tienen y por la que llegan a llamar “loca” a la mujer embarazada! ¡Qué bueno sería que el salario alcanzara al trabajador para que la familia pueda vivir dignamente y sin tener que estar “inventando” o “resolviendo”! ¡Qué bueno sería que los divorcios y los abortos disminuyeran, que los alimentos aumentaran y tuvieran al alcance económico de todos! ¡Es duro que un granizado cueste ahora tres pesos y un aguacate, quince o veinte! ¡Qué bueno sería que a nuestros jóvenes no se les siga dando instrucción sexual, que eso es muy fácil, sino que se les eduque para el sano amor entre un hombre y una mujer! ¡Qué bueno sería que cada cubano, antes de tomar una opción que lo alejará de su familia por dos años o más, se preguntara si eso podría hacerle daño a su familia, a su matrimonio, a sus hijos, etc.! ¡Qué bueno sería que los matrimonios jóvenes pudiesen tener su casita donde formar su propio hogar y no tener que vivir hacinados con otras familias bajo un solo techo! ¡Qué bueno sería que el exilio no siga dividiendo más a las familias cubanas! ¡Qué bueno sería que disminuyera la población penal en Cuba para que se les aliviara el sufrimiento a tantas familias con familiares presos! Y no por mencionarlo en último lugar, es porque sea lo menos importante: ¡Qué bueno sería convencer a nuestros jóvenes de que el ron, la cerveza y las drogas “inventadas” con pastillas destruyen familias y van idiotizando a las personas!
Ojalá que nos propongamos dar testimonio de lo que es el verdadero matrimonio. Ojalá que tengamos un detalle de amor para con las familias en dificultad: Hay personas que viven solas (¿por qué no invitarlas a comer con nuestra familia uno de estos días?). Hay familias que están tratando de hacer una jabita para llevarle al familiar que está preso (¿por qué no ayudarlas con algo?). Hay matrimonios que están en “el pico del aura” (¿por qué no dedicarles un tiempo para escucharlos y así poder aconsejarlos y salvarlos?). Hay familias con dificultades económicas o incluso materiales (¿podríamos hacer algo por aliviarles esa angustia?). Seguramente que tenemos compañeros de trabajo o vecinos que sabemos no se llevan, no se hablan, no se tratan (¡qué bueno sería hacer algo para reconciliarlos!).
No quiero terminar estas ideas sin hablar de los que saben cuidar su familia: Las madres y las abuelas que guardan el pedacito de pollo para inventar un almuercito distinto el domingo y reunir a la familia alrededor de la misma mesa… Los abuelos que saben mediar en los conflictos naturales que surgen entre padres, hijos, yernos y nueras… Nuestros mayores, por su defensa de la familia, por el ejemplo de haber tenido tantos hijos con muchos menos recursos de los que se tienen hoy día.
Por último, considero que cada uno de nosotros, los cubanos, debemos expresar nuestra opinión en lo que se está debatiendo. Y cuando llegue el día de la votación, votar SI o NO según le dicte su propia conciencia.

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Consideraciones oportunas acerca del matrimonio

Dirijo estas breves palabras a Ustedes, queridos hermanos sacerdotes, diáconos, religiosas, religiosos y fieles de nuestra Arquidiócesis de Santiago de Cuba. También a todas las personas que se han acercado a nosotros y a los interesados en conocer el pensamiento de la Iglesia sobre el matrimonio.

En Cuba estamos inmersos en el proceso de redactar una nueva Constitución de la República. Se han cumplido varias de las etapas previstas: un grupo de trabajo redactó un Proyecto que fue presentado, discutido y aprobado por la Asamblea Nacional. Actualmente estamos en la etapa de consultar a la población lo propuesto para, a partir de las opiniones expresadas, modificar el texto que deberá ser aprobado por la Asamblea Nacional en diciembre próximo y que posteriormente, será sometido de nuevo a consulta popular en un referendo, para que sea aprobado o rechazado por ésta.

La constitución es la ley fundamental de un Estado que fija la organización política del mismo y los derechos, deberes y garantías de los ciudadanos. De ahí que refleje “los principios y valores esenciales y mínimos, lo que implica no abarcar y expresar en detalle todos los ámbitos de la vida política, económica y social”1. Se reforma una constitución cuando es necesario hacerle cambios sustanciales a la anterior. En la nueva redacción propuesta hay modificaciones en varios aspectos, entre otros: El económico, la definición de ciudadanía, organización política del Estado, derechos, deberes y garantías de los ciudadanos.

Es precisamente en éste último punto donde se introduce un cambio sustancial en la definición del matrimonio. Por lo novedoso e inesperado, y el alcance posterior que puede tener este tema es por lo que comparto estas ideas con Ustedes. En vez quedar definido como en la Constitución actual: “la unión voluntaria de un hombre y una mujer”, expresión que recoge el sentir y la sabiduría del pueblo, se introduce una nueva definición: “la unión voluntariamente concertada entre dos personas con aptitud legal para ello”.  Este cambio es el que preocupa a muchos, pues como la Constitución es una norma que establece “Valores y principios mínimos”, posteriormente se podrían hacer leyes complementarias que por Ej. Legalicen el matrimonio entre dos personas del mismo sexo, se les permita adoptar niños o niñas privándoles a éstos desde el nacimiento de tener un padre o una madre, o se modifique el contenido educativo en la escuela, medios de comunicación, ámbitos culturales, para adaptarlos a esa nueva propuesta.

Los otros contenidos del texto constitucional propuesto ya han sido iluminados de una manera u otra en otros documentos de la Iglesia2  y cada persona debe usar, en conciencia y responsabilidad, su capacidad de juicio y el derecho de opinar para aprobar o rechazar lo propuesto buscando siempre lo que sería mejor para el futuro de nuestro pueblo.

¿Qué pensamos los cristianos sobre el matrimonio?

Hemos oído, expresado de manera superficial y parcializada, que el rechazo a definir como matrimonio la unión entre dos personas del mismo sexo proviene casi solamente de los cristianos, es decir, de los que creemos en Dios y manifestamos que Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida. Esta expresión es simplista y falsa, pues entre los que rechazan este tipo de unión hay hombres y mujeres, creyentes y no creyentes, cristianos y no cristianos, científicos y personas con menos preparación, del campo y de la ciudad, civiles y militares, adultos y jóvenes. Es un abanico en el que está representado todo nuestro pueblo y es natural que sea así, pues esta postura está avalada por la experiencia, la historia y las ciencias que estudian al ser humano y su comportamiento.

La institución del matrimonio es tan antigua como la humanidad, está en el mismo origen del hombre y de las primitivas formas de organización social. En el trascurso de la prehistoria e historia de la humanidad y en las diferentes culturas ha habido diversas formas de concebir y realizar la unión matrimonial pero, en todas, están presentes y relacionados entre sí los dos sexos, hombre y mujer. Esto es debido a que la naturaleza del matrimonio es la convivencia y ayuda mutua entre los cónyuges y la procreación y educación en común de los hijos. Así ha sido concebido y vivido el matrimonio en todas las culturas y pueblos.

Los seres humanos somos seres sexuados, hombre o mujer, cada sexo con sus particularidades y diferencias genéticas, físicas, biológicas y psicológicas, de tal manera que se complementan. Esta complementariedad se expresa de manera única y singular en el matrimonio. Ignorar lo que por naturaleza nos ha sido dado o ir en contra de las leyes y procesos inscritos, incluso genéticamente, en nuestro ser trae siempre consecuencias lamentables ya sea de inmediato o con el correr de los años. El ser humano no es solamente razón, sentimientos, deseos, libertad sin límites, capacidad de ilusionarse; es también materia, biología, genética, con la que tenemos que contar y que nos condiciona.  No se puede tratar de simplificar este problema ni querer ridiculizar, como se ha hecho, a los que pensamos de esta manera.

Los datos que aportan la experiencia y las ciencias son patrimonio de creyentes y no creyentes. Los cristianos añadimos que creemos que en Dios está el origen de todas las cosas y del género humano y que Él nos creó sexuados. Esto lo expresamos de la siguiente manera: “varón y hembra los creó” (Gen 1, 27), ninguno de los dos es superior al otro, los dos son iguales en dignidad y derechos y están llamados a unirse de tal manera que ya no sean dos sino “una sola carne”. (Gen. 2,24)

Hay otras muchas razones que nos llevan a rechazar la definición del matrimonio como “la unión de dos personas”.  Como hemos dicho anteriormente entre ellas están las posibles consecuencias que esto traería consigo y que ya se hacen presentes, aunque no se hable de ello, en los pocos países que han adoptado una definición de esta naturaleza:

            La posibilidad de aprobarse en el futuro leyes que admitan el matrimonio  entre dos personas del mismo sexo, tal como ya lo han expresado algunos de los que promueven esta nueva definición.

            La posterior autorización a la adopción de niños y niñas, ya que de por sí  una unión de esa naturaleza no puede ser fecunda.

            Esto traería la consecuencia injusta de privar a estos niños, desde el  mismo día de su nacimiento, de tener un padre o una madre; los    niños no sólo necesitan que se les quiera sino que necesitan también a un    papá y una mamá. Si actualmente constatamos que la ausencia del  padre o de la madre en el hogar puede crear situaciones de inestabilidad  en los hijos, esto se ampliará mucho más con el matrimonio entre dos personas del mismo sexo.

            Preocupa a los padres también que se modifique el contenido educativo  en la escuela, ámbitos culturales y medios de comunicación para  adaptarlo a esa nueva propuesta.

¿Nos damos cuenta del innecesario cambio cultural que esto generaría?

Una de las razones que se alega para este cambio es que hay que hacer justicia a las personas que conviven y comparten sus bienes y no son un matrimonio. Si el dilema es no dejar desvalidas a estas personas, se deben buscar los medios legales que protejan a quienes se encuentren en esos casos, pero esto no debe tomarse como argumento para cambiar la definición de una institución de orden natural como es el matrimonio que ha resguardado la continuidad de la humanidad, a lo largo de los siglos.

¿Qué ventaja tendría en estos momentos proponer un cambio de esta magnitud que genera cuando menos reserva y cuando más rechazo firme? Es falso alegar que es propio de una revolución hacer cambios como este, romper con las tradiciones. La manera de celebrar un matrimonio si puede ser considerada una tradición, pero no el matrimonio en sí. En el caso del matrimonio no se puede aplicar este concepto ya que la unión matrimonial siempre ha sido entre personas de ambos sexos, hombre y mujer. Esto no es una tradición, sino que es un hecho inherente a la naturaleza humana.

Nos podríamos preguntar ¿De dónde surgen y nos llegan estas ideas tan ajenas a nuestra cultura?  De países en los que existen grupos poderosos con gran capacidad económica y de influencias. Se valen del creciente proceso de globalización y tratan de influir para crear una cultura uniforme que acepte y adopte sus criterios descalificando a los de los otros.  Es lo que entre nosotros a veces se ha llamado el “imperialismo cultural”.  Han penetrado los organismos internacionales, de tal manera, que muchos de éstos y gobiernos de países ricos influyen en países menos desarrollados necesitados de ayudas económicas, financiando en ellos a grupos afines a sus ideas y presionando a los gobiernos de los mismos hasta el punto de condicionar, en muchas ocasiones, la ayuda económica, para que apliquen políticas como estas.  Es un nuevo colonialismo ideológico.

Nos sentimos agradecidos de que el tema de la familia esté generando tantos intercambios, inquietudes y preocupación, es muestra de compromiso cívico.  Esto nos obliga también a tomar conciencia de nuestra responsabilidad en su cuidado, crecimiento y estabilidad. 

Deseando la bendición de Dios para Ustedes, sus familias y para todo nuestro pueblo.

+ Mons. Dionisio García Ibáñez

Arzobispo de Santiago de Cuba

Santiago de Cuba, 29 de agosto de 2018

1 – Proyecto de Constitución de la República de Cuba

2 – Consultar el Compendio de la Doctrina Socia de la Iglesia

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II Jornada Mundial de los Pobres: “gritar”, “responder” y “liberar”

Foto tomada de 24 Matins/AFP/Publicada 19 de noviembre de 2017

Foto tomada de 24 Matins/AFP/Publicada 19 de noviembre de 2017

Tomado de Zenit.org

El pasado 14 de junio se hizo público el contenido del mensaje para la II Jornada Mundial de los Pobres, a celebrarse el 18 de noviembre de 2018. Al presentarlo Mons. Rino Fisichella, Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización junto a Mons. Graham Bell, Subsecretario del mismo dicasterio, explicó que el mensaje se desarrolla alrededor de tres verbos: “gritar”, “responder” y “liberar”. Desde cada verbo el papa Francisco nos invita a reflexionar y actuar.

“Gritar” 

El primer verbo es “gritar”, y el papa Francisco pregunta “¿Cómo es que este grito, que sube hasta la presencia de Dios, no alcanza a llegar a nuestros oídos, dejándonos indiferentes e impasibles?”.  A lo que responde, “El silencio de la escucha es lo que necesitamos para poder reconocer su voz. Si somos nosotros los que hablamos mucho, no lograremos escucharlos. A menudo me temo que tantas iniciativas, aunque de suyo meritorias y necesarias, estén dirigidas más a complacernos a nosotros mismos que a acoger el clamor del pobre. En tal caso, cuando los pobres hacen sentir su voz, la reacción no es coherente, no es capaz de sintonizar con su condición. Se está tan atrapado en una cultura que obliga a mirarse al espejo y a cuidarse en exceso, que se piensa que un gesto de altruismo bastaría para quedar satisfechos, sin tener que comprometerse directamente…”.

“Responder” 

El segundo verbo es “responder” asegura el Papa en el Mensaje: “El Señor, dice el salmista, no sólo escucha el grito del pobre, sino que responde”. La respuesta de Dios al pobre es siempre una intervención de salvación para curar las heridas del alma y del cuerpo, para restituir justicia y para ayudar a retomar la vida con dignidad. La respuesta de Dios es también una invitación a que todo el que cree en Él obre de la misma manera dentro de los límites de lo humano. La Jornada Mundial de los Pobres pretende ser una “pequeña respuesta que la Iglesia entera, extendida por el mundo, dirige a los pobres de todo tipo” y de toda región para que no piensen que su grito se ha perdido en el vacío. Los pobres no necesitan un acto de delegación, nos dice el Papa, sino del “compromiso personal de aquellos que escuchan su clamor”. La solicitud de los creyentes “no puede limitarse a una forma de asistencia”, que es necesaria y providencial en un primer momento, sino que exige esa «atención amante» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 199) que honra al otro como persona y busca su bien.

“Liberar” 

El tercer verbo “liberar”, el Papa Francisco describe que la acción liberadora del Señor: “Es un acto salvación para quienes le han manifestado su propia tristeza y angustia. Las cadenas de la pobreza se rompen gracias a la potencia de la intervención de Dios”. Ofrecer al pobre un “lugar espacioso” equivale a liberarlo de la “red del cazador” (cf. Sal 91, 3), a alejarlo de la trampa tendida en su camino, para que pueda caminar expedito y mirar la vida con ojos serenos, puntualiza el Santo Padre. La salvación de Dios “toma la forma de una mano tendida” hacia el pobre, que ofrece acogida, protege y hace posible “experimentar la amistad de la cual se tiene necesidad” –expresa Francisco–. Es a partir de esta cercanía, concreta y tangible, que comienza un genuino itinerario de liberación: «Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad; esto supone que seamos dóciles y atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 187).

Mensaje del Papa Francisco II Jornada Mundial de los Pobres

-Este pobre gritó y el Señor lo escuchó-

18 de noviembre de 2018 

  1. «Este pobre gritó y el Señor lo escuchó» (Sal 34, 7). Las palabras del salmista se vuelven también las nuestras a partir del momento en que somos llamados a encontrar las diversas situaciones de sufrimiento y marginación en las que viven tantos hermanos y hermanas, que habitualmente designamos con el término general de “pobres”. Quien escribe tales palabras no es ajeno a esta condición, al contrario. Él tiene experiencia directa de la pobreza y, sin embargo, la transforma en un canto de alabanza y de acción de gracias al Señor. Este salmo permite también a nosotros hoy comprender quiénes son los verdaderos pobres a los que estamos llamados a volver nuestra mirada para escuchar su grito y reconocer sus necesidades.

Se nos dice, ante todo, que el Señor escucha los pobres que claman a Él y que es bueno con aquellos que buscan refugio en Él con el corazón destrozado por la tristeza, la soledad y la exclusión. Escucha a cuantos son atropellados en su dignidad y, a pesar de ello, tienen la fuerza de alzar su mirada hacia lo alto para recibir luz y consuelo.

Escucha a aquellos que son perseguidos en nombre de una falsa justicia, oprimidos por políticas indignas de este nombre y atemorizados por la violencia; y aun así saben que en Dios tienen a su Salvador. Lo que surge de esta oración es ante todo el sentimiento de abandono y confianza en un Padre que escucha y acoge. En la misma onda de estas palabras podemos comprender más a fondo lo que Jesús proclamó con las bienaventuranzas: «Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mt 5, 3).

En virtud de esta experiencia única y, en muchos sentidos, inmerecida, e imposible de describir por completo, nace por cierto el deseo de contarla a otros, en primer lugar a aquellos que son, como el salmista, pobres, rechazados y marginados. En efecto, nadie puede sentirse excluido del amor del Padre, especialmente en un mundo que con frecuencia pone la riqueza como primer objetivo y hace que las personas se encierren en sí mismas.

  1. El salmo caracteriza con tres verbos la actitud del pobre y su relación con Dios. Ante todo, “gritar”. La condición de pobreza no se agota en una palabra, sino que se transforma en un grito que atraviesa los cielos y llega hasta Dios. ¿Qué expresa el grito del pobre si no es su sufrimiento y soledad, su desilusión y esperanza? Podemos preguntarnos: ¿cómo es que este grito, que sube hasta la presencia de Dios, no alcanza a llegar a nuestros oídos, dejándonos indiferentes e impasibles? En una Jornada como esta, estamos llamados a hacer un serio examen de conciencia para darnos cuenta si realmente hemos sido capaces de escuchar a los pobres. El silencio de la escucha es lo que necesitamos para poder reconocer su voz. Si somos nosotros los que hablamos mucho, no lograremos escucharlos. A menudo me temo que tantas iniciativas, aunque de suyo meritorias y necesarias, estén dirigidas más a complacernos a nosotros mismos que a acoger el clamor del pobre. En tal caso, cuando los pobres hacen sentir su voz, la reacción no es coherente, no es capaz de sintonizar con su condición. Se está tan atrapado en una cultura que obliga a mirarse al espejo y a cuidarse en exceso, que se piensa que un gesto de altruismo bastaría para quedar satisfechos, sin tener que comprometerse directamente.
  1. El segundo verbo es “responder”. El Señor, dice el salmista, no sólo escucha el grito del pobre, sino que responde. Su respuesta, como se testimonia en toda la historia de la salvación, es una participación llena de amor en la condición del pobre. Así ocurrió cuando Abrahán manifestaba a Dios su deseo de tener una descendencia, no obstante él y su mujer Sara, ya ancianos, no tuvieran hijos (cf. Gén 15, 1-6). Sucedió cuando Moisés, a través del fuego de una zarza que se quemaba intacta, recibió la revelación del nombre divino y la misión de hacer salir al pueblo de Egipto (cf. Éx 3, 1-15). Y esta respuesta se confirmó a lo largo de todo el camino del pueblo por el desierto: cuando el hambre y la sed asaltaban (cf. Éx 16, 1-16; 17, 1-7), y cuando se caía en la peor miseria, la de la infidelidad a la alianza y de la idolatría (cf. Éx 32, 1-14).

La respuesta de Dios al pobre es siempre una intervención de salvación para curar las heridas del alma y del cuerpo, para restituir justicia y para ayudar a retomar la vida con dignidad. La respuesta de Dios es también una invitación a que todo el que cree en Él obre de la misma manera dentro de los límites de lo humano. La Jornada Mundial de los Pobres pretende ser una pequeña respuesta que la Iglesia entera, extendida por el mundo, dirige a los pobres de todo tipo y de toda región para que no piensen que su grito se ha perdido en el vacío.

Probablemente es como una gota de agua en el desierto de la pobreza; y sin embargo puede ser un signo de compartir para cuantos pasan necesidad, que hace sentir la presencia activa de un hermano o una hermana. Los pobres no necesitan un acto de delegación, sino del compromiso personal de aquellos que escuchan su clamor. La solicitud de los creyentes no puede limitarse a una forma de asistencia – que es necesaria y providencial en un primer momento –, sino que exige esa «atención amante» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 199) que honra al otro como persona y busca su bien.

  1. El tercer verbo es “liberar”. El pobre de la Biblia vive con la certeza de que Dios interviene en su favor para restituirle dignidad. La pobreza no es buscada, sino creada por el egoísmo, el orgullo, la avaricia y la injusticia. Males tan antiguos como el hombre, pero que son siempre pecados, que involucran a tantos inocentes, produciendo consecuencias sociales dramáticas. La acción con la cual el Señor libera es un acto salvación para quienes le han manifestado su propia tristeza y angustia. Las cadenas de la pobreza se rompen gracias a la potencia de la intervención de Dios. Tantos salmos narran y celebran esta historia de salvación que se refleja en la vida personal del pobre: «Él no ha mirado con desdén ni ha despreciado la miseria del pobre: no le ocultó su rostro y lo escuchó cuando pidió auxilio» (Sal 22, 25). Poder contemplar el rostro de Dios es signo de su amistad, de su cercanía, de su salvación. «Tú viste mi aflicción y supiste que mi vida peligraba, […] me pusiste en un lugar espacioso» (Sal 31, 8-9).

Ofrecer al pobre un “lugar espacioso” equivale a liberarlo de la “red del cazador” (cf. Sal 91, 3), a alejarlo de la trampa tendida en su camino, para que pueda caminar expedito y mirar la vida con ojos serenos. La salvación de Dios toma la forma de una mano tendida hacia el pobre, que ofrece acogida, protege y hace posible experimentar la amistad de la cual se tiene necesidad. Es a partir de esta cercanía, concreta y tangible, que comienza un genuino itinerario de liberación: «Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad; esto supone que seamos dóciles y atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 187).

  1. Me conmueve saber que muchos pobres se han identificado con Bartimeo, del cual habla el evangelista Marcos (cf. 10, 46-52). El ciego Bartimeo «estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna» (v. 46), y habiendo escuchado que pasaba Jesús «empezó a gritar» y a invocar el «Hijo de David» para que tuviera piedad de él (cf. v. 47). «Muchos lo increpaban para que se callara. Pero él gritaba más fuerte» (v. 48). El Hijo de Dios escuchó su grito: «“¿Qué quieres que haga por ti?”. El ciego le contestó: “Rabbunì, que recobre la vista!”» (v. 51). Esta página del Evangelio hace visible lo que el salmo anunciaba como promesa. Bartimeo es un pobre que se encuentra privado de capacidades básicas, como son la de ver y trabajar. ¡Cuántas sendas conducen también hoy a formas de precariedad! La falta de medios básicos de subsistencia, la marginación cuando ya no se goza de la plena capacidad laboral, las diversas formas de esclavitud social, a pesar de los progresos realizados por la humanidad… Como Bartimeo, ¡cuántos pobres están hoy al borde del camino en busca de un sentido para su condición! ¡Cuántos se cuestionan sobre el porqué tuvieron que tocar el fondo de este abismo y sobre el modo de salir de él! Esperan que alguien se les acerque y les diga: «Ánimo. Levántate, que te llama» (v. 49).

Lastimosamente a menudo se constata que, por el contrario, las voces que se escuchan son las del reproche y las que invitan a callar y a sufrir. Son voces destempladas, con frecuencia determinadas por una fobia hacia los pobres, considerados no sólo como personas indigentes, sino también como gente portadora de inseguridad, de inestabilidad, de desorden para las rutinas cotidianas y, por lo tanto, merecedores de rechazo y apartamiento. Se tiende a crear distancia entre ellos y el proprio yo, sin darse cuenta que así se produce el alejamiento del Señor Jesús, quien no los rechaza sino que los llama así y los consuela. Con mucha pertinencia resuenan en este caso las palabras del profeta sobre el estilo de vida del creyente: «soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, dejar en libertad a los oprimidos y romper todos los yugos; […] compartir tu pan con el hambriento, […] albergar a los pobres sin techo, […] cubrir al que veas desnudo» (Is 58, 6-7). Este modo de obrar permite que el pecado sea perdonado (cf. 1Pe 4, 8), que la justicia recorra su camino y que, cuando seremos nosotros lo que gritaremos al Señor, Él entonces responderá y dirá: ¡Aquí estoy! (cf. Is 58, 9).

  1. Los pobres son los primeros capacitados para reconocer la presencia de Dios y dar testimonio de su proximidad en sus vidas. Dios permanece fiel a su promesa, e incluso en la oscuridad de la noche no hace faltar el calor de su amor y de su consolación. Sin embargo, para superar la opresiva condición de pobreza es necesario que ellos perciban la presencia de los hermanos y hermanas que se preocupan por ellos y que, abriendo la puerta del corazón y de la vida, los hacen sentir amigos y familiares. Sólo de esta manera podremos «reconocer la fuerza salvífica de sus vidas» y «ponerlos en el centro del camino de la Iglesia» (Exhort. apost. Evangelii gaudium, 198).

En esta Jornada Mundial estamos invitados a hacer concretas las palabras del Salmo: «los pobres comerán hasta saciarse» (Sal 22, 27). Sabemos que en el templo de Jerusalén, después del rito del sacrificio, tenía lugar el banquete. En muchas Diócesis, esta fue una experiencia que, el año pasado, enriqueció la celebración de la primera Jornada Mundial de los Pobres. Muchos encontraron el calor de un una casa, la alegría de una comida festiva y la solidaridad de cuantos quisieron compartir la mesa de manera simple y fraterna.

Quisiera que también este año y en el futuro esta Jornada fuera celebrada bajo el signo de la alegría por redescubrir el valor de estar juntos. Orar juntos y compartir la comida el día domingo. Una experiencia que nos devuelve a la primera comunidad cristiana, que el evangelista Lucas describe en toda su originalidad y simplicidad: «Todos se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. […]Todos los creyentes se mantenían unidos y ponían lo suyo en común: vendían sus propiedades y sus bienes, y distribuían el dinero entre ellos, según las necesidades de cada uno» (Hch 2, 42. 44-45).

  1. Son innumerables las iniciativas que diariamente emprende la comunidad cristiana para dar un signo de cercanía y de alivio a las variadas formas de pobreza que están ante nuestros ojos. A menudo la colaboración con otras realidades, que no están motivadas por la fe sino por la solidaridad humana, hace posible brindar una ayuda que solos no podríamos realizar. Reconocer que, en el inmenso mundo de la pobreza, nuestra intervención es también limitada, débil e insuficiente hace que tendamos la mano a los demás, de modo que la colaboración mutua pueda alcanzar el objetivo de manera más eficaz. Nos mueve la fe y el imperativo de la caridad, pero sabemos reconocer otras formas de ayuda y solidaridad que, en parte, se fijan los mismos objetivos; siempre y cuando no descuidemos lo que nos es propio, a saber, llevar a todos hacia Dios y a la santidad. El diálogo entre las diversas experiencias y la humildad en el prestar nuestra colaboración, sin ningún tipo de protagonismo, es una respuesta adecuada y plenamente evangélica que podemos realizar.

Frente a los pobres, no es cuestión de jugar a ver quién tiene el primado de la intervención, sino que podemos reconocer humildemente que es el Espíritu quien suscita gestos que son un signo de la respuesta y cercanía de Dios. Cuando encontramos el modo para acercarnos a los pobres, sabemos que el primado le corresponde a Él, que ha abierto nuestros ojos y nuestro corazón a la conversión. No es protagonismo lo que necesitan los pobres, sino ese amor que sabe esconderse y olvidar el bien realizado. Los verdaderos protagonistas son el Señor y los pobres.

Quien se pone al servicio es instrumento en las manos de Dios para hacer reconocer su presencia y su salvación. Lo recuerda San Pablo escribiendo a los cristianos de Corinto, que competían ente ellos por los carismas, en busca de los más prestigiosos: «El ojo no puede decir a la mano: “No te necesito”, ni la cabeza, a los pies: “No tengo necesidad de ustedes”» (1Cor 12, 21). El Apóstol hace una consideración importante al observar que los miembros que parecen más débiles son los más necesarios (cf. v. 22); y que «los que consideramos menos decorosos son los que tratamos más decorosamente. Así nuestros miembros menos dignos son tratados con mayor respeto, ya que los otros no necesitan ser tratados de esa manera» (vv. 23-24). Mientras ofrece una enseñanza fundamental sobre los carismas, Pablo también educa a la comunidad en la actitud evangélica respecto a los miembros más débiles y necesitados. Lejos de los discípulos de Cristo sentimientos de desprecio o de pietismo hacia ellos; más bien están llamados a honrarlos, a darles precedencia, convencidos de que son una presencia real de Jesús entre nosotros. «Cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (Mt 25,40).

  1. Aquí se comprende cuánta distancia existe entre nuestro modo de vivir y el del mundo, el cual elogia, sigue e imita a quienes tienen poder y riqueza, mientras margina a los pobres, considerándolos un desecho y una vergüenza. Las palabras del Apóstol son una invitación a darle plenitud evangélica a la solidaridad con los miembros más débiles y menos capaces del cuerpo de Cristo: «¿Un miembro sufre? Todos los demás sufren con él. ¿Un miembro es enaltecido? Todos los demás participan de su alegría» (1Cor 12, 26). Del mismo modo, en la Carta a los Romanos nos exhorta: «Alégrense con los que están alegres, y lloren con los que lloran. Vivan en armonía unos con otros, no quieran sobresalir, pónganse a la altura de los más humildes» (12, 15-16). Esta es la vocación del discípulo de Cristo; el ideal al cual aspirar con constancia es asimilar cada vez más en nosotros los «sentimientos de Cristo Jesús» (Flp 2,5).
  1. Una palabra de esperanza se convierte en el epílogo natural al que conduce la fe. Con frecuencia son precisamente los pobres los que ponen en crisis nuestra indiferencia, hija de una visión de la vida en exceso inmanente y atada al presente. El grito del pobre es también un grito de esperanza con el que manifiesta la certeza de ser liberado. La esperanza fundada sobre el amor de Dios que no abandona a quien en Él confía (cf. Rom 8, 31-39). Santa Teresa de Ávila en su Camino de perfección escribía: «La pobreza es un bien que encierra todos los bienes del mundo. Es un señorío grande. Es señorear todos los bienes del mundo a quien no le importan nada» (2, 5). Es en la medida que seamos capaces de discernir el verdadero bien que nos volveremos ricos ante Dios y sabios ante nosotros mismos y ante los demás. Así es: en la medida que se logra dar el sentido justo y verdadero a la riqueza, se crece en humanidad y se vuelve capaz de compartir.
  1. Invito a los hermanos obispos, a los sacerdotes y en particular a los diáconos, a quienes se les impuso las manos para el servicio de los pobres (cf. Hch 6, 1-7), junto con las personas consagradas y con tantos laicos y laicas que en las parroquias, en las asociaciones y en los movimientos hacen tangible la respuesta de la Iglesia al grito de los pobres, a que vivan esta Jornada Mundial como un momento privilegiado de nueva evangelización. Los pobres nos evangelizan, ayudándonos a descubrir cada día la belleza del Evangelio. No echemos en saco roto esta oportunidad de gracia. Sintámonos todos, en este día, deudores con ellos, para que tendiendo recíprocamente las manos, uno hacia otro, se realice el encuentro salvífico que sostiene la fe, hace activa la caridad y permite que la esperanza prosiga segura en el camino hacia el Señor que viene.

Vaticano, 13 de junio de 2018

Memoria litúrgica de San Antonio de Padua

Francisco

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Concurso para diseño de logotipo JMJ_2019 en Santiago de Cuba

 

 

 

1.     CONVOCAN

  • El Arzobispado de Santiago de Cuba, a través de la Comisión Organizadora del evento
  • La Comisión Nacional de Pastoral Juvenil

2.     LEMA DE LA JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

“He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lc. 1, 38) es el tema elegido por el papa Francisco para XXXIV Jornada Mundial de la Juventud 2019, que tendrá lugar en Panamá del 21-28 de enero del 2019.

El tema da continuidad al camino espiritual indicado por el Santo Padre en las tres últimas JMJ, centradas en las Bienaventuranzas. Como sabemos, María es la que todas las generaciones llamarán bienaventurada (cfr. Lc. 1,49).

En un encuentro en Cracovia, el papa Francisco ilustraba las actitudes de la Madre de Jesús, mostrándola como modelo a imitar; además invitó a los jóvenes a tener memoria del pasado, tener valentía en el presente y tener/ser esperanza para el futuro.

Los otros dos temas anunciados por el Santo Padre (2017: “El todopoderoso ha hecho cosas grandes en mí” Lc. 1,49 y en el 2018 “No temas María, porque has hallado gracia delante de Dios” Lc.1, 30) También los temas subrayan al mismo tiempo la imagen de una juventud en camino entre el pasado (2017), presente (2018) y el futuro, animada por las tres virtudes teologales: fe, caridad y esperanza (2019)

3.     OBJETIVOS DE LA JMJ

  • Suscitar el encuentro personal con Jesucristo
  • Vivir la experiencia de ser y sentirse Iglesia
  • Redescubrir la vocación bautismal para ser miembros activos de la Iglesia
  • Redescubrir el Sacramento de la reconciliación y la centralidad de la Eucaristía
  • Ser un fuerte impulso para la Pastoral Juvenil

4.     OBJETIVOS DEL CONCURSO

Diseñar el logotipo oficial para la JMJ que se replicará en Santiago de Cuba en agosto del 2019

5.     PARTICIPANTES

  • Podrán participar todos los jóvenes cubanos, mayor de edad.
  • Dirigido a dibujantes, pintores, diseñadores profesionales o empíricos.

6.     REQUISITOS

  • Debe incluir el nombre JMJ Santiago de Cuba 2019
  • Debe inspirarse en el lema de la JMJ Panamá 2019: “He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra” y con los objetivos de la misma.
  • Incorporar algún “elemento” Mariano, según el lema del evento.
  • El diseño deberá contener una cruz o una referencia clara de este signo.
  • El concepto debe reflejar la identidad cristiana del evento y de la ciudad sede (Santiago de Cuba). Ejemplo: las montañas de Santiago, el Santuario del Cobre, la tierra caliente, etc.
  • El diseño deberá ser llamativo, sencillo y adaptable a diversos formatos de las distintas plataformas de comunicación (redes sociales, sitios web, carteles y vallas, camisetas etc.)
  • También deberá ser atractivo para montaje en blanco y negro

7.     FECHAS IMPORTANTES

  • Lanzamiento del Concurso ———- 20/MAYO/2018
  • Fecha límite de entrega —————1/DICIEMBRE/2018
  • Premiación ——————————8/DICIEMBRE/2018 (Este día se dará a conocer la propuesta ganadora a través de la página de Facebook “JMJ CUBA”)
  • Fecha de la JMJ en Santiago ——— 1- 4/AGOSTO/2019

8.     FORMATOS DE ENTREGA

  • Los trabajos deberán ser entregados en la Casa Pastoral Juan Pablo II que está ubicada en San Félix e/ Santa Lucía y Carnicería, Santiago de Cuba; en caso de los concursantes que no vivan en esta ciudad, deberán dirigirse al Obispado de su Diócesis.
  • La propuesta de logotipo debe ser enviada en formato .jpg o .pdf (preferentemente), en un CD.
  • Se añadirá una cuartilla (papel carta 8 1/2” x 11”, letra Arial 12, interlineado sencillo) con una reseña referente a lo que el autor quiso expresar en su propuesta de logotipo
  • Una ficha con: Nombres y apellidos, Carnet de Identidad, Dirección Particular, Email y número de Móvil.
  • Todo estará dentro de un sobre dirigido a Comisión Organizadora de la JMJ 2019_Santiago de Cuba, especificando en la portada: Concurso Logotipo JMJ
  • Para más información escribir a: cubajmj@gmail.com (No enviar propuestas de logotipo a esta dirección)

9.     PREMIACIONES

  • Las propuestas serán precalificadas por una comisión evaluadora integrada por representantes de la Comisión Organizadora del Evento y expertos en materia de marca y diseño gráfico, quienes elegirán una terna (tres propuestas).
  • La terna será enviada al Sr. Arzobispo de Santiago de Cuba, quién elegirá el logotipo ganador.
  • El ganador del concurso recibirá un reconocimiento de parte de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba más una Tablet electrónica.

10.  DERECHO DE AUTOR

  • El ganador del concurso aceptará por escrito, ceder todos los derechos comerciales del logo, solo mantendrá su derecho moral (de autor) por el cual siempre recibirá crédito y reconocimiento.
  • El Arzobispado de Santiago de Cuba pasará a ser propietario de todos los derechos de propiedad intelectual que pudiesen corresponderle en relación al logotipo, así como cualesquiera otros que le pudiesen corresponder. De la misma forma se ceden también los derechos de manipulación, exposición y reproducción.
  • El Arzobispado de Santiago de Cuba se reserva el derecho de solicitar cambios en el logo ganador para adaptarlo a posibles criterios y/o sugerencias de la comisión evaluadora.
  • En caso de plagio, el ganador será responsable de las penalidades legales que conlleve.

La participación en el concurso lleva implícita la aceptación de todas estas bases y el fallo de la comisión evaluadora. Todo caso no previsto en las presentes bases será resuelto por la comisión evaluadora, comunicándose a cada participante tal decisión.

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Concurso para CANCIÓN TEMA JMJ_2019 en Santiago de Cuba

 

 

 

1.     CONVOCAN

  • El Arzobispado de Santiago de Cuba, a través de la Comisión Organizadora del evento
  • La Comisión Nacional de Pastoral Juvenil

2.     LEMA DE LA JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

“He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lc. 1, 38) es el tema elegido por el papa Francisco para XXXIV Jornada Mundial de la Juventud 2019, que tendrá lugar en Panamá del 21-28 de enero del 2019.

El tema da continuidad al camino espiritual indicado por el Santo Padre en las tres últimas JMJ, centradas en las Bienaventuranzas. Como sabemos, María es la que todas las generaciones llamarán bienaventurada (cfr. Lc. 1,49).

En un encuentro en Cracovia, el papa Francisco ilustraba las actitudes de la Madre de Jesús, mostrándola como modelo a imitar; además invitó a los jóvenes a tener memoria del pasado, tener valentía en el presente y tener/ser esperanza para el futuro.

Los otros dos temas anunciados por el Santo Padre (2017: “El todopoderoso ha hecho cosas grandes en mí” Lc. 1,49 y en el 2018 “No temas María, porque has hallado gracia delante de Dios” Lc.1, 30) También los temas subrayan al mismo tiempo la imagen de una juventud en camino entre el pasado (2017), presente (2018) y el futuro, animada por las tres virtudes teologales: fe, caridad y esperanza (2019)

3.     OBJETIVOS DE LA JMJ

  • Suscitar el encuentro personal con Jesucristo
  • Vivir la experiencia de ser y sentirse Iglesia
  • Redescubrir la vocación bautismal para ser miembros activos de la Iglesia
  • Redescubrir el Sacramento de la reconciliación y la centralidad de la Eucaristía
  • Ser un fuerte impulso para la Pastoral Juvenil

4.     OBJETIVOS DEL CONCURSO

Componer la canción tema oficial para la JMJ que se replicará en Santiago de Cuba en agosto del 2019

5.     PARTICIPANTES

  • Podrán participar todos los jóvenes cubanos, mayor de edad.
  • Dirigido a todos los artistas profesionales o empíricos.

6.     REQUISITOS

  • El contenido del texto deberá reflejar el espíritu del Mensaje del Papa Francisco a los jóvenes ((11 febrero 2018) por la JMJ en Panamá y su Mensaje a los jóvenes cubanos. Podrá tenerse en cuenta también el lema para la JMJ cubana: “Como María, decimos sí. Haznos, Jesús, testigos de tu amor”
  • La obra deberá estimular la participación, con melodía de fácil aprendizaje e interpretación.
  • Podrá utilizarse cualquier género musical, tomando en cuenta el carácter del evento.
  • La duración de la canción no deberá excederse de los 5 minutos.

7.     FECHAS IMPORTANTES

  • Lanzamiento del Concurso ———- 11/JUNIO/2018
  • Fecha límite de entrega —————1/DICIEMBRE/2018
  • Premiación —————————–8/DICIEMBRE/2018 (Este día se dará a conocer la propuesta ganadora a través de la página de Facebook “JMJ CUBA”)
  • Fecha de la JMJ en Santiago ——— 1- 4/AGOSTO/2019

8.     FORMATOS DE ENTREGA

  • Deberá ser presentada grabada en cualquier soporte digital (.mp3, .wma, etc.), interpretada la melodía con acompañamiento de guitarra o piano u otro formato instrumental, o podrá entregarse la partitura con la línea melódica y el acompañamiento que puede indicarse cifrado.
  • Los trabajos deberán ser entregados en la Casa Pastoral Juan Pablo II que está ubicada en San Félix 803 e/ Santa Lucía y Carnicería, Santiago de Cuba; en caso de los concursantes que no vivan en esta ciudad, deberán dirigirse al Obispado de su Diócesis.
  • Se añadirá una cuartilla (papel carta 8 1/2” x 11”, letra Arial 12, interlineado sencillo) con una reseña referente a lo que el autor quiso expresar en su propuesta de logotipo
  • Una ficha con: Nombres y apellidos, Carnet de Identidad, Dirección Particular, Email y número de Móvil y si pertenece a alguna comunidad.
  • Todo estará dentro de un sobre dirigido a Comisión Organizadora de la JMJ 2019_Santiago de Cuba, especificando en la portada: Concurso Logotipo JMJ
  • Para más información escribir a: cubajmj@gmail.com (no enviar propuestas de logotipo a esta dirección) o  comunicarse con el P. Jorge Catasús. Iglesia Santa Lucía Teléfono: 22 655444 o 22 624134, o con Erik Guevara en la Casa Pastoral San Juan Pablo II.

9.     PREMIACIONES

  • Las propuestas serán precalificadas por una comisión evaluadora integrada por representantes de la Comisión Organizadora del Evento y expertos en materia de marca y diseño gráfico, quienes elegirán una terna (tres propuestas).
  • La terna será enviada al Sr. Arzobispo de Santiago de Cuba, quién elegirá el logotipo ganador.
  • El ganador del concurso recibirá un reconocimiento de parte de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba más una guitarra.

10.  DERECHO DE AUTOR

  • El ganador del concurso aceptará por escrito, ceder todos los derechos comerciales de la canción tema, solo mantendrá su derecho moral (de autor) por el cual siempre recibirá crédito y reconocimiento.
  • El Arzobispado de Santiago de Cuba pasará a ser propietario de todos los derechos de propiedad intelectual que pudiesen corresponderle en relación a la canción tema, así como cualesquiera otros que le pudiesen corresponder. De la misma forma se ceden también los derechos de manipulación y reproducción.
  • El Arzobispado de Santiago de Cuba se reserva el derecho de solicitar cambios en la canción tema ganadora para adaptarla a posibles criterios y/o sugerencias de la comisión evaluadora.
  • En caso de plagio, el ganador será responsable de las penalidades legales que conlleve.
  • La participación en el concurso lleva implícita la aceptación de todas estas bases y el fallo de la comisión evaluadora. Todo caso no previsto en las presentes bases será resuelto por la comisión evaluadora, comunicándose a cada participante tal decisión.

Adjuntos

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