Alocución radial de Monseñor Dionisio Guillermo García Ibáñez

Alocución radial de Monseñor Dionisio Guillermo García Ibáñez

Jueves Santo, 9 de abril de 2020

Transmitido por CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba

“Este es mi cuerpo y esta es mi sangre que será derramada por ustedes”.

Queridos Hermanos y hermanas:

Buen día para todos los radioyentes, sus familiares y amigos. Al igual que otros años me dirijo a Ustedes desde las ondas radiales de la Emisora Provincial CMKC. Este año, de manera particular, quisiera llegar hasta el corazón de todos los santiagueros pues estamos viviendo momentos muy difíciles debido a la epidemia que nos invade y que tanta tragedia y dolor está causando en el mundo y comienza a hacerlo en nuestra Patria. Pido para todos Ustedes la fortaleza de la Fe, la serenidad y confianza que da la Esperanza y la generosidad en ayudarnos los unos a los otros que da la Caridad.

Precisamente esta epidemia se ha presentado en plena Semana Santa, donde los cristianos del mundo entero recordamos la Pasión, muerte en la Cruz y la victoriosa Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

Recordemos que todos, sin excepción, cargamos alguna cruz en la vida. A estas cruces personales que ahora estamos llevando se ha añadido, además, la cruz de esta epidemia. Creo que lógicamente viene la pregunta ¿Qué sentido tienen esas cruces inevitables que nos impone la vida y que debemos cargar sin remedio? ¿Qué sentido tiene luchar tanto para que al final una epidemia nos sorprenda y acabe con las aspiraciones y proyectos por los que hemos luchado? Para los cristianos la única respuesta posible y razonable la da Jesucristo. El también cargó con la cruz, pero la diferencia es que lo hizo voluntariamente, para alcanzarnos la salvación, el perdón de nuestros pecados, reconciliándonos con Dios. Para decirnos que los sufrimientos que padecemos solo tienen sentido en su Pasión y Resurrección. Que nos garantiza que la muerte no triunfa sobre la vida, y que estamos llamados a vivir eternamente junto a Dios.

La Semana Santa comienza con la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, que celebramos el Domingo de Ramos. Jesús fue a Jerusalén sabiendo que caminaba hacia la muerte en la cruz. Todas las envidias, las intolerancias y los odios caían sobre El. Pero no se escapó. El asumió su pasión para enseñarnos que nuestra vida tiene sentido, que no es un simple pasar por el mundo con mayor o menor éxito, satisfacción o desgracia, como dice el dicho popular tan cínico y falso: “Al que le tocó le tocó”, o cuando con fatalismo dicen: “Oye, te tocó la mala”. ¿Una vida así tiene sentido? Los cristianos sabemos que la victoria no es del mal y la muerte sino del bien y la Vida en Cristo Jesús. Este es el centro de nuestra fe cristiana. “Si Jesucristo ha resucitado nosotros resucitaremos con él”. Sí, la vida tiene sentido porque culmina en Dios.

Un día como hoy Jueves Santo, Jesús, sabiendo que iba a una muerte segura quiso despedirse de sus discípulos y lo hizo en una cena Pascual, comida tradicional del pueblo judío que se celebra en familia, entre amigos, y que recordaba la alianza de Dios con su pueblo. En esa cena invitó a sus discípulos a vivir según el mandamiento del Amor: “ámense unos a otros como yo los he amado”, “trata a tu hermano como tú quieres que te traten a ti”. Este es el mandamiento que debe conducir nuestra vida. Jesús nos dio el ejemplo. Se hizo siervo, criado, esclavo de sus discípulos poniéndose al servicio de ellos al lavarles los pies, que era un trabajo de siervo o esclavo.

Escuchemos con atención la lectura de este relato en el Evangelio según san Juan.

(Evangelio Jn 13,1-15)

Les invito a fijarnos en dos enseñanzas que nos deja el texto que hemos escuchado.

Primero, debemos ponernos al servicio de los demás como lo hizo Jesús, siendo el Maestro y el Señor, no se llenó de orgullo y poder sino que se abajó hasta convertirse en un servidor de sus discípulos. Recordemos la frase: “Yo les he dado el ejemplo, hagan Ustedes también lo mismo”. En la visita del Papa Francisco a nuestra Patria, él nos recordó una frase que nos hizo pensar y que resume esta enseñanza: “El que no vive para servir, no sirve para vivir”. Esto nos compromete hermanos, entre otras cosas, a cuidarnos y a consolarnos los unos a los otros siempre y sobre todo en medio de esta terrible pandemia.

Segunda enseñanza. Al igual que Pedro, muchas veces nos negamos a seguir a Jesús, para ser sanados y salvados por El. Pero al igual que Pedro comprendió, se convirtió y se dejó sanar por Jesús, abramos nuestro corazón y también seremos sanados por él. Aquí debes tomar una decisión como la de Pedro y dar el primer paso para encontrarte con Jesús. El siempre saldrá a tu encuentro.

Después de este momento Jesús continuó la cena y como un gesto de amor, y para sorpresa de sus discípulos, cogió un trozo de pan y una copa llena de vino y les dijo “Este es mi cuerpo y esta es mi sangre que se ofrece por Ustedes”. La ofrenda que hizo de sí mismo en la Cruz, muriendo y entregándose por nosotros, quiso adelantarla ante sus discípulos en la ultima cena.

(Música)

Escuchemos el relato conocido como de la ultima cena de Jesús como nos narra san Mateo en su Evangelio en el capítulo 26, del versículo 20 al 30.

(Evangelio Mt 26, 20-30)

Recordemos otras dos enseñanzas que nos propone este relato:

Primero. La Iglesia siendo obediente al Señor Jesús sigue rememorando el sacrificio de Cristo en la Cruz cada vez que celebra la Santa Misa. El pan y el vino que se ofrecen en la misa y se convierten por la acción de Dios en su cuerpo y en su sangre derramada en la cruz. En cada misa se hace presente el único sacrificio de Cristo en la Cruz y los que participamos en ella recibimos las mismas gracias que recibieron los apóstoles. De esta manera estamos obedeciendo a Jesús porque estamos cumpliendo lo que Él nos pidió: “Hagan esto en memoria Mía” hasta el final de los tiempos. La misa es la mejor oración que una persona puede elevar a Dios pues en ella es el mismo Cristo el que se ofrece.

2do. No hagamos como Judas que traicionó a su maestro por 30 monedas de plata. Vendió su moral y su alma, que es eterna, por un bien que se gasta y se acaba en el tiempo. “De que le sirve a un hombre ganar todo el mundo, si al final pierde su alma y se condena”. Seamos hombres y mujeres honestos, esto nos hará más felices a nosotros y por medio de nosotros a nuestras familias y amigos. La traición y la infidelidad hacen que el mal penetre en el mundo.

Quiero hermanos, invitarles a que terminemos orando por todos los que sufren. Les invito a hacer un momento de silencio y a ponernos en oración.

Después de cada petición oremos diciendo:

Dales fe y fortaleza Señor

 – Por los enfermos contagiados que están ingresados en los hospitales y sufren separados de sus familias en su enfermedad. Dales fe y fortaleza Señor

-Por los que están en cuarentena en hospitales o en sus casas y que ven el futuro con incertidumbre. Dales fe y fortaleza Señor

-Por sus familiares que desearían estar cerca de ellos acompañándolos, pero que la misma enfermedad se lo impide. Dales fe y fortaleza Señor

-Por los ancianos y aquellos que tienen alguna enfermedad de riesgo que les hace frágiles ante el virus y viven con temor. Dales fe y fortaleza Señor

-Por los trabajadores de la salud, médicos, enfermeras y enfermeros, los trabajadores y personal de servicio de los centros de Salud que se arriesgan a ser contagiados. Dales fe y fortaleza Señor

-Por todos los que tienen la misión de hacer cumplir las normas de protección y de aislamiento social. Dales fe y fortaleza Señor

– Por aquellos que más sufren de carencias económicas y otros males provocados por esta epidemia. Dales fe y fortaleza Señor

Hermanos, con esta oración final en la que incluimos a todo nuestro pueblo también, para que nos de fe y fortaleza.

Mañana nos encontraremos de nuevo por estas ondas de la CMKC y a la misma hora, las diez de la mañana, para recordar el Viernes Santo, escuchando y comentando la Pasión del Señor Jesús.

Dispongámonos a recibir la bendición.

Que la bendición de Dios todopoderoso, venga sobre ustedes, familiares y amigos. Amén

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Comienza este Jueves Santo iniciativa formativa de la Pastoral Juvenil de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba

El Equipo Diocesano de Pastoral Juvenil inicia hoy un itinerario formativo con los jóvenes de las comunidades de nuestra Arquidiócesis, para acompañarles en estos días de necesaria permanencia en casa y alejados de sus habituales encuentros de grupo; convirtiendo este tiempo en oportunidad de crecimiento y cercanía, de encuentro con sí mismos y con la búsqueda de la voz de Dios en sus vidas.
Les compartimos la carta motivadora y la infografía con que le han querido acompañar.

Descargar:

Carta a los jóvenes

Formación en casa 1

Formación en casa 2

Jueves 16 de abril

II Domingo de Pascua

La Resurrección de Jesús como fundamento de nuestra fe

III Domingo de Pascua

La Resurrección de Jesús en los Evangelios

IV Domingo de Pascua

La vida cristiana como vocación en la Iglesia

V Domingo de Pascua

La oración como encuentro con Dios

VI Domingo de Pascua

Una comunidad servidora

El Espíritu Santo

Domingo de Pentecostés

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NOTA INFORMATIVA DEL SECRETARIADO GENERAL DE LA COCC

A través de esta breve Nota deseamos informar que, dado que la programación del Canal Educativo ha sido rediseñada para continuar durante el sábado y domingo las Tele-Clases dirigidas a los alumnos de la Escuela Primaria, también se ha reprogramado la transmisión de la Misa que se celebrará en la Basílica-Santuario de la Virgen de la Caridad en El Cobre.

El horario de dicha transmisión será a las 7.30 de la mañana, iniciando el domingo 5, Celebración del Domingo de Ramos; el 12, Domingo de Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo y, posteriormente, los siguientes domingos del Tiempo Pascual, mientras se mantengan las medidas sanitarias por el Covid-19.

La Habana, 2 de abril de 2020

Adjuntos

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Texto completo de la meditación del Santo Padre Francisco durante la Bendición Universal ‘Urbi et Orbi’

Fotos: Vatican News

Texto completo de la meditación del Santo Padre Francisco durante la Bendición Universal ‘Urbi et Orbi’ por la emergencia de la pandemia del coronavirus

27 de marzo de 2020

«Al atardecer» (Mc 4,35). Así comienza el Evangelio que hemos escuchado. Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas.

Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente.

En esta barca, estamos todos. Como esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: “perecemos” (cf. v. 38), también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino solo juntos. Es fácil identificarnos con esta historia, lo difícil es entender la actitud de Jesús.

Mientras los discípulos, lógicamente, estaban alarmados y desesperados, Él permanecía en popa, en la parte de la barca que primero se hunde. Y, ¿qué hace? A pesar del ajetreo y el bullicio, dormía tranquilo, confiado en el Padre —es la única vez en el Evangelio que Jesús aparece durmiendo—.

Después de que lo despertaran y que calmara el viento y las aguas, se dirigió a los discípulos con un tono de reproche: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?» (v. 40). Tratemos de entenderlo. ¿En qué consiste la falta de fe de los discípulos que se contrapone a la confianza de Jesús? Ellos no habían dejado de creer en Él; de hecho, lo invocaron. Pero veamos cómo lo invocan: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?» (v. 38).

No te importa: pensaron que Jesús se desinteresaba de ellos, que no les prestaba atención. Entre nosotros, en nuestras familias, lo que más duele es cuando escuchamos decir: “¿Es que no te importo?”. Es una frase que lastima y desata tormentas en el corazón. También habrá sacudido a Jesús, porque a Él le importamos más que a nadie. De hecho, una vez invocado, salva a sus discípulos desconfiados.

La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad.

La tempestad pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos; todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas “salvadoras”, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad.

Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos.

«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Señor, esta tarde tu Palabra nos interpela y se dirige a todos. En nuestro mundo, que Tú amas más que nosotros, hemos avanzado rápidamente, sintiéndonos fuertes y capaces de todo. Codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa.

No nos hemos detenido ante tus llamadas, no nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo. Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo.

Ahora, mientras estamos en mares agitados, te suplicamos: “Despierta, Señor”. «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Señor, nos diriges una llamada, una llamada a la fe. Que no es tanto creer que Tú existes, sino ir hacia ti y confiar en ti. En esta Cuaresma resuena tu llamada urgente: “Convertíos”, «volved a mí de todo corazón» (Jl 2,12).

Nos llamas a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección. No es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás.

Y podemos mirar a tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues, ante el miedo, han reaccionado dando la propia vida. Es la fuerza operante del Espíritu derramada y plasmada en valientes y generosas entregas. Es la vida del Espíritu capaz de rescatar, valorar y mostrar cómo nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes —corrientemente olvidadas— que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo.

Frente al sufrimiento, donde se mide el verdadero desarrollo de nuestros pueblos, descubrimos y experimentamos la oración sacerdotal de Jesús: «Que todos sean uno» (Jn 17,21). Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos. La oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras.

«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. No somos autosuficientes; solos nos hundimos. Necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas. Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los venza.

Al igual que los discípulos, experimentaremos que, con Él a bordo, no se naufraga. Porque esta es la fuerza de Dios: convertir en algo bueno todo lo que nos sucede, incluso lo malo. Él trae serenidad en nuestras tormentas, porque con Dios la vida nunca muere. El Señor nos interpela y, en medio de nuestra tormenta, nos invita a despertar y a activar esa solidaridad y esperanza capaz de dar solidez, contención y sentido a estas horas donde todo parece naufragar.

El Señor se despierta para despertar y avivar nuestra fe pascual. Tenemos un ancla: en su Cruz hemos sido salvados. Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido rescatados. Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie ni nada nos separe de su amor redentor. En medio del aislamiento donde estamos sufriendo la falta de los afectos y de los encuentros, experimentando la carencia de tantas cosas, escuchemos una vez más el anuncio que nos salva: ha resucitado y vive a nuestro lado.

El Señor nos interpela desde su Cruz a reencontrar la vida que nos espera, a mirar a aquellos que nos reclaman, a potenciar, reconocer e incentivar la gracia que nos habita. No apaguemos la llama humeante (cf. Is 42,3), que nunca enferma, y dejemos que reavive la esperanza.

Abrazar su Cruz es animarse a abrazar todas las contrariedades del tiempo presente, abandonando por un instante nuestro afán de omnipotencia y posesión para darle espacio a la creatividad que sólo el Espíritu es capaz de suscitar. Es animarse a motivar espacios donde todos puedan sentirse convocados y permitir nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y de solidaridad.

En su Cruz hemos sido salvados para hospedar la esperanza y dejar que sea ella quien fortalezca y sostenga todas las medidas y caminos posibles que nos ayuden a cuidarnos y a cuidar. Abrazar al Señor para abrazar la esperanza. Esta es la fuerza de la fe, que libera del miedo y da esperanza.

«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Queridos hermanos y hermanas: Desde este lugar, que narra la fe pétrea de Pedro, esta tarde me gustaría confiarlos a todos al Señor, a través de la intercesión de la Virgen, salud de su pueblo, estrella del mar tempestuoso. Desde esta columnata que abraza a Roma y al mundo, descienda sobre vosotros, como un abrazo consolador, la bendición de Dios.

Señor, bendice al mundo, da salud a los cuerpos y consuela los corazones. Nos pides que no sintamos temor. Pero nuestra fe es débil Señor y tenemos miedo. Mas tú, Señor, no nos abandones a merced de la tormenta. Repites de nuevo: «No tengáis miedo» (Mt 28,5). Y nosotros, junto con Pedro, “descargamos en ti todo nuestro agobio, porque sabemos que Tú nos cuidas” (cf. 1 P 5,7).

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MENSAJE DE LOS OBISPOS CATÓLICOS DE CUBA

MENSAJE DE LOS OBISPOS CATÓLICOS DE CUBA

A todos los fieles católicos y a nuestro pueblo

Los Obispos católicos, en nuestra condición de pastores, y siguiendo nuestro modo de proceder colegialmente, después de haber orado, reflexionado y discernido, queremos dirigirles el presente Mensaje, movidos por el afecto y la responsabilidad pastoral.

Como hombres de fe, nuestra mirada está puesta, en primer lugar, en Dios, que, como Padre bueno cuida de sus hijos con un amor personal, como nos lo enseña Jesús en el Evangelio: “¿Por qué andan preocupados? Miren cómo Dios cuida las flores del campo y las aves del cielo. Y si Dios cuida a las flores y a las aves, ¿cómo no va a cuidar de ustedes que valen mucho más que las flores y las aves?” (Mt. 6,26 ss.). También Jesús nos invita: “Vengan a Mí los que están cansados y agobiados, y Yo los aliviaré” (Mt 11,28).

La enseñanza evangélica nos pide cuidar la vida, y al mismo tiempo, dar la vida por amor a los demás. Por eso valoramos mucho el testimonio heroico que ofrecen los médicos y el personal sanitario a los infectados por el virus en nuestra patria y en otros lugares del mundo. Nuestro agradecimiento se extiende también a los sacerdotes, diáconos, religiosos, voluntarios de Cáritas, ministros extraordinarios de la Comunión, monjas de varias Congregaciones y Hermanos de San Juan de Dios, así como a los empleados de los Hogares de Ancianos que, en esta hora compleja han continuado sirviendo y consolando caritativamente a muchos que sufren en su cuerpo o en su espíritu.

Somos conscientes de la vulnerabilidad que todos tenemos frente a esta pandemia, pero ello no nos debe impedir la serenidad para vivir estos momentos difíciles. El “distanciamiento social” que debemos practicar para prevenir el contagio, nos ofrece la oportunidad de compartir en familia, orando juntos, y en estos días próximos a la Semana Santa, durante la misma y en los domingos sucesivos, leer y meditar la Palabra de Dios en la Biblia y rezar con los Salmos, identificándonos y haciendo propios aquellos que expresan intenciones de inquietud y confianza en Dios a causa de las enfermedades y peligros de todo tipo, como el que reza: “El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.” (Sal 122).

La confianza que brota de la fe hecha vida nos ayuda a alejar de nuestras mentes y corazones el miedo, como nos dice el Salmo: “Aunque vaya por un camino oscuro, no tendré miedo, porque el Señor va conmigo” (Sal. 23,4). Sin embargo, estas certezas no nos eximen de la responsabilidad de cumplir las orientaciones y normativas que provengan de las autoridades competentes. Por esta razón consideramos oportuno decretar:

1) Con profundo dolor y de manera excepcional, a partir de la publicación de este Mensaje, la suspensión de todas las celebraciones públicas en los templos y comunidades católicas de Cuba, hasta tanto la situación epidemiológica permita la normalización de la vida del País. Nos adherimos así, también, a las indicaciones de la Santa Sede para las circunstancias que está viviendo el mundo.

2) Los sacerdotes celebrarán en privado, en horarios conocidos por los fieles, la liturgia correspondiente a cada día. En ese momento las campanas serán tocadas para invitar a unirse espiritualmente desde las casas.

3) Mantener los templos abiertos el mayor tiempo posible, según lo permitan las condiciones sanitarias requeridas.

4) Los Centros de Formación, Bibliotecas diocesanas y parroquiales, Guarderías, Catequesis de niños y adultos recesan sus actividades hasta que se determine su reapertura.

Con el fin de que el pueblo creyente tenga la oportunidad de cierta participación en los misterios de Cristo, hemos solicitado a las autoridades del País que, dada la situación que se afronta, cada Obispo pueda transmitir un mensaje radial en los cuatro días centrales de la Semana Santa: Domingo de Ramos. Jueves y Viernes Santos y Domingo de Resurrección, así como en los domingos sucesivos mientras estén suspendidas las celebraciones públicas. Igualmente, para sentirnos unidos a la Iglesia Universal, hemos presentado el deseo que, durante la Semana Santa, sean transmitidas por la televisión, las celebraciones presididas por el Papa Francisco o, también, por el Cardenal Juan de la C. García Rodriguez, Arzobispo de La Habana.

Al terminar este Mensaje los exhortamos con las mismas palabras de Jesús: “No se inquieten, crean en Dios y crean también en Mí” (Jn. 14,1). En momentos como estos recordamos la sabia enseñanza de nuestros mayores que, en situaciones de dificultad, nos animaban diciéndonos: “siempre que llueve, escampa”. Ahora pasamos por el momento de la tormenta… ¡ayudémonos a ser sembradores de esperanza y de la confianza en nuestro Padre Dios!

Sintamos cerca el cariño de la Virgen de la Caridad, nuestra Madre y Patrona, a quien invocamos con esta antigua oración:

        Bajo tu protección nos acogemos, Santa Madre de Dios,

no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades,

antes bien, líbranos siempre de todo peligro

¡oh Virgen gloriosa y bendita!

 

Este Mensaje hemos querido presentarlo a los pies de la Virgen, celebrando hoy la Misa en su Santuario de El Cobre, donde hemos rezado por nuestro pueblo, implorando para todos la salud, la serenidad y la cristiana solidaridad, a la vez que les impartimos nuestra paternal bendición.

 

24 de marzo de 2020.

Vísperas de la Solemnidad de la Anunciación del Señor.

LOS OBISPOS CATÓLICOS DE CUBA

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Mensaje de Mons. Dionisio García Ibáñez Arzobispo de Santiago de Cuba 20 de marzo de 2020

Buenas tardes, queridos hermanos y hermanas. 

Hoy 20 de marzo es viernes y estamos en Cuaresma y, tal vez, con la comprensible preocupación generada por la presencia del Virus COVID-19 (en nuestro territorio)  y el sufrimiento y la muerte que está causando en todos los países, nos hemos olvidado de esa popular devoción que se rezaba todos los viernes de Cuaresma: El Viacrucis.

Esta oración nos lleva a recordar y acompañar a Jesús en su camino hacia la Cruz, por eso se llama VIA-CRUCIS, es decir Vía o Camino hacia la Cruz.

En los templos, lo rezamos caminando y deteniéndonos en cada una de las estaciones o paradas del Viacrucis y que están en todos los templos católicos representando 14 momentos significativos de la Pasión de Jesús, según los narran los Evangelios.

Como podemos ver es una oración centrada en Jesucristo y su pasión; es evangélica, está tomada del Evangelio; es comunitaria, todos nos reunimos caminando en oración y lo más importante, nos hace recordar la muerte de Jesús en la Cruz para lavar nuestros pecados y culpas y así salvarnos.

El Viacrucis es una oración que nos llama a la conversión, al abandono de nuestros pecados, a la gratitud a Dios por su sacrificio por nosotros.  Además, como está tomado del Evangelio, también nos sentimos acompañados de la Virgen María, su MADRE.

Les invito a rezar con esta oración, a recordar el recorrido de dolor, pero también de esperanza, pues, nos recuerda que EN SU CRUZ, CRISTO nos alcanzó la resurrección.

“Si morimos con Cristo al pecado, resucitaremos con El”

En estos días y hoy si es posible, al rezar el Viacrucis, tengamos presente a tantas personas buenas que sufren y mueren, y a sus familias que quedan desconsoladas, a los que han visto frustradas tantas esperanzas y planes y que ven lleno de incertidumbre el futuro, y pidamos también para que Dios toque los corazones a aquellos que ponen toda su confianza en alcanzar un paraíso en la tierra, que se puede derrumbar por un simple virus, para que abran sus corazones e inteligencia en poner la esperanza en Cristo Jesús que es el camino, la verdad y la vida y que tiene palabras de vida eterna.

Puedes buscar en algún libro de oraciones, o por Internet el Viacrucis.

Unámonos en Oración.

Les bendice, Mons. Dionisio García

Terminemos orando con el tradicional estribillo del Viacrucis

“TE adoramos Cristo y te bendecimos, porque con tu Santa Cruz, redimiste al mundo”

Que Dios  nos acompañe

Nuestra Sra. de la Caridad …

Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío  

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Mensaje de Mons. Dionisio García Ibáñez

Arzobispo de Santiago de Cuba en la Fiesta de San José

Buenos días hermanos y hermanas:

Al contemplar el hermoso y radiante día que Dios nos regala hoy, nos hace recordar que son muchas las bendiciones que recibimos diariamente y que casi ni nos damos cuenta.
Dios actúa en lo pequeño, lo cotidiano, en el paso a paso de nuestra vida.

Si lo buscamos en los acontecimientos de cada día, lo encontraremos, porque Él, con alegría, sale a siempre nuestro encuentro dispuesto a iluminarnos.
Hoy es la fiesta de San José, esposo de María, al que Dios escogió para que cuidara y velara, como un Padre, al niño Jesús.
Él es ejemplo de que en las pequeñas cosas se realiza la obra de Dios. El sí de san José aceptando acoger al niño Jesús (y a María su madre), es un ejemplo a seguir. Cada vez que hacemos la voluntad de Dios, Él se nos manifiesta.

La Iglesia lo tiene como su Patrono, pues cuidó de Jesús, nuestro Salvador que es la cabeza de la Iglesia.
Aprovecho la oportunidad para felicitar a todos los José, Josefas o Josefinas, pues hoy celebran a su santo patrono. Ojalá tengan la oportunidad de celebrarlo en familia y con los amigos!

Si, hermanos, aun en este tiempo tan incierto de coronavirus, que nos llena de entendible preocupación e incertidumbre, no nos olvidemos de los pequeños momentos que la vida nos da y que tenemos que agradecer.

Unámonos hoy a la invitación que el Papa Francisco nos hace para orar por aquellos que padecen el COVID-19 con peligro para sus vidas; por los que viven en la incertidumbre del contagio; por el personal médico y paramédico que arriesgan la vida para cuidar de los otros; y también por los gobernantes que tienen que tomar decisiones.

Hoy a las 9.00 de la noche nos uniremos en oración. Oremos con fe, confiados en el Señor. Les invito a dejar lo que estemos haciendo a esa hora. Hacer un alto, apagar el televisor y dedicar unos minutos a la oración. (Los) que sepan y puedan, recen el rosario, y si es posible en familia.

Desde el Santuario del Cobre les bendice Mons. Dionisio.

 

Terminamos orando con la dedicada a la Madre:

Dios te salve, María, llena eres de Gracia,
el Señor es contigo.
Bendita eres entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amen.

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Mensaje de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez

Arzobispo de Santiago de Cuba

Queridos hermanos y hermanas:

El pueblo cubano no olvida a su Madre y acude con confianza a Ella porque sabe que no nos olvida, que nos acompaña siempre. Los peregrinos han ofrecido estas flores hoy 17 de marzo, ante su bendita imagen en su Santuario de El Cobre.
La llegada inesperada del Virus COVID-19, es uno de esos acontecimientos que dolorosamente nos recuerda que todos los seres humanos, también los cubanos, donde quiere que estemos, somos iguales. Nos recuerda lo frágiles que somos, al igual que las obras que salen de nuestras manos y que, muchas veces con razón, tanto nos enorgullecen.
También nos recuerda que tenemos una MADRE que, desde EL COBRE, nos acompaña y vela por su pueblo.
Ella nos presenta a su Hijo, Jesús, que es el único capaz de dar sentido a nuestra existencia y que, además, nos alcanza la vida plena que todos anhelamos.
Unámonos en oración:

Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios;
no desprecies las súplicas
que te hacemos en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos siempre de todos los peligros,
¡oh Virgen gloriosa y bendita!

Amén

Adjuntos

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COMUNICADO DE LA CONFERENCIA DE OBISPOS CATÓLICOS DE CUBA

Ante la declaración ofrecida en el día de ayer por el Director General de la Organización Mundial de la Salud, reconociendo el carácter de pandemia global de la enfermedad del coronavirus (COVID-19) y atendiendo, a su vez, a la Nota Informativa del Ministerio de Salud Pública, también publicada por el Noticiero Nacional de la Televisión, los Obispos de Cuba consideramos oportuno dirigir a nuestros fieles y a todo el pueblo el presente comunicado:

1. Invitamos, con una mirada de fe, a conservar la calma y a mantener vivo el sentido de la solidaridad humana ante la posible evolución de la enfermedad en nuestro país.

2. Recomendamos la prudencia y la disciplina requeridas en la observación de las recomendaciones orientadas por el Ministerio de Salud Pública.

3. Pedimos acoger la exhortación del Papa Francisco a obrar con responsabilidad y sensatez, y acudir, además, a la oración frecuente implorando la misericordia de Dios para las personas fallecidas, contagiadas y sus familiares en diversas partes del mundo y, juntamente, orar por los médicos y personal que atienden a las personas afectadas.

A los sacerdotes y agentes pastorales les pedimos tener en cuenta las medidas que indican la prudencia en el desarrollo de las celebraciones litúrgicas.

Encomendemos asiduamente a la Virgen de la Caridad del Cobre, Madre y Patrona de nuestro pueblo, que tenga piedad de todos los cubanos, especialmente de las personas más vulnerables y necesitadas de compasión y ayuda.

La Habana, 12 de marzo de 2020

Conferencia de Obispos Católicos de Cuba

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Visita Nuncio Apostólico en Cuba la S.B.M.I Catedral de Santiago de Cuba

Visita Nuncio Apostólico en Cuba la S.B.M.I Catedral de Santiago de Cuba

Por: Mercedes Ferrera Angelo

Poco antes de las 6.30 pm, el Excmo. Mons. Giampiero Gloder, Nuncio apostólico en Cuba llegó a la Catedral santiaguera acompañado por Mons. Dionisio García Ibáñez, arzobispo de Santiago de Cuba.  Luego de la solemne entrada a la Catedral primada de Cuba, ambos prelados se dirigieron al Altar del Santísimo adonde rezaron. 

La Eucaristía contó con la participación de sacerdotes de Santiago de Cuba, los seminaristas del Seminario San Basilio Magno y fieles de las diferentes comunidades.

En la homilía Mons. Gloder reflexionó sobre el evangelio del día, Mt 17, 1-9, proponiendo tres puntos que pueden tomarse como elementos a vivir desde la fe cotidiana: la montaña, la luz y el camino, y cómo cada uno de estos elementos incluidos en la lectura del evangelio de hoy, deben formar parte del itinerario del cristiano en la Cuaresma.   

Al terminar la eucaristía y antes de salir del templo, Mons. Dionisio García invitó al Nuncio y a todos los presentes a rezar ante la imagen de Santiago Apóstol, patrono de la ciudad y de esta arquidiócesis, pidiendo su protección ante la situación de salud que vive el mundo con la aparición del Coronavirus. 

Mons. Giampero Gloder es italiano, y forma parte del cuerpo diplomático de Santa Sede desde 1992.  Fue presidente de la Pontificia Academia Eclesiástica, institución vaticana donde se forma el personal diplomático de la Santa Sede, desde el año 2013 y hasta su nombramiento para Cuba.  Fue nombrado Nuncio Apostólico para Cuba en octubre de 2019 y ya ha visitado varias de las 11 diócesis cubanas.

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