Homilía Mons. Dionisio García Ibáñez  Misa III Domingo De Pascua, 26 de abril de 2020

Homilía Mons. Dionisio García Ibáñez Misa III Domingo De Pascua, 26 de abril de 2020

Santuario Basílica de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre

Hermanos:

¡Que alegría es tener la oportunidad de estar escuchando la Palabra de Dios!  Ustedes saben que cada vez que la Iglesia celebra la Misa se lee la Palabra de Dios, la Biblia, y en el día de hoy hemos escuchado este relato que se llama tradicionalmente, los discípulos de Emaús, porque iban a Emaús, un pueblo.

Los evangelios nos narran los dichos, los hechos, los acontecimientos de la vida de Jesús mientras compartió aquí con nosotros.  En ese sentido, son historias.  Es la historia, forma parte de la historia de la salvación.  Pero los Evangelios también son libros de catequesis, de pedagogía, y los evangelios cuando nos narran un acontecimiento nos lo pone de manera que nosotros podamos aprender, sacar conclusiones, mirarnos nosotros mismos en esos momentos: ¿qué haríamos nosotros ante Jesús?  Por lo tanto, hemos escuchado este relato, hemos visto a estos dos discípulos, que al igual que los otros estaban tristes, desesperados, no sabían qué hacer y se iban hasta de Jerusalén, iban a Emaús.  Se encuentran por el camino, tristes ellos, se encuentran a ese hombre que les dice ¿Qué pasa? Y le narran y este hombre empieza a decirles, a explicarles, según las escrituras, el sentido que tenía todo lo que había pasado.

Dice (el texto) que se sentían atraídos por esa persona;él se quería marchar, ellos le dicen quédate, Él se queda, como amigos que se encuentran en el camino, como conocidos que se encuentran casualmente en el camino, y El coge el pan, lo parte y lo da… en ese mismo momento, estos discípulos reconocen a Jesús.  Jesús hace el mismo gesto, la misma acción que hizo en la última cena.  Cogió pan, cogió vino y lo partió y dijo: este es mi cuerpo y esta es mi sangre.  Y eso es también lo que nosotros los sacerdotes hacemos cuando celebramos la misa, en nombre del mismo Jesús.

El Pan, el Vino, se da, se parte, se reparte, porque es el Cuerpo y la Sangre de Cristo.   Ellos reconocieron a Jesús en la Palabra y en el Sacramento, en la mesa.  ¿Cuál fue el resultado? Que comprendieron, como hemos dicho en estos días, se le iluminaron los ojos, los ojos de la fe, y… ¿Qué hicieron?: Regresemos a Jerusalén, y vamos a contar todo lo que hemos visto y oído.

Y esos dos discípulos, desde ese momento, pues, quedaron marcados por la presencia de Jesús, en ellos sintieron una fe grande en ellos, esa luz del Espíritu que decidió sus vidas y por eso transmitieron lo que habían visto y lo que habían oído.

Hermanos, nosotros somos esos discípulos.   Nosotros también vivimos con esas angustias de no saber el futuro, de no saber muchas cosas, de buscar una explicación y no tenerla, hay veces leyendo el evangelio no sabemos.  Tenemos que buscar, tenemos que leer la Palabra de Dios, tenemos que reunirnos con la comunidad, tenemos que participar en la eucaristía.  Ahora no podemos, pero que cada uno en su casa, se sienta que quiere recibir a Cristo, en la Palabra de Dios y en la eucaristía, en la Santa Misa.  Que cada uno sienta esa necesidad.  Pidámosle al Señor que conserve nuestra fe, que nos de la decisión que les dio a estos hombres, y que también nosotros vivamos con esa confianza, que nos da plenitud de vida aquí en la tierra, que nos hace trasmitir esa confianza y esa fe, y que también nosotros algún día esperemos lo que el Señor nos prometió: estar con él, resucitar con él, vivir para el siempre.

¡Que Dios nos acompañe a vivir así!

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CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO A TODOS LOS FIELES PARA EL MES DE MAYO DE 2020

CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO A TODOS LOS FIELES PARA EL MES DE MAYO DE 2020

El Santo Padre Francisco ha invitado a todos los fieles a redescubrir, durante el próximo mes de mayo, la belleza de rezar el Rosario en casa, ya sea de manera personal o toda la familia unida.

CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO A TODOS LOS FIELES PARA EL MES DE MAYO DE 2020

Queridos hermanos y hermanas:

Se aproxima el mes de mayo, en el que el pueblo de Dios manifiesta con particular intensidad su amor y devoción a la Virgen María. En este mes, es tradición rezar el Rosario en casa, con la familia. Las restricciones de la pandemia nos han “obligado” a valorizar esta dimensión doméstica, también desde un punto de vista espiritual.

Por eso, he pensado proponerles a todos que redescubramos la belleza de rezar el Rosario en casa durante el mes de mayo. Ustedes pueden elegir, según la situación, rezarlo juntos o de manera personal, apreciando lo bueno de ambas posibilidades. Pero, en cualquier caso, hay un secreto para hacerlo: la sencillez; y es fácil encontrar, incluso en internet, buenos esquemas de oración para seguir.

Además, les ofrezco dos textos de oraciones a la Virgen que pueden recitar al final del Rosario, y que yo mismo diré durante el mes de mayo, unido espiritualmente a ustedes. Los adjunto a esta carta para que estén a disposición de todos.

Queridos hermanos y hermanas: Contemplar juntos el rostro de Cristo con el corazón de María, nuestra Madre, nos unirá todavía más como familia espiritual y nos ayudará a superar esta prueba. Rezaré por ustedes, especialmente por los que más sufren, y ustedes, por favor, recen por mí. Les agradezco y los bendigo de corazón.

Roma, San Juan de Letrán, 25 de abril de 2020

Fiesta de san Marcos, evangelista

Francisco

Oración a María

Oh María,

tú resplandeces siempre en nuestro camino

como un signo de salvación y esperanza.

A ti nos encomendamos, Salud de los enfermos,

que al pie de la cruz fuiste asociada al dolor de Jesús,

manteniendo firme tu fe.

Tú, Salvación del pueblo romano,

sabes lo que necesitamos

y estamos seguros de que lo concederás

para que, como en Caná de Galilea,

vuelvan la alegría y la fiesta

después de esta prueba.

Ayúdanos, Madre del Divino Amor,

a conformarnos a la voluntad del Padre

y hacer lo que Jesús nos dirá,

Él que tomó nuestro sufrimiento sobre sí mismo

y se cargó de nuestros dolores

para guiarnos a través de la cruz,

a la alegría de la resurrección. Amén.

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios,

no desprecies nuestras súplicas en las necesidades,

antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita.

Oración a María

«Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios».

En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.

Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.

Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza.

Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios que en este periodo de emergencia combaten en primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras vidas. Acompaña su heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud.

Permanece junto a quienes asisten, noche y día, a los enfermos, y a los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.

Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus.

Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.

Santa María, toca las conciencias para que las grandes sumas de dinero utilizadas en la incrementación y en el perfeccionamiento de armamentos sean destinadas a promover estudios adecuados para la prevención de futuras catástrofes similares.

Madre amantísima, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración.

Oh María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.

Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.

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Alocución Mons. Dionisio G. García Ibáñez, arzobispo de Santiago de Cuba

Alocución Mons. Dionisio G. García Ibáñez, arzobispo de Santiago de Cuba

Alocución Mons. Dionisio G. García Ibáñez, arzobispo de Santiago de Cuba III Domingo de Pascua, 26 de abril de 2020 

Transmitido por CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba

Escuchar aquí:

-Música-

“Quédate con nosotros la tarde está llegando y anochece”

 Buen Domingo, hermanos y hermanas

Démosle gracias a Dios que nos permite encontrarnos nuevamente para orar los unos por los otros en estos momentos difíciles, escuchar la Palabra de Dios, conocer el plan de salvación que Él tiene para cada uno de nosotros, aprender un poco más de nuestra fe, y sentirnos una comunidad de creyentes que aunque no podamos estar celebrando juntos en la iglesia, estamos reunidos en comunión de fe a través de las ondas radiales de la CMKC, nuestra Radio Provincial. Dios les bendiga a todos.

En medio de esta epidemia que tanto hace sufrir les invito, en primer lugar, a poner nuestra confianza en Dios, Él es el único que es capaz de colmar nuestra esperanza y darnos y serenidad y fortaleza de espíritu. En esta media hora nos uniremos en oración pidiendo por nuestras familias, por nuestro pueblo sobre todo por los más necesitados, de manera especial, hoy pediremos por las personas que viven solas o que tienen situaciones muy difíciles para que se encuentre remedio a sus necesidades básicas y siempre tengan una mano amiga, cercana y una palabra de aliento Seguro que en nuestro barrio conocemos algunos casos… No les dejemos solos.

También aprovechemos este precioso tiempo para conocer lo que nos dice la Palabra de Dios el día de hoy, domingo 26 de abril. El texto del evangelio que leeremos, nos seguirá recordando los momentos en que Cristo Resucitado se les aparece a sus discípulos para fortalecer su fe y darles confianza.

Los evangelios son libros de la Biblia y son 4: Mateo, Marco, Lucas y Juan (llevan los nombres de quienes los escribieron). San Mateo y San Juan eran discípulos y apóstoles de Jesús, lo conocieron, compartieron con EI, escucharon sus enseñanzas, le vieron hacer milagros y, al final, lo vieron muerto en la cruz y se alegraron en su resurrección. Esto es, fueron testigos de primera mano, nadie se lo contó, ellos lo vivieron personalmente. Los otros dos, los evangelistas: San Marcos y San Lucas, fueron, a su vez, discípulos de los apóstoles y ellos recogieron en sus evangelios lo que habían oído a aquellos hombres y mujeres que si habían sido testigos directos de los hechos que describen.

Lo que narran los evangelios no son cuentos, es lo que verdaderamente ocurrió. Los escribieron inspirados por Dios para que nosotros, que no hemos visto a Jesús creamos en El y también tengamos vida eterna. Están narrados de manera pedagógica, casi poética, para que nosotros lo entendamos mejor, los disfrutemos y lo podamos aplicar a nuestra vida.

Recordemos la frase que dijo Jesús y que leímos la semana pasada: “Dichosos aquellos que crean sin haber visto”, Es decir, nosotros.

Al escuchar su lectura tengamos en cuenta lo siguiente:

El hecho narrado ocurrió el mismo día de la Resurrección de Jesús. Ya algunos discípulos decían que estaban seguros que Jesús había resucitado, pero todos tenían dudas, estaban confundidos y sin esperanza. De tal manera que dos de ellos, uno se llamaba Cleofás,  decidieron apesadumbrados abandonar al grupo e irse de Jerusalén. Se escapaban. Y… por el camino les ocurrió lo siguiente:

Evangelio: Lucas 24,13-35

Recordemos lo leído:

– Por el camino iban comentando tristes y sin esperanza los hechos ocurridos.

– En el camino se les acercó otro caminante, Jesús, que escuchaba con atención lo que ellos decían.

-El cual, explicándoles las Escrituras, les hizo ver la realidad.

– Ellos comenzaron a entender lo que les explicaba, pero no se daban cuenta de quién era. Se sienten bien con Él y le invitan a quedarse y cenar con ellos. ¿En qué momento se dieron cuenta de quién era ese compañero de camino? Al partir el Pan.

-Ya en la mesa, ese caminante que les explicaba tan bien, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se los dio. En ese momento los dos discípulos recordaron la última cena y, como dice el texto, “se le abrieron los ojos” y reconocieron que era el mismo Jesús resucitado. Habían sido iluminados con la luz de la fe. Esa es la que tenemos que pedir para encontrarle el verdadero sentido de la vida, para encontrarnos con Jesús.

Al recibir la luz de la fe, quedaron transformados: La duda se convirtió en certeza, la inseguridad en confianza, el miedo en valor, el deseo de escapar en la decisión de volver a Jerusalén, de aislarse a encontrase con la comunidad de los discípulos y proclamar juntos: Jesucristo verdaderamente ha resucitado. 

-¿Qué fue lo que hizo que le reconocieran, ellos mismos lo dicen “Lo hemos reconocido al partir el pan”.

¿Qué nos enseña este hermoso relato?:

Que nosotros también hemos pasamos por esas etapas, somos como estos dos discípulos. Necesitamos de Dios, pero no sabemos cómo buscarlo, nos llenamos de dudas, de falsas esperanzas que no nos satisfacen. Por lo menos tenemos que intentar buscarlo. No nos olvidemos que cuando buscamos a Dios, Él de una manera u otra, Él sale a nuestro encuentro.

Las dos maneras seguras de buscar y encontrarse con Jesús son:

1ro. Leer la Biblia. Lo hacemos personalmente y en la comunidad. Busquemos a alguna persona que nos la explique. Recordemos que la Biblia no es propiedad personal, fue dada a la comunidad. Busquemos un catecismo de la Iglesia donde están resumidas, en forma de preguntas, las principales verdades de la fe que nos transmite la Biblia. Acerquémonos a algún sacerdote o miembro de una comunidad que nos explique y nos oriente, tal como lo hizo Jesús con estos discípulos desorientados.

La Biblia nos hace mucho bien espiritual y, como dijimos, debemos leerla personalmente y con la comunidad, con la Iglesia, pues podemos caer, por nuestras propias y evidentes limitaciones, en interpretarla según yo entienda o crea que Dios se me revela. Por eso es que en la misa con la comunidad reunida vemos que siempre se leen y comentan varios textos tornados de la Biblia.

2do. Participar, cuando podamos, en la Santa misa. La misa es la oración por excelencia. En ella después de haber leído las lecturas bíblicas, el sacerdote en persona de Cristo, coge el pan, lo bendice, Io parte y se lo da a sus discípulos, después toma la copa con el vino, la bendice y se la da a sus discípulos diciendo “Este es mi cuerpo y mi sangre que se ofrece por Ustedes, hagan esto en memoria mía” Como la Iglesia quiere ser obediente a Jesucristo nos invita a participar en la misa desde hace 2000 años. Gracias a Dios, al no poder ir al templo, estamos participando en ella por la televisión.

Que nuestro mejor ejemplo a seguir sea a la Virgen María, que engendró a su Hijo Jesús, le acompañó siempre, en las buenas y las malas y, junto a los discípulos reconoció a su Hijo resucitado “Al partir el pan”. Ella fue la primera cristiana porque fue la primera discípula de su Hijo y le reconoció como a su Salvador.

-Música-

Les invito a hacer un momento de silencio al terminar este breve encuentro y oremos por las necesidades de nuestro pueblo.

Después de cada petición oramos diciendo: Señor, escucha nuestras súplicas.

Señor, escucha nuestras súplicas

Por los enfermos contagiados con el virus que están ingresados en los hospitales y sufren separados de sus familias Señor, escucha nuestras súplicas. 

Por los que están en cuarentena en hospitales o en sus casas y que ven el futuro con incertidumbre. Señor, escucha nuestras súplicas. 

Por sus familiares que desearían estar cerca de ellos acompañándolos, pero que la misma enfermedad se lo impide. Señor, escucha nuestras súplicas.

Por los ancianos y aquellos que tienen alguna enfermedad de riesgo que son los mas frágiles ante el virus y viven con el temor del contagio. Señor, escucha nuestras súplicas. 

Por los trabajadores de la salud, médicos, enfermeras y enfermeros, los auxiliares de los centros de Salud, que se encuentran en peligro de ser contagiados, Señor, escucha nuestras súplicas.

Por todos los que tienen la misión de hacer cumplir las normas de protección y de aislamiento social. Señor, escucha nuestras súplicas. 

Para que Dios bendiga nuestra tierra con la lluvia. Señor, escucha nuestras súplicas.

Por todos los que nos reunimos en nuestras casas a orar para que el Señor fortalezca nuestra fe, nos de una fuerte esperanza y nos haga generosos con los que más necesitan. Señor por tu dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero. 

Por aquellos que más sufren de carencias económicas y otros males provocados por esta pandemia. Señor por tu dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

Todo esto te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, Amén.

Hermanos vamos a rezar vamos a rezar juntos el Padre Nuestro.

Hermanos, también quiero exhortarlos a que tratemos de ser responsables, cada uno de nosotros debe cuidar del otro, los padres de los hijos, los hijos de los padres, los jóvenes de los mayores, por lo tanto, tenemos que tratar de cumplir las normas que se nos piden, eso forma parte de la responsabilidad social. Por eso yo les invito a tomar conciencia de evitar toda aquella actitud que no sea necesaria, o que vaya en contra del bien de la comunidad. En este tiempo difícil, también nosotros tratemos de ayudarnos unos a otros, seamos responsables.

Les bendice en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Mons. Dionisio García lbáñez

Arzobispo de Santiago de Cuba

-Música-

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Eucaristía del III Domingo de Pascua

Eucaristía del III Domingo de Pascua

Eucaristía del III Domingo de Pascua
Desde la Basílica Menor Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre.

Transmisión de la Eucaristía del III Domingo de Pascua por el canal de YouTube de la Parroquia del Cobre, desde la Basílica Menor Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, presidida por Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba, y los presbíteros P. Rogelio Deán, Párroco de El Cobre y P. Eugenio Castellanos, Capellán del Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre.

Agradecemos a todos los que hacen posible esta transmisión, a los que ponen su trabajo y talento al servicio de la comunidad, y que permite a los católicos cubanos vivir esta celebración desde casa.

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Transcripción de la Homilía de Mons. Dionisio García Ibáñez, arzobispo de Santiago de Cuba

Transcripción de la Homilía de Mons. Dionisio García Ibáñez, arzobispo de Santiago de Cuba

Misa del II Domingo de Pascua, Domingo de la Misericordia
19 de abril de 2020

Hermanos y hermanas:

Celebrando este tiempo de Pascua, este segundo domingo de Pascua, seguimos escuchando las lecturas de la presencia de Cristo resucitado en medio de sus discípulos. ¿En qué momento pasó esto? Pasó el mismo día de la resurrección, muchos de los discípulos dudaban, todos estaban reunidos por miedo a los judíos, pero estaban en oración y en medio de ese momento es que Jesús se presenta ante ellos para levantarles el ánimo, para reforzar su fe.

El segundo encuentro es el domingo siguiente, el octavo día de la semana como se contaba el tiempo en aquel momento entre el pueblo judío, pero en este caso, entra un elemento nuevo, una persona nueva: Tomás, ¿Quién era Tomás? Tomas era uno de los discípulos, era muy directo, preguntaba mucho, quería indagar, y cuando le dijeron: el maestro ha resucitado, Tomás dijo no, yo tengo que meter el dedo en la llaga, tengo que meter mi mano en el costado abierto por la lanza, si no, no creo. De ahí que se quede el dicho que nosotros decimos: yo soy como Sto. Tomás, tengo que ver para creer.

Tomás en ese momento solamente veía con los ojos de los sentidos físicos. Pero cuando Tomás se encuentra con el Maestro y el Maestro lleno de cariño y amor le dice, mete tu mano, mete tu dedo aquí, fíjate que yo soy el Maestro, pero resucitado, yo he vencido el mal; ahí también a Tomás se le encendieron, se le abrieron los ojos de la fe, y por eso es capaz de decir la frase más hermosa que dicen los discípulos cuando ven a Cristo Resucitado: Señor mío y Dios mío. Es decir, lo conocen como el Maestro, como el Señor, como Dios mismo en medio de ellos que vino a salvarlos.

Fíjense bien que en estos dos momentos en que Cristo se presenta ante sus discípulos, el motivo fundamental es reforzar su fe. Que tuvieran confianza, que tuvieran valor. Estos discípulos ¿eran diferentes a nosotros? No. igual que tú, igual que yo, ¿Había diferencia entre hombres y mujeres? No. El mensaje es para los hombres y el mensaje es para las mujeres, es para los mayores y es para los pequeños, el mensaje es para todos.

Eran pecadores, tenían miedo, dudaban, estaban encerrados, eran hombres frágiles, traicionaban. Pedro negó al Maestro, los demás se ocultaron; señores, como nosotros que tenemos miedo, que ante las injusticias nos achicamos, que nos sentimos débiles, así eran los discípulos del Señor.

Pero el Señor vino a darles fuerza, vino a reforzar su fe. Esa fe que me da la seguridad en la vida y que me hace precisamente encaminar mi camino a donde el Señor lo pide, que es hacer el bien entre los hermanos aspirando no solamente a esta vida pasajera en el tiempo y en las circunstancias, sino también para la vida eterna. ¡Ah!… esa fe fue la que hizo que los discípulos se lanzaran a predicar como el Señor les dijo, les doy mi Espíritu, vayan y transmitan esto.

Y hoy nosotros estamos aquí, porque aquellos discípulos llenos de fe, creyeron en Jesús y transmitieron lo que habían visto y oído, habían tocado con sus manos y habían creído por la fe.

Hermanos, nosotros tenemos suerte, ¿Quiénes? Los que creemos sin ver, por eso es que el Señor dice: Ustedes han visto y creído, dichosos aquellos que crean sin ver. Y ninguno de nosotros ha visto a Dios. Ninguno de nosotros ha tenido su presencia, lo ha tocado con sus manos, nosotros tampoco.

Nosotros creemos en la fe de aquellos apóstoles, que dijeron hemos visto al Señor, el Señor ha transformado mi vida, el Espíritu está en la comunidad y está en nosotros. Vivamos siempre con esta fe. Y precisamente como nosotros creemos en la fe de los apóstoles, vamos todos ahora a proclamar el Credo.

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Alocución radial II Domingo de Pascua 19 de abril de 2020

Alocución radial II Domingo de Pascua 19 de abril de 2020

Transmitido por CMKC Emisora Provincial de Santiago de Cuba

Escuchar aquí:

“Como el Padre me ha enviado, así también les envío yo.  Reciban el Espíritu Santo”

Queridos hermanos y hermanas:

El mensaje de hoy está dividido en tres partes 1.-Primero comentaremos el evangelio que se lee hoy en las iglesias del mundo entero, que relata los primeros   encuentros   de   Jesús   Resucitado   con   los   apóstoles   y   discípulos. Buscaremos la enseñanza que nos deja y los compromisos que nos pide a cada uno.  Acordémonos que leemos la Biblia no solo para aprender si no también, para aplicar lo leído en nuestras vidas.  2.-  Leeré el mensaje que los obispos de Cuba hemos dirigido a nuestro pueblo con motivo de este momento difícil que estamos pasando. 3.- Elevaremos a Dios nuestras súplicas y oraciones.

Evangelio: Juan.  20, 19-31.

De la lectura del Evangelio podemos resaltar lo siguiente:

1.-Los discípulos de Jesús tenían miedo a los judíos, estaban confusos, dudaban, no sabían que hacer, María Magdalena, Pedro y Juan afirmaban que Jesús estaba vivo, que había resucitado., había vencido a la muerte, y esto les traía aún más incertidumbre.  Sin embargo, estaban reunidos comunitariamente en oración. Su única esperanza era Dios. Así nosotros estamos y nos sentimos muchas veces.  Debemos luchar, pero nunca olvidarnos de poner toda nuestra confianza en las manos de Dios, en la gracia que viene de él.  Él sabrá lo que más nos conviene.   Él sabrá mostrarnos, aun en el mal que sufrimos, algún bien.

2.- Jesús se presenta como el vencedor.  En los dos encuentros Él quiere darles seguridad y confianza a los discípulos y con mucha firmeza les dice que está vivo, que ha resucitado. El mal no tiene poder sobre Él. Tampoco sobre ellos, pues ÉI les ha entregado el Espíritu Santo que les confirma en la fe y les ayuda a reconocer que muchas veces nos apartamos de Dios y de sus mandamientos. Por eso con valentía debería preguntarme: ¿Hago el esfuerzo, en silencio, al final del día, haciendo un examen de conciencia, preguntarme sobre el bien que he hecho, el bien que he dejado de hacer o el mal que desgraciadamente hice a los demás?

3.-Cada persona es diferente.  De la misma manera cada uno de nosotros se encuentra y acerca a Dios, a Jesucristo de manera diferente.  Unos desde pequeños, otros de jóvenes, de   mayores o de ancianos.   Lo   importante es buscarle. Fijémonos en Tomás, Él dudaba, pero buscaba y encontró a Jesús que le mostró las heridas y llagas de su Pasión recibidas por su amor a nosotros, y… Tomás creyó y después hasta entregó su vida por anunciar a Jesucristo.  Te repito hermano.   No te desanimes tú también tienes tu camino para encontrarte con Jesucristo.  Pero recuerda que, como Tomás, debes buscarlo, seguro que EI saldrá a tu encuentro.

4.-Jesús dijo:  “Dichosos los que crean sin ver”, ahí se está dirigiendo a todos nosotros que creemos en Jesús sin haberlo visto.  Ninguno de nosotros ha visto a Jesús vivo y resucitado como lo vieron los apóstoles, sin embargo, creemos en Él, pues los apóstoles nos transmitieron su fe. Alegrémonos. Somos dichosos, bienaventurados, el Señor Jesús nos espera en su Reino.  Ésa, es la respuesta de Jesús   a   los anhelos más   profundos de   hombres y mujeres, encontrar la felicidad.

(Música)

Mensaje de Pascua de Resurrección de los Obispos Católicos Cubanos

“Hemos visto al Señor” Juan 20,25

Fue esta la exclamación gozosa y esperanzadora de los discípulos al encontrarse con Jesús que, habiendo muerto en la cruz, había resucitado y se presentaba a ellos para aliviar su tristeza e infundirles confianza ante el futuro.

Los Obispos de Cuba hacemos nuestra esta proclamación que se fundamenta y brota de la fe que nos anima y sostiene, como ha ocurrido desde hace más de dos mil años en el pueblo cristiano y en aquellos que se han acercado con respeto y admiración a Jesucristo.

En este tiempo de pandemia a causa de la Covid-19 pudiéramos sentir que la preocupación, el temor y la tristeza no nos van a abandonar. Sin embargo, no es así, por la Resurrección de Cristo se nos ha abierto un nuevo horizonte, pues la vida ha triunfado sobre la muerte, el amor sobre el mal, la gracia sobre el pecado. La presencia del Resucitado ha venido a acompañar e iluminar toda soledad humana, y también a disipar todo temor.

La experiencia de la vida nos enseña que las llagas de Cristo siguen abiertas hasta el fin del mundo en los enfermos, en los pobres y en las personas que viven en soledad, en los que son víctimas de las injusticias sociales y las exclusiones. Hoy queremos acercarnos con respeto y amor cristiano, con el silencio solidario que sabe acompañar, a todos aquellos que están contagiados por el virus que tanto pesar está causando en nuestro pueblo y en toda la humanidad.

Igualmente deseamos llegar con nuestra oración al corazón de Dios misericordioso e implorar su benevolencia por el mundo del dolor que hoy no conoce fronteras. También queremos expresar un especial reconocimiento y gratitud hacia los médicos investigadores, médicos asistenciales, licenciados en enfermería, técnicos y todo el personal de salud que con dedicación y con riesgo de su propia vida están cerca de los enfermos asistiéndolos y haciendo todo lo posible por curarlos.

Pedimos al buen Dios que ilumine las mentes de las autoridades que han de tomar decisiones que inciden en la vida individual, familiar y social de todos los cubanos para que acertadamente nos ayuden a salir adelante en estos momentos difíciles y, para que, más pronto que tarde, nos permita retomar el desarrollo de una vida normal y serena, motivados para construir entre todos una sociedad más humana, justa y fraterna.

Que este tiempo, en el que la pandemia nos fuerza a estar en nuestras casas, sea oportuno para compartir en familia los recuerdos de los mayores, las ilusiones de los jóvenes y las alegrías de los niños, fortaleciendo así los vínculos de convivencia capaces de generar verdaderos hogares. Sea, además, ocasión propicia para que las familias cristianas se conviertan en verdaderas iglesias domésticas en las que se ore, se medite la Palabra de Dios y se esté atento a cómo ayudar a parientes y vecinos que puedan estar necesitados de nuestra atención y apoyo material y espiritual.

Dios es un Dios de vivos no de muertos. “La gloria de Dios es que el hombre viva”, enseñaba San Ireneo en el siglo II. Podemos afirmar que Dios está junto a nosotros cuando buscamos soluciones a la pandemia que nos azota y sigue amenazando. Él nos da fuerzas para que podamos cuidar la salud de los enfermos y socorrer a los necesitados, consolar a las familias y orar por vivos y difuntos.

Queridos hermanos y amigos:

En Jesucristo resucitado está la perenne compañía del Amigo y del Maestro. Él resucitó no para volver a vivir como antes, sino para hacer posible la presencia de su Amor victorioso para los hombres y mujeres de todos los tiempos. Él ha inaugurado una nueva y mejor dimensión de la vida humana centrada en la fe, la esperanza y el amor. Es lo que deseamos y pedimos por medio de la Madre de todos, la Virgen de la Caridad, para nuestros hermanos cubanos.

Con la cercanía de nuestro personal afecto y paternal bendición.

LOS OBISPOS CATÓLICOS DE CUBA

La Habana, 15 de abril de 2020

Miércoles de la Octava de Pascua

(Música)

Les invito a hacer un momento de silencio y a ponernos en oración.  Quiero invitarles a terminar este breve encuentro orando por todos los que sufren.

Después de cada petición oramos diciendo: Señor, por tu dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

Por los enfermos contagiados con el virus que están ingresados en los hospitales y sufren separados de sus familias. Señor, por tu dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

Por los que están en cuarentena en hospitales o en sus casas y que ven el futuro con incertidumbre. Señor, por tu dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

Por sus familiares que desearían estar cerca de ellos acompañándolos, pero que la misma enfermedad se lo impide. Señor, por tu dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

Por los ancianos y aquellos que tienen alguna enfermedad de riesgo que son los más frágiles ante el virus y viven con el temor del contagio. Señor, por tu dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

Por los trabajadores de la salud, médicos, enfermeras y enfermeros, los trabajadores   de   los   centros   de   Salud   que   se   enfrentan   al   peligro   de   ser contagiados. Señor, por tu dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

Por todos   los   que   tienen   la   misión   de   hacer cumplir   las   normas   de protección   y de   aislamiento social. Señor, por tu dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

Por todos los que nos reunimos en nuestras casas a orar para que el Señor fortalezca nuestra fe, nos dé una fuerte esperanza y nos haga generosos con los que más necesitan. Señor, por tu dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

Por aquellos que más sufren de carencias económicas y otros males provocados   por   esta   pandemia. Señor, por tu dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

Todo esto te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Hermanos vamos a terminar, vamos a despedirnos unidos todos a nuestra Madre la Virgen de la Caridad, por eso les invito a rezar el Avemaría.

Dios te salve María

llena eres de gracia, el Señor es contigo

bendita tú eres entre todas las mujeres

y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios

ruega por nosotros pecadores

ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén

Nuestra Señora de la Caridad / Ruega por Nosotros

Nuestra Señora de la Caridad / Ruega por Nosotros

Nuestra Señora de la Caridad / Ruega por Nosotros

 

Les bendice a ustedes, a sus familias, a todos los trabajadores de esta Emisora, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

+Mons.  Dionisio García Ibáñez

Arzobispo de Santiago de Cuba

(Música)

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Misa del II Domingo de Pascua

Misa del II Domingo de Pascua

Domingo de la Misericordia desde la Basílica Menor Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre.

Transmisión de la Eucaristía del Domingo de la Misericordia por el canal de YouTube de la Parroquia del Cobre la Santa Misa, desde la Basílica Menor Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, presidida por Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba, lectura P. Rogelio Deán, Párroco de El Cobre.

Agradecemos a todos los que hacen posible esta transmisión, a los que ponen su trabajo y talento al servicio de toda la comunidad, que permite a los católicos cubanos vivir esta celebración desde casa.

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MENSAJE DE PASCUA DE RESURRECCIÓN “Hemos visto al Señor” Juan 20,25

MENSAJE DE PASCUA DE RESURRECCIÓN “Hemos visto al Señor” Juan 20,25

Conferencia de Obispos

MENSAJE DE PASCUA DE RESURRECCIÓN “Hemos visto al Señor” Juan 20,25

por Los Obispos Católicos de Cuba

Fue esta la exclamación gozosa y esperanzadora de los discípulos al encontrarse con Jesús que, habiendo muerto en la cruz, había resucitado y se presentaba a ellos para aliviar su tristeza e infundirles confianza ante el futuro.

Los Obispos de Cuba hacemos nuestra esta proclamación que se fundamenta y brota de la fe que nos anima y sostiene, como ha ocurrido desde hace más de dos mil años en el pueblo cristiano y en aquellos que se han acercado con respeto y admiración a Jesucristo.

En este tiempo de pandemia a causa de la Covid-19 pudiéramos sentir que la preocupación, el temor y la tristeza no nos van a abandonar. Sin embargo, no es así, por la Resurrección de Cristo se nos ha abierto un nuevo horizonte, pues la vida ha triunfado sobre la muerte, el amor sobre el mal, la gracia sobre el pecado. La presencia del Resucitado ha venido a acompañar e iluminar toda soledad humana, y también a disipar todo temor.

La experiencia de la vida nos enseña que las llagas de Cristo siguen abiertas hasta el fin del mundo en los enfermos, en los pobres y en las personas que viven en soledad, en los que son víctimas de las injusticias sociales y las exclusiones. Hoy queremos acercarnos con respeto y amor cristiano, con el silencio solidario que sabe acompañar, a todos aquellos que están contagiados por el virus que tanto pesar está causando en nuestro pueblo y en toda la humanidad.

Igualmente deseamos llegar con nuestra oración al corazón de Dios misericordioso e implorar su benevolencia por el mundo del dolor que hoy no conoce fronteras. También queremos expresar un especial reconocimiento y gratitud hacia los médicos investigadores, médicos asistenciales, licenciados en enfermería, técnicos y todo el personal de salud que con dedicación y con riesgo de su propia vida están cerca de los enfermos asistiéndolos y haciendo todo lo posible por curarlos.

Pedimos al buen Dios que ilumine las mentes de las autoridades que han de tomar decisiones que inciden en la vida individual, familiar y social de todos los cubanos para que acertadamente nos ayuden a salir adelante en estos momentos difíciles y, para que, más pronto que tarde, nos permita retomar el desarrollo de una vida normal y serena, motivados para construir entre todos una sociedad más humana, justa y fraterna.

Que este tiempo, en el que la pandemia nos fuerza a estar en nuestras casas, sea oportuno para compartir en familia los recuerdos de los mayores, las ilusiones de los jóvenes y las alegrías de los niños, fortaleciendo así los vínculos de convivencia capaces de generar verdaderos hogares. Sea, además, ocasión propicia para que las familias cristianas se conviertan en verdaderas iglesias domésticas en las que se ore, se medite la Palabra de Dios y se esté atento a cómo ayudar a parientes y vecinos que puedan estar necesitados de nuestra atención y apoyo material y espiritual.

Dios es un Dios de vivos no de muertos. “La gloria de Dios es que el hombre viva”, enseñaba San Ireneo en el siglo II. Podemos afirmar que Dios está junto a nosotros cuando buscamos soluciones a la pandemia que nos azota y sigue amenazando. Él nos da fuerzas para que podamos cuidar la salud de los enfermos y socorrer a los necesitados, consolar a las familias y orar por vivos y difuntos.

Queridos hermanos y amigos:

En Jesucristo resucitado está la perenne compañía del Amigo y del Maestro. Él resucitó no para volver a vivir como antes, sino para hacer posible la presencia de su Amor victorioso para los hombres y mujeres de todos los tiempos. Él ha inaugurado una nueva y mejor dimensión de la vida humana centrada en la fe, la esperanza y el amor. Es lo que deseamos y pedimos por medio de la Madre de todos, la Virgen de la Caridad, para nuestros hermanos cubanos.

Con la cercanía de nuestro personal afecto y paternal bendición.

LOS OBISPOS CATÓLICOS DE CUBA

La Habana, 15 de abril de 2020.

Miércoles de la Octava de Pascua

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HOMILÍA DE MONS. DIONISIO GARCÍA IBAÑEZ MISA DE DOMINGO DE RESURRECIÓN

HOMILÍA DE MONS. DIONISIO GARCÍA IBAÑEZ MISA DE DOMINGO DE RESURRECIÓN

TRANSCRIPCIÓN DE HOMILÍA DE MONS. DIONISIO GARCÍA IBAÑEZ  ARZOBISPO DE SANTIAGO DE CUBA MISA DE DOMINGO DE RESURRECIÓN BASÍLICA SANTUARIO DE NUESTRA SEÑORA DE LA CARIDAD DEL COBRE 12 de abril de 2020 

Hermanos, hemos llegado al final de la Semana Santa, con el domingo de Resurrección.  Es una semana de dolor. Una semana en que parece que el mal ha vencido, la muerte.  Parecía que todo había terminado, Jesús había sido muerto en la cruz y estaba sepultado.  Los guardias cuidaban la piedra que tapaba la sepultura. Pero lo que para los hombres es como un final, para Dios es como un principio, es un principio.  Porque con la resurrección de Cristo comienza la nueva vida, los nuevos tiempos. 

¡Este es el día en que actuó el Señor!, en que Cristo ha resucitado, porque ha vencido al pecado y a la muerte. Por eso es que llamamos así: Cristo vencedor del pecado y de la muerte. En estos días, en la trasmisión de la misa anterior, del domingo de Ramos, veíamos a Cristo, era Cristo sufriente, el que se entregaba por nosotros, voluntariamente, para el perdón de nuestros pecados. 

Hoy hay otro signo aquí en nuestro templo. Está el signo del Cirio pascual que significa la luz de Cristo que ilumina nuestras vidas.  Lo que estaba oscuro, lo que el pecado ocultaba, lo que los hombres muchas veces le poníamos trabas a la acción de Dios, eso ha sido despejado, ha sido iluminado para que, con la fe, nosotros entendamos de que Dios no nos abandona, sino que nos llama a la salvación.  Cuando nosotros entramos en un cuarto oscuro, no notamos que hay objetos en el cuarto.  Cuando la luz se enciende, notamos que hay sillas, mesas, floreros, balances… Muchas veces nuestra vida es como un cuarto oscuro, que vemos las cosas, tal vez, pero no nos damos cuenta que esas cosas tienen un sentido.  La luz de los ojos, la vista, nos descubre las cosas terrenas, lo que vemos, lo físico, la fe nos descubre las cosas del espíritu, lo que Dios nos quiere decir. 

Por eso hermanos, en estos momentos duros en que nosotros estamos pasando como pueblo por esta epidemia, pero también en los momentos duros de la vida de cada uno de nosotros, que como dijimos los otros días, cada uno carga su cruz, también el Señor por la fe, ilumina esos momentos difíciles, esos momentos que no encontramos sentido, y el Señor nos dice: Cristo ha resucitado.  Él es el Salvador, la vida tuya tiene sentido: La vida de un niño y la vida de un anciano, la vida de un pobre y la del que tiene mucho poder. Ante Dios todos somos iguales, los hombres somos los que hacemos las diferencias, y cada vida tiene valor para Dios.  Por eso los hombres luchamos mucho por superar la muerte, nos ocupamos de las enfermedades, estamos luchando contra la epidemia. Los hombres, también nosotros, luchamos para que haya justicia, para que todos seamos hermanos. Ésa es la historia, ésa es la historia del hombre, pero nos damos cuenta de que el pecado está en el medio y nos damos cuenta de que muchas veces nosotros mismos no hacemos lo que debemos hacer. Somos hermanos y también nosotros metemos el mal en el mundo.  No solamente el mal de la epidemia, es el mal nuestro que muchas veces metemos dentro del mundo. 

Siempre luchamos por la justicia y el bien, siempre luchamos para retardar la muerte, para superar las enfermedades, pero la historia nos dice que ese final feliz, ese paraíso en la tierra no lo hemos logrado, no se logrará mientras el hombre no cambie, mientras el hombre no se dé cuenta que tiene al lado suyo a un hermano.

Aferrémonos a Cristo resucitado, que él nos dice que Él es el camino, la verdad y la vida, que en Él sabemos que algún día estaremos junto a Dios, ¿Por qué? Porque Dios es nuestro creador, y es el Señor de la vida.  Él no quiere la muerte, por eso nos invita a resucitar junto con él. 

María Magdalena, Juan y Pedro, vieron y creyeron y lo trasmitieron.  Nosotros lo trasmitimos, para que nosotros le encontremos sentido a la existencia, no es vivir por vivir, es vivir sabiendo que cada vida humana tiene un sentido y que cada vida humana hay que ponerla en las manos de Dios.  En estos días de soledad en nuestros hogares, cojamos la Biblia, leámosla, trasmitamos nuestra fe, aquellos que somos cristianos, aquellos que creemos en Cristo y que tenemos esperanza y todos, todos, cristianos y no cristianos, ayudemos y pongamos nuestras manos, pero también hermanos, es obligación nuestra el buscarle sentido a las cosas, el buscarle sentido a la vida, el buscarle sentido a la muerte, el preguntarnos ¿para qué hemos venido al mundo?

En la fe, aquella luz que nos da la fe, nosotros sabemos que Cristo ha resucitado, que es la luz del mundo, y que Él nos llama a vivir la vida eterna.

Soportemos estos momentos duros con la esperanza de saber que el Señor está de nuestro lado, que el Señor nos da fuerza, que el Señor nos invita a transitar por este mundo, pensando en la vida eterna.

¡Que Dios nos ayude a todos a vivir así!

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Alocución radial de Monseñor Dionisio Guillermo García Ibáñez Viernes Santo, 10 de abril de 2020

Alocución radial Semana  Santa 2020

Viernes Santo

Transmitido por la CMCK, estación provincial de radio de Santiago de Cuba, viernes 10 de abril de 2020, 10 am 

Escuchar aquí:

¡Te alabamos  Cristo y te bendecimos, que por tu Santa  Cruz redimiste al mundo!

Queridos hermanos y  hermanas.

Gracias a Dios y a la buena voluntad de muchas personas, puedo hoy volver a entrar en sus casas y tener unos momentos de oración y reflexión con Ustedes y sus familias, por medio de la Radio Provincial CMKC. Dios bendiga a todos los radioyentes, a los trabajadores de esta emisora, a sus familias, amigos y a todo el pueblo de la provincia de Santiago de Cuba.

Ayer, Jueves Santo,  recordamos  y celebramos la “Última  Cena  de Jesús”. Escuchamos  que  en ella Jesús nos dejó el principal mandamiento que debemos  vivir: “Ámense unos a otros como yo les he amado”. También escuchamos el relato de cómo, Jesús quiso quedarse  con nosotros en la Comunión  que recibimos en la Santa Misa. En cada misa se hace presente el sacrificio de Cristo, que se ofrece a Dios Padre por nosotros en la Cruz.

Hoy  es Viernes Santo  donde  recordamos  la pasión de Jesús. Pero dejemos que   el apóstol Juan sea el que nos narre la Pasión y muerte de Jesús en la cruz. Escuchemos con atención y unción los capítulos 18, versículo 1hasta el capítulo 19 versículo 42 de su evangelio.

(Lectura del Evangelio según  San Juan, capítulos 18,1-19,42)

Qué terrible es ver la capacidad que tenemos los hombres de causar tantos sufrimientos a otras personas, de urdir intrigas para destruir a los otros, de aplastar al que sea para salirnos con la nuestra, para eliminar al que nos puede crear problemas,  para hacer que prevalezca mi idea.

Repasemos lo oído para que se nos grabe en la memoria y tengamos siempre en cuenta lo que Jesús sufrió por nuestra salvación, para que fueran perdonados nuestros pecados. Él se ofreció como manso cordero llevado al matadero. Y lo hizo por mí, por ti y por cada uno de nosotros.

Jesús fue víctima de la maldad de los hombres, sufrió la traición de Judas, fue apresado como un bandido, le hicieron un juicio injusto por el odio, la intolerancia y por una justicia corrupta, le coronaron de espinas, laceraron su cuerpo a latigazos, su subida al calvario cargando la cruz, los gritos de odio diciéndole ¡crucifícale! ¡crucifícale!, le clavaron sus manos al madero   de la cruz, el miedo y el abandono de sus discípulos, la lanza penetrando su costado. Al final, el momento duro de la muerte, el dolor inevitable de la madre, la soledad del sepulcro, la tristeza, la impotencia y la incertidumbre de sus discípulos. La burla, la satisfacción y la indiferencia de muchos.

Hermanos y hermanas.  Así fue la Pasión y muerte de Jesús. En otro evangelio se narra que mientras Jesús cargaba su pesada cruz, un grupo de mujeres se acercó   a él para consolarle y manifestarle su cercanía. Cuando Jesús las vio, su corazón se llenó de pena y les dijo: ¡lloren más bien por Ustedes, si esto me lo han hecho a mí, cuanto más le podrán hacer a Ustedes y a sus hijos!

La Pasión y Muerte de Jesús es un reflejo, un ejemplo, una imagen de tantos hombres y mujeres que cargan con sus cruces, muchas veces muy pesadas. Un ejemplo de esto pueden ser tantos  hombres y mujeres que en estos  momentos están  cargando con la cruz de estar enfermos del virus, o separados de sus familias y hogar, o los muchos que se sienten vulnerables ante la epidemia y viven con angustia. De otros que ven su futuro y el de sus familias con incertidumbres. Es una imagen de cada uno de nosotros que también tenemos  que cargar estas y otras cruces.

Ante la cruz de Cristo, sufrida voluntariamente por nosotros, y ante las cruces  que cargan  los  demás, ¿Qué  debemos hacer  nosotros? ¿Cuál es nuestro comportamiento   ante el  dolor ajeno?: Tal vez, nosotros mismos hemos   sido causa   de las  cruces que   cargan  otras  personas,  aún, desgraciadamente  en el mismo seno de nuestra propia familia.

Las otras preguntas que debemos  hacernos tú y yo, hombre  o mujer, joven, adulto o mayor, son: ¿Qué debemos  hacer para agradecer  a Jesús su  entrega por nosotros?    ¿Qué debemos  hacer para  ayudar  a otras personas  a cargar  sus  cruces que muchas   veces  son  muy pesadas? ¿Qué    podemos   hacer para tratar de no hacerles daño a los   demás, evitando así añadirle peso a su cruz?

Pues podemos hacer lo siguiente,

  • Seguir a Jesús y reconocerle cómo a tu único Señor.
  • Leer, escuchar y meditar la Palabra de Dios, tratando de ponerla en práctica.
  • Arrepentirte del mal que has hecho y de las cruces que le has puesto a los demás
  • Ayudar a los demás a soportar y a aliviar el peso de su cruz…
  • Cumplir el mandamiento de Jesús: Ama a Dios por sobre todas las cosas y trata a los demás como quieres que te traten a ti.
  • Procurar hacer siempre el bien, y evitar el mal.

Si sigues ese camino tendrás una Fe firme, una alegre Esperanza y una generosa Caridad.

Recuerda cómo  terminó el relato de la Pasión. Creían que se habían salido con la suya. Los que planearon y provocaron su muerte estaban satisfechos, habían condenado  y eliminado al Justo, pero se equivocaron porque Jesús resucitó de entre los muertos para enseñarnos el camino que conduce a la Vida Eterna. Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Él ha vencido al mal y a la muerte.

(Música)

Les invito a hacer un momento de silencio, igual que hicimos ayer en la celebración de Jueves Santo, y vamos a ponernos en oración.

Oremos hermanos con esta oración. Después de cada petición digamos todos: Dales fe  y fortaleza, Señor.

– A los enfermos contagiados con, e1 virus que están ingresados en los hospitales y sufren separados de sus familias la enfermedad.   Dales fe y fortaleza Señor.

– Por los ancianos y aquellos que tienen alguna enfermedad de riesgo que son los frágiles ante el virus y viven con el temor del contagio. Dales fe y fortaleza, Señor.

– Por los trabajadores de la salud, médicos, enfermeras y enfermeros, los trabajadores de los centros de Salud que se arriesgan a ser contagiados con peligro de sus vidas. Dales fe y fortaleza, Señor.

– Por todos los que tienen que lo misión de hacer cumplir las normas de protección y de aislamiento social. Dales fe y fortaleza, Señor.

– Por aquellos que más sufren de carencias económicas y otros males provocados por esta pandemia.  Ten misericordia de nosotros Señor.

Todo esto te lo pedimos por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, Amén.

Hermanos nuestros templos están vacíos, es difícil participar en las celebraciones, y desaconsejable, tenemos que cuidarnos. En estos días oren mucho, lean la Biblia, y les invito a sintonizar la televisión educativa, el Domingo de Resurrección a las 7.30 de la mañana, alabaremos al Señor diciendo todos con alegría, ¡Aleluya!¡Aleluya! Cristo ha resucitado.

Hermanos, les invito a terminar rezando el Padre Nuestro, a nuestro Padre común, que su voluntad se haga presente en medio de nosotros. Que nosotros también seamos capaces de perdonar como Él nos perdona, como Él nos salva, en la Cruz en un día como hoy.

(Padre Nuestro…)

Les bendice: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Que esta bendición a todos ustedes, a sus hogares, a nuestras casas, a toda nuestra Provincia.

+ Mons. Dionisio García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba, Viernes Santo del Año 2020

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