Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez Arzobispo de Santiago de Cuba

Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez Arzobispo de Santiago de Cuba

Eucaristía XX Domingo del Tiempo Ordinario
Fiesta de la Asunción de la Virgen María
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
15 de agosto de 2021

“Proclama mi alma la grandeza del Señor”.  Lucas 1, 46

Hermanos,

Hoy 15 de agosto es una Fiesta grande, que toda la cristiandad la celebra, los católicos, los ortodoxos. El Espíritu Santo ha iluminado a la iglesia precisamente para descubrir las maravillas que Dios hizo en la que sería la Madre de su Hijo Jesús, que la colmó de tantos dones que hizo posible, entre uno de esos dones, el de la Asunción esta fiesta que estamos celebrando.

La Virgen de la Caridad del Cobre, le llamamos del Cobre porque aquí está su Santuario y lleva 400 y más años aquí; además el nombre de la Caridad que es el amor, es la Madre del amor. Por lo tanto, es una cualidad y es un sitio. Así la Virgen de Lourdes en Lourdes; la de Guadalupe, ese título que recibió de Patrona de México y Patrona de América… Cada lugar le va dando un título a la Virgen que no es más que reconocer su grandeza.

¿Dónde reside la grandeza de la Virgen? En hacer la voluntad de Dios su Padre. Esa es la grandeza de la Virgen. Bonita, fea, alta, baja, joven, vieja, inteligente, no inteligente… su grandeza es hacer la voluntad de Dios, por eso es que todos nosotros somos grandes en la medida que hagamos la voluntad de Dios. Recordemos el pasaje de la Biblia que dice, bienaventurados aquellos que hacen la voluntad de mi padre, ésos son mi padre, mis hermanos, mi madre; Jesús precisamente estaba diciendo que somos grandes y bienaventurados en la medida que somos como María, la primera cristiana que supo dar ejemplo.

¿Qué significa el dogma de la Asunción de la Virgen? Si la caridad es el amor, Dios es amor, ella es la Madre del Amor; pues la Asunción de la Virgen es que nosotros creemos que precisamente por esos dones con los que Dios rodeó a la Virgen. y además que ella libremente aceptó recibir esos dones y hacer la voluntad de Dios, el Señor la preservó de la corrupción, y el Señor ya asumió a su Madre en el cielo en cuerpo y alma. Es decir, el final de los tiempos, ya se realizó en María. Nosotros esperamos, al final de los tiempos, algún día estar resucitados como Cristo resucitó, según el cuerpo de Cristo nosotros esperamos estar en la Gloria junto a Él. María ya se adelantó, Dios quiso tenerla junto a Él. Eso es lo que significa la Asunción de la Virgen. Dios la llevó, la elevó, la asumió para que esté junto a Él en la Gloria definitivamente. ¿Nosotros qué hacemos? Esperamos ese momento también, esperamos después de nuestra muerte, esperamos el final de los tiempos para estar en cuerpo y alma junto al Señor. Eso es lo que nos dice la fe la Iglesia.

¿Por qué sabemos esto? Sabemos esto, precisamente, por aquella promesa que el Señor le hizo a su iglesia, yo estaré con ustedes hasta el fin de los tiempos, siempre; yo los acompañaré, para que sepan escudriñar la palabra de Dios y sacarle el mayor provecho a esa Palabra de Dios. ¿Cómo nosotros hemos descubierto, o sabemos, o el Espíritu Santo nos ha iluminado con esta verdad? Lo sabemos porque Cristo es el único revelador del Padre.

¿Cómo conocemos la verdad? Él es la verdad, es Él el que se revela. ¿Cómo Cristo se reveló? En su vida entre nosotros, los profetas lo anunciaron y Él se reveló plenamente, y nos comunicó todo lo que Dios quería comunicarle a los hombres, a toda la humanidad, al género humano. ¿Cómo es que conocemos entonces? De dos maneras, la Revelación, la Palabra de Dios que leemos dominicalmente y que cado uno lee en su hogar, y ojalá siempre tengamos esa costumbre y por la tradición de la Iglesia. Porque la verdad revelada, el conocer a Cristo, Dios le dejó esa gracia a la Iglesia universal; empezando por los Apóstoles, que fueron aquellos que conocieron directamente al Señor y que fueron transmitiendo, y fueron comunicando.

La iglesia recibió esa experiencia, ese conocimiento de los Apóstoles y con el Espíritu Santo, la Iglesia fue viviendo y orando esa fe. Hay un solo Dios que tiene tres personas, Jesucristo es mi Salvador, muere en la cruz por nosotros, María es la Madre de Jesús, María concibió al Señor Virgen, el Señor muere en la cruz para salvarnos, Él es el perfecto reconciliador. Esas cosas, ¿cómo las conocemos? Lo dice la Palabra de Dios, pero también se viven y se oran en la Iglesia, y por eso es que la Iglesia tiene esa gracia del Señor, ese poder del Señor para también sacarle, escudriñar las Escrituras para nuestro beneficio. ¿Y qué mayor beneficio para nosotros saber que ya la Virgen se nos ha adelantado? Ya la Virgen está en cuerpo y alma en el cielo, y que el camino es hacer la voluntad de Dios, ser humilde como fue ella. Ése es el camino.

Hay veces que nosotros damos nombre, y hablamos de dogmas, y este es el dogma de la Asunción de la Virgen que fue proclamado por Pio XII en el año 1950. Fíjense bien casi veinte siglos después de la venida del Mesías. Pero, ¿cómo lo sabemos? La Iglesia lo iba viviendo, no estaba escrito pero la iglesia lo oraba y lo creía, y lo celebraba. Ahí también Dios se revela, en la vida de la Iglesia; vida de la Iglesia que se va realizando, que se va concretando en la unidad de la iglesia, se va concretando en los pastores, se va concretando en el pueblo fiel que, al creerlo, celebrarlo y orarlo, ya está dando su consentimiento, expresando su fe. Y llega en que el Magisterio de la Iglesia, dice, es una verdad revelada, el Señor Jesús, Dios Padre, asumió a la Virgen y la llevó a los cielos. Y eso lo hace, como dije ahorita, para bien nuestro, para que nosotros pensemos que ella inició ese camino. ¿Quién inició ese camino verdaderamente? Jesús, porque Él fue el resucitado. María fue la primera entre los hombres, entre los humanos, hombres y mujeres de este tiempo, de este mundo, de todas las épocas y culturas, ella inició y nosotros podemos seguirle a ella.

Fíjense bien hermanos, aunque estamos hablando de la Virgen, todas las lecturas, todas, se refieren a Jesucristo. Todo lo que la Virgen recibe, no es porque ella es poderosa, no; ella puede ser poderosa en cuanto está cercana a su Hijo, pero el poder lo tiene su Hijo. En la primera lectura del libro del Apocalipsis, nosotros vemos todo este pasaje de esa mujer vestida del sol, que la tradición de la Iglesia siempre, con el tiempo, con los años, fue descubriendo ahí a la Virgen, porque engendra al Hijo. Ese Hijo que fue arrebatado, que subió a los cielos. ¿Cómo termina ese pasaje? Se oyó una gran voz del cielo que decía, ya llega la victoria, el poder, y el reino de nuestro Dios y el mando de su Mesías. Fíjense bien, se refiere al poder de Dios, a la Gloria de Jesucristo. A Él todo el poder, el honor y la gloria.

Vamos a pasar. Vamos a la segunda lectura. La segunda lectura es completamente dirigida a Cristo. Cristo ha resucitado, es la primicia de todos los que han muerto; porque si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Es Cristo el que nos alcanza la salvación. Estamos celebrando la fiesta de la Virgen, pero estamos leyendo estas lecturas que nos hablan del poder de Cristo, el Señor.

Si vamos al Evangelio, en él es la misma Virgen María quien dice proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava, desde ahora me felicitarán todas las naciones. ¿Por qué? ¿Por ella, porque es una diosa? No, porque su Hijo, y Dios Padre y la Trinidad Santísima la quiso elevar, al quiso consagrar: y ella, lo repito porque esto es importante, libremente aceptó hacer la voluntad de Dios. Fíjense bien esa es nuestra conducta, libremente aceptar a Dios; y quiera el Señor, y sabemos que caemos porque ese es el pecado y todos somos pecadores, que hay veces que libremente nos apartamos de Dios.

Hermanos recuperemos el camino. Vamos a dejarnos llevar por estas escrituras, vamos a dejarnos llevar por los que nos enseña la fe de la Iglesia, ella ya está en la Gloria en cuerpo y alma, yo también estaré en la Gloria en cuerpo y alma. ¿Qué mayor mérito? Más mérito que ganar una medalla olímpica, que con el tiempo se pierden las habilidades y solamente queda el recuerdo; ahora que estamos hablando de las olimpiadas. ¿Qué más mérito? Gobernar un país con mucha bondad o con mucha tiranía, y al final qué queda, el tiempo pasa y la gente se olvida, ni se acuerda de eso. La Gloria que todos nosotros esperamos es estar junto a Dios en cuerpo y alma.

Aquí hay un problema histórico también, porque la fe nuestra se ha enraizado en la historia y ya eso forma parte de nuestra vida. Hoy, día de la Asunción, es la fiesta de la Patrona de la Catedral de Santiago de Cuba, Nuestra Señora de la Asunción. Ustedes saben bien que la primera diócesis se fundó en Baracoa en el año 1517 en un pueblo que se llamaba Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa; a los cuatro años, en el año 1522 el papa Adriano traslada la sede a Santiago de Cuba, y le da el título de la diócesis de Santiago Apóstol, pero de la Catedra sigue siendo la Asunción la Patrona. Eso ocurrió en el año 1517, y el dogma de la Asunción fue en el año 1950, pasaron casi de cuatrocientos cincuenta años, en que ya el pueblo de Dios creía en la Asunción de la Virgen sin necesidad de declarar ningún dogma; después el Papa lo hace por si hay dudas, o porque conviene al pueblo de Dios darnos cuenta de la importancia que tiene eso.

Tenemos en Baracoa las famosas fiestas tutelares de Baracoa, cuya patrona es la Asunción, siglos antes de ser declarado el dogma, ya el pueblo esto lo vivía, lo celebraba. Ésa es la historia. Y aquella primera diócesis de Santiago Apóstol, con su Catedral que sería una casita de guano, de paja, de embarrado, esa diócesis abarcaba todo lo que era Cuba, Jamaica, el sureste de los Estados Unidos hasta Lousiana. Después gracias a Dios, la iglesia fue creciendo, se fue dividiendo en muchas diócesis, decenas de diócesis. ¡Qué bueno! La palabra de Dios se conoce más. Pero fíjense como la Asunción forma parte también de nuestra historia, y como la fe del pueblo es importante para saber discernir y descubrir en qué creemos, qué cosa creemos. Tenemos la Palabra de Dios y tenemos la vida de la Iglesia, con el Magisterio que durante los veinte siglos ha conservado la Palabra de Dios íntegra y conservar vivas las tradiciones que recibieron del Señor Jesús para hacerlas llegar hasta hoy.

Hermanos, vamos a pedirle al Señor por esta Arquidiócesis de Santiago de Cuba, por aquella primera que abracaba toda Cuba, Jamaica, todo el sureste de los Estados Unidos, vamos a acordarnos de eso. Hay que saber esa historia, hay que saber la historia de que el día 11 celebramos la fiesta de Santa Clara que es la Patrona de la diócesis de Santa Clara, ésa mujer insigne de Asís, amiga, compañera de San Francisco de Asís. Hermanos, ésos son los que nos han precedido en la vida y en la fe. Nosotros tenemos que, como María, querer hacer la voluntad de Dios y seremos bienaventurados.

Que Dios nos ayude a todos a vivir así.

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