Homilía de P. Rogelio Dean Puerta párroco de Nuestra Señora de la Caridad de El Cobre

Homilía de P. Rogelio Dean Puerta párroco de Nuestra Señora de la Caridad de El Cobre

Domingo XII del Tiempo Ordinario
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
20 de junio de 2021

“¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?” Marcos 4, 40

Queridos hermanos,

Este domingo la Palabra de Dios nos sumerge en el tema de la fe. A veces nosotros, tristemente, no tenemos una sólida idea del alcance del poder del Señor. Qué bueno que nosotros nos pudiéramos responder muy dentro del corazón que el Señor es Todopoderoso; no hay nada que escape del poder del Señor. Sin embargo, a veces tú y yo no confiamos, no tenemos la fe suficiente en Cristo y por eso nos asustamos, nos acobardamos, nos entristecemos, nos deprimimos y entonces decimos: ¡ay!, delante de tantas cosas difíciles que están pasando como enfermedades, carencias de todo tipo; nos preguntamos dónde está el Señor.

Y quizás podemos hacerle esa misma pregunta a Jesús que le hicieron los incrédulos discípulos diciéndole: Señor, ¿no te importa vernos así? ¿no te importa vernos en medio de la enfermedad, de la pandemia, de la carencia de lo más indispensable para vivir? ¿no te importa vernos así, Señor?

Entonces el Señor con tristeza seguramente nos mirará y nos recordará que no ha dejado un solo segundo de caminar junto a nosotros, quizás somos nosotros mismos los que no somos conscientes de esa presencia incondicional. A veces nos vemos pecadores, nos vemos limitados, vemos nuestros errores y pensamos que el Señor se ha retirado, que ya no quiere intervenir en nuestra vida, en nuestro destino, ya no quiere liberar el poder de su brazo.

Qué bueno mirar la carta del apóstol Pablo a los Corintios cuando se nos dice con una claridad tremenda: Cristo, murió por todos. Cristo en el sacrificio de la cruz no murió por un grupo, no murió por los mejores, no murió por los santos, murió absolutamente por todos. No existe ser humano en la tierra que escape del amor del Señor, de un amor que se entrega en sacrificio, todavía hoy una vez más porque el sacrificio de Cristo se actualiza cada vez que celebramos la Santa Misa. Nosotros tenemos que tener bien arraigado en el corazón que Cristo también dio la vida por mí a pesar de mis limitaciones, de mis dificultades. Y no solamente Cristo dio la vida por mí, sino que también me invita a resucitar con Él.

Qué bueno que nosotros seamos capaces de mirar esa cruz que a veces nos pesa en el día a día. Pero que también seamos capaces de tener una esperanza, una mirada que trasciende a veces de lo objetivo para ir más allá y ver la dimensión sobrenatural del Señor. Es humano tener miedo, sentirnos abatidos por las dificultades; pero nosotros estamos llamados a lo sobrenatural. Estamos llamados a depositar toda nuestra esperanza en la promesa de Cristo, en la promesa salvadora del Señor.

Hoy estamos celebrando el día de los padres, qué bueno a veces mirar el testimonio de fe de nuestros padres. Qué bueno honrarlos imitando lo mejor de ellos. A veces uno se siente pequeñito ante el testimonio de los padres, qué bueno que celebremos el día de las madres, aquí estamos delante de la madre más grande que tenemos la Virgen de la Caridad; pero qué bueno también echar una mirada a los padres. Este año el Papa nos invita a fijarnos en la figura de San José, qué bueno valorar la presencia de los padres y sentir que Dios es nuestro Padre.

A veces caminamos como huérfanos, nos sentimos solos y nosotros no podemos olvidar ni por un minuto que Dios es nuestro Padre. Y que nosotros podemos equivocarnos, pero Él siempre va a estar ahí, nosotros podemos a veces serle hasta infieles a este Padre grande, pero eso no le hace menguar en nada su amor, su cariño, su entrega por nosotros.

Vamos en este día a sentir como dice Pablo el amor de Cristo nos apremia, vamos en este día de los padres a retribuirle el amor al Padre del cielo, a nuestros padres aquí en la tierra. ¿Y cómo lo hacemos? Pues llenándonos de confianza. Siempre los padres quieren ver a sus hijos felices, renovados en la fe, en el amor, en la esperanza, con ganas de construir de ir adelante, de sobreponerse a las dificultades. Creo que ese es el mejor modo que tenemos de honrar a nuestros padres en este día y sobre todo a nuestro Padre en el cielo que siempre tiene una palabra de aliento, de esperanza para cada uno de nosotros.

Vamos a decirle: Señor, yo creo en tu poder, yo creo en tu amor, yo sé que tú puedes calmar la tempestad. Ahora mismo en esta parroquia de El Cobre me sorprende cómo nuestros jóvenes, estudiantes de medicina están mañana, tarde y noche volcados en la labor de la vacunación. Es impresionante con qué fe, con qué entusiasmo también confiamos en la ciencia, confiamos en la labor creadora que Dios le dio al hombre y qué bueno pensar que podemos ir adelante en la salud física de nuestro pueblo. Qué bueno que podamos cultivar y defender la salud espiritual. Vamos a pedir por nuestros médicos, por nuestros científicos, por todo el personal de la salud que a lo mejor el día de los padres lo van a pasar en los hospitales, quizás vacunando, atendiendo a los enfermos; ¡qué entrega! ¡qué sacrificio!

Vamos a pedir para que el Señor siga poniendo su mano y podamos superar estos tiempos difíciles y volver a esa vida alegre, festiva, de compartir, de abrazos que extrañamos tanto.

Que el Señor nos bendiga y acompañe en este día.

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