Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez
Arzobispo de Santiago de Cuba
Eucaristía Domingo XVI del Tiempo Ordinario
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
19 de julio de 2020
“No, que, al arrancar la cizaña, podrían arrancar también el trigo. Déjenlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla, y el trigo almacénenlo en mi granero”
Hermanos,
En estos domingos nosotros estamos leyendo las parábolas del Reino, y estas parábolas del Reino nos anuncia que Jesucristo vino a traer el Reino de Dios a la tierra. Recordemos aquel pasaje de Isaías, cuando Jesús en la sinagoga de su tierra leyó un texto del Profeta Isaías, en el cual se decía “los ciegos ven, los cojos andan, los hambrientos son saciados”, y el Señor dijo, “hoy se ha hecho presente esto entre nosotros”. El Reino de Dios ya se hacía presente en la persona de Jesús.
Cuando hablamos del Reino de Dios, hablamos de Jesús, el vino a instituir el Reino de Dios aquí en la tierra, Él es la primicia. Por eso en las parábolas del Reino nos hablan de un sembrador, nos hablan de una tierra que puede ser fértil o no, nos hablan de una semilla, que es precisamente el Reino, Jesús es el sembrador del Reino. Estas lecturas nos dicen que todos tenemos que aspirar al Reino de Dios, si queremos ser felices, si queremos encontrar sentido a la vida, si queremos darle explicaciones a lo que ocurre diariamente en la vida, en la que todos aspiramos a lo máximo, al bien a la justicia, pero sin embargo siempre nos quedamos cortos, y por el contrario muchas veces hasta queriendo buscar el bien producimos mucho mal, mucho mal.
La oración de hoy que nosotros hemos escuchado, esta oración casi como que nos entra en este misterio del Reino de Dios. Nosotros hemos pedido en la oración de hoy, hemos dicho, “Señor ayúdanos a utilizar los bienes de este mundo, de tal manera que no nos impidan alcanzar los bienes eternos”, a los que nosotros tenemos que aspirar, tenemos que estar atentos. Utilizar bienes, alcanzar bienes es bueno, siempre que no nos impidan alcanzar el Reino de Dios, siempre que no nos impidan estar junto a Dios, siempre que no nos impidan estar junto a los hermanos. Nosotros aspiramos a un Reino que no se acaba en el tiempo, sino a un Reino que se prolonga en la vida eterna con el Señor.
En las lecturas de hoy también nosotros hemos escuchado que dice “el justo tiene que comportarse humanamente, como humano”, ¿qué quiere decir esto? Que el justo, el que aspira a alcanzar el Reino de Dios, tiene que estar cercano al otro, no podemos vivir como islas; el Señor de la misma manera que se entrega en la cruz, también nos pide que nosotros seamos con los demás cercanos, prójimos de los demás.
La carta de Pablo nos habla de un “temita” que hay veces que nos cuesta, porque muchas veces nos acercamos a Dios solamente para pedirle al Señor en nuestras dificultades, y qué bueno que lo hagamos porque eso significa que nosotros confiamos en Dios. Le pedimos al Señor que de la misma manera que Él curó a tantos enfermos, el Señor también nos ama y nos puede sanar el cuerpo y nos puede sanar el espíritu, el Señor trabaja en nuestro corazón. En la medida en que nosotros vamos cambiando según la Palabra de Dios, el Reino de Dios se va haciendo más presente entre nosotros.
Pero en esta lectura de Pablo, el Señor nos dice que muchas veces no sabemos qué pedir, muchas veces anhelamos cosas, y no nos damos cuenta que tal vez eso que anhelamos no nos conviene; o tal vez que el Señor tiene otros planes con nosotros, por eso es que en el Padrenuestro decimos “hágase Tu voluntad en la tierra como en el cielo”, Señor que se haga tu voluntad. Y el Señor seguro, como la voluntad de Dios siempre es el bien, Él sabrá cómo dar respuesta a nuestra oración. Tenemos que pedir, “pidan y se les dará”, y tenemos que confiar y ponerlo todo en las manos de Dios.
Las parábolas, como les decía al principio, nos hablan del sembrador, que es Cristo; nos hablan de la semilla, que es la semilla del Reino; nos hablan de una tierra fértil o seca, o una tierra llena de abrojos que impiden el crecimiento. Eso que se va sembrando que es el Reino de Dios tiene que ser acogido, y la respuesta nuestra son los frutos del Reino, esos son los frutos que el Señor recoge. En algunos, ciento por ciento, el treinta, el cincuenta; para el Señor todos somos iguales y cada uno responde, lo que nosotros debemos tratar es de darle el máximo a Dios. De la misma manera que a nuestra madre, que a nuestro padre queremos darle lo máximo, también a Dios que es nuestro Creador, que se entregó en la cruz por nosotros.
Entonces, aspiremos al Reino de Dios. A lo mejor ustedes me dicen “hay Padre, pero esa parábola es un poco vaga”. No, el Reino de Dios hay que reflexionarlo, pero el Reino de Dios lo podemos entender, lo podemos aprender. En primer lugar, el reino de Dios no es un reino temporal, los reinos de la tierra todos son temporales; los países nacen y desaparecen en la historia, las ideologías nacen y desaparecen en la historia, los sistemas económicos nacen y desaparecen. El Reino de Dios es eterno, si nosotros queremos saber y distinguir el Reino de Dios, sabemos que es de justicia, de paz y de gozo. En la tierra aspiramos a la justicia, trabajamos por la justicia y logramos la justicia, pero también sabemos que hay mucha injusticia.
El Reino de Dios es un reino de justicia, es decir aspiramos a vivir según el Señor nos lo ha enseñado, que eso significa que es nuestro bien; en la medida en que nosotros aspiremos a la justicia, le demos a Dios lo que le corresponde y tratemos a los hermanos como a nosotros mismos, estamos construyendo el Reino de Dios. El Reino de Dios es un reino de alegría, de gozo en el espíritu, porque sabemos que el Señor está con nosotros. El Reino de Dios es un reino de verdad, porque muchas veces nos engañamos tanto, tanto nos engañamos, y nos ilusionamos y después viene la decepción. El Reino de Dios es un reino de verdad, de justicia, es un reino de bien. De bien porque hay justicia, de verdad porque descubrimos a Dios, de belleza porque no hay cosa más bella que la bondad y el bien.
Muchas veces cuando estamos angustiados, porque la vida es así y tenemos que enfrentarnos, pensemos que hay un Dios que nos acompaña que nos da serenidad, que nos da consuelo, nos da fortaleza, y también nos anima a luchar en la vida, tratando de conseguir todas las cosas de este mundo sin que ellas nos impidan alcanzar el bien, la verdad, la justicia, la belleza, la bondad, porque es el Reino de Dios. Reino de Dios que se puede construir en la tierra en la medida que lo construyamos, estamos haciendo un mundo más feliz; Reino de Dios que tiene su plenitud en la Gloria junto al Señor.
Que Dios nos ayude a todos a vivir así.