Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez

Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez

Arzobispo de Santiago de Cuba
Eucaristía Domingo XV del Tiempo Ordinario
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
12 de julio de 2020

 

“Salió el sembrador a sembrar (…) otras semillas cayeron en tierra buena y dieron fruto”

Hermanos,

En esta primera parte de la misa, hoy hemos escuchado la parábola del sembrador. Este breve cuento que Jesús le dijo a aquellos cientos de personas que le seguían; Él les contó este cuento para sacar de ahí una enseñanza. Es una parábola, una cosa ficticia, pero que nos ilumina.

Hay veces que las cosas más relevantes en la vida, uno tiene que explicarlas no con fórmulas matemáticas porque son imposibles o con definiciones. Los poetas explican el amor a través de imágenes, ellos explican el amor también a través de comparaciones, a través de versos. ¿Por qué? Porque en ese idioma del amor, en el que las ideas nos dan muchas veces la realidad de las cosas que no podemos describir, como les decía, con fórmulas matemáticas, como el amor, como es el sentido de la vida, como es el por qué morimos; esas cosas esenciales muchas veces hay que responderlas a través de lo más íntimo del corazón y de aquellas imágenes que el Señor nos da, y que nos muestran realidades que no podemos describir de otra manera.

En este caso, vemos que todas las lecturas nos hablan del agua, de la llovizna, del sembrador, es decir, son imágenes del campo a las que nosotros estamos familiarizados.

La primera lectura que es del libro del profeta Isaías es preciosa, “como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar; así será mi palabra que sale de mi boca, ella viene a la tierra y volverá cargada de frutos” ¿Qué campesinos de aquellos que oían a Jesús no sabían lo que significaba una buena lluvia? Aquí nosotros, en esta parte oriental estamos esperando el agua, y cada vez que se pone un nubarrón decimos, “que caiga”, porque sabemos que esa agua va a fecundar la tierra, se van a producir alimentos, va a dar frutos. Entonces el Señor nos dice que su Palabra es como la lluvia, que cae en su momento y que es capaz de favorecer el cultivo y de lograr frutos.

El salmo va en esta misma línea, el salmo dice “la semilla cayó en tierra buena y dio frutos”, aquí ya interviene otra imagen, la lluvia que cae y fecunda, la semilla donde está la cimiente de la vida, de donde va a nacer el árbol o la pequeña matica de frijol, de maíz. Es la semilla, ¿dónde cayó la semilla? En una tierra buena que fue fecundada por la lluvia, que favoreció que pudiera crecer.

Después que estas imágenes están presentes, y que nosotros le pedimos a Dios que venga a nosotros, y el Espíritu Santo viene a nosotros para ayudarnos precisamente a dar frutos, entonces el Señor les dice, “yo les voy a hacer una parábola” y viene la parábola del sembrador, lo hemos escuchado, “salió un sembrador a sembrar…” y parte de la semilla cayó en el camino. Nosotros sabemos cuando vamos por la carretera, que muchas veces las palomitas torcazas están en el camino comiéndose todas las semillas, ésas no van a dar fruto, cayó y ahí se quedó o se la llevaron, o el viento se la llevó.

Otra cae en un pedregal, sabemos que es difícil que se de en un pedregal, son dificultades, a esa semilla le va a costar trabajo encontrar tierra fértil que, aunque le caiga el agua, posiblemente no de fruto. Otra semilla nació, cayó, creció ¿dónde? entre malezas, fueron creciendo, posiblemente el campesino aró la tierra, la desbrozó, sembró, creció la matica, pero junto con ella va la hierba, y llegó un momento que la ahogaron, esa matica no dio fruto. Y después, parte de esa cimiente, de esa semilla cayó en tierra buena, le cayó el agua; a todas les había caído el agua, a ésta el agua que le cayó, cayó en tierra buena, y esa semilla dio fruto ciento por uno, sesenta por uno y treinta por uno.

Esta es casi la única parábola que Jesús la explica. Los discípulos le preguntan “Señor, ¿por qué tú hablas en parábolas?”, y Él dedicó su tiempo a explicarles esta parábola. Por eso yo le pido a todos, que busquen cuando lleguen a sus casas, el evangelio de san Mateo, el capítulo 13, versículos del 1 al 23, y van a leer la parábola completa con la explicación que le dio el mismo Jesús. Les voy a ayudar.

Hermanos, ¿qué diferencia hay entre Jesús que es el Sembrador y nosotros que somos esa semillita sembrada en una tierra buena y que queremos dar frutos? Pero también a su vez, nosotros como cristianos, porque somos bautizados, tenemos que salir a sembrar, porque el Señor nos dijo “vayan y enseñen los que yo les he enseñado”. Es decir, a la vez que somos frutos, somos sembradores. Ésa es la diferencia.

Entonces, tenemos una doble obligación. En primer lugar, tenemos que ser buena tierra, ustedes saben bien que muchas veces la palabra de Dios nos llega a nuestros oídos, y nosotros la oímos de pasada, “ay sí, me interesa, ay sí, que bonito…” y se fue, esa cayó en el camino, vino el viento y se la llevó. ¿Pasa así o no pasa así? Pasa, y no aprovechamos esa Palabra de Dios.

Otras veces nosotros la aceptamos, “ay sí, que bueno”, le dedico tiempo, leo el Evangelio, escucho una conferencia, una clase, una persona que me hable… entonces sí, ay qué bueno, me embullo, me embullo, pero después vienen otras cosas en la vida, y se me pasa. Ésa, nació entre piedras y no tuvo tiempo de fructificar, ni de crecer. La tierra no era buena.

Otras, nosotros queremos, tenemos voluntad, vamos a seguir, vamos a escuchar la Palabra de Dios, yo quiero cambiar mi vida, yo quiero ir a la iglesia, ayudar en la comunidad, ayudar a través de Cáritas, de tantas maneras que uno puede ayudar. Pero a la vez, no me cuido, y entonces, empiezo a vivir en un mundo que muchas veces me aparta de Dios. Si yo me dejo llevar por ese mundo, no podré dar frutos. Esa es la imagen de aquellos que crecen entre la mala hierba, y la mala hierba los absorbe; entonces el Señor nos diciendo “Cuidado”, hay que crecer, aunque estamos en este mundo, no somos del mundo, y nos podemos dejar llevar así, no nos podemos dejar.

Y otras veces, nosotros decimos “Sí Señor yo quiero seguirte”, y podremos tener caídas, pero mi voluntad es “con tu Gracia Señor, que tú me ayudas, a seguirte siempre”, y entonces mantenemos una identidad cristiana, una manera de ser que a mí me caracteriza, y con confianza miro cara al Señor y le digo “Señor aquí estoy para hacer tú voluntad, con las dificultades de la vida, pero Tú eres mi Rey, Tú eres mi Señor, Tú eres mi soberano”, así nosotros tenemos que hacer.

Entonces hermanos, el Sembrador, que es Jesús, lo que hace es sembrar, y dijimos que nosotros somos la cimiente, pero que a la vez somos sembradores. Hermanos, muchas veces cada uno de nosotros ha sido esa semilla que cae en el camino, otras veces hemos sido esa semilla que cae en la mala hierba; otras veces nosotros mismos que queremos seguir a Jesús y lo estamos siguiendo, somos aquellos que caen en la piedra. Ojalá que siempre permanezcamos en la tierra buena.

Nadie puede decir, yo soy la tierra buena donde la semilla de la Palabra de Dios fructifica. En primer lugar, si lo somos, es por el Espíritu Santo; en segundo lugar, todos somos débiles, nos dejamos llevar, pero tenemos que reconocerlo, “Señor yo cambié en algún momento, me dejé llevar por las malas compañías u otras cosas; Señor en otro momento me interesaron otras muchas cosas y no me preocupé de ti, la piedra; en otras veces no tenía ganas de oírte Señor, el camino; dame fuerza Señor para siempre yo ser la buena tierra, donde tu Palabra fructifique, y como dice el libro de Isaías, vuelva de nuevo al cielo llena de fruto, y que ese fruto, ojalá Dios mío, que sea yo”. 

Hermanos, por eso vamos a meditar las veces en que yo he sido la semilla que cayó en el camino, las veces en que yo he sido la semilla que cayó en el pedregal, las veces en que yo he sido la semilla que cayó entre la mala hierba, y que eso me impidió seguir a Jesús. Vamos a darle gracias a Dios, y a pedirle que nos haga siempre la semilla buena que puede crecer ciento por uno.

Que Dios nos ayude todos hermanos a vivir así.

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