Alocución Radial de Mons. Dionisio G. García Ibáñez

Alocución Radial de Mons. Dionisio G. García Ibáñez

Arzobispo de Santiago de Cuba
14 de junio de 2020

Solemnidad de Corpus Christi

Escuchar aquí:

(Música, Vino y Pan de vida, voz y arreglo Melvín Rodríguez)

“El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”

 Queridos radioyentes,

Que tengan ustedes y sus familias un buen domingo. Reitero el ya habitual saludo y agradecimiento a los responsables y trabajadores de la emisora de radio CMKC y TELE TURQUINO.

Hemos terminado esta semana con la buena noticia de las nuevas disposiciones, menos rigurosas que regularán las etapas de normalización de las relaciones familiares, económicas y sociales, afectadas por casi tres meses de restricciones para evitar la propagación del COVID-19. Según lo explicado, esto ha podido ser posible debido al evidente control de los contagios. Esto no quiere decir que debamos descuidarnos. Debemos ser responsables para poder evitar un posible repunte de la enfermedad.

Hoy la Iglesia universal celebra la Festividad de Corpus Christi, llamada en español, Festividad del Cuerpo y la Sangre de Cristo. En ella recordamos la Última Cena de Jesús con sus discípulos, antes de su Pasión y Muerte. Como se narra en los textos del Nuevo testamento que escucharemos seguidamente, en un momento de la cena Jesús cogió un trozo de pan y una copa de vino los bendijo diciendo: Este es mi cuerpo y esta es mi sangre que se ofrece por ustedes para el perdón de los pecados, hagan esto en memoria mía. Esa fue la primera misa y desde ese momento, y por casi dos mil años, la iglesia sigue celebrando la Eucaristía o Santa Misa, para ser obediente al Señor Jesús y para santificación nuestra. Como dato que nos toca cerca, fue en la procesión del Corpus Christi del año 1868, en la ciudad de Bayamo, donde se interpretó por primera vez la música de nuestro himno nacional compuesta, como todos sabemos, por el patriota bayamés Perucho Figueredo, poco antes de comenzar la guerra de independencia.

En este mensaje, pediremos por todo nuestro pueblo y, en particular por algunos sectores específicos.

Por las madres que han dado a luz en esta difícil etapa de alerta sanitaria y por las que están actualmente embarazadas, para que Dios vele por ellas y por sus hijos. Para que confiadamente pongan a sus hijos bajo el manto protector de Nuestra Madre y Patrona la Virgen de la Caridad, Madre de Dios y Madre nuestra.

Las invito, tal como hizo el Papa Francisco en su vista a Cuba desde la Catedral de Santiago a que, en el momento de las peticiones, las embarazadas pongan confiadamente su mano sobre su vientre en señal de que desean la bendición de Dios que vamos a impartir. A las que ya han dado a luz les invito, a su vez, a hacerle la señal de la cruz en la frente a sus hijos, en el momento de la bendición, al final del mensaje.

Pediremos también por los que tienen la difícil tarea de implementar y poner en práctica las medidas necesarias de protección para toda nuestra población.

Quisiera pedirles también que tengamos presentes hoy, en nuestra oración, a todos los presos recluidos en las cárceles. Debido a la pandemia, ellos no han podido recibir visitas de sus familiares, para evitar un posible contagio proveniente del exterior, las visitas están canceladas. Recordémosles, a ellos y a sus familias, en nuestra oración para que sientan la cercanía de Dios que los ama como hijos.

Escuchemos ahora, la lectura de la carta de San Pablo a los Corintios, capítulo 11, versículos del 23 al 29. Donde se narra la Última Cena de Jesús y la manera en que los primeros cristianos celebraban la misa.

(Lectura de la carta de Pablo a los Corintios 11, 23-29)

San Pablo pasó por muchas ciudades anunciando el Evangelio. Después que dejaba constituida la comunidad, se marchaba otra y repetía el mismo esquema evangelizador. A veces estas comunidades formadas por él le consultaban alguna duda o él se enteraba de algo y entonces, les escribía una carta para aclararles y aconsejarles.

Así en el texto que hemos escuchado de la 1ra. Carta a los Corintos, Pablo les dice que él les transmite la TRADICIÓN que, a su vez, él ha recibido y que hay que cumplir, en lo referente al rito de la Cena del Señor o fracción del Pan como se le llamaba en aquel momento a lo que hoy llamamos Eucaristía o Santa Misa. Cuando Pablo escribió esta carta todavía los Evangelios y los libros del Nuevo Testamento no estaban redactados como los conocemos hoy. Con el tiempo Pablo y otros, inspirados por el Espíritu Santo, fijaron esas tradiciones y enseñanzas en lo que hoy conocemos como el Nuevo Testamento en la Biblia.

De este texto sacamos las siguientes verdades.

1o La Iglesia creía que, en el pan y el vino bendecido y consagrado en la celebración dominical de la comunidad, está realmente presente el cuerpo y la Sangre de Cristo derramada por todos los hombres en la cruz.

2o En la misa se celebra de manera incruenta y se ofrece al Padre, el único sacrificio de Cristo la cruz por nuestros pecados.

3o Que el cuerpo y la sangre de Cristo, recibidos en la celebración, y que nosotros llamamos hoy comunión, es alimento del cuerpo y del espíritu.

4o Que esta misa se celebraba todos los domingos y era el centro de la vida de la comunidad. Tal como debemos y hacemos hoy.

5o Que debían arrepentirse de sus pecados para poder recibir dignamente el cuerpo de Cristo.

Esa es la Tradición de la Iglesia desde hace dos mil años, que procede del mismo Jesús y de los Apóstoles y que la Iglesia sigue conservando, para ser fiel al mandato del Señor Jesús. Por eso es que todos los domingos y aún en días de semana, cuando vamos a nuestros templos y comunidades a celebrar la misa, estamos siendo obedientes al Señor Jesús.

Escuchemos ahora la lectura del Evangelio de Juan, capítulo 6, versículos del 51 al 59, donde Jesús ratifica que su cuerpo es verdadera comida y su sangre es verdadera bebida para la salvación de los hombres.

(Lectura del Evangelio según san Juan 6, 51-59)

Jesús sabía que era difícil hacerse entender cuando decía: “Este pan es verdaderamente mi cuerpo y este vino es verdaderamente mi sangre que se derrama por todos los hombres”. Y que, menos entenderían, cuando les dijo de manera muy real que “Hay que comer mi cuerpo y beber mi sangre para tener vida eterna”. De ahí vienen las dudas que le manifiestan, hasta algunos discípulos encuentran que eso es muy duro de aceptar. Pero Jesús se mantiene firme y repite: “Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”

Esa es la fe que la Iglesia ha conservado, trasmite y trasmitirá hasta el fin de los tiempos. Algunos no creerán es esto, otros se escandalizarán, pero hermanos, confianza y mucha fe, que cuando Jesús lo dijo y mandó, también pasó lo mismo, y Él Se mantuvo firme porque sabía que era para nuestra salvación.

Hermanos, la misa es la oración más grande y de mayor riqueza espiritual que una persona puede elevar a Dios, pues en ella se renueva el único sacrificio de Cristo en la Cruz. Mi oración y entrega a Dios tiene sentido si me uno a la oración y entrega de Cristo. Y eso es lo que sucede en cada misa.

Como en la Última Cena de Jesús, la misa tiene dos partes bien diferenciadas e inseparables. En la primera parte Jesús se ofrece en su Palabra, por eso se leen y comentan las lecturas de la Biblia. En la segunda parte, en la consagración, se renueva la entrega y sacrificio de Jesús en la cruz por nosotros.

Hagamos lo posible para encontrarnos con la comunidad, escuchar la Palabra de Dios y recibir a Jesús en la misa dominical.

(Música, Quien come de mi cuerpo y bebe mi sangre, de Tony Rubí, voz y arreglo Melvín Rodríguez)

Les invito hermanos en este momento a hacer silencio, y recogidos, cada uno pensará en aquellas peticiones particulares que quiere elevar a Dios. Pongámonos en oración.

Después de cada petición oramos diciendo: Por tu Cuerpo y por tu sangre derramada por nosotros, escúchanos, Señor.

Por la Iglesia universal para que reciba los dones de la unidad y la paz, que Jesús ofrece en su cuerpo y en su sangre, oremos: Por tu Cuerpo y por tu sangre derramada por nosotros, escúchanos, Señor.

Por los que gobiernan y todos los que tienen alguna responsabilidad en la toma de decisiones para el futuro cercano, para que el Espíritu les asista en la delicada labor de servir a todo nuestro pueblo, en especial los más necesitados, oremos: Por tu Cuerpo y por tu sangre derramada por nosotros, escúchanos, Señor.

Por los enfermos y sus familias, particularmente por los contagiados con el virus, y los que están en cuarentena, para que reciban de Dios la fuerza, la fe y la esperanza que no defrauda, oremos: Por tu Cuerpo y por tu sangre derramada por nosotros, escúchanos, Señor.

Por todas las embarazadas, especialmente las que ahora se encuentran cerca del momento del parto, o las que han dado a luz recientemente, para que reciban de Dios la fuerza para este momento, y vivan con gozo y agradecimiento, oremos: Por tu Cuerpo y por tu sangre derramada por nosotros, escúchanos, Señor.

Por los presos, que han estado alejados de sus familias en esta etapa de aislamiento, para que mantengan abiertos sus corazones a la gracia de Dios, que no los abandona, oremos: Por tu Cuerpo y por tu sangre derramada por nosotros, escúchanos, Señor.

Por todos los que trabajan en bien de nuestro pueblo, especialmente los que, desde el anonimato, siguen cumpliendo con su deber, para que no decaigan en su empeño por servir con generosidad a los que más lo necesitan, oremos: Por tu Cuerpo y por tu sangre derramada por nosotros, escúchanos, Señor.

Hermanos les invito a presentar en silencio, desde sus hogares una oración, una petición, aquello que quieren manifestarle a Dios. Oremos: Por tu Cuerpo y por tu sangre derramada por nosotros, escúchanos, Señor.

Hermanos vamos a rezar el Ave María, por eso, invito a las embarazadas como dije anteriormente a poner su mano sobre el vientre, donde está la criatura que esperan, y a las madres que tienen a sus hijos en sus brazos o cerca de ellas, a hacer la señal de la cruz y estar junto con ellos.

Dios te salve María, llena eres de gracia,

el Señor está contigo.

Bendita tú eres entre todas las mujeres,

y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios,

ruega por nosotros, pecadores,

ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Dispongámonos a recibir la bendición.

El Señor esté con ustedes/ Y con tu espíritu

La bendición de Dios todo poderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Descienda sobre ustedes, familiares, amigos, vecinos, sobre todo nuestro pueblo, y les acompañe siempre. Amén.

Pueden ir en Paz/ Demos gracias a Dios.

Hermanos les recuerdo la invitación inicial que hice, hemos pasado, estamos pasando a una nueva etapa, pero tenemos que ser prudentes y responsables, primera recomendación. La segunda, es una invitación a que todos, en la tranquilidad del hogar, cojan la Biblia, el Evangelio de San Juan y busquen el capítulo 6, y léanlo y medítenlo.

Me despido de ustedes,
Monseñor Dionisio García Ibáñez
Arzobispo de Santiago de Cuba

(Música, Cantemos al Amor de los amores, voz y arreglo Melvín Rodríguez)

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