“El antídoto contra el veneno del racismo es la comunidad y la solidaridad”

“El antídoto contra el veneno del racismo es la comunidad y la solidaridad”

Foto: Daniel Ibañez – ACI Prensa
Carta del Cardenal Seán O’Malley, OFM, Cap.
Arzobispo de Boston

En la última semana el mundo se ha conmovido con el asesinato del afroamericano George Floyd. Cientos de miles de personas, de todas ls razas y creencias, han alzado su voz ante el injusto hecho. El Cardenal O’Malley, arzobispo de Boston, reflexiona e invita a revertir definitivamente esta situación.
“Las demostraciones y protestas de estos días han sido llamadas a la justicia y expresiones desgarradoras que parten el corazón con un profundo dolor emocional del que no podemos alejarnos. Ellas nos llaman a afirmar el inestimable valor de la vida de cada persona. También nos llaman a redoblar nuestro compromiso de fomentar el respeto y la justicia para todos los pueblos. Nos llaman, además, a sostener y defender la verdad de que las vidas de las personas de Color Importan.”
A continuación compartimos su carta íntegra.

Estimados hermanos Cristo,
Durante cuatrocientos un años esta tierra, que se convertiría en los Estados Unidos de América, ha tenido que lidiar con el mal y cáncer moral que es el racismo.

Cuando la palabra racismo es invocada es comúnmente identificada en términos personales: alguien cuyas actitudes, convicciones y acciones se dirigen a un grupo de individuos por causa de su color. Este es un significado válido, pero solo parcial del término racismo. Desde personas como Fredrick Douglas y Harriet Tubman, hasta lideres contemporáneos, pensadores y activistas, los Afroamericanos han tratado continuamente de expandir una verdadera comprensión del racismo. Con palabras y hechos han mostrado la realidad del racismo sistemático y estructural.

El racismo y la esclavitud tienen un nexo en común en este país, la negación de la humanidad y la dignidad de otras personas. Como nación abolimos la esclavitud legalmente, pero no hemos solucionado su legado permanente. Si rechazamos la esclavitud debemos rechazar y denunciar las actitudes deshumanizantes que alimentan la discriminación, la iniquidad y la violencia.

El racismo puede ser explicito, pero también puede ser desconocido y pasar inadvertido. Aun así, estas manifestaciones son mortales y corrosivas para la sociedad civil. Como el COVID19, el racismo puede afectar a cualquier persona, sin importar su región, religión, raza o cultura. Es altamente contagioso, se transmite fácilmente a otros, y muy frecuentemente no se ve ni se distingue en muchos que aparentemente lucen saludables. El racismo es una enfermedad social y espiritual que mata personas.

El asesinato de George Floyd, un ciudadano Afroamericano, en las manos de cuatro policías abusivos fue, lamentablemente, demasiado familiar para la comunidad Afroamericana.

Durante toda nuestra vida ha existido la realidad descrita en el Libro Verde del Viajero Negro, que identificaba los lugares donde los Afroamericanos podían parar y quedarse con un menor riesgo de ser atacados. Hemos visto los brutales linchamientos del Klu Klux Klan a personas inocentes de color. Y nuevamente hemos sido testigos de la violencia atroz, perpetrada por algunos a los que se les ha confiado la tarea de proteger. La muerte de George Floyd muestra claramente que existen actitudes racistas, frecuentemente implícitas, tejidas en las estructuras básicas- políticas, legales, económicas, culturales y religiosas- de los Estados Unidos.

Los comienzos de mi sacerdocio los viví en Washington, D.C. en la calle 16st en el corazón de la ciudad. Yo estaba ahí la noche en que el Dr. Martin Luther King Jr. fue asesinado. La ciudad estaba en fuego con 700 incendios, los tanques militares estaban alineados alrededor de la Casa Blanca y los soldados con armas estaban en todas las esquinas. El asesinato del Dr. King Jr. provocó ira y desesperanza en toda la comunidad Afroamericana en los Estados Unidos.

Desde entonces ha habido avances importantes y significativos en los derechos civiles y con la elección de un Presidente Afroamericano. Pero el saber que 50 años después, cuatro policías se convirtieron en asesinos de un hombre de color de manera impune, nos muestra claramente lo lejos que estamos todavía de alcanzar la igualdad racial.

En las semanas que siguieron al asesinato del Dr. King en 1968, durante la “Marcha de las Personas Pobres” en Washington, yo acompañe a la persona y familias en la ciudad de la Resurrección en el Monumento de Lincoln. Unos oficiales de policía, que no estaban en servicio, lanzaban gases lacrimógenos a nuestro campamento y nos gritaban obscenidades. No estamos juzgando a todos los policías ahora, ni lo hicimos antes basándonos en los actos criminales y reprensibles de unos pocos que traicionan a sus hermanos y hermanas uniformados. La gran mayoría de los policías, muy notablemente en la Comisión General de Boston a través de su liderazgo, sirven heroicamente, con generosidad en los servicios de emergencia, y toman seriamente su misión enfrentando los peligros para proteger a otros.

El antídoto contra el veneno del racismo es la comunidad y la solidaridad.

Las protestas en respuesta al asesinato de George Floyd, en mi opinión, han sido predominantemente pacíficas y enfocadas a la urgente necesidad de solucionar el racismo como una realidad sistemática, cultural y legal. Algunos manifestantes violentos e infiltrados de otras ciudades, pocos en número, pero con intención desproporcionadamente visibles, no tienen ningún interés ni en la justicia ni en su cumplimiento. Como dijo el Gobernador Baker, ellos deben ser castigados legalmente y no se les debe permitir manchar el gran significado de las marchas y demostraciones pacíficas de las que hemos sido testigos.

Reconocemos que la Iglesia Católica de los Estados Unidos debe enfrentarse con su complicidad histórica de la esclavitud, y con nuestra necesidad de sanación racial. De cualquier manera, una parte importante en el legado de la Fe Católica es nuestra enseñanza sobre la doctrina social.

La Iglesia Católica es una comunidad de personas de todos los colores, nacionalidades y culturas. La enseñanza moral católica está basada en el hecho de que todas las personas, sin importar raza, religión, cultura o nacionalidad, son creadas a imagen de Dios. Esta enseñanza rechaza cualquier forma de racismo personal o sistemático. Nuestra fe nos llama a ser líderes que rompen barreras y se levantan en contra de las injusticias. Violar la dignidad humana es deshonrar la presencia de Cristo en cada persona.

En adelante, la realidad del racismo en nuestra sociedad, la obligación moral de la igualdad racial y la justicia deben ser incorporados en nuestras escuelas, enseñanzas y predicaciones. Debemos mantener nuestro compromiso con la dignidad de todos y con los derechos humanos en todas las instituciones de nuestra sociedad, en la política, las leyes, la economía, la educación. La enseñanza católica sobre la justiciar social mide la forma en la que la sociedad actúa justa o injustamente. Nuestro trabajo no estará terminado hasta que los hombres, mujeres y niños Afroamericanos sean tratados equitativamente en todos los aspectos de la vida de los Estados Unidos.

El asesinato de George Floyd es una evidencia dolorosa de lo que ha estado en juego por tanto tiempo para los Afroamericanos- el fracaso de la sociedad de tantas maneras para proteger sus vidas y las vidas de sus hijos.

Como católicos se nos ha enseñado a cultivar y proteger la vida desde su concepción, en cada momento de ella hasta la muerte natural. Las demostraciones y protestas de estos días han sido llamadas a la justicia y expresiones desgarradoras que parten el corazón con un profundo dolor emocional del que no podemos alejarnos. Ellas nos llaman a afirmar el inestimable valor de la vida de cada persona. También nos llaman a redoblar nuestro compromiso de fomentar el respeto y la justicia para todos los pueblos. Nos llaman, además, a sostener y defender la verdad de que las vidas de las personas de Color Importan.

Les aseguro mis continuas oraciones.

Devotamente suyo en Cristo

Cardenal Seán O’Malley, OFM, Cap.
Arzobispo de Boston
9 de junio de 2020

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