Alocución Radial de Mons. Dionisio G. García Ibáñez

Alocución Radial de Mons. Dionisio G. García Ibáñez

Arzobispo de Santiago de Cuba 

31 de mayo de 2020

Domingo de Pentecostés 2020

(Música, La hora del Espíritu, voz y arreglo Melvín Rodríguez)

“Como el Padre me ha enviado, así también les envío yo.

Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: Reciban el Espíritu Santo”

Escuchar aquí:

Buenos días queridos radio oyentes,

Saludos y bendiciones para ustedes y sus familias. Comenzamos, como siempre, dándoles las gracias a todos los trabajadores y responsables de la Radio provincial CMKC y de Tele Turquino y a todos los que hacen posible que pueda llegar a sus hogares la Santa Misa el Domingo desde el Santuario de El Cobre, y con este mensaje radial de Esperanza y Fe.

Los cristianos del mundo entero celebramos hoy la Fiesta de Pentecostés. El acontecimiento que marcó y cambió para siempre la vida de los apóstoles, de la Virgen María y de los discípulos del Señor Jesús, esto es: la vida de la Iglesia. La promesa que les había hecho Jesús se había cumplido. Él partía a la gloria junto a Dios Padre, pero les dejaría el Espíritu Santo, la tercera Persona de la Santísima Trinidad, para que les fortaleciera en la fe y les diera sabiduría, valor, fortaleza y la generosidad suficiente para continuar la obra de Jesús. Los cristianos consideramos que con este acontecimiento se inicia la vida de la Iglesia, cuyo fin es hacer presente a Cristo y continuar su obra santificadora, en cada uno de nosotros y, a través de nosotros, en el mundo.

Como siempre, este será un momento de oración y comunión con todo nuestro pueblo. Alabaremos a Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo, le daremos gracias por los bienes recibidos, empezando por el don de la vida y porque nos ha prometido y alcanzado la vida eterna, por los cubanos y por los hombres y mujeres del mundo entero, que sufren los embates de esta epidemia del coronavirus que, inesperadamente se nos ha venido encima produciendo tanto dolor e incertidumbre. También pediremos para que todos busquen, descubran, conozcan y acepten a Jesús. Recordemos que estamos en el mundo, pero que todos somos llamados a alcanzar la Vida Eterna que nos prometió y alcanzó Jesús.

En nuestras peticiones, tendremos presentes de manera particular a las provincias de la Habana y Matanzas donde todavía se reportan la mayoría de los nuevos casos de afectados por el virus. Sepan que están ustedes siempre en nuestros corazones y oraciones.

Pediremos por nuestros hijos, niños, adolescentes y jóvenes, pues, en la edad en que más necesitan compartir con los compañeros y amigos, han tenido que permanecer en sus casas con las clases y juegos suspendidos. Para que este tiempo de confinamiento en el hogar, sirva también para fortalecer los lazos familiares.

Por los que hacen el bien en medio de las dificultades y carencias ayudando a sus vecinos, sobre todo los mayores que son los más vulnerables. Por todos los científicos que luchan para vencer el mal y sanar a los enfermos.

Con alegría constatamos que el número de nuevos contagiados ha disminuido considerablemente en todo el país, sobre todo en nuestras provincias orientales, pero esto debe hacer que nosotros seamos más responsables, para seguir y cumplir las normas que nos han permitido contener la enfermedad. Debemos seguir protegiéndonos mutuamente.

Hoy escucharemos la lectura del Evangelio de Juan, capítulo 20, versículos del 19 al 23 donde Jesús promete que les enviará el Espíritu Santo y también escucharemos seguidamente la lectura del texto del libro de los Hechos de los Apóstoles, capítulo segundo, versículos del 1 al 11, donde se narra el cumplimiento de esa promesa: la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles, que estaban junto a la Virgen María en Jerusalén y en oración.

¿Cuál era el estado de ánimo de los discípulos en ese momento? Por un lado estaban convencidos de que Jesús había resucitado, Él les había dado muchas instrucciones: el mandato de anunciar el Evangelio, de enseñar a todas las naciones y a todos los pueblos lo que Él les había enseñado; les había pedido que bautizaran a todo el que creyera, les dio poder de perdonar los pecados en nombre de Dios, les dijo que, si querían seguirle y ser buenos cristianos y buenas personas, debían vivir según mandan los diez mandamientos de la Ley de Dios, que son el camino seguro para obrar bien y salvarse; les prometió que no estarían solos, pues Él permanecería con ellos siempre hasta el fin de los tiempos. Les prometió y entregó el Espíritu Santo. En todo esto estaban seguros. Jesús no les fallaría. El, cumplía sus promesas.

Los discípulos sabían lo que tenían que hacer, pero, por otro lado, no sabían cómo hacerlo, pues ya Jesús no estaba con ellos para guiarlos como había hecho hasta entonces. Ahora les tocaba a ellos ser fieles a Jesús y llevar a cabo todo lo que Él les había pedido: Se daban cuenta de que ellos debían continuar la obra de Jesús. Les había llegado su hora, pero, ¿Cómo hacerlo?

Otra cosa que les paralizaba era que tenían miedo a que los persiguieran. De la misma manera que persiguieron y mataron a Jesús, a ellos les podría pasar lo mismo. Qué situación más difícil… Sabían lo que tenían que hacer, pero no sabían cómo hacerlo y, además, tenían miedo. Muchas veces a nosotros también nos pasa lo mismo.

Escuchemos los textos

(Lectura del Evangelio según san Juan 20, 19-23)

(Lectura de los Hechos de los Apóstoles 2, 1-11)

Como hemos escuchado, el Evangelio nos narra el momento en que Jesús hace la promesa de que enviará el Espíritu Santo. El texto leído del Libro de los Hechos de los Apóstoles nos narra el momento en que los discípulos experimentan los efectos de la presencia del Espíritu Santo en sus vidas, y en la vida de la comunidad.

La acción del Espíritu y el dejarse guiar por Él, hacen que hombres y mujeres miedosos e inseguros se conviertan en personas decididas que salen a anunciar que Jesús es El Señor; de personas sin mucha instrucción se atreven a hablar sin pena a las multitudes, sabiendo que solo podían contar con la sabiduría que da el Espíritu. De no saber qué hacer, comienzan a cumplir lo que Jesús les había mandado bautizando a todos los que creyeran.

Así fue como se inició la Iglesia, de aquel pequeño grupito de personas que estaban convencidas que Jesús estaba con ellos, y que el Espíritu Santo sería desde ese momento en adelante, el que les acompañaría e iluminaría en la novedosa, comprometida, arriesgada y a la vez, alegre y entusiasmante tarea, de proclamar y comunicar a todos los pueblos que Cristo es nuestro único Salvador y el único que le puede dar sentido a nuestra existencia

Guiados por el Espíritu Santo, los apóstoles y discípulos se dirigieron primero a los pueblos cercanos del Mediterráneo, después a otros pueblos lejanos, hasta hacer posible que nosotros estemos hoy escuchando la palabra de Dios porque aquel grupito de discípulos, creyó en Jesús y fueron obedientes al Espíritu Santo.

Así, poco a poco, se fue realizando y cimentando, a la luz de las enseñanzas y ejemplos que Jesús le dejó, la manera particular de vivir y ser cristiano; se fue desarrollando la vida de la pequeña comunidad en la que todos compartían la misma fe y una misma esperanza.

A la manera en que los cristianos conservaron y transmitieron las enseñanzas de Jesús, de vivir y celebrar su fe, de organizar la vida de la comunidad para ser fieles a lo mandado y querido por Jesús, se le llama Tradición, ella es fuente de Revelación. Al principio esta tradición se transmitía oralmente, después, inspirados por el Espíritu Santo vieron necesario fijar por escrito la vida de Jesús y las enseñanzas de los apóstoles y entonces escribieron los libros del Nuevo Testamento y con ellos se completa la Biblia, donde se fija de manera escrita la Palabra de Dios, esto es, lo que ha querido revelarnos para que nosotros creyéramos en Él y le aceptáramos en obediencia

Así hermanos, ahora no tenemos a Jesús con nosotros, pero si queremos seguirlo y serle fiel, debemos dejarnos llevar por el Espíritu Santo y basar nuestra fe en las enseñanzas de la Iglesia que se fundamentan precisamente, en la Tradición y en la Palabra de Dios, la Biblia.

Escuchemos la siguiente canción que precisamente nos habla del Espíritu Santo y de su acción sobre nosotros.

(Música, Ven Espíritu Santo, voz y arreglo Melvín Rodríguez)

Hermanos, al final de este mensaje y antes de empezar con las peticiones, les invito a meditar sobre nuestra vida. Muchas veces buscamos a Jesús, queremos seguirle, tenemos miedo, no sabemos qué hacer, no sabemos a quién acudir, pero buscando precisamente las enseñanzas de la Iglesia, que ha conservado la Palabra de Dios por veinte siglos, y en la vida de la Iglesia, en nuestra manera tradicional de rendir culto a dios, y profundizando cada vez más en el conocimiento de Dios cada vez más, nosotros también podremos ser discípulos de Jesús, que lo quieran dar todo de manera entusiasta, al servicio del Evangelio

Vamos ahora a hacer como siempre un momento de silencio, a pedirle al Señor por todo aquello que necesitamos, nosotros y los demás. Al orar siempre tenemos que no solamente pedir por nosotros y por nuestras familias, sino por todos los necesitados.

Les invito a hacer un momento de silencio y a ponernos en oración. Presentemos a Dios nuestras peticiones.

Después de cada petición, hoy día del espíritu Santo, oremos diciendo: Ven Espíritu Santo, infúndenos tu amor.

Por la Iglesia, sus pastores, sacerdotes y diáconos, religiosos, religiosas y todo el pueblo de Dios, para que acoja los dones del Espíritu Santo que les impulsa a seguir adelante, con fe, esperanza y alegría, oremos al Señor: Ven Espíritu Santo, infúndenos tu amor.

Por los gobernantes de todas las naciones, para que por la gracia del Espíritu trabajen, sin desmayo, por el bienestar, la justicia y la paz de toda la humanidad, oremos al Señor: Ven Espíritu Santo, infúndenos tu amor.

Por las personas contagiadas por el virus, los que están aislados en cuarentena los que sufren la incertidumbre de tener la enfermedad, para que, iluminados por la gracia del Espíritu Santo conserven la fe y vean el futuro con confianza. oremos al Señor: Ven Espíritu Santo, infúndenos tu amor.

Por los más vulnerables: los ancianos, los que están solos, los enfermos, los que están lejos de sus seres queridos, para que no les falte la mano solidaria y el gesto oportuno de los que le rodean. oremos al Señor: Ven Espíritu Santo, infúndenos tu amor.

Por todos los que trabajan en el campo de la investigación científica, para que iluminados por el don de la sabiduría y la inteligencia que vienen del Espíritu Santo, trabajen siempre con convicción, paciencia y optimismo, por el bien de toda la humanidad. oremos al Señor: Ven Espíritu Santo, infúndenos tu amor.

Por todos nosotros, para que el Señor nos llene con los frutos del Espíritu Santo y nos conceda la gracia de que nuestra vida sea una continua alabanza a Dios y fuente de auténtica alegría para los que nos rodean. oremos al Señor: Ven Espíritu Santo, infúndenos tu amor.

Les invito a presentar en silencio, desde sus hogares una oración: oremos al Señor: Ven Espíritu Santo, infúndenos tu amor.

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en la tierra como en el cielo.

Danos hoy el pan de cada día.

Perdónanos nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en tentación,

Y líbranos del mal. Amén

Hermanos, en este momento de oración vamos a despedirnos con la bendición de Dios.

El Señor esté con ustedes/ Y con tu espíritu

Y la bendición de Dios todopoderoso: + Padre, + Hijo y + Espíritu Santo, descienda sobre ustedes, familiares, vecinos y amigos, y por todo nuestro pueblo santiaguero y permanezca siempre / Amén

Muchas gracias a todos.

Monseñor Dionisio García Ibáñez

Arzobispo de Santiago de Cuba

(Música, Espíritu de Dios ven a mi vida, en la voz de Juan Adrián Romero)

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