Homilía del P. Rogelio Deán Puerta, párroco de la parroquia de Nuestra Señora de la Caridad
Eucaristía VI Domingo de Pascua, 17 de mayo de 2020
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
El pasado domingo contemplábamos a Nuestro Señor Jesucristo, nuestro Dios, como “Camino, Verdad y Vida”. En el día de hoy, el Evangelio nos presenta el rigor y los requerimientos de ese Camino. Es indiscutible que todo lo que “vale” “cuesta”. No es un camino sencillo el que estamos llamados a seguir. Nuestro Dios nos marca un destino, una meta, donde con certeza podemos encontrar nuestra felicidad y realización. El Mesías es claro en su decir, no quiere que vivamos en la mediocridad de la mentira, que nos sumerge en las auto lástimas y nos hace presos del inmovilismo de lo fatal. Jesús nos quiere inmersos en un auténtico “proyecto de vida” que va más allá de lo circunstancial. No nos deja solos en este proyecto, nos garantiza la acción del Espíritu de amor, que es capaz de construir desde nuestra debilidad. Importante saber que sólo se puede construir desde “la verdad que nos hace libres”.
No es el cristianismo un camino con ausencia de objetividad. Es importante conocer nuestra meta y el lugar en que me encuentro hoy. Nos toca recibir y utilizar con confianza las herramientas que se nos bajan desde lo alto, para siempre y en todo momento, “no dejar de avanzar”. La interrelación íntima y profunda con nuestro Dios marca el éxito de ese avance, cuyo estímulo no debe estar en encontrar siempre todas las respuestas, sino más bien en gozar de “todo el amor divino” que debe mantenerse “operativo” en nosotros. Los mandamientos de Dios, no constituyen una ley dura, fría y desencarnada. Los mandamientos de Dios son “garantías de buen rumbo en pleno equilibrio entre Verdad y Caridad”
Conocer a Dios, escuchar su voz y ponerla en práctica es vivir en un gozo renovador que nos permite enfrentar con certeza hasta los retos más difíciles que se interponen entre nosotros y nuestro destino de felicidad. Jesús ha querido articular nuestro obrar con la poderosa manifestación de su Gracia, solo nos pide estar unidos a Él en un mismo proyecto de salvación, donde todos contamos y podemos tener parte.
Jesús nos comparte el estilo de comunión de la Casa del Padre, insiste en él, y lo presenta como salida exitosa a cada reto de crecimiento que nos presenta. Son los mandamientos un camino de crecimiento, ni el más pequeño y sencillo está de más, todos son de vital importancia. No pasan de época y responden a todos los contextos y circunstancias, nunca ninguno de ellos puede quedar pospuesto, nunca saturan nuestra humanidad; al contrario: la elevan.
Qué saludable resulta al agradecer cada noche al Señor por la Vida, -que en estos tiempos se ha puesto en peligro-: realizar un sincero examen de conciencia a la luz de la Palabra del Señor, que nos permita revisar el buen paso de nuestro rumbo en momentos que se requiere de nosotros una respuesta equilibrada y segura ante circunstancias nunca vistas.
Si sufres agotamiento, si te parece de principio muy dura la carga; desde la Fe, responde Sí como María, y contempla caminando contigo al rey de la historia, a nuestro Jesús que nos mira con ternura y nos repite una y otra vez: ¡No tengas miedo, yo estoy aquí! Jesucristo ha resucitado! ¡En verdad resucitó! Amén.