Homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez, arzobispo de Santiago de Cuba

Homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez, arzobispo de Santiago de Cuba

Eucaristía V Domingo de Pascua, Día de las Madres, 10 de mayo de 2020

Basílica Menor Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre

Hermanos,

El domingo pasado nosotros escuchamos como Jesús hablando de sí mismo, Él se definía como que Él era la Puerta y el Buen Pastor; son dos imágenes que entrañan movimiento, camino, tránsito. Ahora Jesús, también hablando de sí mismo, dice que Él es el Camino, la Verdad y la Vida.

Fíjense bien que Puerta, Buen Pastor, Camino, nos indican siempre movimiento y un sentido hacia el que nosotros queremos ir. ¿A dónde nos quiere llevar el Señor? ¿Por qué habla de la vida como si fuera un tránsito, un camino? Como si la vida se hiciera poco a poco, como dice el poeta “se hace camino al andar”. Jesús nuestro Salvador, Él sabe que nosotros necesitamos también un guía, un pastor que nos oriente en el camino de la vida, que todos tenemos que transitar.

Pero todo camino, toda puerta, nos lleva a un final. ¿Cuál es el final que nosotros vemos que es el natural, que sabemos que es ineludible, que sabemos que tenemos que pasar y sufrir? Es el camino de la vida, y sabemos que el camino de la vida es un tránsito, en el que nacemos, crecemos, nos hacemos adultos, tenemos hijos, viene la debilidad, viene la enfermedad y termina en la muerte. Si no tuviéramos a Jesús que dice que Él es el Camino, es la Verdad y la Vida, ese camino termina siempre con la muerte. Siempre, es una derrota siempre.

El hombre necesita buscar la verdad y buscar la vida, eso es lo que quiere. Jesús nos dice yo he Resucitado, yo soy el Camino que les lleva no a esa muerta sino a la vida eterna, yo soy el Camino que dice que la vida, no termina con la muerte, Él ha triunfado. En la cruz Jesús nos alcanzó la salvación, y en la cruz el Señor nos alcanzó la Vida eterna. Ése es el sentido final de nuestro peregrinar, sino sería un peregrinar que tuviera un fin que muchas es, no deseado. El Señor que nos ha dado la vida, el Señor nos da la vida al final, la Vida eterna. Él es el Dios de la vida y la vida que nos ha dado no quiere que termine pesimistamente y en derrota con la muerte, sino que termine en la Vida eterna junto a Él.

Ése es el mensaje de Jesús. Agarrémonos al Dios de la Vida, para hacer el camino guiados por Él y encontrar la Vida eterna.

El otro punto es el día de las Madres. Hoy coincide que hace 104 años el papa Benedicto XV proclamó a la Virgen de la Caridad del Cobre, Nuestra Madre y Patrona. Por lo tanto, el día de las Madres estamos recordando coincidentemente esta fecha.

Vamos a pedir al Señor por todas nuestras madres. Por nuestras madres difuntas, para que el Señor las tenga junto a Él.

Las madres son las primeras colaboradoras de Dios al dar la vida, junto con el hombre, son necesarios, hombre y mujer los creó. La madre es la que transmite esa ternura de Dios, o debe serlo, está en su naturaleza; el tiempo que nos tuvo en sus entrañas, nos quería desde antes, entonces hermanos nuestras madres necesitan de nuestra oración y de nuestra cercanía.

Que, por celebrar hoy el día de las Madres, no significa que es un día al año. Todos los días son días de las Madres, lo que pasa es que hoy queremos significarlo, reafirmarlo.

Vamos a pedir por nuestras madres, como dije ahorita difuntas, para que estén junto a Él en la Gloria gozando de la Vida al final de la vida. Oremos por nuestras madres vivas que sabemos todos como luchan, como nos quieren, como nos cuidan, como se desesperan cuando necesitan encontrar las cosas para los hijos, como nos aconsejan; entonces, pidamos por nuestras madres vivas, y para que también nuestras madres vivas tengan un esposo al lado, que no solamente sea el padre de sus hijos, sino que sea el que le acompañe, el que les quiere, y que les ayuda a cuidar a sus hijos. Ése es también es el mejor regalo para una madre.

Hermanos con estas intenciones, con estos deseos como pueblo continuemos la santa Misa y vamos todos a rezar el Credo.

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