Homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez, arzobispo de Santiago de Cuba Eucaristía IV Domingo de Pascua
Homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez, arzobispo de Santiago de Cuba Eucaristía IV Domingo de Pascua, Domingo del Buen Pastor, 3 de mayo de 2020 Basílica Menor Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
Hermanos:
Hoy el IV domingo de Pascua, es conocido tradicionalmente en la Iglesia como el Domingo del Buen Pastor. ¿Por qué? Porque leemos el capítulo 10mo del Evangelio de san Juan, en el que Jesús mismo, él se califica, él dice que Él es, el Pastor de todo el rebaño, él es el Buen Pastor, que las ovejas le conocen y Él conoce a las ovejas.
El domingo pasado decíamos que los Evangelios, nos narran la vida de Jesús, pero no simplemente para relatarnos, sino que el interés fundamental es sacarle la enseñanza, conocer lo que Jesús nos quiso decir. En el día de hoy, también nosotros vemos como Juan, nos presenta al mismo Jesús, él se autocalifica y él dice que él es, coge la imagen de una puerta, que es como una puerta que abre espacio, que abre posibilidades; y que él es el Buen Pastor, el que cuida a sus ovejas. Fíjense bien las imágenes: puerta y pastor.
En el Evangelio vemos que muchas veces Jesús pregunta qué dice la gente que soy yo, Elías, Juan el Bautista… Pedro es el que le dice “Tú eres el Hijo de Dios vivo”. Aquí Jesús entonces dice, “Yo soy la puerta”. Esa imagen para nosotros es muy buena. Cuando nosotros nos vemos con muchas dificultades, que todas las cosas nos salen no como pensamos, que parece que el mundo se nos viene arriba, esta misma situación que estamos viviendo, nosotros decimos “señores, cuando las puertas se cierran, siempre hay alguna que permanece abierta” o “siempre una puerta se abre”.
Jesús quiso decir que Él es la Puerta, esa puerta que nos permite entrar a encontrar posibilidades. Cuando abrimos las puertas de un hogar deseamos encontrar adentro lo mejor, cariño, aprecio, familiaridad, comunicación, fraternidad. El Señor nos abre la puerta, pero para la vida eterna; la vida eterna que se empieza a vivir aquí en la tierra, en la medida en que nosotros tengamos a Jesús como el Buen Pastor, el que sabe lo que necesitan las ovejas, el que sabe conducir a las ovejas, el que las ovejas, es decir el rebaño, nosotros, no ovejas porque acatemos todo así con la cabeza baja, sino ovejas porque tenemos a Jesús como el Pastor, y nosotros queremos seguirlo a Él, queremos seguirlo a Él.
¿Qué es lo que hace el pastor? Llama a las ovejas, abre las puertas para que entren, las conduce por el campo, hay veces que va delante guiando a las ovejas hasta los pastos, otras veces se quedan rezagadas y las acompaña en el medio, otras veces se pone detrás empujando a las ovejas para que no se cansen en el camino…
Entonces hermanos, al Jesús decir que Él es la Puerta, que Él es el Buen Pastor, significa que Él nos invita a vivir el Reino de Dios, a reconocerle como al Señor, y también que nos dejemos guiar por Él, es ésa la invitación que nos hace hoy.
Hoy también la Iglesia pide, universalmente, por todos los sacerdotes, por todos los pastores, somos pastores que guiamos el rebaño. ¿Para qué? Para que seamos como Jesús, buenos pastores, para que nuestros fieles al vernos reconozcan a Jesús, para que estemos dispuestos a guiar el rebaño, y para que estemos dispuestos como Jesús hizo a entregar su vida por el rebaño. Hay que pedir por todos aquellos, sacerdotes, obispos, por el papa Francisco, por todos los pastores, aquellos que quieren guiar al pueblo de Dios, para que cuando se nos vea, se nos identifique, con Jesús el Buen Pastor.
Que todos hermanos sean así, y que el Señor se nos acompañe.