HOMILÍA DE MONS. DIONISIO GARCÍA IBAÑEZ MISA DE DOMINGO DE RESURRECIÓN

HOMILÍA DE MONS. DIONISIO GARCÍA IBAÑEZ MISA DE DOMINGO DE RESURRECIÓN

TRANSCRIPCIÓN DE HOMILÍA DE MONS. DIONISIO GARCÍA IBAÑEZ  ARZOBISPO DE SANTIAGO DE CUBA MISA DE DOMINGO DE RESURRECIÓN BASÍLICA SANTUARIO DE NUESTRA SEÑORA DE LA CARIDAD DEL COBRE 12 de abril de 2020 

Hermanos, hemos llegado al final de la Semana Santa, con el domingo de Resurrección.  Es una semana de dolor. Una semana en que parece que el mal ha vencido, la muerte.  Parecía que todo había terminado, Jesús había sido muerto en la cruz y estaba sepultado.  Los guardias cuidaban la piedra que tapaba la sepultura. Pero lo que para los hombres es como un final, para Dios es como un principio, es un principio.  Porque con la resurrección de Cristo comienza la nueva vida, los nuevos tiempos. 

¡Este es el día en que actuó el Señor!, en que Cristo ha resucitado, porque ha vencido al pecado y a la muerte. Por eso es que llamamos así: Cristo vencedor del pecado y de la muerte. En estos días, en la trasmisión de la misa anterior, del domingo de Ramos, veíamos a Cristo, era Cristo sufriente, el que se entregaba por nosotros, voluntariamente, para el perdón de nuestros pecados. 

Hoy hay otro signo aquí en nuestro templo. Está el signo del Cirio pascual que significa la luz de Cristo que ilumina nuestras vidas.  Lo que estaba oscuro, lo que el pecado ocultaba, lo que los hombres muchas veces le poníamos trabas a la acción de Dios, eso ha sido despejado, ha sido iluminado para que, con la fe, nosotros entendamos de que Dios no nos abandona, sino que nos llama a la salvación.  Cuando nosotros entramos en un cuarto oscuro, no notamos que hay objetos en el cuarto.  Cuando la luz se enciende, notamos que hay sillas, mesas, floreros, balances… Muchas veces nuestra vida es como un cuarto oscuro, que vemos las cosas, tal vez, pero no nos damos cuenta que esas cosas tienen un sentido.  La luz de los ojos, la vista, nos descubre las cosas terrenas, lo que vemos, lo físico, la fe nos descubre las cosas del espíritu, lo que Dios nos quiere decir. 

Por eso hermanos, en estos momentos duros en que nosotros estamos pasando como pueblo por esta epidemia, pero también en los momentos duros de la vida de cada uno de nosotros, que como dijimos los otros días, cada uno carga su cruz, también el Señor por la fe, ilumina esos momentos difíciles, esos momentos que no encontramos sentido, y el Señor nos dice: Cristo ha resucitado.  Él es el Salvador, la vida tuya tiene sentido: La vida de un niño y la vida de un anciano, la vida de un pobre y la del que tiene mucho poder. Ante Dios todos somos iguales, los hombres somos los que hacemos las diferencias, y cada vida tiene valor para Dios.  Por eso los hombres luchamos mucho por superar la muerte, nos ocupamos de las enfermedades, estamos luchando contra la epidemia. Los hombres, también nosotros, luchamos para que haya justicia, para que todos seamos hermanos. Ésa es la historia, ésa es la historia del hombre, pero nos damos cuenta de que el pecado está en el medio y nos damos cuenta de que muchas veces nosotros mismos no hacemos lo que debemos hacer. Somos hermanos y también nosotros metemos el mal en el mundo.  No solamente el mal de la epidemia, es el mal nuestro que muchas veces metemos dentro del mundo. 

Siempre luchamos por la justicia y el bien, siempre luchamos para retardar la muerte, para superar las enfermedades, pero la historia nos dice que ese final feliz, ese paraíso en la tierra no lo hemos logrado, no se logrará mientras el hombre no cambie, mientras el hombre no se dé cuenta que tiene al lado suyo a un hermano.

Aferrémonos a Cristo resucitado, que él nos dice que Él es el camino, la verdad y la vida, que en Él sabemos que algún día estaremos junto a Dios, ¿Por qué? Porque Dios es nuestro creador, y es el Señor de la vida.  Él no quiere la muerte, por eso nos invita a resucitar junto con él. 

María Magdalena, Juan y Pedro, vieron y creyeron y lo trasmitieron.  Nosotros lo trasmitimos, para que nosotros le encontremos sentido a la existencia, no es vivir por vivir, es vivir sabiendo que cada vida humana tiene un sentido y que cada vida humana hay que ponerla en las manos de Dios.  En estos días de soledad en nuestros hogares, cojamos la Biblia, leámosla, trasmitamos nuestra fe, aquellos que somos cristianos, aquellos que creemos en Cristo y que tenemos esperanza y todos, todos, cristianos y no cristianos, ayudemos y pongamos nuestras manos, pero también hermanos, es obligación nuestra el buscarle sentido a las cosas, el buscarle sentido a la vida, el buscarle sentido a la muerte, el preguntarnos ¿para qué hemos venido al mundo?

En la fe, aquella luz que nos da la fe, nosotros sabemos que Cristo ha resucitado, que es la luz del mundo, y que Él nos llama a vivir la vida eterna.

Soportemos estos momentos duros con la esperanza de saber que el Señor está de nuestro lado, que el Señor nos da fuerza, que el Señor nos invita a transitar por este mundo, pensando en la vida eterna.

¡Que Dios nos ayude a todos a vivir así!

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