Fiesta del catequista en el Centro Loyola
Por: Giovanna Tames Miraglia
El pasado 24 de octubre, fiesta de San Antonio María Claret, los catequistas de la parroquia San Luis Obispo del Caney, celebramos nuestro día. La jornada fue organizada en el Centro Loyola, donde recibimos nuestra formación permanente para el servicio catequético. El taller estuvo impartido por la hermana Soledad Galerón, misionera claretiana y miembro de la Comisión diocesana de catequesis, quien presentó el tema “Claret, por los caminos de la promoción humana”.
La Hna Soledad insistió en la preocupación del santo obispo misionero por las familias, los pobres, los presos, los enfermos; en sus visitas pastorales y los esfuerzos por catequizar en todo momento, predicar la Palabra e iniciar en los sacramentos a todos aquellos con quienes se relacionaba. Presentó la preocupación del “padrecito” por el mundo rural y sus búsquedas para dignificar la vida y el trabajo en el campo. Recordó su empuje en las Casas de Caridad, de Beneficencia, las granjas escuelas, las casas de ahorro, los talleres de oficios.
La mirada histórica al ser y quehacer de este santo, gran misionero y gran catequista nos invitaba a centrar como él nuestra vida y servicio en la oración, en los ratos de lectura y meditación de la Palabra para encontrar como él que Dios es “suficientísimo” y es quien nos invita y sostiene en la pastoral.
Esta primera parte del encuentro estuvo seguida por la eucaristía, celebrada por el P. Domingo García, sj, quien iluminado por las lecturas del día, nos recordó a San Antonio María Claret como una persona que solo miraba a Dios y su gran celo era atraer más personas a su Reino. Con ello nos invitaba a buscar siempre el amor de Dios y experimentarlo de tal modo que constituya el impulso para anunciarle. Recordó, desde el Catecismo de la Iglesia, qué entendemos por catecumenado de adultos y catequesis de niños, resaltando la figura del catequista como maestro de oración y compañero en la búsqueda de Dios.
A estos profundos y motivadores momentos, le siguió el compartir fraterno de los más de treinta catequistas de ocho comunidades donde se procura mantener la catequesis como espacio de esencial importancia en la misión evangelizadora de la Iglesia.