…para Vos nací…

…para Vos nací…

Por: María C. López Campistrous 

Arquidiócesis de Santiago de Cuba, 6 de enero de 2019 / En la SBMI Catedral de Santiago de Cuba, primada de Cuba,  fue ordenado sacerdote Camilo de la Paz Salmón Beatón el pasado 29 de diciembre. En la eucaristía presidida por Mons. Dionisio G. García Ibáñez y todo el clero Arquidiocesano, el Arzobispo impuso las manos y consagró a Camilo sacerdote para siempre, por la gracia de Dios, quien tanto en su homilía, como en la oración propia del rito de ordenación, recordó a ordenado que había sido llamado por Dios para el servicio de su pueblo, para ser ya para siempre testigo de su amor y misericordia.

A este joven santiaguero le acompañó su familia, profesores de la universidad, formadores del seminario, y fieles de varias parroquias de la ciudad y también venidos de las lejanas comunidades de Guamá, parroquia de Cristo Rey, donde Camilo sirvió pastoralmente después de su ordenación diaconal.

Fue una ceremonia bien cuidada y sencilla, llena de alegría. Momento muy especial cuando su padre, hermano y sobrinos llevaron hasta el altar los ornamentos con los que fue revestido por el P. Oscar Márquez el nuevo sacerdote.

Al terminar la santa misa, el P. Camilo de la Paz agradeció con sentidas palabras esta Gracia del orden sacerdotal, corroborando el lema escogido para su ordenación, “…para Vos nací…” 

Palabras de Agradecimiento del P. Camilo de la Paz Salmón Beatón 

Hermanos este es el gran día tan esperado, no solo por mí y mi familia, sino por toda la Iglesia representada primeramente por la persona de su pastor Monseñor Dionisio García e Ibáñez, Arzobispo primado de la iglesia cubana, por el presbiterio que me recibe hoy con los brazos abiertos como signo de fraternidad patentizado por la escucha, la exhortación y el acompañamiento; y, sin lugar a dudas por todos ustedes el Pueblo Santo de Dios, que con sus oraciones por mi fidelidad sacerdotal han logrado que la voluntad divina se conmoviera por tan vil pecador y lo contase entre el número de sus elegidos para alzar el cáliz de la salvación y dar gloria a Dios en las alturas con el sacrificio del Cordero inmaculado propicio por la Esposa: La Iglesia. A todos muchas gracias.

Desde el mes de agosto cuando fui ordenado diácono hasta la fecha he meditado muchísimo en mi vida, en todas las veces que mi conciencia ha identificado la presencia de Dios y su llamado. No he olvidado de que mi bautizo fue administrado en mi período universitario porque fui llevado a la Iglesia insistentemente por Ricardito Pinto, joven brillante que me hizo descubrir el valor de la fe en la realización de la persona humana. No olvidaré jamás que fue junto al Doctor García y mis profesores universitarios que hoy me acompañan donde viví mi primera formación intelectual y que me hizo descubrir el valor de la fe en la realización de la persona humana. No olvidaré jamás que fue junto al Doctor García y mis profesores universitarios que hoy me acompañan donde viví mi primera formación intelectual y que me ha servido para ser un hombre libre.

Sé bien, que fue junto a Monseñor Carlos Manuel de Céspedes García Menocal cuando estudiaba al Padre Félix Varela que decidí entrar en el Seminario. Que con mucha paciencia me educó en el principio vareliano que es mejor ser un “soldado de Cristo”. No ignoro que descubrí la mística del Carmelo Descalzo de Santa Teresa de Ávila, San Juan de la Cruz, Santa Teresita del Niño Jesús y Santa Teresa Benedicta de la Cruz porque fue mi arzobispo que al observarme bruto y torpe me regaló cariñosamente sus obras completas como un excelente camino para encontrarse con Dios.

Que hubiese sido de mi si en el tiempo de formación en el Seminario San Carlos y San Ambrosio de la Habana no hubiese tenido todo el apoyo que recibí de Sor Genoveva, Hija de la Caridad, el Padre Luciano Borg, agustino recoleto maltés de gran espíritu y ciencia y del Doctor Eusebio Leal Spengler, que en más de una ocasión me demostró con su amistad de que la caridad cristiana no es fruto de ideologías o sistemas políticos, sino de la entrega desinteresada, a los demás, de los hombres de buena voluntad.

Nunca olvidaré que en un momento de mi formación sacerdotal, decidí radicalmente abandonar el seminario porque no le encontraba sentido al seguimiento de Cristo. Pero, fue un joven moribundo llamado Leonides que en la terapia del Hospital Provincial me pidió que lo bautizara, diciéndome que el sentido de la vida es la Palabra dicha por Dios que es su Hijo Jesús y ya no se le puede preguntar más nada porque ya no tiene más nada que decir, que con el nacimiento de su Hijo, que es la Palabra ya están dichas todas las cosas. Seguidamente me regaló para sorpresa mía una estampita de Jesús que tenía la inscripción de Santa Teresa de Ávila: “…para Vos nací…”, la cual he asumido como lema de mi sacerdocio a mis 33 años cumplidos este 25 de diciembre. Muchas gracias. Feliz Navidad a todos y que tengan un excelente Año 2019, que nuestro país lo necesita.

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