Transcripción de la homilía del P. Rogelio Deán Puerta, 1 de diciembre de 2024

Transcripción de la homilía del P. Rogelio Deán Puerta, 1 de diciembre de 2024

Transcripción de la homilía del P. Rogelio Deán Puerta
Párroco del Cobre
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad, 1 de diciembre de 2024
Primer Domingo de Adviento

“Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria, cuando empiecen a suceder estas cosas cobren ánimo y levanten la cabeza, porque se acerca su liberación” Lucas 21, 27-28

Mis hermanos,

Estamos comenzando el tiempo del Adviento en la Iglesia Católica. Tiempo, como decíamos, de preparación para la Navidad, el nacimiento de Jesucristo. Comenzamos el Año litúrgico.

En la primera lectura, el profeta Jeremías utiliza dos palabras importantes. Utiliza las palabras justicia y derecho. Son dos palabras que ciertamente tienen una resonancia en el corazón del hombre en los tiempos modernos. Necesitamos justicia y derecho. Hay mucho sufrimiento, hay mucho dolor también en nuestra tierra cubana y no son pocas las veces en que nos viramos hacia Dios pidiendo precisamente, ante tantas dificultades, justicia y derecho.

Por eso nos levantamos una y otra vez y junto con el salmo decimos, “A ti, Señor, levanto mi alma.” Yo creo que hay una súplica muy adentro de nosotros que se eleva hacia Dios delante del dolor, delante del sufrimiento, mucho más cuando también se viven circunstancias de impotencia ante el dolor.

Después en el evangelio el Señor nos advierte de muchas cosas que van a pasar en el mundo, o sea, nos habla de espanto, nos habla de señales, nos habla de diferentes momentos difíciles, y nos advierte de la necesidad de estar alertas, a ver cómo, por dónde, de qué manera viene el Señor. De hecho, la palabra clave en el tiempo del Adviento es estar alerta, o sea, estar despierto. Y el Señor advierte como delante de los sufrimientos y los avatares que nos aquejan, de repente nuestros corazones se pueden volver duros.

A veces pasa el tiempo y leemos un poquitico la historia de la humanidad, la historia nacional, nuestra historia familiar, nuestra propia historia personal y nosotros vemos como a veces, a uno le cae una especie de desespero, de agobio en la persona que espera. Porque es indiscutible que un valor esencial en la experiencia del cristiano es la esperanza. El cristiano es una persona que espera. Ahora, hay que tener cuidado en ver en qué o en quién está depositada nuestra esperanza. Y esto se habla mucho, yo sé que es difícil muchas veces de asumir, pero nosotros tenemos que estar claros como cristianos, en quién está depositada nuestra esperanza.

Nuestra esperanza está depositada en Jesucristo. Nuestra esperanza tiene un nombre, tiene un rostro, nuestro Dios hecho hombre que nos prometió que iba a estar con nosotros siempre. Ahí está nuestra esperanza. Es que nosotros sabemos que Dios existe, lo identificamos y creemos en él. Por eso qué bueno de vez en cuando hacer un diagnóstico de nuestro corazón. Porque no se puede vivir a rastras. Nuestra espera no es una espera pasiva, no es una espera ideal, nuestra espera, la espera del cristiano es una espera activa. Es el matiz de esa esperanza.

¿Qué es lo que nos da la esperanza de que llegue el momento de esa deseada justicia, de ese deseado derecho? Que clamaba también el pueblo de Israel para su nación, el amor. Hay muchos ideólogos en el mundo con muchas soluciones de muchos tipos para cambiar, cambiar sociedades, países. Ahora, pero si esos ideólogos se basan en la venganza, en el odio; si esos ideólogos hablan desde la frustración, desde un dolor hiriente, difícilmente desde ahí se podrá construir nada bueno.

La clave nos la da San Pablo en la segunda lectura. San Pablo una vez más nos habla del amor. O sea, no se puede esperar sin amor. No existe la esperanza cristiana sin la base del amor. Y uno, en la vorágine de cada día y que lo digamos los cubanos, los que vivimos aquí en esta isla, la vorágine de cada día nos va lacerando, nos va dañando, nos va haciendo quizás personas tristes, derrotadas, abatidas, cansadas, frustradas. Bueno, ¿y cómo yo puedo tener paz? ¿Cómo yo puedo tener esperanza en medio de todo esto? ¿Cómo yo puedo ser una persona que está activamente alerta? Bueno, únicamente desde una renovación en el amor que pasa por la cruz camino a la resurrección.

Ahora en este tiempo de Adviento quizás nos podríamos preguntar, bueno, ¿qué tiene que nacer en mi corazón? Va a nacer Jesús el autor de la vida, el Salvador del mundo, la causa de mi esperanza viene y nace, quiere nacer. Ahora, pero junto con Jesús a que tengo que morir en mi corazón y que hace falta que nazca en mi corazón. Hay veces que no es posible nacer al amor si primero uno no muere a una serie de sentimientos y de experiencias que parecen no querer irse.

No se puede nacer, no se puede renacer, no se puede ser feliz, si uno no es capaz de dar muerte a muchos sentimientos amparados en el odio que arrastramos. Así no se puede recibir al Salvador. No tendría ningún impacto en nacimiento del Salvador en nuestras vidas. Llegará la Navidad, pondremos el arbolito, pondremos los colores, las luces, pero seguiré siendo yo la misma persona mustia, derrotada, que no irradia absolutamente más que tristeza, agonía y dolor. Somos los apóstoles del amor, no los apóstoles del dolor. No hay que hacer un altar del dolor, hay que hacer un altar del amor que es más fuerte que el dolor, y es difícil esto, muy difícil. Pero no hay otro camino, es ese.

Pero podemos ayudarnos, claro que sí. Y una clave es la oración, lo dice el Evangelio. O sea, ¿de dónde viene la fuerza? Lo dice el Evangelio, de la oración. Ah, pero es que a veces rezamos tan poco. Es que el tiempo de Adviento tiene que ser un tiempo por excelencia de oración, porque no es posible esperar sin orar.

Vamos a pedirle a la Santísima Virgen de la Caridad, nuestra Madre, figura del Adviento. Esa Madre que nos da el regalo más grande que podemos tener que es Jesucristo. Vamos a decirle, “Madre, enséñanos a generar a Jesús a los demás. Enséñanos a dar a Jesús a los demás”. Que mi vida, mi rostro, a pesar de mi historia personal, sí, porque ahora en la actualidad la moda son los psicologismos. No, es que tú no sabes, pero es que yo tengo una historia personal difícil. Aquí cada cual tiene su historia. Y cada cual tiene su cruz y su huella. Y cada cual tiene que aprender a crecerse por encima de esa historia con la fuerza del amor que nos ofrece el Señor.

Vamos entonces a pedir a la madre del amor, la Santísima Virgen de la Caridad del Cobre, Madre de todos los cubanos, vamos a pedirle a ella que sabe de dolor, y sabe cómo se vence el dolor por amor. Vamos a pedirle a ella que nos prepare para esta Navidad. Que cambie nuestro corazón, que haga en nuestro corazón un lugar bueno para que nazca el Señor y que entonces nosotros podamos dar a Jesús a los demás.

Que así sea.

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