Transcripción de la homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez, Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo
Transcripción de la homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad, 24 de noviembre de 2024
Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo
“Ni aún el Hijo del hombre, vino para que le sirvan sino para servir, y dar su vida como precio por la libertad de muchos” Marcos 10, 45
Hermanos,
Este domingo es conocido como el domingo de Cristo Rey, porque precisamente es el último domingo del Año Litúrgico. Ustedes saben bien que nosotros tenemos el año civil. El año civil para nosotros, para Occidente, pues comienza el primero de enero y termina el 31 de diciembre, está dividido en meses más o menos iguales, 30, 31 días menos febrero; y entonces el Año Litúrgico transcurre así.
Por eso nosotros sabemos el día en que nacemos, el día de que un familiar nuestro cumple años, el día de la boda, el día de nacimiento de los hijos, es decir, aquellas fechas que son importantes para la vida. Porque nosotros somos personas que vivimos en el tiempo y vivimos el espacio, y para contabilizar las cosas, para saber dónde estamos, pues tenemos que tener muy presente el tiempo.
Ese es en la vida civil, las clases empiezan aquí en Cuba a principios de septiembre y terminan en junio, va transcurriendo así. Y todos los años se repite, es decir, celebramos el día de nuestro cumpleaños y celebramos todas las otras fiestas que tenemos, las fiestas patrias, etcétera.
En la Iglesia también se vive en un año que está medido en el tiempo, y eso es lo que se llama el Año Litúrgico, es decir el año que regula las celebraciones de la Iglesia. El Año Litúrgico nuestro comienza en el primer domingo de Adviento, que casi siempre cae a principios de diciembre más o menos, finales de noviembre principios de diciembre y termina en la fiesta de Cristo Rey.
¿Qué es lo que nosotros celebramos? Pues nosotros celebramos la historia, cada año también nosotros repetimos, porque nosotros los hombres, los humanos tenemos que recordar, memorizar, nosotros celebramos nuestra salvación. Nosotros celebramos el regalo de la revelación que Dios nos da, y ese regalo de la revelación no es más que el mismo Cristo, por eso el Año Litúrgico nuestro, basándonos en esa revelación, comienza en el Adviento, que vamos a hablar un poquito más ahorita, es el tiempo de preparación, ¿para qué?, para celebrar el nacimiento del Señor Jesús.
Más adelante celebraremos la fechas cercanas a ese nacimiento del Señor Jesús, y más adelante vamos a celebrar la Semana Santa, la Pascua del Señor, en la cual nosotros recordaremos su pasión y muerte en cruz, pero terminaremos con el domingo de Resurrección, en que nosotros vamos a recordar, vamos a celebrar, vamos a conmemorar, el triunfo de Dios sobre el mal, sobre la muerte y sobre el pecado, porque ha resucitado y nos ha dicho, de la misma manera que yo he resucitado, ustedes también están llamados a la resurrección.
Continuamos a los 50 días de la fiesta de la Resurrección celebramos Pentecostés, que es el tiempo en el cual recordamos la venida del Espíritu Santo, el tiempo de la Iglesia. Ya Jesús no está aquí entre nosotros para manifestarse, para revelarse Él así y que nosotros le veamos y le toquemos como hicieron los Apóstoles. El tiempo del Espíritu, es el tiempo que hace que con nuestra fe reconozcamos precisamente la Resurrección de Cristo, la aceptemos por la fe y nos sintamos todos amados por Dios, porque eso fue lo que el Señor Jesús vino a predicar. ¿De qué manera? En medio de una comunidad cristiana, que es la Iglesia. Entonces ese día comienza como el tiempo de la Iglesia, el Espíritu que anima a cada cristiano, a ustedes, a mí, a todos los cristianos, nos anima a ser fieles al Señor y termina entonces con el día de Cristo Rey.
Ahí en el medio entran otras fiestas muy propias, la Virgen de la Caridad del 8 de septiembre, una fiesta muy particular para los cubanos. Ahí entran las fiestas de San José el 19 de marzo, van intercalándose porque también ellos forman parte de nuestra historia de salvación, dándonos ejemplo con su vida.
Entonces estamos celebrando la fiesta de Cristo Rey, el final del Año Litúrgico y, ¿qué significa esto? Significa que esa segunda venida de Jesús que fue anunciada por Él, esa segunda venida de Jesús se cumplirá; cuándo, el mismo texto del Evangelio dice, solo Dios lo sabe. A nosotros no nos tiene que crearnos desazón para saber, no. A nosotros lo que nos corresponde es vivir fieles en el Señor, porque como bien dicen varias parábolas, varios textos del Evangelio, dicen que el Señor vendrá, como un ladrón viene por la noche, o como el novio cuando llega, la novia tiene que estar dispuesta, preparada.
Así nosotros también tenemos que estar preparados para esa segunda venida del Señor. ¿Cuándo será? Acabo de decir no lo sabemos, pero lo que sí sabemos, es que todos nosotros tendremos que darle cuenta a Dios de nuestra vida. No, como si fuera un juez que quiere castigarnos y que está velando por nosotros, no, para ver donde los coge, no. Es un juez que es amor, y que ese juez que es amor, precisamente lo que quiere es que nosotros participemos de su gloria, y para eso se ha revelado, para eso muere en la cruz para salvarnos.
Entonces en cristiano, si vivimos así en presencia de Dios queriendo cumplir la voluntad de Dios, no tenemos que temerle a la muerte, porque el Señor nos espera, nos espera para darnos qué cosa, la vida eterna. Eso es lo que nosotros vamos a celebrar. Estamos celebrando hoy, que al final de los tiempos todo será recapitulado en Cristo, tal como decía san Pablo todo, será puesto en las manos del Padre, Cristo Jesús, para que el Señor nos asuma, y cómo seremos, semejantes a Él. La plenitud de Dios se hará presente en nosotros.
Esta historia pasajera y dura, pasa, es pasajera, una redundancia, ¿qué es lo que queda? Queda nuestra vida ofrecida a Dios, nuestra vida que trata de vivir íntimamente unido al Señor Jesús. Es la victoria de Dios sobre el pecado, sobre el mal, sobre la muerte, ya el demonio no tendrá poder entre nosotros, ya nosotros contemplaremos a Dios, aquellos que han querido caminar junto con el Señor, haciendo su voluntad, contemplarán el rostro de Dios. Ya no habrá desasosiego, no, si ya estamos en presencia de Aquel al que nosotros esperamos. Esto es lo que estamos celebrando.
Estamos como celebrando nuestro encuentro con Dios. Nuestro encuentro personal con Dios, estamos celebrando, y nuestro encuentro como comunidad, como universo, como comunidad universal de creyentes que se encuentran con el Señor; pero hermanos para eso, tenemos que mantenernos fieles a Él.
Las veces que se habla del Reino de Dios el Nuevo Testamento, es más de cien veces. En el en el Padre nuestro, ¿cuál que es la primera petición? Que está en los cielos, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos tu Reino, Señor, danos tu Reino que es un Reino de paz, de justicia, de bien, de misericordia, de alegría. Danos ese Reino que todos queremos. Venga a nosotros tu Reino, todos nosotros lo queremos. Eso es lo que nosotros pedimos el Padre Nuestro, como la oración primera que nos enseñó Jesús. Pidamos al Señor que venga su Reino.
Pero el Reino de Dios hay que vivirlo desde aquí en la tierra, aquí todavía está confundido con el pecado, nuestro y de los demás, de la sociedad, pero el Reino de Dios se hace presente, cada vez que un cristiano quiere hacer la voluntad de Dios. Y como no hay felicidad más grande que vivir en Cristo Jesús, cada vez que uno de nosotros, quiere hacer la voluntad de Dios y la hace, estamos haciendo presente el Reino de Dios.
Todas las lecturas de hoy hablan del Reino. Desde la profecía de Daniel que dice que le dio el poder real a ese a ese hombre vestido de majestad, que venía a hacerse presente, a reinar sobre todo; desde la primera carta del Apocalipsis que también dice que el Señor tiene el poder real, que su reino estará aquí presente; hasta el diálogo con Pilato, porque Pilato no entendía, que hubiera un hombre que se llamaba Rey que estuviera condenado a muerte, pero tú no eres rey, cómo es esto que estás condenado a muerte.
Mi Reino no es este mundo, si fuera de este mundo las legiones vendrían, pero mi reino no desde aquí, y otra vez se recuerda mi Reino no es como el de los gobernantes de la tierra, que muchas veces aplastan y se sirven, no sirven sino se sirven de aquellos que están bajo su mando, bajo su poder, para explotarlo o para lo que sea, para utilizarlos. El Reino de Dios es un reino de libertad, de libertad para ser el bien que es la verdadera y la única libertad.
Entonces hermanos vamos a pedirle al Señor que nosotros deseemos vivir en el Reino de Dios, y sabemos que lo hacemos cuando estamos haciendo su voluntad, vamos a pedir eso.
Y como estamos ya comenzando el Adviento, el domingo que viene será ya el Adviento, que ya estamos preparándonos para recibir el nacimiento del Señor, celebrarlo, y recibir al Señor que nace del seno de la Virgen María, por obra del Espíritu Santo. Hermanos, vamos a comprometernos a vivir este Adviento así, deseando que el Señor venga a nosotros. Multipliquemos nuestras obras de misericordia, multipliquemos nuestra oración, dediquemos nuestro tiempo a leer la Palabra de Dios.
Aprovechemos el tiempo.
Si estamos hoy de blanco por la alegría de que Cristo ha vencido, a partir de domingo que viene y por cuatro domingos más, los sacerdotes se vestirán de morado en señal de austeridad, no de luto, sino de austeridad. ¿Austeridad para qué? Para dedicar el tiempo a las cosas de Dios. Preguntémonos, ¿qué tiempo le dedicamos nosotros a las cosas de Dios?, ¿qué tiempo? Los trabajos de este mundo nos llevan de un lado para otro, a querer comernos el mundo y hacer todo, y aprovechar hasta el último instante, muchas veces no nos dejan acercarnos a Dios.
Hermanos dediquemos el tiempo al Señor, preparémonos para recibir al Mesías, al Hijo de Dios, Aquel que naciendo nos alcanza la salvación, Aquel que al final de los tiempos vendrá también a celebrar con nosotros la Pascua eterna junto al Señor. Que el Señor nos ayude hermanos a vivir así.
Así que aprovechemos el tiempo, dediquemos este año que viene verdaderamente a vivir los misterios de la vida de Jesús, que siempre comienzan en este Adviento y terminan en la fiesta de Cristo Rey, que ahora estamos celebrando.
Que el Señor nos acompaña a todos. Amén.