Irradia, emisión del 3 de noviembre de 2024
Irradia, emisión del 3 de noviembre de 2024
Transmitido por CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
XXXI Domingo del Tiempo Ordinario
“Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Marcos 12, 30-31
(Música, Amarás al Señor tu Dios, Javier Brú)
Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como el cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.
(Música, Amarás al Señor tu Dios, Javier Brú)
En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Iglesia Metropolitana Catedral de Santiago de Cuba.
“No me abandones, Señor, Dios mío, no te alejes de mí, ven de prisa socorrerme. Señor mío, mi Salvador, Dios omnipotente y misericordioso a cuya gracia se debe el que tus fieles puedan servirte digna y laudable, concédenos caminar sin tropiezos hacia los bienes que nos tienes prometidos. Por nuestro Señor Jesucristo que vive y reina por los siglos de los siglos, amén.
Buenos días, buenas tardes, buenas noches, donde quiera que se encuentren; como siempre una alegría un gozo poder compartir con ustedes esta mañana de domingo, este pedacito de la mañana del domingo, y sobre todo poder compartir la Palabra de Dios.
Hemos pasado esta semana la fiesta de Todos los Santos, en que el Señor el día primero de noviembre, primer día del mes de noviembre, nos recuerda que todos estamos llamados a ser santos, “sean santos como su Padre Celestial es santo”, y para ser santos lo que hace falta es acoger a Cristo y esforzarnos cada día como Él por hacer el bien, sin cansarnos, pasar por este mundo haciendo el bien, amándonos los unos a los otros como él nos amó.
Y el día 2 celebramos la conmemoración de todos los Fieles Difuntos, recordamos a nuestros familiares, a nuestros amigos difuntos, rezamos por ellos, pero también por todos aquellos que nadie recuerda, para también elevar por ellos una oración al Señor y recordar que tenemos que estar preparados, si nos esforzamos por estar preparados, si nos esforzamos por hacer el bien sin cansarnos, pasar por el mundo haciendo el bien, amándonos los unos a los otros como el Señor nos ama, entonces estaremos preparados. El cristiano no le tiene miedo a la muerte porque la muerte no es el fin, la muerte es una puerta, una puerta que se abre, y que se abre para encontrarnos cara a cara con Aquel que hemos servido y amado en este mundo. Si algo tiene que temer el cristiano es a no estar preparado, porque si no estamos preparados, entonces no podremos encontrarnos con el Señor, no podremos disfrutar de la alegría y del gozo de estar en su presencia por toda la eternidad, en el lugar del consuelo de la luz y de la paz.
Ahora, hoy, este domingo estamos celebrando el trigésimo primer domingo del Tiempo Ordinario, donde Jesús nos recuerda que el primero de los mandamientos consiste en conocer en la fe a un único Dios y amarlo con todo nuestro corazón, así nos lo dice el Evangelio de hoy. El mismo mandamiento figura de igual manera en la Ley antigua, como se nos dice en el libro del Deuteronomio capítulo 6, versículos del 2 al 6 en la primera lectura, pero Jesús lo renueva añadiendo que el segundo es de amar al prójimo y que no hay otro mandamiento mayor que estos.
La carta a los Hebreos, en la segunda lectura, carta a los Hebreos capítulo 7, versículos del 23 al 28, señala que el sacerdocio de Cristo tiene supremacía sobre el sacerdocio de la Antigua Alianza, porque nuestro sumo sacerdote es Santo y su sacerdocio es eterno.
El evangelio de hoy está tomado del evangelista San Marcos, en el capítulo 12, versículos del 28 al 34.
(Lectura del evangelio de San Marcos, capítulo 12, 28-34)
Nos narra, que se acercó a Jesús un escriba y le preguntó ¿cuál es el primero de todos los mandamientos?, y Jesús le respondió lo que, por supuesto el escriba sabía y lo que hubiera respondido cualquier judío piadoso de su tiempo, “el primero es escucha Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor, amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. Pero añade algo más. “El segundo es este amarás a tu prójimo como a ti mismo”, y dice más, “no hay ningún mandamiento mayor que éstos”.
El primer mandamiento amar a Dios sobre todas las cosas, pero el segundo amar a tu prójimo como a ti mismo. Pero llegará un momento en que el Señor nos pedirá más. “Ámense los unos a los otros como yo los he amado”. Más que a sí mismos, más allá de cualquier consideración, ama a tu prójimo, al que está cerca de ti, el que está cerca de ti en tu hogar, porque por ahí tenemos que empezar amándonos los unos a los otros como el Señor nos ama, con nuestros vecinos, hasta lograr recuperar aquello que decían nuestros mayores “tu hermano, tu vecino más cercano”. Pero también los que encontramos en la escuela o en el trabajo, o en la placita, o en la guagua, o en la calle, en la comunidad cristiana, en cualquier lugar, tu prójimo es aquel que está cerca de ti a quien puedes tenderle la mano, a quien puedes ayudarlo.
El primer mandamiento amar a Dios sobre todas las cosas, porque esa es la garantía de que podremos amarnos los unos a los otros más que a nosotros mismos. Porque no nos pondremos en el primer lugar, en el primer lugar está Dios que nos ha creado a todos, que nos ha salvado a todos, que nos ha hecho hermanos los unos de los otros por encima de cualquier diferencia.
El Señor quiere que recordemos y el evangelio de hoy lo pone muy en claro, que el amor a Dios pasa a través del amor al prójimo. Como decía San Juan “no puedes decir que amas a Dios a quien no ves, si no amas a tu hermano a quien ves, y si lo dices, eres un mentiroso”.
El amor a Dios pasa a través del amor a los hermanos a todos sin diferencia sin distinción, no puedo escoger a este sí voy a amar, al otro, no. Porque si el Señor hubiera escogido, posiblemente yo no estaría entre los que el Señor escogió. ¿Por qué? Porque me alejo del camino del Señor, porque no siempre cumplo su palabra, porque no siempre obro como debía obrar. Cuando el señor muere en la cruz, muere por todos, muere por los que lo siguieron, por los que lo amaron, por los que estuvieron fieles a los pies de la cruz, Juan el evangelista, su madre María, la hermana de su madre, María la de Cleofás, María Magdalena, todos los demás lo abandonaron; por los que abandonaron también murió, pero murió por los que lo persiguieron, por los que lo condenaron injustamente, por los que estuvieron delante de la cruz burlándose de Él en el momento del mayor sufrimiento. Por eso dirá “Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
El Señor no escogió, el Señor vino a entregar su vida por todos y los cristianos tenemos la misma misión. Amar, hasta tal punto de ser capaces de dar la vida los unos por los otros más allá de cualquier otra consideración.
Por eso pidámoslo así hermanos míos en esta mañana al Señor. Señor que te ame por encima de todo porque me has creado para amarte y servirte en este mundo, y poder después gozar eternamente de ti en el cielo, pero que ese amor a Ti me dé la fuerza para amar a mi prójimo, amar a todos los que encuentro, amar a los de mi familia que a veces es más difícil porque los tengo todo el día, todos los días, de todas las semanas, de todo el año, de todos los años. Dame la fuerza y la gracia para poder como pedía San Francisco de Asís, ser Señor instrumento de tu Amor y así darle una esperanza a este mundo que tanto necesita del amor cristiano, que es ese amor universal que Tú nos enseñaste desde la cruz, abriendo los brazos para acogernos a todos. Que así Tú nos lo concedas.
(Música, Mandamiento del amor, Dumas y Mary)
Ahora hermanos, renovemos nuestra profesión de fe. Y como siempre les digo, hagámosla pidiéndole Señor, ayúdanos no solo a proclamarla con la palabra, sino a vivir conforme a la fe que proclamamos.
Creen en Dios Padre todopoderoso creador del cielo y de la tierra. Sí, creo.
Creen en Jesucristo su único Hijo nuestro Señor, que nació de Santa María Virgen, padeció, murió, resucitó y está sentado a la derecha del Padre. Sí, creo.
Creen en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica, en la comunión de los santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna. Sí, creo.
Esta es nuestra fe, esta es la fe de la Iglesia que nos gloriamos de profesar, en Cristo Jesús nuestro Señor. Amén.
Hermanos presentamos al Señor nuestras súplicas, sabiendo que Él siempre nos escucha y siempre nos responde, no siempre nos da lo que pedimos, pero siempre nos da ciertamente lo que más nos conviene.
Pidamos en primer lugar por la Iglesia, para que seamos ese signo del amor y de la misericordia del Señor en medio de este mundo, que tanto necesita de amor y de misericordia. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Pidamos por todos los que sufren y se desesperan ante las dificultades de la vida, pidamos por nuestros hermanos de Guantánamo, de Imías, de San Antonio del Sur, pidamos por nuestros hermanos del mundo entero que están pasando también por tantas catástrofes naturales, para que el Señor les dé consuelo, les dé fuerza a los que siguen para que no se detengan, para que puedan seguir adelante, y los que han fallecido para que el Señor les dé el descanso eterno. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por todos los difuntos, particularmente por aquellos que nadie recuerda, para que perdonadas sus faltas, el Señor lo acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Pidamos al Señor, porque estamos casi al fin del Año Litúrgico, pronto más pronto de lo que pensamos ya estará aquí el Adviento, que estemos preparados, que nos preparemos realmente, profundamente, viviendo este mandamiento de amarnos los unos a los otros como el Señor nos ama, para poder encontrarnos un día cara a cara con Él. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones, pero que Tú conoces, te las presentamos por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.
Oremos hermanos con la misma oración que el Señor nos enseñó.
Padrenuestro que estás en el cielo
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase su voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Hermanos, todos aquellos que no han podido acercarse a recibir a Jesús Sacramentado pueden hacer la comunión espiritual rezando la siguiente oración.
Creo, Señor mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo ardientemente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón, y como si te hubiese recibido, me abrazo y me uno todo a Ti. Oh, Señor no permitas que me separe de ti. Amén.
Les dejo ahora la cita bíblica para esta semana. Para que la lean, la mediten, la reflexionen personalmente, en familia, recuerden siempre la familia que reza unida permanece unida, y qué mejor que rezar y reflexionar con la Palabra de Dios. Esta vez tomada del Antiguo Testamento, del libro del Deuteronomio, capítulo 6, versículos del 4 al 6, “escucha Israel el Señor nuestro Dios, es el único Señor, amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas. Graba en tu corazón los mandamientos que hoy te he transmitido”.
Que tengan todos, una feliz semana, que tengan un buen domingo, que lo puedan disfrutar junto con sus familiares, para compartir la alegría, el gozo de estar juntos, siempre es una alegría a pesar de las dificultades que hayamos podido encontrar, o que avizoramos que podamos encontrar; es una alegría siempre poder estar en familia, disfrutar de la familia cercana o lejana, los que están a nuestro alrededor, no lo desaprovechemos el día de hoy. Hoy los tengo, disfrutemos, y el día que por una razón u otra no los tengamos, el recuerdo de haber disfrutado de ellos, de haber estado juntos, de haber compartido, nos acompañará, nos regocijará, nos fortalecerá.
Por eso recuerden también a sus amigos, los que tienen su familia lejos por cualquier razón, que no se sientan solos, que no se sientan abandonados, necesitan del calor familiar, los que tienen su familia alrededor se lo pueden dar, acójanlos. Eso es lo que pueden darle, y compartan con ellos lo que tengan ese domingo, poquito poquito, un poco más mejor, pero compártanlo, que lo más importante es compartir el calor de la amistad, el calor de sentirse en familia, y eso no lo sustituye nadie.
Que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos nosotros, y nos acompañe siempre. Amén.
Les ha hablado el padre Rafael Ángel de la Catedral de Santiago de Cuba, hasta la próxima, si Dios quiere.
Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guion, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.
Dirección General, María Caridad López Campistrous.
Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung.
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo…Irradia…
(Música, Ama a tu prójimo, José Martínez)