Irradia, emisión del 4 de febrero de 2024

Irradia, emisión del 4 de febrero de 2024

Irradia, emisión del 4 de febrero de 2024
Transmitido por CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
V Domingo del Tiempo Ordinario

 

 

“Se levantó de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar” Marcos 1, 35

(Música, Vámonos a predicar, Javier Brú)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como el cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.

(Música, Vámonos a predicar, Javier Brú)

En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Metropolitana Iglesia Catedral de Santiago de Cuba.

Entremos y adoremos de rodillas al Señor, Creador nuestro porque Él es nuestro Dios. Te rogamos Señor que guardes con incesante amor a tu familia santa, que tiene puesto su apoyo solo en tu gracia para que haya siempre en tu protección su fortaleza. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches, siempre una alegría, un gozo, un placer, poder compartir con ustedes este pedacito de la mañana del domingo, y compartir sobre todo la Palabra de Dios. Esa Palabra que nos ha acompañado durante esta semana que termina, y nos acompañará a lo largo de la semana que comienza en la cual encontramos fuerza encontramos luz, encontramos caminos. Encontramos la Palabra de Dios, esa palabra que nos orienta y nos ilumina.

El viernes pasado celebramos la fiesta de la Candelaria, la presentación del Niño Jesús en el templo y la purificación de la Santísima Virgen, cumpliendo lo que estaba mandado en la Ley de Moisés. Las mujeres daban a luz y a los 40 días debían presentar el niño, consagrárselo al Señor, y purificarse en el templo; y la Virgen San José y el Niño así lo hicieron, allí se encontraron con Simeón que lleno de alegría y de gozo cargó al Niño, porque el Espíritu Santo le había prometido que no moriría sin ver al Salvador de Israel. Y así lo proclamó y le dio una noticia a la Virgen, una espada de dolor atravesará tu corazón, porque también María tendrá su pasión. Acompañará a su Hijo a los pies de la cruz para sostenerlo con el amor, con el amor de la madre, pero también ella tendrá su propia pasión, y en el sí que le dio al Ángel a según Palabra, la Virgen aceptó todas las consecuencias, el sufrir también por amor a la voluntad de Dios, y por amor a aquellos que su Hijo le entregaría a los pies de la cruz en el apóstol Juan, ahí tienes a tu hijo.

María que nos aceptó como Madre, Juan la aceptó como hijo, nosotros también tenemos que hacer esa opción y aceptar a la Virgen como Madre, no por capricho, no porque queramos, no porque nos lo inventemos, sino porque así lo quiso el Señor, que, en ese momento tan duro, tan extraordinario y tremendo, del sufrimiento en la cruz, se acordó de su Madre y la puso en mano de Juan para que no se quedara sola. Pero también la puso en manos nuestras para que camináramos como ella en la fidelidad. También se acordó de su apóstol, sabía el momento tan difícil por el que estaba pasando y lo encomendó a su Madre, ahí tienes a tu hijo; para que lo consolara, para que lo fortaleciera, para que lo acompañara, y así también nos aceptó la Virgen a nosotros como hijos, para que, en todo momento de alegría, pero también de prueba, ella estuviera ahí para caminar a nuestro lado.

Celebramos la fiesta de la Candelaria que es la fiesta de las luces. Bendecimos las velas que se encenderán con el fuego nuevo, en la Vigilia Pascual de este año con la cual concluimos la Semana Santa con esa celebración de luz y de alegría. Y bendecimos también a nuestros niños, para que el Señor los fortalezca y los ayude para que puedan crecer en estatura, en sabiduría, pero también en la gracia de Dios, y para que nosotros sepamos conducirlos por el camino del Señor.

En las lecturas de hoy, en el Evangelio, cuando Jesús sana a los enfermos y libera a los que se hallan bajo el poder de Satanás, confirma su imperio su autoridad sobre las fuerzas del mal. Esas fuerzas del mal que se habían apoderado de Job, nos lo narra la primera lectura, que grita sus lamentos de hombre abrumado por el sufrimiento. En la segunda lectura, san Pablo nos cuenta que se sentía impulsado por la fuerza de Dios para anunciar el Evangelio, y que, por obra de ese impulso libre a los ojos de todos, se convertía en servidor de todos para ganarlos a todos.

El evangelio de hoy está tomado el evangelista San Marcos, en el capítulo 1, versículos del 29 al 39.

(Lectura del evangelio de San Marcos, capítulo1, 29-39)

Las lecturas de este domingo, la liturgia de este quinto domingo del Tiempo Ordinario nos invita a reflexionar. Siempre, claro, por supuesto, las lecturas de la Palabra de Dios nos invitan a eso, a reflexionar, a mirarnos en ella, a encontrar el camino que nos van señalando, pero esta nos presenta en la primera lectura a Job, este hombre que tanto sufrió el sufrimiento de aquel que justo era un hombre justo, y sin embargo fue probado hasta el extremo, pero un hombre de fe que en momentos de sufrimiento y de dolor no se apartó del Señor, no lo increpó, se mantuvo fiel al Señor sabiendo que Él estaba ahí. Como Santa Teresita del Niño Jesús cuando estaba ya tan enferma, ella que tuvo que pasar por tantos momentos difíciles en su corta vida, por la noche oscura que nunca falta para los santos, para los que quieren seguir el camino del Señor, decía que estaba en medio de una tormenta y que el cielo estaba nublado, encapotado, oscuro, pero que ella tenía la certeza que más allá de las nubes estaba el sol, y que el sol brillaba.

Esa es la certeza de aquellos que confían en Dios, y Job confiaba en Dios, pero tenía un momento de debilidad, y en la lectura de hoy del Antiguo Testamento, es como si le hubiera caído todo el peso del mundo sobre sus espaldas, pero a pesar de eso, encuentra la fuerza para seguir adelante. Nos recuerda que también nosotros tenemos a veces momentos de debilidad, que nos parece que todo se nubla, que no hay salida, que no sabemos cómo seguir adelante, pero en la fe en el Señor, en la confianza en el Señor, encontramos el camino para levantarnos, para como Santa Teresita saber que más allá de las nubes, el sol sigue brillando, y lo encontraremos, y nos iluminará, pero como como podemos encontrarlo.

La segunda lectura está tomada de la primera carta del apóstol San Pablo los Corintios, y San Pablo está muy claro de que ha recibido una misión, la de evangelizar, la de llevar la Buena Nueva, que no es algo que él ha querido hacer porque le gustaba, o porque se le ocurría, o porque se sentía dispuesto, sino porque era un mandato que había recibido del Señor, y que por lo tanto, no tenía que presumir de predicar el Evangelio, puesto que es mi obligación decía san Pablo, ay de mí si no anuncio el Evangelio si yo lo hiciera por propia iniciativa merecería recompensa, pero si no, es que se me ha confiado una misión.

Qué importante reflexionar sobre esto a veces pensamos que por ser buenos, por hacer el bien, por vivir conforme a la palabra, por aceptar la voluntad de Dios en nuestra vida, tenemos que recibir una recompensa, y cuando tengo esa tentación me vienen a la mente las palabras del señor, el Evangelio, siervo inútil eres, no haces más que lo que tenías que hacer. Cuando hacemos el bien, esa es nuestra obligación como cristianos, como hijos de Dios, como bautizados, que hemos recibido la misión de anunciar a Cristo, que pasó por este mundo haciendo el bien. Y lo hizo hasta aceptar la cruz, la muerte, la ignominia, el aparente fracaso, por eso resucitó, por eso venció el mal y la muerte. Pablo predicó con la palabra y predicó con su propia vida, hasta derramar su sangre, hasta entregar su vida, hasta el final.

Y el evangelio de hoy está tomado de San Marcos como ya dije. Jesús sale de la sinagoga y va con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés, y allí encuentra que la suegra de Simón está enferma, tiene fiebre y va donde está ella, la toma de la mano y la pone de pie; inmediatamente se le quita la fiebre y se puso a servirle, se puso a servirle. Esta era la respuesta la respuesta ante la misericordia del Señor, ante la delicadeza del Señor de no esperar que ella le dijera, ay Señor, me siento mal, dame la salud, sáname. No, le dijeron está enferma, tiene fiebre, y fue inmediatamente allí para aliviarla, y la respuesta es ponerse en pie para servirle. En lo que podía servirle para que pudiera descansar, para que pudiera recibir un refrigerio, para que pudiera compartir con los apóstoles que lo acompañaban.

Y al atardecer, cuando el sol se ponía, le llevaron a todos los enfermos y poseídos por el demonio, no hay un momento de descanso para el Señor. Él donde había un dolor que consolar, donde había una enfermedad que curar, donde había un pecador que perdonar, Él no se quedaba con los brazos cruzados por cansado que pudiera estar. Y curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios.

Lo más lógico era que cuando llegara la noche, pues durmiera toda la noche tranquilamente para reponer la fuerza, pero nos dice San Marcos que, de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó, salió, y se fue a un lugar solitario donde se puso a orar. En su contacto con el Señor, me imagino que, leyendo la Palabra de Dios, orando, encontrándose cara a cara con Él, para poder superar esos momentos que todos tenemos de fragilidad, de debilidad, en que nos parece que no podemos con la cruz, hasta que nos acordamos que nuestro Cirineo es el Señor. Él es quien nos ayuda a llevarla porque nos prometió que estaría con nosotros todos los días hasta el final de los tiempos, y más, que las puertas del mal, que el mal no triunfaría.

¿Dónde encontraría Pablo la fuerza para poder predicar el evangelio a tiempo y a destiempo para gastarse y desgastarse? En la oración. No cabe duda en ese encuentro personal con el Señor, ese encuentro que se hizo dramático en el camino de Damasco cuando el Señor lo ilumina por fuera y por dentro. ¿Qué quieres que haga? Le dice Pablo y el Señor le dice lo que quiere que haga, y a partir de ese momento no hará otra cosa. Estoy convencido que es en la oración, en ese encuentro constante, personal con el Señor, en la Sagrada Escritura, en la meditación, en la participación en los misterios, así llamaban a la celebración eucarística, los misterios en que el pan y el vino se transforman en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Ahí encontraba Pablo la fuerza para evangelizar con la vida, pero también con su muerte, porque hasta el final estuvo anunciando, predicando en la cárcel.

Y el Señor nos lo pone de manifiesto en el Evangelio de hoy, ¿dónde encontraba la fuerza Jesús, Dios pero también hombre, y como hombre con debilidad, como hombre que se cansaba, como hombre que sentía el peso de su responsabilidad sobre sus hombros?, ¿dónde encontraba la fuerza para pasarse el día entero haciendo el bien sin cansarse? En la oración, de tal manera que interrumpía en la madrugada su descanso, después de un día agotador para orar en un lugar solitario, para encontrar la fuerza para seguir adelante.

Porque Simón y sus compañeros lo fueron a buscar y al encontrarle le dijeron, todos te andan buscando, y les dijo vamos, no se quedó allí, no quiso hacer tres tiendas, vamos. Porque había encontrado esa fuerza para comenzar de nuevo, para seguir haciendo la voluntad de su Padre, porque no he venido a ser servido, sino a servir, a hacer la voluntad de mi Padre.

Queremos levantarnos cada día, oremos. Queremos superar nuestra tristeza, nuestras decepciones, nuestras debilidades, oremos. Queremos conservar la alegría interna, oremos, encontrémonos con el Señor. Decía Santa Teresa de Jesús que orar era hablar de amistad con Aquel que sé que me ama, es eso, orar. Es eso la oración. Es que sabemos de memoria, son oración por supuesto y hacemos oración con ella. Pero tiene que haber ese momento en que yo le abra el corazón al Señor y esa sea mi oración, como aquel que iba todos los días al Sagrario y le decía, Señor, aquí estoy.

Que así el Señor nos lo conceda.

(Música, Den garcias, Dumas y Mary)

Hoy la Palabra de Dios, como tiene que ser, ha ocupado prácticamente todo nuestro tiempo. Espero que aproveche. Espero que tengan un feliz domingo, que lo puedan disfrutar en familia, con los amigos, de manera particular con aquellos que más necesitan la compañía, porque se sienten solos, porque están lejos de su familia, porque les hace falta ese calor que da el poder encontrarse con los seres queridos más cercanos, también para orar. Aprovechemos el domingo, y cuando nos reunimos todos, encontremos un momentico para hacer, aunque sea una pequeña oración de acción de gracias por lo que hemos vivido durante la semana, por lo que cada uno ha vivido, de súplica para la semana que va a comenzar.

Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos nosotros y nos acompañe siempre. Amén.

Les ha hablado el padre Rafael Ángel de la Catedral de Santiago de Cuba, hasta la próxima si Dios quiere.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guion, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.
Dirección General, María Caridad López Campistrous.
Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung.
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo…Irradia…

(Música, Si preguntaras, Jan Carlo)

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