Irradia, emisión del 14 de enero de 2024
Irradia, emisión del 14 de enero de 2024
Transmitido por CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
II Domingo del Tiempo Ordinario
“Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad” Salmo 39
(Música, Y en ese día, Javier Brú)
Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como el cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.
(Música, Y en ese día, Javier Brú)
En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Metropolitana Iglesia Catedral de Santiago de Cuba.
Que se postre ante ti Señor la tierra entera, que todos canten himnos en tu honor y alabanzas en tu nombre. Dios todopoderoso y eterno que gobiernas los cielos y la tierra, escucha con amor las súplicas de tu pueblo y haz que los días de nuestra vida transcurran en tu paz. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Buenos días, buenas tardes, buenas noches, donde quiera que se encuentren, siempre una alegría, un gozo, poder compartir con ustedes este pedacito de la mañana del domingo, y sobre todo compartir la Palabra de Dios; esa palabra que nos ha sostenido en la semana que termina y que nos sostendrá en la semana que comenzamos. Estamos en el segundo domingo del Tiempo Ordinario, el lunes pasado celebramos la fiesta del Bautismo del Señor y con ella terminamos el tiempo de Navidad y comenzamos el Tiempo Ordinario.
La Navidad y la Pascua conllevan una preparación, la Navidad el Adviento, la Pascua la Cuaresma, y en ambas celebramos hechos salvíficos fundamentales. Por su parte, el Tiempo Ordinario celebra la salvación desde todos sus misterios, es como si desde un punto elevado contempláramos toda la belleza de un panorama, mientras que en los otros tiempos equivaldrían a detenernos a mirar y admirar un punto determinado del paisaje, un bosque, una cascada, una colina.
El Tiempo Ordinario está conformado por 33 ó 34 semanas, divididas en dos partes, una corta que inicia al finalizar el tiempo de Navidad y se suspende al dar comienzo la Cuaresma, y otra más larga que retoma este tiempo desde el fin de la cincuentena pascual hasta día del inicio del Adviento, del nuevo año litúrgico.
Durante el Tiempo Ordinario celebramos diversas festividades de nuestro Señor, de la Virgen María y de los santos, que se integran a la dinámica del tiempo, ayudándonos a profundizar en él. Recordemos que para los domingos de este año 2024 rige el ciclo litúrgico B, y nuestro guía evangélico va a ser el evangelista San Marcos.
El Evangelio de este día está tomado del evangelio de San Juan, en el capítulo 1 versículos 35 al 42.
(Lectura del evangelio de San Juan, capítulo 35-42)
Después de su Bautismo, que ya dije celebramos el lunes pasado, Jesús se encontró con Juan, Andrés y Pedro, y los llamó para que fueran sus primeros discípulos. Es lo que nos narra el evangelio de San Juan, nos lo narra con un detalle extraordinario.
El Antiguo Testamento nos recuerda otro llamamiento, el que hizo el Señor a Samuel cuando este era todavía muy joven para que se pusiera a su servicio, el fragmento está tomado del libro de Samuel, capítulo 3, versículos del 3 al 10, en la primera lectura. San Pablo en la segunda lectura indica a los corintios que sus cuerpos son miembros de Cristo y templos del Espíritu Santo, a fin de ponerlos en guardia contra la corrupción y el libertinaje de la gran ciudad de Corinto.
El evangelio de hoy, como les decía antes, nos presenta en primer lugar a Juan el Bautista. Con el Bautista que ya ha bautizado a Jesús, que ha visto todo lo extraordinario que rodeó el bautismo cuando salía Jesús del agua y descendía sobre Él, en forma de paloma, el Espíritu Santo y se oía la voz de Dios Padre que decía este es mi Hijo muy amado en quien me complazco, escúchenlo. Ahora lo ve venir por la playa y le dice, a los dos discípulos que estaban con él, Juan y Andrés, este es el Cordero de Dios, con toda certeza, y tiene que haberlo dicho de tal manera que aquellos dos discípulos de Juan, se ponen en camino detrás de Jesús, comienzan a seguirlo hasta que Jesús se da cuenta y les pregunta qué buscan, y ellos le contestan, ¿dónde vives Rabí?, y Jesús les responde vengan a ver.
No les explica dónde vive, vengan a ver, hagan la experiencia, la experiencia no solo del lugar donde vive, sino la experiencia de encontrarse con Él, de conversar con Él, de escucharlo, de decirle, de plantearle y de ver que tenía Él que responderles; y nos dice el evangelista San Juan, que es uno de los protagonistas de este momento, que se quedaron con Él ese día. De tal manera los debe haber impresionado Jesús que se quedaron con Él ese día, pero de tal manera tiene que haberles impresionado el encuentro con Jesús que Juan no olvida, ni siquiera la hora, era alrededor de las cuatro de la tarde y regresa al día siguiente.
El primero a quien encuentra Andrés fue a su hermano a su hermano Simón y le dice lo que ha ocurrido, le dice con quién se ha encontrado, hemos encontrado al Mesías, no tiene duda, no le dice me parece que, hemos encontrado alguien extraordinario, no, es rotundo, como lo fue Juan cuando le dijo este es el Cordero de Dios. Nos hemos encontrado al Mesías, que quiere decir ungido y no solamente se lo dice, sino que lo lleva al encuentro de Jesús, y aquí ocurre algo extraordinario. Bueno, todo es extraordinario, que no sucedió cuando encontró a Juan y Andrés, mira fijamente a Simón y le dice, tú eres Simón hijo de Juan, tú te llamarás que Cefas, que significa Pedro, es decir, roca. Ya va anunciando, él no había visto a Pedro antes, quizás no lo conocía, pero cuando se encuentra con él le dice así tajantemente, tú eres Simón el hijo de Juan y a partir de ahora te llamarás que Cefas que significa Pedro, que significa piedra; después más adelante mucho más adelante en el Evangelio le dirá tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.
Rotundamente, no hay dudas, no hay titubeos, no es yo pienso, yo quiero bueno, tal vez yo, no, no, no, no, tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y le dice más a Pedro, y las puertas del infierno no prevalecerán. Porque el Señor sabe que su Iglesia va a ser esa nave en medio de las tormentas de este mundo, y que necesita esa mano firme que la vaya guiando, que lo vaya representando en este mundo, y esa mano es Pedro, y esa mano es todos lo que han venido después de Pedro en sucesión ininterrumpida por más de dos mil años, ininterrumpida, se han ido transmitiendo uno a otro está responsabilidad de quien llamamos Papa, Su Santidad, el Santo Padre, pero es aquel a quien Jesús escogió para que guiara su Iglesia, para que fuera la roca sobre la que construiría su iglesia. Porque Pedro y los que han venido después han construido sobre la roca firme que es Cristo.
La primera lectura y el Evangelio tiene una gran similitud. En la primera lectura Samuel, muy joven, está en el templo con Elí, allí lo ha dejado su madre y una noche siente que lo llaman, Samuel, Samuel, y se levanta y va donde está el sacerdote Elí, y le dice aquí estoy, dime qué quieres, y Elí le dice no Samuel yo no te he llamado vuelve a acostarte, y por segunda vez Samuel siente que lo llaman, y vuelve a levantarse y vuelve a ir donde Elí y le dice aquí estoy, para qué me llamaste, no te he llamado Samuel, vete a acostar; y por tercera vez ocurre lo mismo y Elí cae en la cuenta, es el Señor quien llama Samuel, pero Samuel todavía no conoce la voz de Dios.
Por eso le dice ve acuéstate y si alguien te llama responde, habla Señor que tu siervo escucha. Y Samuel se fue acostar, efectivamente el Señor, lo llamó de nuevo Samuel, Samuel, y Samuel entonces en este momento le dice habla Señor tu siervo te escucha, y termina este fragmento del libro primero de Samuel diciendo, Samuel creció y el Señor estaba con él y todo lo que el Señor le decía se cumplía. Samuel escuchó la voz de Dios, no lo sabía, no sabía que era la voz de Dios, pero sabía que lo llamaba, y buscaba quién lo había llamado, de dónde lo habían llamado, una vez, dos veces, tres veces, las que fueran necesarias; no digas bueno, está bien, ya me cansé viene una vez con Elí y me dijo que no era él, volví con Elí, me dijo que no era él, vamos a terminar esto. No, no, se sintió llamado y respondió hasta que encontró hasta que encontró quién lo llamaba, quién lo guiara, quién le dijera Samuel cuando te llamen dile, aquí estoy Señor habla que tu siervo escucha. Y Samuel escuchó la voz de Dios, y conoció la voz de Dios, y se entregó al servicio de Dios. Creció y el Señor estaba con él.
En el Evangelio son Juan y Andrés los que se encuentran, a través de Juan el Bautista que les dice, ese es el Cordero de Dios, les indica, les señala y ellos son receptivos, y no se quedan parados allí, se ponen en camino detrás de Jesús, y Jesús les pregunta, qué desean, qué quieren, y no se cortan, le dicen dónde vives Rabí, dónde vives Maestro, y les dice, vengan a ver y, van con Él y se quedan todo ese día, y al día siguiente regresan. Andrés se encuentra su hermano Simón y lo primero que le dice es hemos encontrado con el Mesías, le anuncia, así como Juan les abre los ojos y le hace encontrarse con Jesús, él le abre los ojos a su hermano, le transmite lo que ha experimentado, a quién ha encontrado, he encontrado al Mesías, pero no se conforma con eso, sino que lo lleva donde Jesús. Y cambia la vida de Simón, porque ya no serás Simón, serás Pedro, que significa piedra. Y serás en el futuro, después de ir creciendo en la fe, de ir descubriendo nuevos caminos, después de caer y levantarse para encontrarse plenamente con Aquel, que lo ha llamado, serás la piedra sobre la cual se construirá la Iglesia.
Este nuevo tiempo litúrgico comienza así, para recordarnos que nosotros también hemos sido como Samuel, como Juan, como Andrés, como Pedro, llamados por el Señor. A veces no reconocemos la voz de Dios en los acontecimientos que nos están hablando, constantemente tenemos que buscar quien nos ayude, puede ser una persona, pero ciertamente será la oración, la disponibilidad, el abrirnos al Espíritu Santo, para poder decir, habla Señor que tu siervo escucha. Para descubrir la voz de Dios en los acontecimientos de mi vida personal, de mi vida familiar, de mi vida en la comunidad cristiana, de mi vida en la sociedad en la que estoy viviendo. Y entonces, como Samuel, como Andrés, como Pedro, poder encontrarme con el Señor para que a través de mí la voluntad del Señor se realice, para que a través de mí el Señor también pueda hablar y llamar a otros, porque no me puedo quedar con eso, como Andrés tengo que ir a los demás a decirle me he encontrado con el Mesías, me he encontrado con el Señor, he encontrado Aquel que es el camino, la verdad y la vida, he encontrado la fuerza, he encontrado la esperanza, he encontrado esa alegría profunda, que nadie me puede robar, que nadie me puede quitar, que no puedo dejar que me la roben y no conformarme con eso, sino llevarlo al encuentro con Jesús en la palabra, en la Eucaristía, en los hermanos, en la comunidad cristiana.
Así abrimos este tiempo de ordinario, este nuevo tiempo en la vida litúrgica de la Iglesia. Abramos nuestro corazón para escuchar la voz del Señor que nos llama, para responderle aquí estoy Señor que tu siervo escucha, para llevarlo a aquellos que aún no lo han encontrado, porque aún no conocen la voz de Dios. Que así el Señor nos lo conceda.
(Música, Porque es tarde Dios mío, Hna. Glenda)
Ahora hermanos presentemos nuestras súplicas a Dios nuestro Padre, sabiendo que Él siempre nos escucha y siempre nos responde.
En primer lugar, por la Iglesia, para que siempre estemos atentos a la voz de Dios que nos llama, para que sepamos descubrirlo en las personas y en los acontecimientos, y saliendo de nosotros mismos, poder anunciar a Cristo muerto y resucitado en medio de este mundo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por todos los que sufren y quizás se desesperan ante las dificultades de la vida, para que podamos ayudarlos a encontrarse con Cristo, y en Cristo y encontrar consuelo fortaleza y esperanza. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por todos los difuntos, de manera particular nuestros familiares, nuestros amigos, y aquellos por los que nadie eleva una oración, para que perdonadas sus faltas, el Señor lo acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Y los unos por los otros, para que estemos atentos a la voz de Dios que nos llama, para que busquemos ayuda para descubrir la voz de Dios, y para que podamos responder a esa voz de Dios, para que su voluntad se haga en este mundo a través de nosotros. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que Tú conoces, te las presentamos por Jesucristo tu Hijo nuestro Señor. Amén.
Ahora oremos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó.
Padrenuestro que estás en el cielo
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase su voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Hermanos que tengan todos, un feliz domingo, que lo puedan disfrutar con su familia, con sus amigos, teniendo en cuenta de manera particular aquellos amigos que por una razón u otra están lejos de sus familias, para que puedan darles ese calor familiar que tanto todos necesitamos, para que puedan acogerlos. Que tengan una buena semana.
Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre todos nosotros y nos acompañe siempre. Amén.
Les ha hablado el padre Rafael Ángel de la Catedral de Santiago de Cuba. Hasta la próxima, si Dios quiere.
Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guion, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.
Dirección General, María Caridad López Campistrous.
Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung.
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo…Irradia…
(Música, No temas, Celinés)