Catequesis. Los vicios y las virtudes: La garganta

Catequesis. Los vicios y las virtudes: La garganta

Catequesis. Los vicios y las virtudes.
3. La garganta
PAPA FRANCISCO AUDIENCIA GENERAL
Salón Pablo VI, miércoles, 10 de enero de 2024

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En nuestro camino de catequesis que estamos haciendo sobre los vicios y las virtudes, hoy nos centramos en el vicio de la gula.

¿Qué nos dice el Evangelio sobre esto? Miremos a Jesús: su primer milagro, en las bodas de Caná, revela su simpatía por las alegrías humanas: cuida que la fiesta termine bien y regala a los recién casados ​​una gran cantidad de muy buen vino. A lo largo de su ministerio, Jesús aparece como un profeta muy diferente del Bautista: si Juan es recordado por su ascetismo -comía lo que encontraba en el desierto-, Jesús es, en cambio, el Mesías que vemos a menudo en la mesa. Su comportamiento causa escándalo en algunos, porque no sólo es benévolo con los pecadores, sino que incluso come con ellos; y este gesto demostró su deseo de comunión y cercanía con todos.

Pero también hay algo más. Si bien la actitud de Jesús hacia los preceptos judíos nos revela su total sumisión a la Ley, se muestra comprensivo con sus discípulos: cuando se ven sorprendidos en un error, porque tienen hambre y recogen espigas en sábado, Los justifica recordando que el rey David y sus compañeros, al verse necesitados, también habían comido el pan sagrado (cf. Marcos 2, 23-26). Y Jesús establece un nuevo principio: los invitados a la boda no pueden ayunar cuando el novio está con ellos; ayunarán cuando les quiten al novio. Ahora todo es relativo a Jesús, cuando Él está entre nosotros no podemos estar de luto; pero en la hora de su pasión, entonces sí, ayunemos (ver Mc 2,18-20). Jesús quiere que seamos alegres en su compañía -Él es el Esposo de la Iglesia-; pero también quiere que participemos de sus sufrimientos, que son también los sufrimientos de los pequeños y de los pobres.

Otro aspecto importante. Jesús abandona la distinción entre alimentos limpios e impuros, que era una distinción hecha por la ley judía. En realidad – enseña Jesús – no es lo que entra en el hombre lo que le contamina, sino lo que sale de su corazón. Y al decir esto “purificó todos los alimentos” (Mc 7,19). Por eso el cristianismo no contempla alimentos impuros. Pero la atención que debemos tener es interna: por tanto no a la comida en sí, sino a nuestra relación con ella. Y sobre esto Jesús dice claramente que lo que hace que un alimento sea bueno o malo, por así decirlo, no es el alimento en sí sino la relación que tenemos con él. Y lo vemos, cuando una persona tiene una relación desordenada con la comida, miramos como come, come con prisas, como con ganas de saciarse y nunca se sacia, no tiene una buena relación con comida, es esclavo de la comida.

Esta relación serena que Jesús estableció con respecto a la nutrición debe ser redescubierta y valorizada, especialmente en las sociedades del llamado bienestar, donde se manifiestan muchos desequilibrios y muchas patologías. Comes demasiado o muy poco. A menudo comemos solos. Los trastornos alimentarios se están extendiendo: anorexia, bulimia, obesidad… Y la medicina y la psicología intentan abordar la mala relación con la comida. Una mala relación con la comida produce todas estas enfermedades.

Se trata de enfermedades, a menudo muy dolorosas, que en su mayoría están relacionadas con los tormentos de la psique y del alma. La nutrición es la manifestación de algo interno: la predisposición al equilibrio o al exceso; la capacidad de agradecer o la pretensión arrogante de autonomía; la empatía de quien sabe compartir la comida con los necesitados, o el egoísmo de quien lo acapara todo para sí. Esta pregunta es muy importante: dime cómo comes y te diré qué alma tienes. Nuestra interioridad, nuestros hábitos, nuestras actitudes psíquicas se revelan en la forma en que comemos.

Los antiguos Padres llamaban al vicio de la gula con el nombre de “gastrimargia”, término que puede traducirse como “locura del vientre”. La gula es una “locura del vientre”. Y también existe este proverbio: hay que comer para vivir, no vivir para comer. La gula es un vicio que se injerta en una de nuestras necesidades vitales, como es la nutrición. Tengamos cuidado con esto.

Si lo leemos desde un punto de vista social, la gula es quizás el vicio más peligroso que está acabando con el planeta. Porque el pecado de quien se rinde ante un trozo de pastel, en definitiva, no causa grandes daños, pero la voracidad con la que nos hemos desatado, desde hace algunos siglos, hacia los bienes del planeta está comprometiendo el futuro de todos. ¡Nos abalanzamos sobre todo, para convertirnos en dueños de todo, mientras todo había sido entregado a nuestra custodia, no a nuestra explotación! He aquí, pues, el gran pecado, la furia del vientre: hemos renunciado al nombre de hombres, para asumir otro, el de “consumidores”. Y hoy esto es lo que dicen en la vida social: “consumidores”. Ni siquiera nos dimos cuenta de que alguien empezó a llamarnos así. Estamos hechos para ser hombres y mujeres “eucarísticos”, capaces de dar gracias, discretos en el uso de la tierra, y en cambio el peligro es convertirnos en depredadores, y ahora nos damos cuenta de que esta forma de “gula” ha hecho mucho. de daño al mundo. Pidamos al Señor que nos ayude en el camino hacia la sobriedad, y que las diversas formas de gula no se apoderen de nuestras vidas.

SHARE IT:

Comments are closed.