Transcripción homilía del P. Rogelio Deán Puertas, Párroco del Cobre, 12 de noviembre de 2023
Transcripción homilía del P. Rogelio Deán Puertas, Párroco del Cobre
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
Domingo XXXII del Tiempo Ordinario, 12 de noviembre de 2023
“Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío” Salmo 62
Mis queridos hermanos,
Hoy la Palabra de Dios, comenzando por la carta del apóstol San Pablo a los Tesalonicenses, nos recuerda la importancia de la esperanza. Fíjense que nosotros no estamos llamados a cualquier esperanza, no estamos llamados a esperanzas menores a partir de los signos que veamos, que podamos ver en la sociedad en los diferentes momentos, nuestra esperanza tiene un nombre, tiene un rostro, nuestra esperanza es Jesucristo.
A veces en medio de las tinieblas y las condiciones en que vivimos estamos buscando señales de esperanza en muchos lugares y no la encontramos, hoy la Palabra de Dios nos invita a fijarnos en ese Jesús que venció la muerte, venció su muerte y también nos invita a resucitar con Él. Nuestra esperanza está en ese Jesús que resucita y nos llama a la vida, nos llama a una vida de calidad y nos llama a la vida eterna. Esa esperanza es la que va disponiendo nuestro corazón para un encuentro cada vez más personal e íntimo con Él. Qué bueno que en nosotros en nuestra vida busquemos formas de prepararnos para un mejor acercamiento, para un mejor aprovechar ese Dios que se nos revela y nos invita a grandes cosas.
Yo creo que ante las dificultades muchas veces, nosotros tomamos una actitud muy pasiva, como si no pudiéramos aprovechar la presencia de un Espíritu que nos ayuda a prepararnos. Ciertamente nosotros ante las circunstancias que vivimos, clamamos justicia, clamamos el accionar de un Dios que a veces pareciera que no se involucra, a veces pareciera que no está presente, pero Él está, está y quiere involucrarnos.
Dios de hecho quiere actuar por medio de nosotros. Ah, pero evidentemente Dios no va a liberar su poder en cualquier persona, mucho menos en una persona que no está preparada para recibir su poder. Dios cuenta con nosotros para hacer grandes cosas en la vida, en nuestro entorno, en nuestra familia, en nuestros países, ahora, pero para para poder recibir ese poder que viene de lo alto, nosotros tenemos que prepararnos. Dios quiere hacerse presente en nuestra vida, Dios viene a nuestro encuentro, Jesús quiere intimar con nosotros, quiere invitarnos a la construcción de su reino, quiero invitarnos al banquete. Ah, pero para eso hay que estar preparado.
La fórmula mejor de prepararse para cualquier gran acontecimiento, la mejor fórmula para para que Jesús pueda derramar su poder en nosotros, es la práctica la práctica sistemática del amor; pero no se trata de un amor cualquiera, no se trata de esos pseudo amores que tienen su origen en nosotros mismos, no, se trata de un amor de calidad, de un amor superior, el amor que el Espíritu Santo va derramando en nosotros. El amor que derrama el Espíritu Santo en nosotros. nos lleva a la iniciativa, nos lleva a la humildad, nos lleva a querer crecer internamente para poder dar más, para poder ser un mejor canal de la gracia, de la fuerza del Señor. Ahora evidentemente solamente puede prepararse bien. solamente puede avanzar. una persona crecer. cuando se es en verdad dócil a la acción del Espíritu Santo.
A veces vivimos muchas autosuficiencias, muchos egoísmos, mucho en cierre en mi historia personal, en mis dolores, en mis problemas, en mis ideas. Hace falta salir, hace falta abrir el corazón a la fuerza del Espíritu Santo para prepararnos para un encuentro personal fuerte con el Señor, que nos lleva a construir su Reino de la mejor manera posible.
Un mundo mejor es posible, claro que sí y con la presencia del Señor en nuestra vida, podemos lograr lo que a veces parece imposible, porque para lo que los seres humanos, para lo que para nosotros es imposible para Dios es posible. Qué bueno entonces que los demás no nos vean a nosotros mismos, sino que vean la presencia de Jesús en mí, la presencia de Jesús en ti, en cada uno. Esa es la idea, que nos vean con rostro de banquete, que nos vean con rostro de resucitado, porque hemos tenido un auténtico encuentro con el Señor y nos hemos preparado para ese encuentro.
Vamos a pedirle al Señor por intercesión de la Virgen, que seamos dóciles a la acción del Espíritu Santo, para que podamos transparentar a Jesús en nuestra vida y darlo a los demás. Que así sea.