Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba

Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba

Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba
SBMI Catedral de Santiago de Cuba
Misa de apertura del Año Jubilar por el V centenario de la instalación de la diócesis de Santiago de Cuba, 21 de octubre de 2023

Ámense unos a otros como Yo les he amado

 Hermanos,

La primera palabra que me viene a los labios es, Gracias Señor. Gracias, porque Tú has estado presente aquí en esta tierra, y en este pueblo tan diverso pero que los une el deseo de ser hermanos, quisiéremos ser hermanos todos, con el deseo de bien, de paz, de justicia, de solidaridad como todos los pueblos de la tierra.  Gracias Señor porque Tú has estado, estás y queremos que estés siempre con nosotros. Gracias Señor.

Gracias también a todos ustedes que en representación de las comunidades han venido hoy. A todo nuestro pueblo, porque hoy celebramos no solamente los 500 años de la presencia sistemática de la Palabra de Dios aquí en este pueblo, su presencia en la comunidad cristiana, sino también esta ciudad celebra los 500 años de haber sido declarada ciudad. Está íntimamente unida la elevación de la Villa de Santiago a ciudad de Santiago, a ciudad de Cuba que era como se le decía en la época a la instalación de la diócesis. Siempre que estamos ante el altar del Señor, todo nuestro pueblo está presente.

Quisiera resaltar de manera particular a los hermanos de otras comunidades cristianas, iglesias cristianas que están con nosotros. He querido que ellos estuvieran presentes, porque ellos también tienen la Palabra de Dios en gran estima, como norma de vida. Por eso también para ellos en una gloria que la Palabra de Dios se haya predicado durante 500 años en esta tierra. Por tal motivo le pedí al Pastor Lavastida, de la Iglesia Bautista que le leyera la segunda lectura, gracias.

Gracias vuelvo a repetir a todo nuestro pueblo. Sin distinción si son de la ciudad o de los campos, si son eruditos o no, si viven en barrios periféricos o viven en el centro, si piensan de una manera o de la otra, si tiene otros cultos religiosos. Gracias, porque esta misa es para ustedes. Entre ellos también a las autoridades que han querido estar aquí presentes, a los académicos que han querido estar aquí presentes, a todas las personas de buena voluntad que vean como un regalo esta celebración.

Cuando venimos al templo es para darle gloria a Dios, todo lo que estamos haciendo es darle al Señor todo el honor, y el poder y la gloria. Solo Él se lo merece, no hay otro Señor que no sea Él. Pero también como hemos dicho, esto celebración tiene un basamento histórico. Brevemente, en el año 1517 hubo la decisión de fundar, erigir una diócesis en Cuba; se escogió Baracoa, el pueblo más grande de aquella época. Se nombra un obispo, pero este obispo no puede venir por múltiples dificultades y el mismo obispo pide que se traslade la sede de la diócesis. Y efectivamente, precisamente un 22 de octubre de 1523, se culminan todos los trámites burocráticos y se erige la diócesis con el nuevo nombre de “Diócesis de Santiago de Cuba”.

Una gracia. Ya Colón había venido y en su primer viaje plantó una cruz. En sus viajes él plantó 29 cruces, dicen las crónicas. ¿Qué significa plantar? Significa hacer una cruz, que todos la podemos hacer, y la hacemos. Entonces, Dios ha querido también que, según la tradición muy bien documentada y comprobada científicamente, esta es la Cruz de la Parra paz que se conserva en Baracoa y está aquí nosotros. El obispo de Guantánamo generosamente, y el párroco de Baracoa, nos la han cedido para que esté presente en medio de nosotros en esta celebración.

Como podemos ver hermanos es un hecho religioso, es un hecho cultural o encuentro entre culturas con todos los desajustes, y todas las virtudes y todos los pecados de todos, de los de aquella época y de nosotros ahora. Sabe Dios cómo la gente nos juzgue dentro de unos años, pero lo importante lo importante, es que Cristo comenzó a ser predicado y nosotros sabemos es el Señor de la vida y es el Señor de la historia. Es el que le da sentido a la vida y a todo nuestro quehacer histórico, y el que le da sentido a la creación y a todo lo que vemos.

Entonces hermanos, este hecho nos toca antropológicamente a cada uno, culturalmente como cubanos también. Ininterrumpidamente se ha predicado el Evangelio. En aquella época como ahora, Él estaba presente, en aquella época como ahora muchos le hicieron caso, en aquella época como ahora otros no le hicieron caso. Aquí pega el Evangelio de la adúltera, el que se sienta sin pecado que tiene la primera piedra. Porque si bien somos pecadores, tenemos que decir que donde abundó el pecado sobreabundó la Gracia. Lo importante es la gracia de Dios, que es capaz de cubrir, de sanar y de advertirnos que, si no cambiamos nuestra vida, entonces estamos sembrando el mal y no el bien, el odio y no la concordia, la justicia.

Por eso es que el Papa declara un Año Jubilar de conversión, de decir Señor yo quiero volver a ti. Al inicio por eso cuando entramos tocamos las aguas bautismales, no como un gesto milagroso sino como ese gesto sensible que me dice la misericordia de Dios está presente, y aquí la representamos con esa agua que limpia, purifica y da vida. Fíjense bien que son signos entrar por la puerta, es decir, entrando a una nueva vida. El mismo Jesús nos dice Yo soy la puerta. Vamos a entrar por Jesús. Son signos para que nuestros sentidos vayan conociendo a Jesús; como aquellas personas que querían ver a Jesús y al verlo, y escucharlo se sentían tocados por su elocuencia, por su sabiduría, por aquella gracia que fluía de Él.

Estamos iniciando este año de Gracia, para que sea un año de vida, de purificación, de conversión, de volver a la fuente, de volver a las raíces. Así hermanos, para encontrarnos con Dios que es el centro de nuestra existencia.

Por eso las lecturas de hoy, la primera es la de Ezequiel, ¿quién era Ezequiel? Un hombre que estaba acostumbrado a la grandiosidad del templo de Jerusalén, un hombre que veía que aquello se apagaba y que el pueblo sufría, pero el pueblo él le reprocha que se había apartado de Dios. Les dice, ustedes se han apartado de Dios, cuando nos apartamos de Dios pasan muchas cosas que, igual que nosotros ahora la Palabra de Dios es libre, eficaz, es eterna. Y el hombre, al igual que este hombre, pecador, como todos los hombres lo somos, y nosotros tenemos que hacer un acto de conciencia y decir nos hemos apartado de Dios, lo hemos dejado, preferimos otros caminos y no en el camino de la palabra que es el bien. Ama a Dios sobre todas las cosas, a los demás trátalos como a ti mismo.

Entonces Ezequiel les dice, háganlo con confianza, vuelvas, pero con la confianza de que, en el templo de Jerusalén, que era hermoso y grande, algún día se volverá a reconstruir. Pero lo más importante no era que se volviera a reconstruir el templo, lo más importante lo dice Ezequiel con esa profecía es, que el Señor está presente, estará presente. Nosotros también hemos entrado en este templo, el Señor está presente aquí.

La segunda lectura nos habla de que aquel templo de Jerusalén donde estaba el Señor, donde solamente podían entrar los elegidos, los sacerdotes, aquellos muy elegidos. Nos dice, a Dios ya no hay que buscarlo, ese Dios está en medio de nosotros y esa presencia de Dios se realiza en Cristo Jesús, que es el perfecto revelador del Padre, y en quien se manifiesta el amor más grande que se puede dar, aquel que da la vida por nosotros. Entonces ya es un Dios que no solamente nos acompaña, es un Dios que participa de nuestra vida, se hace de nosotros, que los apóstoles podían tocar, oír, hasta oler, ese es Jesús. Y que muere por nosotros, no hay amor más grande que aquel que de la vida por sus hermanos.

Y entonces dice que esa piedra, aquel templo había sido destruido, fue destruido después y otras veces también, que la piedra esa que desechaban ahora era la piedra angular, que es Cristo y dice más. Dice que en la medida en que nosotros nos hagamos uno con Cristo, en esa misma medida nosotros seremos las piedras vivas, porque nosotros somos templos del Espíritu Santo, los bautizados somos templos del Espíritu Santo. Ya no hace falta un local para que el Señor esté, el Señor está en nosotros, pero el deber nuestro es acogerlo, el bien estar. Ojalá que nunca le apartemos y le rechacemos.

Él nos quiere dar su Gracia, vamos a aceptarla. Esa piedra que desecharon, es una imagen, los arquitectos porque decían que no servía, porque era un barco flojo, no esa Piedra es Cristo. Lo consideraron tan flojo que lo mataron en la cruz, pero ese Cristo ha resucitado al tercer día y es nuestro Señor; y nos ha dado su palabra y se hace Eucaristía, hagan esto en memoria mía. Entonces hermanos, los templos vivos somos nosotros, como se dice bien claro en imagen preciosa, nosotros somos las piedras vivas de la iglesia. Este, este templo hermoso que ha sido construido por la fe de nosotros, por el deseo de los hombres con la gracia de Dios, estas son las piedras muertas.

Pero estas piedras muertas levantadas en el nombre del Señor, y acogiendo las piedras vivas que somos cada uno de nosotros, esa acción de gracias al Señor. Estamos unidos en tu nombre, te alabamos en esta hermosa casa que te hemos construido, pero acordémonos que cada uno de nosotros somos un templo del Señor. Y, por lo tanto, tenemos que vivir sabiendo que Él está aquí.

Hermanos teniendo eso, el Señor nos dice en el evangelio, que si ustedes cumplen los mandamientos ustedes son mis amigos. Si cumplen mis mandamientos es señal de que Yo estoy con ustedes, fíjense bien. La fe en Cristo es una respuesta, la respuesta son nuestras obras. ¿Por quién nos salvamos? ¿Por nuestras obras? No, nuestras obras de una manera u otra son imperfectas, nos salvamos por la gracia de Dios, por Cristo Jesús nuestro único salvador que murió en la cruz por nosotros. Sabiendo eso, cumpliendo la Palabra de Dios, somos del Señor y la única invitación que nos hacen las lecturas es ámense unos a otros como Yo les he amado.

Estas palabras, a pesar de los pecados nuestros y de todos, creyentes o no en aquella época o ahora, esta palabra es el mandato ámense unos a otros como Yo les he amado.

Creo que comenzar esta mañana hermosa, comenzar otros quinientos años con este mandato, es el mayor slogan, el más grande, el más abarcador. Y si lo queremos poner de otra manera en la boca de Jesús, recuerden ama a Dios, que es Padre y es Creador, y ama a tus hermanos. Ámense unos a otros como Yo les he amado.

Hermanos que todos vivamos alegres por este día, lo vamos a contar, estuve en los 500 años fijémoslo que aquello que nosotros estudiamos en los libros de historia en primaria, hoy se está recordando en la realidad de la vida. Aquí en este mismo lugar, aquellos hombres quisieron que se predicara la Palabra de Dios aquí, y llevamos quinientos años predicando la Palabra de Dios aquí.

Y gracias a Dios que no solamente nosotros, sino muchos hermanos también predican la Palabra de Dios, en muchos otros lugares, con templo y sin templo, porque sabemos que la Iglesia está donde está un cristiano, y ahí está el Señor.

Que Dios nos ayude hermanos a vivir como buenos cristianos y a aprovechar este año de Gracia.

Adjuntos

SHARE IT:

Comments are closed.