Irradia, emisión del 15 de octubre de 2023

Irradia, emisión del 15 de octubre de 2023

Irradia, emisión del 15 de octubre de 2023
Transmitido por CMKC, Emisora
​​Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario

“Muchos son los llamados y pocos los escogidos” Mateo 22, 14

(Música, Muchos los invitados, pocos los elegidos, Javier Brú)
Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como el cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.
(Música, Muchos los invitados, pocos los elegidos, Javier Brú)

En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Metropolitana Iglesia Catedral de Santiago de Cuba.

Si conservas el recuerdo de nuestras faltas, Señor, ¿quién podría resistir? Pero tú Dios de Israel eres Dios de perdón. Te pedimos Señor que tu gracia continuamente nos disponga y nos acompañe de manera, que estemos siempre dispuestos a obrar el bien. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches, donde quiera que se encuentren, una felicidad y un gozo como siempre poder compartir con ustedes este pedacito de la mañana del domingo, y sobre todo poder compartir la Palabra de Dios que la liturgia de este XXVIII domingo del Tiempo Ordinario nos propone para nuestra reflexión.

Por medio de la parábola del banquete Jesús, advierte a los judíos que se va a predicar el evangelio a los extranjeros y a los despreciados, en vista de que los convidados en primer lugar, los mismos judíos rechazaron la invitación. De eso nos habla el Evangelio de hoy.

Lectura del evangelio de San Mateo, capítulo 22, 1-14)

Ya el profeta Isaías en la primera lectura, había tenido la visión de un festín semejante, todos los pueblos serán invitados al banquete abundante que prepara el Señor. Y San Pablo en el Nuevo Testamento, en la segunda lectura por su parte, nos dice que todo lo puede mientras permanezca unido a Cristo que le da fuerza, aunque viva en pobreza o en abundancia.

La primera lectura tomada del Antiguo Testamento, siempre en la liturgia del domingo la primera lectura se toma del Antiguo Testamento, y ésta, está tomada del profeta Isaías nos recuerda que la salvación es para todos, que la salvación es universal, que no queda nadie fuera de ella. Isaías se lo recordaba al pueblo de Israel, el pueblo escogido, el pueblo de la Palabra, el pueblo llamado por el Señor, el pueblo con quien el Señor hizo una alianza. Pero que, en algunos casos, no todos, pero muchos pensaron que la salvación era solo para ellos, que los demás pueblos quedaban fuera, y los profetas de parte del Señor, esos son los profetas, hombres escogidos por Dios, que responden a la llamada del Señor para hablar la Palabra de Dios, no su palabra, no la interpretación que hacen de la Palabra de Dios, sino la Palabra de Dios.

Hablan en nombre de Dios al pueblo y le recuerda que la salvación es para todos, que ellos son depositarios de la promesa del Señor, pero para guardarla, para conservarla, y para compartirla con todos. Pero que tienen que seguir viviendo conforme a esa palabra, y esforzarse cada día y responder a la llamada del Señor, porque si no otros los precederán. Porque el que abre el corazón y escucha la Palabra de Dios, la acoge en su vida y se esfuerza por vivir conforme a la Palabra de Dios, entonces seguirá el camino del Señor. No es una promesa para que el que la recibe ya no tenga que hacer más ningún esfuerzo, hay que vivir conforme a esa Palabra, y compartirla con los demás. No podían olvidar eso, depositario para compartirla con los demás.

El salmo de hoy, es ese salmo tan conocido Salmo 22 o Salmo 23, el salmo de la confianza en Dios, ese que vemos en tantas estampitas, en tantas representaciones en todas partes, el Señor es mi pastor nada me falta. Pero tenemos que preguntarnos si creemos realmente, no que el Señor es nuestro pastor, yo creo que eso lo creemos, pero si nada nos falta. ¿Qué nos está diciendo el Señor? Que Él nunca nos va a faltar, y que nunca nos va a faltar la fuerza para enfrentar la vida y seguir adelante, que su gracia no ha de faltarnos, que su compañía no ha de faltarnos, que en Él encontraremos la fuerza cada día, el consuelo cada día, el ánimo cada día, que él caminará a nuestro lado, que aunque caminemos por cañadas oscuras, aunque el horizonte se vea negro, el Señor va con nosotros y nos lleva de la mano, y nos da la fuerza para seguir adelante. Tenemos que preguntarnos si nosotros creemos realmente eso, el Señor es mi pastor nada me falta.

Es lo que dirá San Pablo ya en la segunda lectura, ya del Nuevo Testamento en la carta a los cristianos de la comunidad de Filipos, a los Filipenses. Todo lo puedo en aquel que me reconforta, todo lo puedo unido aquel que me da la fuerza, todo lo puedo en Él. Con la fuerza de Dios puedo cambiar el mundo con la fuerza de Dios puedo cambiarme yo, con la fuerza de Dios puedo sobrellevar aquellas cosas que no puedo cambiar y con la luz de Dios puedo distinguir, cuál es la una de la otra; y con la fuerza de Dios puedo no darme por vencido, levantarme cada día y seguir adelante. Porque el Señor nos entregó este mundo, lo puso en nuestras manos, nos dijo multiplíquense, nos dijo háganlo producir, nos dio los dones que necesitamos a cada uno, lo suyo sin compararnos con los demás, yo tengo más o el otro tiene menos; sino los dones que he recibido y tengo que descubrir cuáles son, ponerlos al servicio, los unos de los otros, ponerlos al servicio de construir, de edificar, de levantar. Porque solo juntos podemos levantar, construir, edificar poniendo cada uno lo que tiene, somos diferentes por eso, para complementarnos cada uno pone lo suyo.

Cuando era muy joven en la primera convivencia que se hizo en El Cobre en aquellos años, serían los años 70, en la primera convivencia, el lema era somos distintos y diferentes para amarnos y complementarnos y eso nunca se me ha olvidado. En primer lugar, para amarnos, diferentes, pero diferente nos tenemos que aceptar y amar, y desde nuestras diferencias, construir, porque nos complementamos los unos a los otros, cada uno pone lo que el otro no tiene, cada uno ve lo que quizás el otro no ve, y así juntos podemos edificar, podemos involucrarnos, podemos sentirnos parte de este mundo.

Y el evangelio de hoy es el evangelio del banquete. Los evangelios, estos últimos nos presentan las parábolas del Señor, Mateo se encarga de darnos a conocer las parábolas. El señor vuelve a hablar en parábola a los sumos sacerdotes y a los ancianos, a los que se creían que lo tenían todo resuelto, porque el Señor había hecho una alianza con el pueblo de Israel y ya todo estaba resuelto. Ya no tenían que hacer más nada, los demás, los extranjeros, los de fuera quedaban excluidos.

Podían tener la condescendencia de acogerlos, de recibirlos, de… pero siempre quedarían como en un segundo plano, pensando que ya no tienen que hacer ningún esfuerzo, ya todo está hecho, el Señor hizo una alianza con nosotros, qué más tenemos que hacer, nada. Somos los justos, somos los perfectos. Y el Señor les habla en parábolas, una y otra vez, para que puedan comprender, para que puedan abrir el corazón, porque la salvación es para todos, pero empieza por casa.  Por eso el Señor comienza a predicar en Israel, en los pueblos de Israel, vengo para las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Porque tenemos que empezar, no podemos ser luz de la calle y oscuridad de la casa. A veces nos pasa así a nosotros, salimos a predicar dispuestos, nos vamos a los montes, nos vamos lejísimo, pasamos mil trabajos para ir a llevar la Palabra de Dios y sin embargo, el que tengo al lado en mi casa todo el día, veinticuatro horas, a ése, me olvido de darle testimonio, de llevarle la palabra, de insistir, no importa.

Claro, es distinto con el que tengo al lado. Me está viendo, está viendo como dice el refrán cuando se me sale el refajo, cuando digo una cosa y hago otra. Entonces hay que hilarlo fino, en el hogar hay que hilar fino para poder predicar la Palabra de Dios, porque si no nos pueden decir zapatero a tus zapatos. ¿Qué, haz lo que digo y no lo que hago? Pero tenemos que empezar por predicar, y el Señor predicaba todos, nadie quedaba afuera, los sumos sacerdotes, los ancianos del pueblo, los escribas, los fariseos, los que estaban buscando hacerlo desaparecer y callar, a esos también tenía que predicarles porque la salvación también era para ellos. Pero tenía que hacerles comprender que la salvación es para todos, que no es automática, que no es porque el Señor hizo una alianza conmigo, no es porque yo me bauticé, no es porque yo voy todos los días a la iglesia ya lo tengo todo resuelto, no tengo que hacer nada, ya esto es mío, no.

Por eso nos presenta la parábola del banquete, en que el Señor comienza a invitar para participar en el banquete de su hijo y nadie quiere participar, y dicen que no; pero no solamente eso, dicen que no con violencia, llegan a atacar a los criados que manda a invitarlos a participar en el banquete. Y al Señor se le llena la cachimba de tierra, va y les dice, acaben con toda esa gente y ahora salgan a los caminos a invitar a todo el que encuentren, a todo el mundo, no importa quién sea, porque ya el banquete está preparado. Y les dice a los ancianos del pueblo, a los sumos sacerdotes, que eso mismo ocurrirá con ellos, quedarán fuera del banquete. ¿Por qué el Señor quiere dejarlos fuera del banquete? No, porque ellos no aceptan la invitación, porque no ven con los ojos nuevos, porque no son capaces de descubrir en Él, a aquel que viene a traer palabras de vida eterna, porque no son capaces de convertirse, de cambiar; porque están tan llenos de sí mismos, de su soberbia, de pensar que se la saben toda, que ya no son capaces de escuchar.

Para que la Palabra de Dios resuene, para que la Palabra de Dios eche abajo esas murallas que a veces nosotros hacemos alrededor, y que podamos comprender el camino del Señor, el camino del amor, el camino de la comprensión, que la salvación es para todos, y vendrán otros que sí escucharán como decía en el evangelio del domingo pasado, estas palabras tan fuertes que no se nos pueden olvidar, los publicanos, los pecadores, las prostitutas los precederán en el reino de los cielos porque vino Juan el Bautista y ellos lo escucharon y ustedes no. Que a nosotros nos puede pasar lo mismo, cristianos, bautizados en la Iglesia, de todos los días, de toda la vida, de padres a hijos y pensar que ya lo tenemos todo resuelto, y mirar por encima del hombro a los que empiezan a llegar nuevos, a los que un día llegan a nuestra comunidad o a los que pasan por fuera indiferentes porque aún no han conocido, porque aún no se han encontrado con el Señor, porque han estado en la plaza, como también decía el evangelio de domingo atrás cuando el Señor les pregunta y ustedes, qué hacen aquí tan tarde no han ido a trabajar… porque nadie nos ha contratado, porque no hemos sido a predicarles, porque no hemos sido a anunciarles.

La salvación es para todos nadie queda fuera, el Señor murió en la cruz por todos, derramó su sangre por todos, todos, y cuando el Señor dice todos, dice todos; y a nosotros nos corresponde ir a anunciar la Palabra de Dios a todos, no decir este sí el otro no, porque solo el Señor ve el corazón de los hombres, porque solo el Señor ve el corazón de cada uno. A nosotros nos toca sembrar, la semilla caerá donde caiga, y cada uno tendrá que dar cuenta de si la semilla cayó y no la cogimos porque la dejamos al borde del camino, o entre malas hierbas, o entre piedras, pues realmente abrimos el corazón con toda nuestras fragilidades y debilidades y pecados, pero abrimos el corazón para recibirla… Quién iba a decir que Mateo, el cobrador de impuestos iba a escuchar al Señor decirle Sígueme, y sí iba a levantar, lo y va a dejar todo y lo iba a seguir. Quién podría decir que Pablo, el perseguidor de los cristianos, que iba a Damasco a traerse preso a los cristianos, se iba a encontrar con el Señor y a partir de ese momento lo iba a seguir hasta las últimas consecuencias…

Quién lo iba a decir… porque solo esto el Señor lo sabe. A nosotros nos toca anunciar su palabra, dar testimonio de Él, llamar, invitar sin cansarnos. Entonces pidámoslo así hermanos míos, que nosotros aceptemos la invitación a participar del banquete que el Señor prepara para nosotros, cada domingo en la Eucaristía nos da su cuerpo y su sangre, comida y bebida de salvación. La Eucaristía es una acción de gracias, un banquete en el que la familia como hermanos se reúnen torno a la mesa para compartir la alegría y el gozo, pero estemos abiertos para recibir a todos aquellos a quienes invitamos también para que participen de este banquete.

Salgamos a los caminos, invitemos a todos. Eso sí, estemos preparados, no nos suceda como el que fue sin en el traje de fiesta. Hay que estar preparados interiormente, estar revestidos de Cristo. Eso es estar vestidos de fiesta para ir al banquete que es la Eucaristía, el banquete, que es el encuentro con el Señor, el banquete que es el encuentro con los hermanos; que ciertamente debemos llevar lo mejor que tenemos e ir vestidos adecuadamente porque vamos al encuentro del Señor. Si para ir a una fiesta, si para ir a un dancing, si para ir a una discoteca, si para ir a una boda, nos ponemos lo mejor que tenemos, cómo para ir a celebrar el banquete dominical en la casa del Señor para participar de la Eucaristía, no nos vamos a poner lo mejor que tenemos y que sea adecuado para ir. Pero esto no es lo más importante, lo más importante es estar revestidos de Cristo. Entonces démosle gracias al Señor en este domingo que nos llama a todos, a todos. Recordémoslo siempre, para que cada día salgamos a invitar a nuestros hermanos, para que puedan participar y disfrutar de este banquete, que llegará a su plenitud el día cuando nos encontremos con el Señor en el Reino eterno que ha preparado para nosotros, y cuyas puertas ha abierto al precio de su propia vida.

Que así el Señor nos lo conceda.

(Música, Invítanos Señor a entrar al banquete, Dumas y Mary)

Hermanos elevemos con fervor nuestras súplicas a Dios Padre Misericordioso digámosle todos con gran confianza, Te rogamos Señor.  

Por la Santa Iglesia, para que la conserve y proteja con su amor. Roguemos al Señor. Te rogamos Señor.

Por los pueblos de toda la tierra, para que conserven ellos la paz. Roguemos al Señor. Te rogamos Señor.

Por todos los que están angustiados con diferentes necesidades, para que les dé ayuda y remedio. Roguemos al Señor. Te rogamos Señor.

Por nosotros mismos y nuestra comunidad, para que se digne aceptarnos como una ofrenda agradable. Roguemos al Señor. Te rogamos Señor.

Escucha Padre si es que quedan en nuestros corazones pero que tú conoces, te las presentamos por Jesucristo, tu Hijo nuestro Señor. Amén.

Y ahora hermanos oremos con el Padre Nuestro, oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó, enseñó a llamar a Dios Padre, pero porque Dios es nuestro Padre nos enseñó a llamarnos hermanos los unos a los otros.

Padrenuestro que estás en el cielo
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase su voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Hermanos que tengan todos, un feliz domingo, que lo puedan pasar en familia. Aprovéchenlo porque durante la semana es difícil, pero ahora desde el día, el momento para compartir un rato, para compartir alegrías, tristezas, lo que tenemos, lo que somos, lo que queremos… Compartámoslo también con los que están más solos, con nuestros amigos, a veces que están lejos de su familia y necesitan el calor familiar, no se olviden de eso, de mirar a su alrededor para encontrar aquellos que más necesitan que le tiendan la mano.

Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos ustedes, sus familiares y sus amigos, y los acompañe siempre. Amén.

Les habla el padre Rafael Ángel, de la Catedral de Santiago de Cuba. Hasta la próxima.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guion, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.
Dirección General, María Caridad López Campistrous.
Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung.
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo…Irradia…

(Música, Todo lo puedo en Cristo, P. Juan Andrés Barrera)

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