Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez Arzobispo de Santiago de Cuba Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor, 9 de abril de 2023
Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez
Arzobispo de Santiago de Cuba
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor, 9 de abril de 2023
“Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto” Juan 20, 3
Hermanos,
Hemos rezado en el Salmo que corresponde al día de hoy, este es el día del Señor, este es el tiempo de la misericordia. Todos los días debemos decir esta intención, ojalá la tengamos presente al levantarnos y medio de las dudas de la noche, del cansancio del día anterior. Saber decirnos, este es el día del Señor, y este es el tiempo de la misericordia. Es el día que el Señor me da, y es también el día en que la misericordia del Señor se va a derramar sobre mí, sobre los míos y sobre todos.
Tengamos presente que para Dios el tiempo es otro. Él está presente siempre. Por eso cada día de es el día del Señor, pero este es un día especial. ¿Por qué? Porque los cristianos del mundo entero celebramos la Resurrección de Cristo.
Hemos recorrido la Semana Santa, desde el Domingo de Ramos, todas las confusiones, las desazone, los dolores, las dudas de los discípulos del Señor… desde haber escuchado unas promesas, profecías de que el Señor tenía que sufrir, hasta llegar a Jerusalén y ver que con desborde de pueblo es recibido el Señor, después pasar por la traición de Judas, la última cena en la que Cristo les dice este es mi cuerpo, esta es mi sangre… los discípulos se preguntarían qué sería eso, qué quería decir el Señor con eso. Después la Pasión de Cristo, muchos le abandonan, algunos permanecen fieles entre ellos María su madre. Pero también tuvieron el gusto de haber experimentado la Resurrección del Señor Jesús, de Cristo.
También nosotros podemos sentirnos asociados un poco a esa confusión, a esa desazón, esta sorpresa de haber acompañado a Cristo, como ellos hicieron durante tres años; en los cuáles Él hizo maravillas, pasó haciendo el bien como dice el texto de los Hechos de los Apóstoles, y sin embargo fue crucificado. Experimentaron la resurrección en medio de la sorpresa… y se dan cuenta de que todas las escrituras se han cumplido.
Nosotros tenemos que vivir ese momento. La mayoría de nosotros hemos recibido el evangelio de nuestras familias, en las escuelas, en la sociedad; pero es bueno experimentar lo que significa Cristo muerto y resucitado en medio de nosotros. La esperanza que despierta, las posibilidades de futuro que se abre ante nosotros.
Por eso dice la segunda lectura de hoy, alcancen los bienes de arriba, es decir, no se queden solo en resolver las cosas del momento a las cuales debemos prestar mucha atención, busquen los bienes de arriba. Eso es lo que da sentido a esta existencia terrenal nuestra.
Anoche en la Vigilia Pascual, comenzamos con el Cirio Pascual, que es Cristo Vivo, Resucitado que disipa las tinieblas. En el templo oscuro levantamos nuestras velas diciendo este es Cristo que me ilumina la vida, también es Cristo que porto en mi mano. Hay veces que los cristianos no nos damos cuenta de que nosotros somos portadores de la luz de Cristo. La Luz está en el cirio, pero cada uno de nosotros ilumina al mundo en la medida que nosotros podamos presentar a Cristo al mundo.
Nosotros somos cirios de Cristo en medio del mundo. Eso tenemos que tenerlo bien claro porque puede ser que desaprovechemos estos días del Señor. Después le dimos gracias al Señor por su resurrección, por la luz de Cristo que disipa las tinieblas, escuchamos las lecturas desde el inicio de la creación hasta ya la iglesia constituida que celebra a Cristo resucitado; después vinieron las ceremonias correspondientes a la regeneración bautismal, Cristo nos regenera y hace de nosotros criaturas para Dios. El Señor nos pone al lado de Él, algún día seremos como Él.
Viene el llamar a todos los santos con las letanías, pidiéndole a ellos que fueron fieles al Señor que nos ayuden a nosotros a ser fieles. Fíjense bien que es una fiesta de la comunidad completa, de la Iglesia, porque la Iglesia entera reconoce a Cristo como el Salvador. Después vienen las promesas del bautismo, renovamos nuestros compromisos bautismales los que ya fuimos bautizados y es el momento de acoger a aquellos hermanos que se han preparado en el catecumenado para recibir a Cristo.
Hermanos, la celebración de anoche fue una celebración cargada de simbolismo, y de fuerte contenido teológico y eclesial. Podemos decir tenemos que sentirnos como los apóstoles, sorprendidos porque Cristo ha resucitado. Cristo nos sorprende, nos puede sorprender cada día de nuestra existencia. No porque seamos cristianos “viejos” ya eso nos lo sabemos, tenemos que dejar que Cristo nos sorprenda con su Resurrección, tenemos que dejar que Cristo nos sorprenda al decirnos que tú, yo, cualquier bautizado es luz de Cristo.
Vamos a resumir en dos palabritas, si es posible hacerlo. En primer lugar, somos iluminados por la Palabra de Dios, pro Cristo mismo que se entrega por nosotros; somos iluminados porque el Señor nos ha dado la gracia de conocer qué sentido tienen las cosas, la existencia, el mundo. Por eso las lecturas de la Vigilia Pascual comienzan desde la Creación. No podemos ponerle cortinas a la luz de Cristo. Cada uno en su corazón puede pensar qué cortinas, qué obstáculos le pongo a luz de Cristo que siempre me quiere iluminar, qué obstáculos yo le pongo para impedir que alumbre mi vida.
Estos son momentos fuertes, momentos fuertes como los de los discípulos que se les trastocó en esa noche santa la vida. Aquel que vieron colgado en la cruz, ha resucitado, y los manda a darle a conocer.
Dejemos en nuestras vidas que la luz de Cristo venga. No es un apalabra por decirla, esto tiene que transformarse en actos, porque esos actos a la vez me van a ir transformando a mí, para cada día sentirme un iluminado en el Señor. Dejémonos iluminar por Cristo y su palabra.
El otro es, la regeneración en el Espíritu. Después de la liturgia de la luz, viene la del agua. Cristo nos regenera, Cristo nos da la nueva vida, nos da la vida en el Espíritu. La vida que llega hasta encontrarnos con el Señor, la vida que no se marchita ni se destruye en la tierra, sino que, como Cristo, rompe el sepulcro, las ataduras de este mundo en la cual tantos están condenados, amarrados, rígidos. Cristo nos regenera y el símbolo de esa regeneración es el agua, que es símbolo de vida, que es símbolo de conversión, es símbolo de limpieza. Fijémonos en eso, tomemos en serio nuestro bautismo, nuestro compromiso cristiano.
Debemos darnos cuenta, como decía al principio, de que somos cirios de Cristo, antorchas de Cristo, que tenemos que dar la luz en el mundo, tenemos que anunciarle. ¿Cómo lo anunciamos? Con la palabra. ¿Cómo lo anunciamos? Todavía con más fuerza, con nuestra vida. Que nuestra vida sea lo que ilumine a otros hombres, que no nos dejemos llevar por las tinieblas nunca.
Escuchamos a Pedro en esta lectura cuando frente a todos dijo, recuerden lo que pasó allá en Jerusalén, que Cristo ese hombre que pasó haciendo el bien… y así sigue contando. Este mundo necesita que demos a conocer a Cristo, porque muchas personas no lo tienen en cuenta; pueblos que durante mucho tiempo sustentaron la fe cristiana con una fortaleza tan grande que fueron capaces de llevar la luz de Cristo por el mundo entero, se sienten en estos momentos agobiados, aplastados porque no saben a quién acudir. Entonces la cabeza se llena de ideas en las que quieren sostener, basar su vida, y luego nos damos cuenta de que son un fracaso… pero nos dejamos llevar por ideas oscuras.
Hermanos seamos como Pedro, como los apóstoles, seamos como María Magdalena que descubrió al resucitado y llena un poco como de congoja porque si se lo habían llevado… fue a anunciar ¡Ha resucitado! Eso fue lo que Juan y Pedro vieron y creyeron, no está aquí. Ésa es la fe.
Nosotros tenemos que ser cirios, iluminar con nuestra vida a los otros. Recordemos bien, dejémonos iluminar por Dios, este es el día del Señor. Dejémonos regenerar por Dios con los sacramentos, con el bautismo en primer lugar los que no están bautizados, porque la palabra de Dios que es fuerza en nosotros; dejemos que Cristo nos trasforme en apóstoles, en discípulos que con nuestra vida demos testimonio de su presencia, de su victoria, de su Resurrección.
Que Dios nos ayude hermanos a vivir así.