Irradia, emisión del 19 de febrero de 2023

Irradia, emisión del 19 de febrero de 2023

Irradia, emisión del 19 de febrero de 2023
Transmitido por RCJ y CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
VII Domingo del Tiempo Ordinario

“Amen a sus enemigos y recen por los que los persiguen, para que sean hijos de su Padre que está en los cielos” Mateo 5, 44-45

 (Música, Nada especial, Javier Brú)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús. Irradia está contigo, irradiando la fe.

(Música, Nada especial, Javier Brú)

En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la SBIM Catedral de Santiago de Cuba

Confío Señor en tu misericordia, se alegra el corazón con tu auxilio. Cantaré al Señor por el bien que me ha hecho. Concédeme Dios todopoderoso que la constante meditación de tus misterios nos impulse a decir y hacer siempre lo que sea de tu agrado. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén

Buenos días, buenas tardes, buenas noches, una alegría, un gozo, un placer poder compartir con ustedes este pequeño tiempo en la mañana de domingo, para meditar sobre las lecturas que la liturgia de este VII Domingo del Tiempo Ordinario nos propone para nuestra reflexión.

Mientras que la antigua ley prescribía amar al prójimo tanto como a uno mismo, eso nos dice la primera lectura tomada del Antiguo Testamento del libro del Levítico; la ley de Jesús añade que debemos amar incluso a nuestros enemigos. Así nos lo presenta el evangelio de san Mateo, para que seamos hijos de nuestro Padre Dios que es santo y perfecto.

En su primera carta a los Corintios en la segunda lectura, san Pablo evoca nuestra grandeza; ya que pertenecemos a Cristo, el Espíritu Santo habita en nosotros y somos templos de Dios.

El Evangelio de hoy está tomado del evangelista san Mateo, en el capítulo 5, versículos del 38 al 48.

(Lectura del evangelio de San Mateo, capítulo 5, 38 al 48)

La iglesia nos enseña que Dios ha seguido una pedagogía para manifestarnos quién es Él y qué pide de nosotros.

Dios se comunica gradualmente al hombre, lo prepara por etapas para acoger la revelación sobrenatural que hace de sí mismo, y que culminará en la persona y la misión del Verbo Encarnado, Jesucristo.

En el Antiguo Testamento, Dios buscó poner límites a la maldad del hombre, pero ahora Jesús viene a dar el paso definitivo. Para vencer el mal tenemos que romper las interminables cadenas del mal. Por eso no tenemos que devolver mala por mal; al pedirnos que amemos a nuestros enemigos, Jesús no nos invita a ser tontos, sino que nos invita a ser nuestros los criterios del amor a Dios y al prójimo. En la cruz, Jesús supo perdonar a sus verdugos, porque sabía que había un bien mayor en llevar hasta el final esta entrega, así Él nos obtenía la salvación.

El Antiguo testamento, la primera lectura nos lo dice, el Señor nos invita a armarnos los unos a los otros, en la misma medida en que nos amamos a nosotros mismos. Ama a tu prójimo como a ti mismo. Sin embargo, en el Nuevo Testamento, Jesús da un paso más allá. Nos va a decir, ámense los unos a los otros como yo los he amado. ¿Y hasta dónde nos ha amado Jesús? Hasta, siendo la segunda persona de la Santísima Trinidad, no tener a menos como dice la Escritura, bajarse, para hacerse igual a nosotros en todo menos en el pecado. No tuvo a menos abandonar el lugar en el que estaba, para venir a hacerse como nosotros y a caminar a nuestro lado.

Hasta ese punto nos amó Jesús. Más aún, nos amó hasta el punto de entregar su vida, de derramar su sangre. Él, el justo, el cordero inmaculado, por nosotros pecadores. Por eso desde la cruz, sus primaras palabras serán, perdónalos Padre porque no saben lo que hacen. Pedir el perdón para aquellos que lo condenaron injustamente; pedir el perdón para aquellos que se burlaron de Él cuando cargado con la cruz después de haber sido azotado y coronado de espinas, no tuvieron en cuenta nada de eso para seguir burlándose de él. Para aquellos que estando ya en la cruz, le gritarán, si de verdad eres el hijo de Dios, bájate de la cruz y creeremos en Ti; de los que habiendo recibido nada más que cosas buenas de Él, sus palabras, sus obras, en el momento preciso en que Pilatos dijo ¿quieren que les suelte al Rey de los judíos?, dijeron, no a ése no, a Barrabás, a ése crucifícale.

Nadie queda afuera del amor del Señor. Los que lo quisieron y los que lo odiaron. Los que lo siguieron y los que lo siguieron y los que lo persiguieron. Por eso Jesús muere con los brazos abiertos en la cruz, para ese abrazo universal del que cual no queda fuera nadie. Y a eso nos invita, ámense los unos a los otros como yo los he amado.

Por eso el evangelio de hoy nos dice, amen a sus enemigos. ¡Qué difícil! A veces nos resulta difícil amar a nuestros amigos, a amar a nuestra familia, a los que están cercanos, a los que son de nuestra sangre. A veces nos resulta difícil. Cuánto más a los que nos que nos hacen daño, a los que nos ponen zancadillas, aquellos que nos hacen la vida difícil y el Señor nos dice amen a sus enemigos, no odien a nadie, hagan siempre el bien.

Ése es el amor cristiano. Ése es amor al que nos llama el Señor. Ése es el camino de la santidad. ¿Fácil? Difícil por supuesto. Pero el Señor nunca nos pide nada para lo que lo cual no nos dé las gracias que necesitamos para poderlo hacer. El Señor no nos envía sin caminar a nuestro lado, sin darnos la mano, sin estar dispuesto a levantarnos cuando caemos, a darnos cada día una nueva oportunidad. Y si Él nos pide que amemos a nuestros enemigos es porque podemos amar a nuestros enemigos, es porque podemos amar a nuestros enemigos.

En el mundo de hoy se habla mucho de paz. Hay conferencias sobre la paz, hay discursos sobre la paz, se reúnen para ver cómo se consigue la paz, pero no se consigue. Se han experimentado creo, todas las posibilidades para alcanzarla. La única que no se ha experimentado, quizás suficientemente, es el amarnos los unos a los otros como el Señor nos ama. El ser capaces de perdonarnos, de comprendernos, de escucharnos, de ayudarnos, de darnos la mano, de levantarnos, de reconocernos por encima de cualquier diferencia, hermanos; y como hermanos tratar de resolver nuestros problemas.

Ése camino, no lo hemos experimentado hasta el final, y es lo que nos pide el Señor a nosotros cristianos. Nosotros tenemos que dar testimonio del amor, de ése amor, del amor de Dios que se derrama en nosotros, del amor de Dios que hace llover sobre justos e injustos, salir el sol sobre justos y sobre pecadores.

Cuando tengamos la tentación de condenar, de perseguir; cuando tengamos la tentación de abrir el corazón al odio, a la violencia, miremos la cruz, y miremos al Señor con los brazos abiertos, y miremos al Señor diciendo, perdónalos Padre porque no saben lo que hacen. Para odiar no hace falta ser fuerte, hace falta ser fuerte para amar. Los que odian son débiles, los que persiguen son débiles, los que no son capaces de perdonar son débiles. Hay que tener mucha fortaleza interior para poder decir, Padre perdónalos a aquellos que te crucifican a aquellos que te persiguen, a aquellos que te condenan injustamente. Pero ése es el camino de la paz, es el único camino para la paz. No hay otro.

Y nosotros cristianos tenemos esa misión. Es nuestra misión. Ésa es la Buena Nueva, que Dios nos ama por encima de todos; que no hay pecado por grande que sea que, si yo me arrepiento, el Señor no esté dispuesto a perdonar. Que no hay falta, por grande que sea, que pueda apartarme de ese amor de Dios que me da siempre una nueva oportunidad.

Experimentémoslo así, hagamos la prueba, empezando en nuestra familia. Amémonos con ese amor que acoge, con ese amor que escucha, con ese amor que comparte, con ese amor que está dispuesto a empezar cada día de nuevo. En la medida en que lo vivamos en nuestra familia, podremos vivirlo en nuestros barrios, en nuestros trabajos, en nuestras escuelas, en nuestras comunidades cristianas, en la sociedad en la que vivimos. Y podremos aspirar a que un mundo mejor, sea posible.

Acabamos de celebrar el día del amor y la amistad. Pero el día del amor y de la amistad tiene que ser todos los días. Hagámoslo posible, amándonos los unos a los otros como el Señor nos ama. Que así Él nos lo conceda.

(Música, Bendigamos al Señor, Mary y Dumas)

Hermanos, renovemos ahora nuestra profesión de fe, pidiéndole al Señor que ayude nuestra debilidad, para que podamos cada día en esforzarnos por vivir conforme a la fe que profesamos y así dar testimonio de Él en medio de este mundo:

¿Creen en Dios Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra? R/ Sí creo.

¿Creen en Jesucristo su único Hijo nuestro Señor, que nació de Santa María Virgen, padeció, murió, resucitó, y está sentado a la derecha del Padre? R/ Sí creo.

¿Creen en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica, en la comunión de los Santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna? R/ Sí creo.

Esta es nuestra fe, esta es la fe de Iglesia que nos gloriamos de profesar, en Cristo Jesús, nuestro Señor. R/ Amén.

Ahora presentemos confiados nuestras súplicas a Dios nuestro Padre, que siempre escucha, y siempre nos responde. No siempre dándonos lo que pedimos, pero sí siempre, dándonos lo que nos conviene.

Pidamos en primer lugar, por la Iglesia, de la que formamos parte todos y cada uno de nosotros, para que con la fuerza de Dios podamos dar testimonio de su amor y su misericordia en medio de este mundo que tanto lo necesita. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Pidamos por todos los que sufren a causa del odio, la guerra, la violencia ene l mundo entero, para que seamos capaces de llevar el mensaje del amor de Dios. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por el aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas, diaconales, laicales, para que estemos dispuestos a responderle al Señor que nos llama a ser santos como Él es santo, viviendo e mandamiento del amor. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los difuntos, de manera particular por aquellos que nadie recuerda, para que perdonadas sus faltas el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Y los unos por los otros, para que con la fuerza de dios, con la gracia de Dios, podamos amarnos los unos a los otros como Él nos ama. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Escucha Padre Santo, estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que Tú conoces, te las presentamos por Jesucristo, tu Hijo nuestro Señor.  Amén

Confiados oremos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó.

Padrenuestro que estás en el cielo
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén

Hermanos todos aquellos que no han podido acercarse a recibir a Jesús sacramentado, pueden hacer la comunión espiritual, rezando la siguiente oración.

Creo Señor mío que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas, y deseo ardientemente recibirte dentro de mi alma; pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si te hubiera recibido, me abrazo y me uno todo a ti. Oh Señor, no permitas que me separe de ti. Amén.

Les deseo a todos, un feliz domingo, que lo puedan pasar y disfrutar con la familia, con los amigos. Como siempre les digo, recuerden aquellos amigos que quizás están solos porque tienen su familia lejos, y necesitan de ese calor que sólo la familia puede dar. Acójanlos, llámenlos, que sientan ese calor que necesitan y que buscan.

Y que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre. Amén.

Les ha hablado el padre Rafael Ángel, de la Catedral de Santiago de Cuba, que tengan todos una feliz y productiva semana. Hasta la próxima.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guión, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.
Dirección general, María Caridad López Campistrous.
Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo
Irradia…

(Música, Confía en Dios, Siervas)

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