Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez, 15 de enero de 2023

Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez, 15 de enero de 2023

Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez
Arzobispo de Santiago de Cuba
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
Segundo domingo del Tiempo Ordinario
15 de enero de 2023

“Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” Juan 1, 29

Hermanos,

Todavía resuenan ante nuestros ojos y ante nuestros recuerdos, las palabras también que hemos escuchado de felicitaciones, de alabanza a Dios, de gloria a Dios, el compartir con la familia y en la comunidad cristiana en la Santa Misa. Todavía tenemos presente la Navidad, ese tiempo de gracia en el cual  el misterio de la Encarnación de Dios, Aquel que se hace hombre para salvarnos, se hace de nuevo presente, como todos los años ante nosotros. Es decir, recordamos la encarnación de Cristo que se hace hombre para salvarnos a todos. Dios llama a todos los hombres sin excepción. El Señor quiere también que nosotros, que somos libres, que nos ha creado libres también le respondamos bien.

Ya comienza el tiempo ordinario. Estamos vestidos de verde, la esperanza. Y las lecturas también van acompañándonos en ese caminar junto con Jesús. Si acabamos de celebrar la Navidad, dentro de tres meses o cuatro meses vamos a celebrar la Semana Santa, Cristo en la cruz y la Resurrección, la victoria definitiva de Cristo. Las lecturas de estos primeros domingos que vienen, pues, van siguiendo a Jesús.

En la de la Navidad, recordamos el nacimiento, la adoración de los reyes, los pastores, Belén. Después ya pasamos al bautismo del Señor, que, precisamente nos habla de que ahí comienza como en este domingo, comienza la predicación de Jesús, se hace público.

Celebramos el domingo pasado el bautismo del Señor, y ahora ya estamos oyendo los comentarios de Juan de ese acontecimiento. Hasta el bautismo del Señor era la vida oculta de Jesús. Hay muy poco en la Biblia, solamente los hechos claves y fundamentales. A partir del bautismo del Señor, ya es Jesús que empieza a presentarse y empieza a presentarse, porque Juan habla y dice Éste es, este es el elegido de Dios, yo no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. Él es el elegido y el esperado. Y se ve una paloma, se presenta el Espíritu Santo en forma de paloma. Este es mi Hijo amado, mi Elegido. Escúchenlo. Así comienza la vida pública de Jesús.

Los domingos siguientes vamos a escuchar cuando Jesús empieza a llamar a los discípulos, ya Él empezó su trabajo, ya Él empezó a predicar el Reino,  ya Él empezó a comunicar lo que Dios quiere que conozcamos. Pero vamos a fijarnos en algunas palabritas y algunos verbos.

Fíjense bien que aquí se utilizó la palabra elegido. Elegir el verbo elegir es escoger, escoger, pero no que escogí a uno, sino yo elegí a uno porque ese es el que yo quería que fuera. Lo elegí entre muchos. Este verbo aparece también en la primera lectura que es del profeta Isaías. Este texto de Isaías que hemos escuchado es precioso, precioso. Son varios versículos, pero tienen una claridad increíble. En primer lugar, el habla del siervo. Tú eres mi siervo Israel. En Isaías, el siervo muchas veces se confunde con el pueblo de Israel, pero también con el elegido. De hecho, muchas veces utilizan estos textos de Isaías y se la aplican a Jesús, en los Evangelios y en la tradición de la Iglesia. ¿Por qué? Porque Jesucristo es la cabeza de la Iglesia. Él es elegido para salvarnos y nosotros somos elegidos en Él. Entonces empieza así y dice Yo estoy orgulloso de ti. Yo te he elegido. Pero aparte de eso, estoy orgulloso. Qué bello hermanos, saber que nosotros no hemos venido al mundo, y esto lo repito muchísimo porque me parece que es clave y fundamental en este mundo en que queremos conocer a Dios.

¿Qué contenido? ¿Qué peso tiene esto para nuestra vida? El saber de que yo fui elegido. Fui a elegido. Fui elegido por mis padres. Y alguna persona tal vez no fue elegida por sus padres, pero sus padres quisieron que tuviera vida. Es decir, lo que lo engendraron, quisieron que tuviera vida de una manera u otra. Fueron elegidos a la vida. Qué triste ver tantos niños que por el aborto no son elegidos para la vida. Jesús. Dios le da la vida. Pero sin embargo, los hombres se la tronchan. Dios lo elige y los hombres la tronchan. Para estos hombres que viven así esa situación, mujeres… Que tengan en cuenta siempre, de que la vida lo puede rechazar o lo rechazó en algún momento, pero que sepan que Dios los eligió a la vida y a la vida eterna, y que Dios se sienta orgulloso de ellos.

Cuando tenemos a Jesús con nosotros. Creemos en Él. No hay motivo o por lo menos tenemos que sentirnos tan seguros de decir Señor. Habré pasado muchas cosas, me habrán apartado, no me consideran… tantas cosas. Pero yo sé que tú me elegiste y que tú te sientes orgulloso de mí. Hermanos, pensar que Dios está orgulloso de mí, eso me tiene que hacer, por lo menos, reflexionar, meditar quién soy yo. Como decíamos el domingo, ¿quién soy yo, hermanos, para que el Señor se fije en mí? Tú eres elegido. Y Dios está orgulloso de ti. Fíjense bien esos dos verbos, me eligieron. y  Dios está orgulloso de mí.

Si nosotros vamos a la primera lectura que hemos escuchado, también empieza así. Yo, Pablo, llamado a ser apóstol por Jesucristo. La llamada. Dios me llama. Yo me elije Dios, Dios se siente orgulloso. Hermano ya eso es para dar comienzo a nuestra vida, nuestro día, el comienzo de nuestro día. Y decir al Señor. Yo sé que tú me amas. Me quiere. Me llamaste, me elegiste. Estás orgulloso de mí. Dame fuerza para serte fiel. Porque viene otro verbo, nos da una misión, nos envía, nos elige para la vida, pero también nos elige para dar testimonio ante el mundo.

Por eso, en ese breve texto de Isaías dice así. Yo te he elegido y desde el vientre de tu madre yo te escogí. Pensemos en eso, hermano. Desde el vientre yo fui elegido. Nadie me conocía, nadie me hacía gracia, nadie me cargaba. Pero ya yo estaba en ti. Me elegiste.

Perdonen que repita mucho el verbo es elegir. Perdonen, pero me parece que muchas veces no tenemos presente en nuestra vida de fe diaria ese verbo. Fui elegido, para qué, dice aquí, para que le trajese a Jacob, para que reuniese a Israel. Es poco que sea mi siervo y restablezca las tribus de Jacob, y conviertas a los supervivientes de Israel. Te hago luz entre las naciones. Me ha llamado. Me ha elegido. Se siente orgulloso y me envía a que yo sea luz entre las naciones y congregue a todos los pueblos de la tierra.

Es decir, que yo, con mi testimonio y con mi palabra, haga presente aquello que creo. Que el hombre tiene que sentirse por lo menos tranquilo, sereno, con una fuerza interior grande. ¿Por qué? Porque fue llamado, fue elegido. Dios se siente orgulloso y Dios me envía.

El salmo va en esta misma línea. El salmo fue siempre un complemento de la primera lectura, en esta dice Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad, aquí estoy. Si tú me llamaste y me enviaste, yo quiero hacer tu voluntad. Esa es la disposición que tenemos que tener. Querer hacer siempre la voluntad de Aquel que me eligió. De Aquel que me llamó. De Aquel que me creó. Esa la respuesta única que puede haber. Querer hacer la voluntad de Dios. Como está escrito en mi libro para hacer tu voluntad, Dios mío, yo lo quiero y llevo tu ley en mis entrañas.

Hermanos, la llamada de hoy también es a alegrarnos de que fuimos escogidos, y pedirle a Dios la fuerza para hacer su voluntad. Él me da la fuerza como se la dio a Cristo en la cruz. Él me da la fuerza.

Entonces, haciendo un resumen, vayamos a nuestros hogares o en los hogares que estemos participando, oyendo esta Misa en las casas, estemos seguros de la generosidad de Dios, de la bondad de Dios, del amor de Dios para con nosotros.

Hagan la experiencia. Intelectual y de fe, es decir, de razón y de fe, de decir yo fui elegido, y aquel que me eligió se siente orgulloso de mí. Es como los padres. Los padres eligen a los hijos y cuando los hijos crecen y van realizando su vida, los padres se sienten orgullosos de los hijos. Y más orgulloso aún cuando el hijo hace el bien, hace la voluntad del padre, hace, actúa con bondad. Así es Dios con nosotros.

Hermanos, reflexionemos en esto. No pensemos solamente en el amor de mi papá y de mi mamá que me dio la vida física. Pensemos en el amor de Dios que se enorgullece de mí. Pidámosle la fuerza para poder hacer su voluntad. Y así vamos a empezar este recorrido que dura todo un año, siguiendo a Jesús, acompañándolo en su predicación, acompañándolo en sus milagros, acompañándolo en sus enseñanzas. Acompañándolo en su cruz y acompañándolo en la Resurrección.

Hagamos el ejercicio de ese decir Dios me ama, Dios me quiere, Dios está conmigo y Dios me da fuerza. Y cambiemos nuestra vida porque todos tenemos que cambiar en algo. No somos perfectos, pero Dios se enorgullece de mí en la medida también en que yo quiero hacer su voluntad, en que yo hago el esfuerzo, por lo menos en hacer la voluntad de Dios.

Que el Señor nos acompañe, hermano, a vivir así.

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