Mons. Dionisio García y los desafíos evangelizadores de hoy

Mons. Dionisio García y los desafíos evangelizadores de hoy

A raíz de un artículo publicado en Vida Cristiana, me vinieron a la mente estas rápidas y breves reflexiones…

Cómo mi formación es inicialmente tecnológica, soy propenso a los fríos datos matemáticos. Esta manera de ver y analizar los hechos, la aplico ahora al pensar sobre nuestra misión en Cuba hoy comparándola con situaciones parecidas ocurridas en años anteriores, para ayudar un poco a aquellos que, ahora o en un futuro, nos sentimos llamados por Dios a evangelizar y a hacer que su Palabra llegue a todos los rincones de nuestra tierra, que tanto la necesita. 

Cálculo que, sumando datos dispersos y difíciles de encontrar, se puede estimar, con posibles errores y redondeando, que casi medio millón de cubanos puedan haber dejado su tierra en el último año, buscando, algo mejor para ellos y sus familias. Tienen derecho a hacerlo. Aquí se incluyen los que entran por la frontera sur de USA, también los que lo hacen por mar o por los vuelos comerciales, los miles que se van como ciudadanos españoles y de otras nacionalidades y otros miles más que marchan a países que, en otro momento, ni los imaginábamos como posible lugar de destino para un cubano. Sí, cuando la situación se pone muy difícil es natural que esto ocurra.

Entrando en tema, si somos 11 millones y un poquito más de cubanos, la simple resta nos dice que, en estos momentos, vivimos en Cuba cerca de unos 10.5 millones de cubanos. Como vemos la diferencia es evidente. Los que se quedan lo hacen porque no quieren irse o porque no pueden irse. El motivo no importa para estas líneas. Siempre serán más los que se quedan que los que van.

Nuestro bautismo y vocación nos recuerda que a esos 10.5 millones de cubanos que estamos en Cuba hay que conducirlos a que conozcan a Jesús recién nacido, nuestro único Salvador. Para eso hemos sido llamados.

Creo que esta manera de pensar motivó a muchos cristianos y cristianas, por los años 60 y 70, a optar por quedarse en Cuba. Vieron que Cristo y la Iglesia eran necesarios para nuestro pueblo y eso les hacía vivir la mística de la entrega, del sacrificio, de soportar situaciones duras, de ser considerados muchas veces ciudadanos de 2da. clase; dolía y se sabía que era una injusticia, pero no importaba, sentían que era su misión padecerla por compromiso cristiano, por un bien mayor y con la mirada puesta en el mañana que es de Dios.

En esos años había algunos criterios y certezas que marcaban el paso de la vida de estos cristianos.

1.- Lo esencial es vivir con generosidad, entrega y confianza, seguridad en la verdad de que Cristo es mi Salvador, que Él es el que da sentido a la vida y a nuestra vida y que sin Él caminamos a oscuras.

2.- Que la Iglesia es la continuadora de la misión de Cristo en la tierra. La certeza de que ella conserva la fe de los apóstoles que, como tesoro valioso, permanece inalterable en su esencia y que cada día puede brillar con un nuevo resplandor, que llega a deslumbrar a los hombres y mujeres de cada época.

3.- En la búsqueda de la unidad como un Don y una tarea, se descubrió la parroquia (comunidad) como lugar de vivir esa unidad. La parroquia no solo abarcaba a los que participaban en la comunidad, si no que todos los que vivían en el territorio parroquial pertenecían a ella de una manera u otra y eran destinatarios de la misión de la misma.

4.- La clara vocación para el servicio. En medio de esa dura situación, generosidad en el servicio, permanencia y acompañamiento, eran casi como las únicas vías de estar presentes.

Estos fueron algunos de los pilares, para mí esenciales, que sostuvieron a muchos cristianos de esos años hasta nuestros días y que hicieron posible que hoy estemos hablando, entre otras cosas de sinodalidad. Estos pilares siguen vigentes y son en los que debemos hacer énfasis

Actualmente nos encontramos con comunidades nuevas, llenas de fe y, tal vez con poca formación, pero también descubrimos mucho deseo de vivir y transmitir la fe. 

Creo necesario agregar que ellos vivieron la sinodalidad, aunque sin llamarla así, y eso es lo importante. De hecho, la sinodalidad es una manera de vivir la eclesialidad, forma parte intrínseca de ella, pero no es la meta que, para que sea explicada y conseguida, agote nuestros recursos y una parte sustancial de nuestro tiempo y esfuerzo. La sinodalidad se hace realidad y florece cuando los aspectos anteriores tratan de vivirse. 

Pidámosle a Dios que nos ayude a que descubramos nuevos caminos para enfrentar los desafíos evangelizadores que Dios confiadamente pone en nuestras manos, y así poder hacerle presente a los 10.5 millones de cubanos que hasta hoy permanecemos en Cuba.

Mucha confianza en el Espíritu.

Mons. Dionisio García Ibáñez, arzobispo de Santiago de Cuba

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