Irradia, emisión del 25 de diciembre de 2022

Irradia, emisión del 25 de diciembre de 2022

Irradia, emisión del 25 de diciembre de 2022
Transmitido por RCJ y CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Solemnidad de la Natividad del Señor

 

“Hoy nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor” Salmo 95

(Música, El Tamborilero, Rafael)

Hermanos,

Hoy 25 de diciembre es Día de Navidad, recordamos el nacimiento de Jesús nuestro Salvador. Es un día alegre, de familia, de acción de gracias; y es también un día de compromisos, porque nosotros, según nos lo cuentan los evangelios contemplaremos a la Virgen María y a José, a los pastores y a los reyes magos, responder positivamente a la llamada del Señor. En la Navidad se concentra todo el mensaje que Dios querido revelar a los hombres y mujeres de todos los tiempos. El mensaje de Navidad nos habla del amor de Dios para con nosotros, de esperanza, de confianza y por eso mismo de alegría.

En la Navidad se cumple la promesa de Dios dada al pueblo de Israel de darnos un Salvador, que nos abriría los ojos para descubrir la verdad y nos conduciría por el camino de la salvación.

(Música, Y nació Jesús, Varios)

(Lectura del evangelio de San Lucas, capítulo 2, 1 al 14)

Podemos comenzar con la primera idea, y también la principal: el amor de Dios.

No hemos venido al mundo como un simple producto de la naturaleza, como un encuentro de ADNs, o de la combinación de genes, resultado de una evolución ciega. Es triste pensar que los hombres y mujeres de todos los tiempos tienen su origen en una naturaleza que no tiene conciencia, que simple y llanamente se rige por leyes inalterables. En la Biblia se nos revela y la razón lo ve lógico, que hemos venido al mundo por un acto creador de Dios, porque Él así lo ha querido, porque Dios nos ha creado por amor, nos ha dado la vida, nos llama a ser sus hijos.

Entonces, la idea fundamental de la Navidad es celebrar ese amor de Dios para con nosotros. es la seguridad de saber que hay un Dios que es nuestro Padre y nos ama. El amor está en nuestro origen y es parte indispensable para el buen desarrollo de cada persona, de cada ser humano, pues está grabado en nuestro ser desde la creación.

Por eso es que, en todos los pueblos, aun en los no cristianos, en este día de Navidad las familias y amigos tratan de encontrarse, se reúnen, se felicitan, manifestando así el cariño y el amor que se tienen, y que los unen. Ese es el sentido de la Navidad y queda expresado en este pequeño versículo del profeta Isaías que hemos escuchado, “ha aparecido la bondad de Dios y su amor al hombre, no por las obras de justicia que nosotros hayamos hecho”. Porque creemos muchas veces que nosotros nos lo merecemos todo, y que somos capaces de crear la felicidad aquí en la tierra, no. Todos sabemos por experiencia, que la felicidad plena no la podemos lograr por nuestros propios medios, necesitamos de la Palabra de Dios que nos indica el camino.

Por eso hoy, día de Navidad rezamos con el Salmo diciendo, “hoy brillará la luz sobre nosotros porque nos ha nacido el Salvador”. Es la iniciativa de Dios que hace que la vida tenga sentido hermanos. Tu vida tiene sentido, aunque te sientas o seas aplastado y falto de esperanza, sí tu vida tiene sentido. Aunque vivas en el campo o la ciudad, tengas un título universitario o no, estés enfermo o sano, preso o gozando de libertad, tu vida tiene sentido. Ya seas anciano sin fuerzas o joven lleno de vida, vivas en Cuba o fuera de Cuba, tu vida tiene sentido.

Atención. Aunque seas uno de los poderosos, aunque sepas mucho, aunque tengas mucho dinero, aunque tengas mucho desenvolvimiento; acuérdate que tú no te diste la vida, sino que Dios te la dio por amor.

Precisamente porque Dios nos ama, envió a su Hijo Jesús, nuestro único Salvador, nacido en Belén de la Virgen María. ¿Por qué? Porque los hombres somos propensos a creernos que somos el “centro”, nos “creemos cosas”, que podemos alcanzar la verdad y la felicidad sin contar con Dios. Esos criterios conducen a que, por nuestra soberbia, le podamos hacer daño a los demás. Cuando el hombre deja de ser humilde, las sociedades dejan de ser humildes y son prepotentes, en ese mismo momento entra el sufrimiento y el mal. A veces no en las fuerzas del mal, creemos que nosotros podemos eliminar todos sufrimientos y establecer justicia aquí en la tierra. Eso no es cierto… las guerras, las epidemias… tantas injusticias en el mundo. Cuando somos soberbios y nos olvidamos de la misericordia de Dios, somos capaces de introducir el mal en el mundo.

Ante esta seguridad de que Dios nos ha dado la vida por amor, y que Dios vela por nosotros, y envía a su Hijo nacido de María por obra y gracia del Espíritu Santo, cuidado y protegido paternalmente por san José; nosotros tenemos también que responder a ese compromiso, a ese amor. Dios nos ama, nos da la vida, se ha comprometido con nosotros, y nos ha enviado a su Hijo.

La Virgen María, ¿qué hizo María? Ella cuando se dio cuenta de la llamada de Dios, que le pedía ser la madre del Salvador, responde como una persona de fe que tiene confianza en Dios, y hace lo que Él le pide, “Hágase en mí según tu palabra”. José, aquel hombre bueno, que quería a María muchísimo, tanto que se casó con ella cuando según dicen los evangelios, pensó en repudiarla pues estaba esperando un hijo y él no había estado con ella. José reaccionó como cualquier hombre, pero también él siente la presencia de Dios, él era un hombre de fe, y sabía que Dios le pedía que aceptara a la Virgen María. Él no la abandonó, sino que cuidó de ella y de Jesús el Hijo de Dios.

Están los otros personajes como los pastores. Aquellas personas que no se contaban mucho en aquella sociedad que no tenían cultura, tal vez se sabían las leyes de Israel y la Biblia por oídas, pero no tenían otro conocimiento. Ellos hacían trabajos muy duros, y a veces trabajos prohibidos. A ellos Dios se les acercó por medio del Ángel y les dijo no teman, alégrense. O los reyes magos, gente de sabiduría y poder, que escuchaban, buscaban en las profecías del pueblo de Israel y fueron a Belén; y allí humildemente y de rodillas adoraron al Niño.

Hermanos, como a ellos, el Señor también nos pide a nosotros que hagamos su voluntad. El que esté solo, el casado, el obispo, el que está preso, el gobernante… todos debemos hacer la voluntad de Dios. Porque si hacemos su voluntad, la presencia de Dios es posible entre nosotros. Porque de la misma manera que María y José hicieron la voluntad de Dios, Dios se hizo hombre. Entonces, si nosotros hacemos su voluntad, en esa misma medida Dios se hará presente en este mundo que tanto lo necesita.

Este es un día de alegría, de alegría, pero también de preguntarnos, ¿y yo qué? En esta celebración navideña que yo quisiera que fueran las más alegres que podamos tener, no olvidemos a los que sufren, a los que están en guerra como pueblo de Ucrania, a los cristianos del Medio Oriente, aquellos pueblos donde la libertad religiosa no funciona como debería, aquellos pueblos que no siendo cristianos también sufren estas cosas.

Yo quisiera también hermanos pedir por las familias. Para que permanezcan unidas, para que vean crecer a sus hijos en sabiduría y en gracia, para que el día de mañana sean hombres y mujeres que trabajen por el bien, hombres y mujeres que vivan alegres, hombres y mujeres que les guste compartir en familia como hermanos. Pidamos por nuestras familias, por papá y por mamá, y si falta alguno que entonces el amor sea todavía más grande entre los que permanecen. Tengamos presentes en nuestras oraciones y cercanía a aquellas personas que están solas, ya que no tienen a sus familias, para que sientan un poco de nuestro afecto y cercanía. Dios quiso nacer en el seno de una familia, por tanto, hermanos cuidemos de las familias, y procuremos que la sociedad las cuide también.

(Música, Noche de paz, Olguita González)

Hermanos, que Dios nos ayude a vivir estos días santos, con la alegría de saber que Él siempre está con nosotros, y que ha brillado su luz sobre este pueblo, que nos ha nacido un Salvador.

Hermanos, dispongamos nuestro corazón para recibir en este día de Navidad la bendición de Dios sobre nosotros, nuestras familias, nuestros amigos, nuestros vecinos, sobre todo nuestro pueblo dondequiera que esté.

El Señor esté con ustedes. R/ Y con tu espíritu

Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes, familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo y de estudio, sobre todo nuestro pueblo dondequiera que esté y les acompañe siempre. R/ Amén.

Me despido de ustedes, deseándoles una feliz Navidad y un Año Nuevo próspero.

Mons. Dionisio García, arzobispo de Santiago de Cuba. 

(Música, Campanitas Cubanas, Blest)

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