Transcripción homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez, 10 de marzo de 2024, IV Domingo de Cuaresma

Transcripción homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez, 10 de marzo de 2024, IV Domingo de Cuaresma

Transcripción homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez
Arzobispo de Santiago de Cuba
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
10 de marzo de 2024, IV Domingo de Cuaresma

“Que se me pegue la lengua al paladar sino me acuerdo de Ti” Salmo 136

Hermanos,

Hemos dado un pasito más en la subida al monte del Calvario, al Gólgota para acompañar a Jesús en la Semana Santa, siempre me gusta decir no para dejarlo ahí en el Viernes Santo y en el enterramiento en el sepulcro, también para celebrar la Resurrección del Señor, que es el centro de nuestra fe. Si Cristo no hubiera resucitado, vana, sería nuestra fe.

Entonces hermanos, ya estamos en este cuarto domingo de Cuaresma, y en este cuarto domingo de Cuaresma la primera lectura es del libro de las Crónicas y después sigue otra lectura del Antiguo Testamento, que es el salmo 136, que todo el mundo lo conoce, de la misma manera que conocemos el salmo del Buen Pastor. El Buen Pastor decimos así, y ya todo el mundo sabe cuál es el salmo. Este salmo lo conocemos por esa antífona que es tan rara, que se me pegue la lengua al paladar si yo me olvido de ti Señor. Qué cosa. Seguro que ese era un dicho popular en aquella época, 700, 500 años antes de Cristo, para cuando alguien quería decir yo jamás haré eso, entonces decía que se me pegue la lengua al paladar antes de…

Vamos a ver el libro de Crónicas. ¿Qué nos dice el libro de Crónicas? El libro de Crónicas fue una reflexión de la historia de Israel, es un libro que se escribió posteriormente a los hechos, aunque recogía muchas tradiciones de la época en que los hechos iban ocurriendo, pero esto es un tiempo largo, de varios siglos, en el que se narra el reinado de Israel, los reyes de Israel, de Judá. Y entonces esas crónicas se iban guardando; ese había sido el tiempo de esplendor comenzando con David, con Salomón, hasta que por fin la monarquía cae cuando viene la invasión, cuando el templo es también destruido.

Entonces, es una reflexión y como toda reflexión bíblica una reflexión en la cual Dios está muy presente, y en la cual lógicamente aquellos que reflexionaban, utilizaban la inteligencia, la búsqueda de la verdad, la explicación de las cosas. Ése es el método científico, buscar la razón, el porqué de las cosas, y después ver cómo se puede probar, o a partir de la práctica la inversa, buscar precisamente el concepto. Y aquí estos hombres que meditaron la historia de Israel se dieron cuenta, de que el pueblo de Israel como toda obra humana, es un tiempo de vaivén porque no somos perfectos, y ¿en qué consistía este vaivén?

Ellos sabían que era el pueblo escogido por Dios, lo decían las lecturas, la tradición oral que se pasaba de una familia a otra, de una tribu a otra, de un pueblo a otro, de un año, de un siglo a otro. Ellos sabían que ellos era el pueblo elegido, que Dios les había dado muchos dones, lo había liberado de Egipto, era un pueblo que se había construido con la ayuda de Dios, vio que Dios actuaba en los momentos clave, la liberación de Egipto, el paso del mal Rojo, las guerras, las batallas, que Dios sostenía a su pueblo, insignificante entre los pueblos de la región, y Dios lo sostenía; pero también veía que ese pueblo que tenía tanto agradecer a Dios, ese pueblo también abandonaba a Dios o no lo tenía en cuenta, no lo tenía en cuenta.

Entonces el texto es como para mostrar la bondad de Dios cuando está cerca de nosotros, cuando nos quiere, cuando quiere que nosotros seamos su pueblo, y también esa situación dura cuando nos apartamos. Es decir, está la bondad de Dios y el abandono nuestro de Dios, y después la conversión, nos damos cuenta de que no podemos apartarnos de Dios y entonces enseguida Dios empieza con su misericordia.

Fíjense bien que es un ciclo. Dios nos acompaña como pueblo, escoge al pueblo Israel como pueblo, el pueblo se cansa un poco de seguir a Dios, o no le da el peso, el valor que tiene, después cae la desgracia el pueblo se da cuenta, medita, por eso hay que pedir la gracia de la conversión, porque esto que pasa como pueblo pasa como persona; y después Dios enseguida acude y da la mano para salvar.

Entonces en la primera lectura nosotros vemos esa reflexión que dice, que el pueblo de Israel se había abandonado a Dios, que Dios le había mandado muchos profetas, que había hecho cosas muy grandes al principio, al comienzo del pueblo, y también después que los profetas anunciaron pero que el pueblo, muchos no hicieron caso, y hay veces que como pueblo se apartaban de Él. El escritor sagrado veía como las desgracias, los malos momentos venían sobre sus hermanos, sobre este pueblo que se había apartado a Dios, y cuando nosotros nos dejamos apartar, mejor dicho, llevar del pecado, las consecuencias vienen. Cuando nos vamos detrás de otros dioses también las cosas no salen bien, porque nos apartamos de la verdad de Dios que tiene misericordia, y así un vaivén.

Y aquí una reflexión, entonces dice, por eso es que ese emperador famoso destruyó y hasta destruye el pueblo hasta que vino Ciro, animado por Dios y reconstruye de nuevo el templo, que reconstruye de nuevo a su pueblo y el pueblo se reconcilia de nuevo; pero para eso tenía que pasó por eso muchos momentos muy difíciles, y claro está siguió pasando, porque la vida y la historia es así, y se alejó de Dios muchas veces. Después más adelante se dejó cautivar por otros imperios, pero hubo un grupo que se mantuvo firme, recordando siempre la misericordia del Señor

Bien, vamos a fijarnos en ese pueblo que salió de Jerusalén expulsado. Ese pueblo que fue desperdigado. Ese pueblo que lo que quisieron casi obligar a otras culturas, unos con ganas se asimilaban y otros no, pero se mantuvo un grupo firme y ahí viene la frase. Debido a ese grupo firme, es que el pueblo se sostiene, debido a ese grupo firme es que la profecía que Dios había hecho que enviar a alguien, el Cristo, el ungido para salvar al pueblo, se hizo posible. De ahí es que entonces viniera la frase que aquellos judíos piadosos, testarudos, como tal vez hace falta ser muchas veces, testarudos en la verdad, se mantuvieron firmes y de ahí sale la frase que se me pegue la lengua al paladar si yo me aparto de ti Señor.

Me estoy jugando, pero después cuando salgamos del templo hagan en la casa, el ejercicio de ver si ustedes pueden vivir con la lengua pegada al paladar. Debe ser lo más desastroso que uno pueda ver, pero el pueblo, ese grupo dijo sí señor, prefiero eso no me quiero apartar de Ti y aquí viene la pregunta nuestra. Hermano, ¿nosotros estamos dispuestos a decir, Señor que se me pegue la lengua al paladar si yo me olvido de ti? ¿Señor que se me pegue la lengua al paladar si yo no te tengo en cuenta en mi vida y me da lo mismo actuar de una manera o de otra? ¿Señor que se me pegue la lengua al paladar si yo me voy por otros caminos, o si vivo conforme con lo que hago sabiendo que a Dios tengo que darle más? Porque puede ser que mantengamos la fe. Sí, yo creo que Dios existe. Yo creo que Jesús es mi Señor y, ¿cómo eso se traduce en mi vida, cómo se traduce en mi vida?

Hermanos volvamos a aquello, Señor que se me pegue la lengua al paladar, Señor que yo sea capaz de orientar, mi vida, donde quiera que esté en ese momento, y orientar mi vida según tus mandamientos. Vamos a hacerlo hermanos. Estamos en Cuaresma. Yo les voy a hacer algunas preguntas, vaya usted porque me la estoy haciendo yo mismo, ¿qué tiempo hace que no me confieso? ¿Qué tiempo hace que yo no detengo mi vida para decir estoy por buen camino o estoy por mal camino? ¿Qué tiempo hace que yo no reflexiono y me pongo a pensar? Y digo, cuando me aparté de ti Señor vinieron una serie de consecuencias, lo vamos a descubrir en la vida, si nosotros hacemos eso. ¿Qué tiempo hace Señor que yo me levanto, y te digo buenamente, me pongo en tus manos, y cuando viene el día, las situaciones difíciles nos hacen perder la esperanza y la confianza?

Hermanos, hay veces que como pueblo hacemos eso, hay veces que nos hemos dejado llevar por otros dioses que no son precisamente ídolos hechos de madera y de piedra, por otras personas, nos hemos dejado llevar por otra gente y entonces hemos puesto toda nuestra confianza en ellos, y hemos abandonado a Dios. Eso como pueblo lo hemos hecho.

Hermanos, es hora de volver, es hora de que, en la vida de nosotros, nosotros nos empoderemos de ella y decir sí Señor, yo quiero ser tuyo, yo quiero ser tuyo, qué tengo que hacer. ¿Variar ciertos hábitos de mi vida? Los varío. ¿Variar ciertas concepciones que se me están metiendo en la cabeza por otros ídolos que se van creando? Variarlo. ¿Dejar determinados usos, prácticas, costumbres, amistades que no me conviene? Dejarlas. ¿Le rindo a Dios el culto que tengo que rendirle como decíamos el domingo pasado en el primer mandamiento? Ama a Dios sobre todas las cosas y en el tercero ríndele el culto que se debe. Hacerlo.

Hermanos, para eso está la Cuaresma y para eso, nosotros tenemos que pensar, que nosotros tenemos que meditar. Yo quisiera referirme, y ojalá lo encuentre rapidito. Al final de la lectura que hemos leído de la carta a los Efesios dice, en efecto ustedes han sido salvados por la Gracia mediante la fe y esto no se debe a ustedes mismos, sino que es un don de Dios. Fijémonos hermanos, hay veces que creemos que nosotros somos los que nos salvamos porque estamos haciendo las cosas bien hechas, señores es la gracia de Dios, Cristo que en la cruz se ofrece por nosotros, Él nos reconcilió con Dios. Tampoco se debe a las obras para que nadie pueda presumir porque somos hechura de Dios, creados por medio de Cristo Jesús para hacer el bien que Dios ha dispuesto que hagamos.

Porque nosotros hagamos las obras que tenemos que hacer, no nos creamos que nos estamos salvando por esas obras, esa es la consecuencia de que Cristo muere en la cruz y es el que nos dice hagan lo que yo hago, sean santos como yo soy santo, sean buenos como yo soy bueno, y entonces cuando las obras las hacemos en Cristo Jesús, esas obras son obra de salvación. Y si nosotros queremos, escuchar a Jesús, vamos a escuchar su Palabra según San Juan, tanto amó Dios al mundo que les entregó a su Hijo único, para que todo el que cree en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvará por Él.

Sí hermanos, sí. Dios entregó a su propio Hijo por nosotros, todo aquel que hace el mal aborrece la luz y no se acerca a ella para que sus obras no se descubran. Fijémonos en eso hermanos. Hay veces que queremos seguir en el mal, y hay veces que entonces no queremos ver la luz, estamos nosotros así, o nosotros queremos ver la luz y dejamos que dejamos que la luz ilumine nuestro rostro que es Cristo. En cambio, el que obra bien, conforme a la verdad, se acerca la luz para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

Hermanos, aprovechemos esta semana para reflexionar nuestra vida, para acercarnos a Él con humildad, sabiendo que podemos hacer mucho esfuerzo y tenemos que hacerlo cada día más, pero también sabemos que la gracia de Dios es la que nos transforma, y que el Espíritu de Dios está en nosotros, no nos olvidemos de eso. Siempre el Señor nos da la gracia y la fuerza de la salvación, si se la pedimos con fuerza y también si queremos vivir de verdad según Dios. Vivamos según la luz, dejemos que nuestro rostro sea iluminado por Él.

Que Dios nos ayuda a todos a vivir así.

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