Transcripción homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez, 18 de febrero de 2024, I Domingo de Cuaresma

Transcripción homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez, 18 de febrero de 2024, I Domingo de Cuaresma

Transcripción homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez
Arzobispo de Santiago de Cuba
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
18 de febrero de 2024, I Domingo de Cuaresma

 “Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Conviértanse y crean en el Evangelio.” Marcos 1, 15

Hermanos,

Las últimas palabras del versículo, de este versículo del evangelio de Marco que nosotros hemos escuchado, son las que definen el espíritu de la Cuaresma. Son palabras que hay que pronunciarlas siempre, porque la conversión es un proceso y es continuo, la conversión no se agota, siempre podemos acercarnos a Dios con mayor profundidad, con mayor cercanía, con mayor entrega, por eso es un manantial del que brotan aguas inacabables. Siempre uno puede encontrar, o como aquello que dice señores no se toca a fondo. La gracia de Dios es así, el encuentro con Dios es así, la conversión es así, no hay fondo. Siempre podemos convertirnos más en el Señor, estar más cerca de Él.

En el primer domingo de Cuaresma siempre se lee el pasaje de las tentaciones, porque precisamente la Cuaresma es un poco repasar la vida, es un poco darnos cuenta de que somos tentados, que hemos caído, que somos pecadores. Nadie puede decir que nunca ha pecado, por lo tanto, siempre se pone ese evangelio. Hoy en este ciclo, el ciclo B del año litúrgico, el Evangelio que se va leyendo es el de San Marcos, por lo tanto, es el que más corto relata las tentaciones en el desierto, solamente dice que Jesús se fue al desierto orar y que allí fue tentado, y que los ángeles le servían. Hay otros evangelios que explicitan un poco más y enumeran una serie de tentaciones que, en definitiva, resumen la tentación general del mundo, que es olvidar a Dios, o pedirle a Dios que haga cosas que no le corresponden. Es el evangelio de del primer domingo de Cuaresma.

Pero yo quisiera en este primer domingo de Cuaresma referirme a una de las lecturas o mejor dicho de los signos que los sacerdotes, las religiosas, y aquellas personas laicas, que también quieren seguir las oraciones de todos los días, del breviario. Son lecturas que todos los sacerdotes y todas las religiosas los consagrado y como les decía ahorita muchos laicos, rezamos porque tenemos obligación de hacerlo, y el miércoles ceniza, y durante todo este tiempo hay un himno que dice lo siguiente, hermanos tenemos que darnos cuenta de que somos hijos de Dios, Y que somos pecadores, tenemos que estar dispuestos a reconocerlo. Entonces hay un parrafito que dice, hablando de la vida del hombre, del fin al que el hombre fue traído a la tierra, por qué Dios nos dio la vida como regalo dice así, comenzamos cuando nacemos, andamos mientras vivimos, llegamos cuando al final de nuestra vida, nos encontramos con Dios en el momento de nuestra muerte.

Qué sucintamente está descrito tanto, que tiene que ver con la filosofía, tiene que ver con la ciencia, con la teología, ¿cuál es el sentido de que nosotros los humanos estemos aquí en la Tierra?, y vamos a ir un poquito más, ¿cuál es el sentido de que este mundo exista, cuál es el sentido de las estaciones, de las galaxias que cada día oímos por la radio que descubren una que está todavía más lejana a nosotros, nuevas formas de manifestarse lo creado en el espacio, aquí mismo en la tierra buscando la parte más íntimas, más pequeñitas de cualquier ser viviente, de cualquier mineral?

Entonces es así, comenzamos cuando nacemos, andamos mientras vivimos, llegamos al final de nuestra vida, ¿por qué? Precisamente porque el Señor nos da la vida, y es verdad que nosotros estamos en la conciencia de Dios Padre desde antes de crear el mundo, como dice el salmo, desde que antes de que estuviera en el vientre de tu madre ya yo te conocía. Pero nuestra vida, esa vida de conciencia, esa vida de estar, de vivir, de empezar a aprender, a ser independientes, de pensar, a razonar, a tomar criterios, eso comienza en el momento de nuestro nacimiento. Ya desde cuando nuestros padres nos engendraron, ahí estaba la vida humana que hay que defenderla siempre, desde ese momento, pero nosotros empezamos a andar, a reclamar, cuando niños recién nacido no podemos hablar y pedir, pero reclamamos con nuestro llanto.

Comenzamos cuando lo hacemos y ahí se convierte en una andadura, en un camino, por eso es que nosotros decimos que el cristiano es alguien que está como peregrino en este mundo, siempre caminando desde que nace, al encuentro del Señor.

Y entonces dentro de ese criterio general, si somos de Dios si Él nos dio la vida, si aquí en la vida nosotros tenemos que vivirla, ya nos dice la revelación que el Señor nos va dando lentamente, para el final encontrarnos con él. Procedemos de Él y el fin nuestro es encontrarnos con Él.

Hermanos, qué alegría para los hombres que pensamos que la vida no es solamente es el tiempo que estamos aquí, sino que la vida es encontrarnos con Dios porque sabemos que Dios es la felicidad plena. En Él está la plenitud. Entonces, Dios quiso manifestar esto, en primer lugar, también con la reflexión humana, el hombre poco a poco se va dando cuenta de que la vida no es simple y sencillamente un intercambio de células o de situaciones que de momento la química, la física, de momento van creando nuevas formas, no la vida tiene un proceso, la vida, el Señor nos la dio. Nuestra vida personal, cada vida humana, el Señor la dio con una finalidad como hemos dicho anteriormente.

Pero el Señor va revelando, a través de la inteligencia, la necesidad de un Dios que explique todas las cosas, lo demás no es explicación. El ateísmo no explica nada, el ateísmo científicamente no se puede comprobar la no existencia de Dios, eso clarito. La fe es la que nos dice que Dios existe, y Dios se quiso manifestarse a nosotros en el tiempo.

Tenemos la Biblia, que está recogida la reflexión de los pueblos antiguos, que está recogida la historia del pueblo de Israel, que están recogidas todas aquellas peripecias de Abraham, de Isaac, de Jacob, de Moisés, anteriormente la creación Adán y Eva, Noé… Y en el punto de Noé, que es la primera lectura que hemos escuchado hoy, se nos habla de que Dios ve, que, junto con la presencia del hombre, el bien que con el que Dios había hecho todo lo creado, se metió el mal también, se mete el mal también.

Y el más se mete no porque sea igual que Dios en fuerza, no, se mete porque son aquellas criaturas de Dios que en un momento determinado como eran libres, quisieron apartarse de Él y ahí entró en el mal en el mundo, como nos pasa a nosotros, que Dios nos crea por amor y muchas veces nos apartamos de Él y metemos el mal en el mundo. Pero entonces vemos en Noé, la primera alianza o la alianza de Noé, al principio en el tiempo pues Dios dijo yo haré una alianza, la mujer va a aplastar la cabeza del mar, es decir, no piensen que el mal venció. Desde el principio de Adán y Eva, pero en Noé dice que Dios se enfada, en esa manera de decir las cosas en el antiguo Testamento y que Dios manda el diluvio.

Inmediatamente, cuando el diluvio se aplaca, inmediatamente Dios dice, yo voy a hacer una alianza contigo, yo nunca más voy a querer destruir este pueblo con un diluvio, yo soy misericordioso. Y esa revelación de la naturaleza de Dios, que Dios es misericordioso, se va desarrollando a través de todo el Antiguo Testamento progresivamente hasta llegar a Jesús, que es perfecto revelador del Padre, que cuya misericordia se manifiesta no solamente en palabras, sino que Jesús el Hijo de Él hecho hombre por obra del Espíritu Santo y nacido de María la Virgen, se entregue en la cruz por nosotros. Él es capaz de darse plenamente por nuestra salvación.

Entonces hermanos, en este primer domingo de Cuaresma se nos presentan las tentaciones como la presencia del mal en el mundo, pero también se nos presenta el poder de Dios y la misericordia de Dios para decirnos el mal no triunfará. Dios está con ustedes, pero para eso también nosotros tenemos que cumplir la otra parte de la alianza, que es querer vivir según Dios. Por eso en este primer domingo de Cuaresma hablamos de arrepentimiento, Señor, perdóname porque he pecado contra el cielo y contra ti. Reconocer que he pecado, eso es fundamental, no ser soberbio, orgulloso, prepotente, reconocer, Señor peque, después viene el arrepentimiento. Señor me arrepiento de lo que he hecho. La petición de perdón, perdóname Señor, porque puede ser que yo me arrepienta, pero ¿pido perdón? No, si yo solamente me arrepiento es como decir yo puedo cambiar por mi cuenta.

Perdón, a Dios para que Dios me perdone, para que Dios me dé su fuerza, y después pedirle a Dios la gracia de cambiar, que esto Señor que ya pasó, que tú limpiaste con tu misericordia, esto Señor, ayúdame a que no vuelva a ocurrir, a cambiar. Sabiendo que la misericordia de Dios es tan grande que puede ser que volvamos a caer, pero el Señor está ahí para rescatarme.

Entonces hermano comencemos la Cuaresma con ese pensar en la misericordia de Dios, el pensar en la muerte de Cristo en la cruz por nosotros, el pensar en que tenemos que reconocer nuestros pecados, que tenemos que arrepentirnos, que tenemos que pedir perdón a Dios, y después la gracia que nos ayude a llevar una vida santa, como Él quiere. Ojalá vivamos en esta Cuaresma pidiendo eso.

Yo también le pido otra cosa, como dije al principio de la misa, pidamos por todo nuestro pueblo para que seamos capaces de encontrarnos con Dios, de reconocer a Dios, y le pedí para todos nosotros la fe firme, la confianza y la esperanza que solamente en él podemos tener.

Que el Señor nos ayude a vivir así.

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