Transcripción homilía del P. Camilo de la Paz Salmón Beatón, 4 de febrero de 2024 V Domingo del Tiempo Ordinario
Transcripción homilía del P. Camilo de la Paz Salmón Beatón
Párroco de Santa Lucía
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
4 de febrero de 2024 V Domingo del Tiempo Ordinario
“Se levantó de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar” Marcos 1, 35
Tres ideas esenciales para la predicación de este domingo
Número uno, estamos frente en el texto del Evangelio a lo que es un día completo para Jesús. La lectura comenzó hablando de que Jesús venía de la sinagoga, Jesús había orado en la sinagoga, en lo que los judíos y también el cristianismo asume en esta hora del día lo que es las Vísperas.
Jesús va a la casa de Simón, de la suegra de Simón. Ése es el día, empieza en las vísperas con oración, es acogido en una casa, hace una curación, expulsa demonios, tiene un intercambio con toda aquella gente que lo contempla, y la noche para Jesús es oración, fue al descampado a orar y al otro día, la misión nuevamente.
Este es el día de Jesús, en lo cual consiste la predicación del Reino de los Cielos, que es proclamar el año de gracia, curar enfermos, expulsar demonios, perdonar pecados y sobre todo llamar a esos pecadores a la conversión.
Segunda idea. Hoy por supuesto hemos captado como decía al inicio, el concepto fundamental que guía la liturgia de la Palabra de hoy que es el concepto evangelio. Es un término propio del paganismo romano, que habla que cuando los centinelas tenían una buena noticia para transmitirle al otro centinela en la posta, como por ejemplo en la ocupación de una aldea por parte del Imperio Romano, si se había ocupado la aldea y no hacía falta llevar a cabo la guerra, porque ya había una victoria; inmediatamente este soldado o este centinela, avisaba al otro, anunciaba al otro la buena noticia de que ya teníamos la victoria.
El cristianismo en su contexto, en sus primeros pasos, en sus inicios con lo que es la sucesión apostólica y aquella primera iglesia, que es testigo del misterio pascual de Cristo, de su muerte y su resurrección, es exultante de gozo por la experiencia de la Pascua; precisamente hace una recepción de este término y en primer lugar lo enfoca en las Sagradas Escrituras, y lo llama así Evangelio, porque es la buena noticia, es el gran anuncio, es la victoria del pueblo de Dios que en su Hijo, que se ha encarnado, que ha nacido, que ha pasado por la muerte y ha resucitado, nos ha llamado a nosotros a participar de esa Pascua de la Resurrección, y por supuesto y ya estoy en el segundo concepto a evangelizar.
Para San Pablo en su texto que hoy citamos, ese es el Evangelio, esa es la fuerza de Dios, el poder de Dios capaz de a partir de instrumentos insuficientes como somos nosotros, llamarnos al encuentro, capacitarnos de gracia. Esa es la meditación que en lo personal he hecho, capacitarnos de la gracia y darnos la fuerza para en toda circunstancia, proclamar que Cristo es el Señor, ese es el anuncio por parte de nosotros, que Dios nos involucra y Dios también en el orden sacramental, nos hace familia, porque nos quiere como y como hijos nos ama.
Pero si hay algo que Dios el Todopoderoso quiere en su infinita Providencia y cada uno debe de tener eso muy bien claro, que la iniciativa es de Dios, lo que quiere del género humano, es permitirle la dicha de participar en la evangelización en nombre de su Hijo, en la misión y eso para nosotros debe de ser un motivo de felicidad, un motivo de ir exultantes a la misión como descubrimos en el pasaje de la Visitación de María Santísima su prima Santa Isabel. Después del contacto con Dios, no cabe otra cosa que no sea compartir la felicidad que te sobrepasa de la buena noticia, de que ese Mesías prometido ya está aquí con nosotros, y es real por tanto la proclamación del reino de los cielos es todas esas maravillas y muchísimas más, que hemos escuchado en la lectura del Evangelio.
Punto tercero. Les hablaba, al menos lo trate de contextualizar, de la presencia de Cristo y la predicación de Cristo en nuestra patria. Es un tema que no es solamente bello, si no es muy interesante, porque uno a partir del estudio y de la iniciativa que ha tenido la propia Iglesia en la persona del Arzobispo y del equipo de investigación. Yo siento que crezco en fe. Yo siento que me comprometo mucho más en lo que es el proceso de la evangelización en Cuba en la actualidad.
Uno también es partícipe en temas de conversaciones de los que son muchos más adultos en edad, de tiempos pasados no muy lejos, que hablan de personajes que ya ningún libro de historia va a comentar, pero que han dado una gran contribución a esa presencia y a esa predicación de Cristo en nuestra patria, y yo creo que esa es la motivación de estos 500 años, está en sintonía con ese documento del ENEC y hay que mantener viva la llama de la fe en nuestro pueblo, a pesar de las circunstancias de desesperanzas. ¿Quieren que les comente algo brevemente?
En la medida en que penetro en el estudio, y veo cada obispo, cada etapa, cada proceso, cada periodo, lo que ha consistido la Catedral, lo que ha constituido para este pueblo, el hallazgo de la Virgen de la Caridad y su identificación en el proceso de formación nacional, y además en el proceso de fe de nuestro pueblo. Cuando yo reviso todo lo que es la vida de los santos, como en este mes celebramos al beato Olallo y Valdés el día 12, la beata dolores Sopeña, San Antonio María Claret, el venerable padre Varela, el venerable padre Usera, el beato José López Piteira y tantos santos que nuestra Iglesia cubana tiene, y que además está enriquecida, uno descubre algo es muy grande. Y es que en los momentos más difíciles de la historia de la patria y de la Iglesia, en contextos muy, muy fortísimos, es cuando mejor y más se ha predicado el Evangelio, eso se los puedo asegurar y quiero concluir con una pequeña anécdota.
Ya estaba la beata dolores Sopeña en Cuba, en Santiago de Cuba. Una mujer que pudo, en el año que entró al departamento oriental ya era la Arquidiócesis constituida, su padre era fiscal, venían de Puerto Rico, eran de procedencia española, pero ya habían tenido un trabajo en Puerto Rico. Y Dolores siempre fue una mujer movida, como San Antonio María Claret, para la misión como decía Claret nacido para evangelizar. Ella venía con muchos sueños y muchos proyectos porque había tenido también una experiencia de Pastoral Penitenciaria en España. Su vocación era el Instituto Catequético, educar, la catequesis, enseñar el catecismo, pero además enseñar a leer y escribir. Es muy propio de los santos en nuestra isla, enseñar a leer y a escribir, y entonces en medio de todo aquello, iba caminando por las calles de Santiago de Cuba y ella ve en la puerta de una casa a una negra. Y ella en su corazón dijo, voy a esconder a esta muchacha en el Sagrado Corazón de Jesús, y cuando ella se va acercando a la muchacha, la muchacha le dijo niña Lola, yo quiero que usted me lleve a un confesor, porque de verla he sentido una gran moción y fuerza por seguir a Jesús, quiero confesarme niña Lola.
Hoy nosotros le pedimos al Señor, que, en todos estos años, en este tiempo presente, nosotros descubramos que el motivo de nuestra felicidad, es participar en esa evangelización, en esa nueva evangelización, le pedimos al Señor que en esta Eucaristía dominical nos tome de la mano, nos invite al seguimiento a su proyecto y nos quite la fiebre de la indiferencia y descristianización, algo que castiga mucho estos tiempos.
Que así sea.