Transcripción homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez, 7 de enero de 2024, Fiesta del Bautismo del Señor

Transcripción homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez, 7 de enero de 2024, Fiesta del Bautismo del Señor

Transcripción homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez
Arzobispo de Santiago de Cuba
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
7 de enero de 2024
Fiesta del Bautismo del Señor

“Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto” Marcos 1, 11

Hermanos,

Estamos en el primer domingo del año, que en este caso también es el último domingo del Tiempo de Navidad y en él estamos celebrando la fiesta de Bautismo del Señor.

Breve recorrido, el ambiente preparando la avenida del Señor, porque el pueblo descubre que hace falta un Mesías, es necesario un Mesías. No sería lógica la vida del hombre y el sentido de la vida del hombre, si no hubiera un Creador y alguien que nos lleva hacia Él, que le dé sentido a nuestra existencia, que no solamente sea nacer y morir, sino que la vida tiene un sentido que perdura.

Celebramos entonces el nacimiento de Jesús el día de Navidad, también la Sagrada Familia, los pastores que llegaron a adorar al niño es en el entorno del pueblo de Israel, y después los Reyes Magos que celebramos en el día de ayer, es la Epifanía del Señor, es decir, la manifestación de Dios a todas las naciones. El pueblo de Israel esperaba el Mesías, sabía que vendría un Mesías, no sabía cuándo, fue una sorpresa. Alegre para aquellos pastores que fueron los primeros que lo descubrieron, lo conocieron con María y José claro está, pero después los Reyes.

Estos Reyes eran personajes destacados, famosos, que tenían conocimiento de varios países del mundo según la tradición, significando que Jesús no se quedaba solamente en el entorno del pueblo de Israel, sino que Jesús era el don de Dios para todas las naciones. Por eso es que todavía el niño Jesús está aquí con nosotros en el altar, porque hoy termina el día de Navidad, hoy es el último día de este tiempo.

Entonces esta fiesta ya no es Jesús Niño como lo vieron los pastores, como lo recibieron María y José, como lo contemplaron los Reyes, las personas que había allí en Belén. No, ya el Bautismo del Señor es Jesús adulto, han pasado 30 años. Ya Jesús se había hecho un judío adulto, ya él podía ir a la sinagoga, ya él se sentaba junto con los hombres en la sinagoga como era la costumbre de aquella época, ya era seguro que a lo mejor carpintero como José su padre. Pero Jesús era una persona, como debemos ser todos nosotros, que crecía, vivía, buscando a Dios y qué Dios quería para Él. Era a la vez hombre y a la vez Dios, es decir Jesús tiene dos naturalezas, la naturaleza humana y la naturaleza divina en una sola persona.

Entonces Jesús como hombre, iba experimentando la presencia de su Ser Divino en su vida. Y llegó el momento en que Jesús se dio cuenta, movido por el Espíritu Santo, de que ya ese tiempo que nosotros le venimos a decir, a llamar oculto, ese tiempo en que Jesús no se manifestaba como el Hijo de Dios; entonces Jesús sintió que tenía que comenzar y decidió ir al Jordán al escuchar que Juan el Bautista empezaba a predicar o estaba predicando un evangelio de conversión, y que aquello era público, y Dios le llevó al Jordán para que también Él siendo uno como nosotros en todo menos en el pecado, pasara por toda esa experiencia de gracia que los hombres hemos sido llamados a vivir. Y Él también quiso dar testimonio, de que quería entregar su vida conformar su vida según la Palabra de Dios.

Por eso es que nosotros vemos todo ese episodio del Jordán. Juan, en estos días atrás que le hacían preguntas, ¿quién tú eres? Y él decía, yo no soy, yo no soy el que ha de venir, el que ha de venir viene después de mí. Esas palabras que hemos escuchado hoy, yo no soy, no tengo ni aquello de sacarle la correa de las sandalias, y el mismo Juan experimenta que Dios se manifiesta y le dice, este mi Hijo amado, escúchenlo, quiéranlo, entonces Juan ya había cumplido con todo lo que él tenía que hacer, y entonces comienza Jesús a caminar a Jesús.

En días atrás, en los días anteriores, en las misas Juan era un personaje importante, las personas que van a misa en los días entre semana, nos daremos cuenta que empiezan la etapa de Jesús que empieza a predicar y a encontrarse con diferentes personas, por eso es que en los evangelios de estos días nos vamos a encontrar a Jesús que empieza a conocer a los primeros apóstoles. Pedro, Juan, Santiago, Andrés, empieza a conocerlo y Él les va diciendo, ven y sígueme.

Y si seguimos los evangelios de estos días, nosotros nos daremos cuenta como Jesús, cada uno de una manera diferente, y cada evangelista contando lo de una manera diferente, va aglutinando, aglutinando a estos hombres, que después fueron puntales, las columnas sobre los cuáles, Jesús construye la Iglesia.

Es la fiesta del Bautismo del Señor, y yo creo que también es una buena oportunidad para que nosotros también recordemos y meditemos nuestro bautismo. El bautismo es, en Jesús, el sacramento de la adultez cristiana. El recibe el agua aquella, que él decía yo les bautizo con agua, pero el Señor les va a bautizar con el Espíritu Santo, y nosotros veamos como Jesús ahí decide lanzarse al mundo y manifestarse como el Hijo de Dios, pero sobre todo manifestando el amor de Dios Padre para con nosotros. Al final la mejor manera de manifestarlo es entregando en su propia vida por nosotros.

Entonces hermanos, el bautismo también para nosotros, hoy es un día bueno para repasar nuestro bautismo, volver a él; también es el sacramento de la adultez cristiana. Puede ser que los que estemos aquí en la misa, la mayoría, aunque hay muchas personas que se bautizan de mayores, se bautizaron de pequeños, pero precisamente esto es una oportunidad para reafirmar como adultos y anualmente, nuestro compromiso bautismal. Es el paso en Jesús de esa vida oculta a manifestar, a cumplir la voluntad de Dios, y para nosotros también tiene que ser el paso de vivir nuestra vida cada día más comprometida al Señor.

El paso en el cual, nosotros decimos Señor Tú me has llamado, he recibido el bautismo, soy hijo tuyo, Tú quieres perdonarme los pecados porque me amas. El bautismo me perdona los pecados, Tú me haces miembro de la Iglesia, entonces nosotros tenemos que enfrentar la vida como un adulto cristiano.

Hermanos, eso tenemos que hacerlo todos los días, por lo menos yo, todos los días uno tiene que decir Señor, estoy aquí para Ti, dame un día bueno, feliz, y dame fuerza para todas las cosas que se presenten. Pero, sobre todo, ayúdame a dar testimonio de ti y a vivir mi fe con integridad.

Porque puede ser que la vida nuestra, nos lleve por muchos caminos, por muchos caminos que nos distraigan, puede ser que la vida nuestra se complique tanto, tanto, que nos olvidemos un poco de Dios. Nos olvidemos de Dios. En nuestra patria, aquí, hay tantas dificultades que uno ve muchas veces que cuesta trabajo hasta convocar a las personas, y las personas lo salen por la noche porque no hay tiempo, o porque hay inseguridad. Entonces uno piensa en la lucha diaria. Y eso puede tener dos finales. Uno olvidarme de Dios y entonces me voy a amargar la vida porque voy a estar solamente en buscar lo inmediato. Sin embargo, otras personas el vivir en esta situación dura, dura, les hace levantar los ojos al cielo, porque piensa, medita la existencia, Señor sin ti qué seremos nosotros.

Entonces uno se da cuenta también que en ese momento precisamente, todas las promesas del mundo se desvanecen, todas aquellas cosas, aquellas ilusiones, aquellas ideas convocantes se van, y se van disipando porque precisamente, cuando confiamos en la palabra del hombre que hay veces que sale bien, pero hay veces que no se cumplen, entonces, qué triste es eso. Por eso uno tiene que tener la visión puesta ante Dios, que en los momentos buenos y en los momentos duros, Tú Señor estás presente en mi vida y yo lo que tengo que hacer es seguirte.

Puede ser otra persona que tengan tantas cosas, que tengan resuelta la vida de tal manera, que se olvidan de Dios, entonces ya no hace falta Dios. Entonces dice la gente que piense en Dios es porque, como lo decían antes cuando daban la clase de marxismo, es porque ellos no podían construir una sociedad nueva entonces no confiaban en sus fuerzas y entonces se engañaban yendo a Dios. Qué triste es todo aquello y muchas veces qué tonto es todo aquello. No, señores no, las promesas de los hombres pueden fallar, las promesas de Dios no fallan, no fallan.

Sin embargo, hay otras personas que en medio de la abundancia o aquellos que tienen en sobremanera, o el éxito que tengan en la vida, esas son personas que dicen gracias Señor, porque tú me has facilitado tantas cosas, como estas que yo tengo.

Entonces hermanos, ¿qué consecuencias del Bautismo del Señor? Seamos siempre fieles a Dios, seamos testigos de Dios, que nosotros queramos acercarnos a Dios, que no haya nada que nos aparte de Dios, que cuando vengan aquellos pensamientos de dejar a Dios, y el vivir mi vida cristiana, dejar pasar esos momentos que son necesarios que nos olvidamos de vivirla, porque nos embullamos con las cosas del mundo. Hermanos, sepamos decir que no, y sepamos vivir buscando siempre a Dios y dedicándole el tiempo que tenemos que dedicarle, lo menos que podemos hacer es esta hora, hora y media semanalmente en la misa, ya que Cristo nos bautiza y nos hace miembros de Cristo, hijos de Dios en Cristo Jesús, ya que Cristo nos incorpora a la iglesia, vayamos a vivir en comunidad, en la comunidad cristiana. Vivamos nuestra fe en la iglesia, en el templo, si no podemos en la televisión o en la radio, pero si podemos ese es un tiempo que le dedicamos a Dios y a la comunidad; y nosotros fuimos bautizados a través de la Iglesia y de la comunidad cristiana, no nos dejemos llevar por los oropeles del mundo que me hacen acordarme de Dios cada cierto tiempo. No, Dios tiene que estar siempre presente en mi vida. Eso es lo que se llama la palabra consagrado, ser de Dios y el bautismo nos consagra.

Donde quiera que estemos, en las situaciones que estemos, hermanos con la mirada firme en Dios, Él va a encontrar el camino para que nosotros podamos vivir de tal manera, que teniéndolo presente a Él algún día nos encontremos con Él.

En estos días en Navidad recordábamos a los pastores, ellos vivían en la noche oscura, en el hielo, en la soledad del campo, y fueron a Belén y vieron al Niño. Se alegraron, lo adoraron y volvieron a sus trabajos, ellos volvieron de nuevo a la noche fría, a la oscuridad del campo, y a la soledad, pero ya tenían el corazón iluminado por Dios. Esa es la diferencia que nos hace el decirnos cristianos y bautizados, y bautizados. Tratemos de vivir así.

En estos días he leído varios relatos de personas ya mayores, con éxito en la vida o sin éxito en la vida, pero que han dado el paso para bautizarse ya de mayores. Hermanos, es Cristo que está actuando, es Cristo que está presente, y aquellos que dicen que Cristo no hace falta, que Dios no hace falta, ilusos, ilusos. Dios es el único que es capaz de darle sentido a la vida, y Dios es capaz y es el único que nos da fuerza y nos acompaña siempre.

Que Dios nos ayude a vivir así, demos gracias a Dios porque somos bautizados, y recordemos ahora en el Credo, que vamos a rezar y lo vamos a hacer dialogado para recordarnos de nuestro bautismo, en que nosotros o nuestros padres dijeron sí, yo creo.

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