Transcripción homilía del P. Rogelio Deán Puerta, 3er Domingo de Adviento, 17 de diciembre de 2023

Transcripción homilía del P. Rogelio Deán Puerta, 3er Domingo de Adviento, 17 de diciembre de 2023

Transcripción homilía del P. Rogelio Deán Puerta
Párroco de la parroquia del Cobre
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
3er Domingo de Adviento, 17 de diciembre de 2023

“Me alegro en el Señor con toda el alma, y me lleno de júbilo en mi Dios” Isaías 61, 10

Mis queridos hermanos,

La Iglesia está celebrando este domingo, el domingo de la Alegría nos estamos acercando ya a la Navidad y el mismo San Pablo, en su carta a los Tesalonicenses, nos invita a vivir en una constante acción de gracias, que provoca también la alegría. A veces en medio de tantas tinieblas que vivimos, sobre todo, acá en esta tierra cubana que sufre nos preguntamos, ¿cómo podemos encontrar en medio de tantas dificultades y tantas necesidades, de tanto dolor y carencia?, ¿cómo podemos encontrar motivos para la esperanza, motivos para la alegría, motivos para dar gracias? Y San Pablo nos reitera la importancia de cómo el cristiano, siempre, en todo momento, necesita buscar en cada inconveniente, en cada cruz, una oportunidad de la alegría, la alegría de nacer a Cristo y también de resucitar con Él.

Quizás el camino del amor y el servicio en tiempos difíciles sea un buen camino, quizás nos toca servir, ir en auxilio, de estas personas, de tantas y tantas personas que están necesitadas en esta tierra cubana, que están solas, tristes, abandonadas, sin comida, sin medicamentos, que no encuentran una luz en medio de tanta tiniebla. Nosotros tenemos que llevar la luz de Cristo, tenemos que encontrarla, vivirla y compartirla.

El profeta Isaías nos recuerda cómo estamos llamados a proclamar la libertad, estamos llamados a proclamar la gracia del Señor. El cristiano tiene que ser un instrumento de liberación del Señor a tiempo y a destiempo, la alegría brota de la libertad. No hay persona más alegre que la persona que es capaz de alcanzar la libertad, pero, sobre todo, la libertad interna, la libertad que se va fraguando dentro de nosotros en nuestra relación con el gran libertador que es Jesucristo.

En el Evangelio se nos presenta la figura de Juan el Bautista. Cómo van a preguntarle bueno, a ver quién eres, qué pruebas nos das, qué dices de ti mismo. ¡Qué interesante esta pregunta! A mí me llama mucho la atención, cuando le dicen a Juan el Bautista qué dices de ti mismo, quién eres tú. Yo creo que, con el paso de la vida, hay muchas cosas dentro de nosotros, muchos valores ahí en una identidad buena que se puede ir perdiendo, que se puede ir deteriorando y de repente pudiera suceder que ya no nos conocemos, pudiera suceder que de repente no sabemos ya quiénes somos, quién soy yo. Entonces por eso la pregunta nos interpela, la pregunta nos tiene que llevar a la reflexión de preguntarme yo, delante de ese Jesús que viene, que quiere venir a mi casa, a mi corazón, preguntarme no quien fui yo ayer, porque a veces vivimos en el pasado o demasiado en el futuro, si no preguntarme, quién soy yo hoy después de todo lo que me ha tocado vivir, de todo lo que estoy viviendo, quién soy yo hoy, qué puedo decir de mí mismo hoy, cuál es mi misión, a qué yo estoy convocado.

Y tenemos que estar claro que Dios llama, nos llama. Ha querido necesitar de nosotros, nos envía, a qué soy yo enviado en este Adviento, en estas vísperas de Navidad. A qué el Señor me convoca. A qué el Señor me envía. Eso uno tiene que preguntárselo, porque de repente podemos estar muertos en vida, y no sólo no reconociéndonos nosotros mismos, sino que de repente las personas que nos conocían de antes ya de repente nos miran y no nos reconocen; porque muchas veces pudiera parecer que el dolor, que la tristeza, que el agobio, nos va deteriorando tanto, de que ya no somos esas personas que irradiaban, esas personas que convocaban, esas personas alegres, porque las circunstancias nos pueden ir llevando a perder la alegría. Y si perdemos la alegría lo perdemos todo, porque si Cristo está en nuestro corazón y le damos espacio, espacio de acción en nuestra vida, tiene que haber alegría de una forma u otra, tiene que haber alegría. Y esa alegría hay que defenderla, esa alegría hay que compartirla, porque cuando compartimos la alegría esa alegría se multiplica, si no la vivimos en primer lugar, si no la compartimos, esa alegría va muriendo y entonces no es Navidad.

No vivimos la Navidad porque entonces lo que nos rodea es un ambiente mustio, que no convoca, que no dice, y nos sumamos a un ambiente de resignación. Qué tremenda la resignación. La resignación no tiene nada que ver con el cristianismo. A veces equivocamos la palabra, el cristiano nos está llamado ser un resignado, no para nada. El cristiano está llamado a aceptar la realidad, entenderla, asumirla, y transformarla, ahora pero ciertamente hace falta dejarse interpelar por el Espíritu Santo. Es el Espíritu Santo el que nos levanta, es el Espíritu Santo el que vino sobre María y trajo al mundo la gran novedad, a Jesucristo.

¿Cómo tenemos que vivir en el Adviento? Con la docilidad al Espíritu Santo, más docilidad al Espíritu Santo, y darme cuenta de que yo tengo que levantar la mirada, que nada ni nadie puede enterrarme en vida, que no puedo vivir en una actitud de espera pasiva. La actitud de espera del cristiano es siempre activa, a veces confundimos y decimos, no, estamos en tiempo de espera toca esperar, no, la espera del cristiano siempre se vive en clave activa.

Entonces nos toca una espera activa. El Señor cuenta con nuestras manos, cuenta con nuestro abrazo con nuestra voz, el Señor nos necesita libres para que después podamos también liberar a los demás; y que con total libertad, con un corazón renovado, podamos recibir la Navidad y vivirla también en la dura y difícil realidad cubana, también con alegría. Porque mi alegría la decido yo, mi esperanza la decido yo, porque yo soy dueño de mis esperanzas.

Vamos a pedirle al Señor que viene, Señor por la fuerza de tu Espíritu ayúdame a prepararme para recibirte, Madre de la Caridad, Virgen del Amor que al mirarte pueda yo sentirme dichoso de ser hijo tuyo de ser hijo tuyo, de ser convocado, de tener una Madre como tú a la cual acudimos todos los cubanos, en estos momentos duros y difíciles, sabiendo que la esperanza no defrauda. Que así sea.

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