Irradia, emisión del 10 de diciembre de 2023
Irradia, emisión del 10 de diciembre de 2023
Transmitido por CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
2do Domingo de Adviento
“He aquí que yo envío a mi mensajero delante de ti, a preparar tu camino. Voz del que clama en el desierto: “Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos” Marcos 1, 2-3
(Música, Una Voz en el Desierto, Javier Brú)
Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como el cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.
(Música, Una Voz en el Desierto, Javier Brú)
En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Metropolitana Iglesia Catedral de Santiago de Cuba.
“Pueblo de Sión, mira que el Señor va a venir para salvar a todas las naciones y dejará oír la majestad de su voz para alegría de tu corazón. Dios omnipotente y misericordioso, haz que ninguna ocupación terrena sirva de obstáculo a quienes van presurosos al encuentro de tu Hijo, antes bien que el aprendizaje de la sabiduría celestial nos lleve a gozar de su presencia. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos”. Amén.
Buenos días, buenas tardes, buenas noches, como siempre una alegría y un gozo poder compartir con ustedes este pedacito de la mañana del domingo, y poder compartir la Palabra de Dios que la liturgia de este segundo domingo de Adviento nos propone.
El viernes pasado celebramos una fiesta muy importante en la Iglesia, la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María. María fue concebida sin mancha de pecado original, el pecado que adquirieron para la humanidad nuestros primeros padres Adán y Eva cuando desobedecieron a Dios, por haberle creído sus mentiras a la serpiente, de la que nos habla el libro del Génesis en ese pasaje tan hermoso.
La Virgen fue concebida sin pecado en el vientre de su madre Santa Ana, en atención a los futuros méritos de su Hijo Jesucristo, aquella que nos iba a traer a nuestro Salvador y Redentor no podía ser esclava del pecado, sino todo lo contrario, por eso ella pudo decir con toda verdad, Yo soy la esclava del Señor cumplas en mí lo que me has dicho.
En este segundo domingo de Adviento, el profeta Isaías nos invita a preparar los caminos del Señor en la primera lectura, y San Marcos en el Evangelio repite las palabras del profeta refiriéndose a San Juan Bautista. Esta idea de preparar los caminos, procede de la antigüedad, cuando un soberano anunciaba su llegada a un país, se empezaba por hacer transitables todos los caminos. San Pedro por su parte en la segunda lectura, hace que nuestras miradas se dirijan al cielo nuevo y a la tierra nueva que inaugurará la segunda venida de Cristo.
El evangelio de este segundo domingo de Adviento, está tomado del evangelista San Marcos, en el capítulo 1, versículos del 1 al 8.
Lectura del evangelio de San Marcos, capítulo 1, 1-8
El domingo pasado el primer domingo de Adviento el Evangelio comenzaba diciéndonos que estuviéramos preparados, que estuviéramos alertas, velen y estén preparados porque no saben cuándo llegará el momento.
El Evangelio de este domingo nos presenta la figura de Juan el Bautista, este hombre escogido desde el seno de su madre Isabel, este niño que cuando María va a visitar a su prima que está de seis meses y esta oye su saludo, salta de alegría en el seno de su madre, escogido para hacer esa voz que clama en el desierto, para preparar un camino en el corazón de su pueblo al que ha de venir al Salvador, al Mesías, al Señor. Este hombre, Juan el Bautista, que se preparará en la oración, en el recogimiento, en la austeridad, en el desierto, para poder cumplir la misión que se le ha encomendado, para poder enfrentar las dificultades que va a encontrar para preparar ese camino al Señor. Encontrará a muchos que lo escucharán, a muchos que querrán convertirse, cambiar, que recibirán su bautismo de conversión con el deseo de comenzar una vida nueva, pero también encontrará otros que no querrán oír su llamado a la conversión, que no querrán cambiar su vida, que, al contrario, desearán acallarlo para así no tener delante de ellos quien les señale su necesidad de cambiar de vida. Se tiene que preparar porque no es fácil enfrentar las dificultades que el que anuncia la Palabra de Dios encuentra en su camino.
Nosotros también somos llamados a anunciar al Señor que viene. Nosotros que nos hemos encontrado con Él, que lo hemos conocido, que hemos escuchado su llamado a la conversión, y a pesar de nuestra fragilidad, de nuestra debilidad, tratamos de seguir su camino, tratamos de ser mejores, tratamos con su fuerza de levantarnos cuando caemos, tratamos como Pedro cuando se hundía en las aguas del lago de Galilea, decirle Señor, Sálvame que me hundo, para sentir su mano que toma la nuestra y nos ayuda a ponernos en pie. Nosotros también tenemos la responsabilidad de ayudar a aquellos que aún no se han encontrado con el Señor para que se encuentren con Él, nosotros tenemos la responsabilidad de ir preparando ese camino al Señor en el corazón de nuestros hermanos, en el corazón de nuestro pueblo, preparar ese camino para que Él pueda llegar a la vida de cada uno, para que encontrándonos con Él encontremos el camino, la verdad y la vida; encontremos esa luz que nació el día de la Navidad y que vino a iluminar a todo hombre y toda mujer que viene a este mundo.
La Palabra de Dios, que se ha hecho carne y ha puesto su morada en medio de nosotros, pero que quiere poner también su morada en el corazón de cada uno de nosotros. Tenemos que ayudar a los que aún no lo han encontrado, a los que no se han encontrado con Él o a los que se encontraron con Él y un día se apartaron del camino. Tenemos que tender la mano, tenemos que ayudar, no podemos pasar indiferentes, no podemos centrarnos sólo en nosotros mismos, porque Él que nos salvó, nos redimió, nos dio una misión, vayan al mundo entero y anuncien la buena noticia para que todo el que crea se bautice y se salve. Pero, ¿cómo se van a salvar si no conocen?, ¿cómo se van a salvar si no escuchan a nadie que les anuncie la buena nueva? Como dijeron en aquella parábola del Señor que sale a contratar a los obreros para trabajar a su viña y sale a primera hora, sale a media mañana, hasta el mediodía, sale a media tarde, y sale tarde ya casi al anochecer, y encuentra todavía hombres sin hacer nada en la plaza, y les dice, ¿por qué ustedes están aquí?, ¿qué hacen aquí, por qué no han ido a trabajar?, porque nadie nos ha contratado.
Qué triste sería que a muchos el Señor le preguntara, ¿y ustedes por qué no se encontraron conmigo, y ustedes por qué no acogieron la salvación que yo les gané al precio de mi sangre derramada y de mi vida entregada por ustedes?, y le digan, Señor porque nadie nos anunció, porque nadie nos predicó, porque nadie nos invitó, porque no escuchamos a nadie que viniera a decirnos conviértanse que el Señor está en medio de ustedes. Y entonces el Señor nos pedirá cuenta a nosotros, ¿por qué, por qué no fueron capaces de compartir la alegría que sintieron cuando se encontraron conmigo con sus hermanos?, para que ellos también puedan encontrar la alegría de haber encontrado el camino.
Entonces hermanos míos pidámoslo así en esta mañana del segundo domingo de Adviento, que como San Juan Bautista nosotros nos preparemos en la oración, nos preparemos en el recogimiento, en el arrepentimiento, en la conversión, para poder acogerte, pero no acogerte solo para nosotros, sino acogerte para llevarte a los demás; para que como San Juan Bautista, nosotros preparemos un camino en el corazón de nuestros hermanos que aún no se han encontrado contigo, para que todos juntos podamos escuchar en la Navidad a los Ángeles, decir Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que Dios ama. Que así el Señor nos lo conceda.
(Música, Señor A Ti Clamamos, Athenas)
Hermanos, renovemos nuestra profesión de fe, pidiendo el Señor que nos ayude a vivir conforme a la fe que profesamos.
¿Creen en Dios Padre todopoderoso creador del cielo y de la tierra? Sí, creo.
¿Creen en Jesucristo su único Hijo nuestro Señor, que nació de Santa María Virgen, padeció, murió, resucitó, y está sentado a la derecha del Padre? Sí, creo.
¿Creen en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica, en la comunión de los santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos, y en la vida eterna? Sí, creo.
Esta es nuestra fe, esta es la fe de la Iglesia que nos gloriamos de profesar en Cristo Jesús, nuestro Señor. Amén.
Elevemos hermanos nuestras súplicas a Dios nuestro Padre, con la confianza de que Él siempre nos escucha y siempre nos responde.
En primer lugar, por la Iglesia, para que como San Juan Bautista nos esforcemos por preparar un camino para que el Señor pueda llegar al corazón de todos. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por todos los que sufren y se desesperan ante las dificultades de la vida, para que puedan encontrar en Cristo, consuelo, fortaleza y esperanza, y en los cristianos manos y corazones dispuestos a tenderse para ayudar. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por todos los difuntos, de manera particular aquellos que nadie recuerda en sus oraciones, para que perdonadas sus faltas el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Y los unos por los otros, para que, así como se va incrementando la luz en la Corona de Adviento, también la luz de Cristo va a dar, vaya creciendo en nuestros corazones. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Escucha, Padre Santo estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones, pero que Tú conoces. Te las presentamos por Jesucristo tu Hijo, nuestro Señor. Amén.
Oremos hermanos con la misma oración que el Señor Jesús nos enseñó.
Padrenuestro que estás en el cielo
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase su voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Hermanos todos aquellos que no han podido acercarse a recibir a Jesús Sacramentado, pueden hacer la comunión espiritual rezando la siguiente oración.
Creo, Señor mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo ardientemente, recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si te hubiese recibido, mi abrazo y me uno todo a ti. Oh, Señor no permitas que me separe de ti. Amén.
Hermanos recordemos que estamos en el Año Jubilar, los 500 años de la erección de la diócesis de Santiago de Cuba, los 500 años de la Catedral de Santiago de Cuba y los 500 años de haber sido declarada Santiago ciudad para poder acoger la nueva diócesis, la primera diócesis de Cuba; y que en este año jubilar en la Catedral podemos ganar las indulgencias plenarias. En la medida en que entramos por la puerta Santa, en la medida en que oramos Padre Nuestro, Ave María, Gloria y el Credo por las intenciones del Santo Padre; en la medida en que nos arrepentimos de nuestros pecados, confesamos recientemente y recibimos la comunión, podemos alcanzar la Indulgencia plenaria para nosotros, pero también para nuestros hermanos difuntos, podemos ganarla para ellos. Y eso cada vez que entremos a la Catedral si tenemos las condiciones requeridas, cada vez que entramos a la Catedral por la Puerta Santa podemos ganar la indulgencia plenaria para nosotros y para nuestros seres queridos difuntos.
Que tengan todos, un feliz domingo, que lo puedan disfrutar en familia. Aprovéchenlo. Durante la semana a veces es muy difícil poder dedicar tiempo para conversar, para compartir, para reírnos, para llorar también por qué no, pero en familia. Aprovechemos el domingo y no nos olvidemos de nuestros amigos, de manera particular aquellos que por una razón u otra están lejos de sus familiares, y que necesitan también ese calor de familia y que nosotros quizás se lo podamos dar, acojámoslos.
Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos ustedes y los acompañe siempre. Amén.
Les ha hablado el padre Rafael Ángel de la Catedral de Santiago de Cuba. Hasta la próxima.
Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guion, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.
Dirección General, María Caridad López Campistrous.
Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung.
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo…Irradia…
(Música, El pueblo que espera, Dumas y Mary)