Irradia, emisión del 3 de diciembre de 2023
Irradia, emisión del 3 de diciembre de 2023
Transmitido por CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
1er Domingo de Adviento
“Lo que le digo a ustedes, lo digo a todos. ¡Velen!” Marcos 13, 37
(Música, Adviento, DR)
Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como el cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.
(Música, Adviento, DR)
En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Metropolitana Iglesia Catedral de Santiago de Cuba.
Buenos días queridos amigos y amigas, feliz domingo. Siempre un gusto, un placer, una alegría, poder compartir con ustedes este pedacito de la mañana del domingo, compartir sobre todo la Palabra de Dios, esa palabra de Dios que nos ha iluminado durante toda la semana que ha pasado, y que nos va a iluminar durante toda la semana que comenzamos.
El domingo pasado celebramos la fiesta de Jesucristo Rey del Universo y con ella terminábamos el Año Litúrgico; este domingo, el primer domingo de Adviento comenzamos el tiempo de Adviento, que es la espera activa y alegre de la fiesta del nacimiento del Señor. Se anuncia la visita de una persona muy estimada, se espera un acontecimiento muy deseado, ya que se trata del nacimiento del Hijo de Dios e Hijo del Hombre, nuestro Salvador.
La expectativa de la realización es alegre e inunda todo el tiempo de preparación, esto nos lleva a disponer todo lo necesario para que el encuentro se realice lo mejor posible. Tenemos así las dos características del Adviento, el gozo y la acción. Nos preparamos para recibir al Señor, no solo en la celebración y actualización de su nacimiento, sino también en todos los modos en que el Señor viene a nosotros. En la Parusía, al final de los tiempos manifestación definitiva del Señor, en la liturgia, en su Palabra, en el sacerdote, y en forma muy especial en la Eucaristía en la celebración de la misa. El Señor viene también a través de las personas, principalmente entre los que son consideradas menores por alguna razón, y también a través de los acontecimientos, no solo los acontecimientos alegres y positivos, sino también en los tristes y que consideramos negativo. El Señor nos habla, siempre, a través de los acontecimientos y nos habla para nuestro bien, por eso tenemos que estar siempre atentos.
“A ti Señor levanto, mi alma, Dios mío, en ti confío. No quede yo defraudado que no triunfen de mí mis enemigos, pues los que esperan en ti no quedan defraudados. Concede a tus fieles, Dios Todopoderoso, el deseo de salir al encuentro de Cristo que viene a nosotros, para que mediante la práctica de las buenas obras, colocados un día su derecha merezcamos poseer el reino celestial.”
Comienza el Año Litúrgico con el anuncio ya viene el Señor. Él antes de su pasión y de su muerte nos anuncia su regreso, y nos manda permanecer en vela esperando, nos dice el Evangelio de hoy. San Pablo confiado en la fidelidad del Señor y sus promesas, nos pide que guardemos que aguardemos llenos de esperanza el advenimiento, la llegada de Jesucristo, en la segunda lectura en la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios. También el profeta Isaías en el Antiguo Testamento en la primera lectura, nos habla de la ansiosa petición del pueblo judío que acude al único Señor que puede salvarlo. El evangelio de hoy está tomado del evangelista San Marcos, capítulo 13 versículos del 33 al 37.
Lectura del evangelio de San Marcos, capítulo 13, 47
El fragmento de este evangelio de San Marcos comienza diciéndonos velen y estén preparados porque no saben cuándo llegará el momento. Velen y estén preparados, es lo que nos ha dicho la liturgia a lo largo de los domingos que nos acercaban a este tiempo litúrgico del Adviento. El evangelio de las doncellas prudentes y de las doncellas que no lo eran, las que lo esperaron con las lámparas encendidas preparadas y las que no se prepararon, y cuando llegó el momento en que el Señor llegaba, tuvieron que salir a buscar y cuando regresaron ya habían cerrado las puertas del banquete. Tenemos que estar preparados para recibir al Señor, al Señor que ya vino en la Navidad, eso es lo que recordamos ahora en la fiesta del nacimiento del Señor. El Señor que cumple siempre sus promesas. Ya vino, nació en Belén, se hizo presente la Palabra de Dios, el Hijo de Dios hecho carne que vino a poner su morada en medio de nosotros.
El Señor que viene cada día, porque así nos lo prometió en el Evangelio, estaré con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos y más aún las puertas del infierno no prevalecerán; el mal no triunfará, no importa lo que parezca, no importa las apariencias. El mal nunca va a triunfar. Pero también el tiempo de Adviento nos recuerda que el Señor vendrá al final de los tiempos, habrá un final de los tiempos.
Un final de los tiempos primero el de cada uno de nosotros, porque cada uno de nosotros el Señor en un momento determinado nos llamará su presencia. Esa es una realidad de la vida a la que no nos acostumbramos, y no nos acostumbramos sencillamente porque no hemos sido creados para morir, hemos sido creados para vivir, y para vivir eternamente. Por eso la muerte siempre nos sorprende como si fuera algo nuevo, como si fuera algo novedoso, como si fuera algo que no esperamos, porque el Señor nos creó para vivir eternamente; pero llegará ese momento en que tendremos que encontrarnos personalmente, cara a cara con el Señor.
Pero también el Señor nos dice que al final de los tiempos vendrá sobre las nubes del cielo, la liturgia del domingo pasado, y vendrá como Rey. Porque ha ganado este mundo al precio de su sangre derramada y de su vida entregada por nosotros, vendrá a juzgarnos, a juzgarnos con amor, y a juzgarnos por el amor, por el amor que nosotros hayamos tenido y hayamos empleado en cada una de las obras que hayamos realizado con los dones que hemos recibido de Él. En la medida en que hemos pasado por este mundo haciendo el bien sin cansarnos y sin mirar a quién. Porque el cristiano no puede mirar a quién hace el bien, el cristiano tiene que ayudar a todo el que lo necesita, sin preguntarse quién es, de dónde viene, cómo piensa, cómo ha actuado, incluso cómo ha actuado conmigo. Cuando hay un necesitado el cristiano tiene que tender la mano porque así el Señor lo hizo por todos, muriendo en la cruz por los que lo siguieron y por los que lo persiguieron, muriendo cada día hoy también, entregándose cada día hoy por los que lo aman, pero también por los que lo persiguen, por los que quieren oírlo y por los que quieren aún hoy acallar su voz.
El amor del cristiano tiene que hacer un amor universal. ¿Queremos estar preparados para ese encuentro con el Señor, cuando el Señor venga a mi vida personal? Pero también cuando venga al final de los tiempos, que no sabemos cuándo es, no podemos especular sobre eso, el Señor lo dijo clarísimo en el Evangelio, nadie lo sabe sólo el Padre. Entonces, no es preocuparnos por cuándo será el final de los tiempos, si ya estamos en el final de los tiempos, si va a llegar mañana o pasado, no sabemos, lo que tenemos que preocuparnos es por estar preparados, y estamos preparados en la medida en que, con nuestros pecados, con nuestras debilidades, con nuestras fragilidades, tratamos a pesar de eso de seguir al Señor, de ser mejores y de obrar el bien cada día, de sembrar el amor cada día, de amarnos los unos a los otros como él nos ama. si lo hacemos así entonces.
¿Estaremos preparados? ¿Estaremos con las lámparas encendidas? No tenemos por qué temer, el encuentro con el Señor será atravesar una puerta que se abre hacia la luz, que se abre hacia el encuentro con Aquel a quien hemos tratado de amar y servir en los hermanos, y particularmente los más necesitados, en este mundo, y de quien entonces esperamos, no por nuestros méritos, sino por su infinita misericordia, gozar eternamente en la Gloria, en el cielo junto con todos aquellos que nos han precedido en este camino.
Comenzamos el tiempo de Adviento y el Evangelio nos dice las palabras de Jesús a sus discípulos, velen y estén preparados porque no saben cuándo llegará el momento. Que así el Señor nos lo conceda.
(Música, Ya está cerca el Señor, Dumas y Mary)
Ahora hermanos, removemos nuestra profesión de fe, pidiéndole al Señor con humildad, que nos ayude para vivir conforme a la fe que profesamos, para que demos testimonio con la palabra, pero sobre todo viviendo conforme a la palabra en la cual creemos.
¿Creen en Dios Padre todopoderoso creador del cielo y de la tierra? Sí, creo.
¿Creen en Jesucristo su único Hijo nuestro Señor, que nació de Santa María Virgen, padeció, murió, resucitó, y está sentado a la derecha del Padre? Sí, creo.
¿Creen en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica, en la comunión de los santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos, y en la vida eterna? Sí, creo.
Esta es nuestra fe, esta es la fe de la Iglesia que nos gloriamos de profesar en Cristo Jesús, nuestro Señor. Amén.
Y ahora hermanos presentemos confiados nuestras súplicas a Dios nuestro Padre, Él siempre nos escucha, y siempre nos responde, lo que tenemos que estar atentos para descubrir su respuesta en los acontecimientos de cada día.
Pidamos por la Iglesia, para que podamos vivir profundamente este tiempo de Adviento, este tiempo de alegre y confiada espera, preparándonos para recibir al Señor que viene en la Navidad, y hacerlo presente en medio de este mundo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por todos los que sufren y se desesperan ante las dificultades cotidianas, para que puedan encontrar en Cristo consuelo fortaleza y esperanza. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas, diaconales, laicales, para que sepamos responderle al Señor que nos llama a servirlo en los hermanos. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por todos los difuntos, de manera particular aquellos que nadie recuerda en sus oraciones, para que, perdonadas sus faltas, el Señor por el bien que pudieron hacer y por el mal que pudieron sufrir, los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Y los unos por los otros, para que vivamos este tiempo de Adviento mirándonos por dentro, reflexionando y pensando cómo hemos vivido este año que termina, para que podamos estar con las lámparas encendidas esperando al Señor que vino, que viene y que vendrá. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones, pero que tú conoces, te las presentamos por Jesucristo tu Hijo nuestro Señor. Amén.
Ahora hermanos oremos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó, en la que nos enseñó a llamar a Dios Padre, pero no olvidemos si nos enseñó a llamar a Dios Padre y Dios es Padre de todos, entonces todos lo que tenemos un Padre común somos hermanos los unos de los otros, nos enseñó también a llamarnos hermanos.
Padrenuestro que estás en el cielo
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase su voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Hermanos todos aquellos que no han podido acercarse a recibir a Jesús Sacramentado, pueden hacer la comunión espiritual rezando la siguiente oración.
Creo, Señor mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo ardientemente, recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si te hubiese recibido, mi abrazo y me uno todo a ti. Oh, Señor no permitas que me separe de ti. Amén.
El pasado 29 de noviembre se cumplió un año más del nacimiento de quien fuera ese gran arzobispo de Santiago de Cuba, Monseñor Enrique Pérez Serantes. 130 años de su nacimiento, recordémoslo en nuestras oraciones, tengámoslo presente como seguro que él desde la presencia del Señor nos tiene presentes, intercediendo por nosotros como lo hizo mientras estuvo en este mundo.
Iniciamos el Adviento hermanos y el Espíritu Santo mueve a su iglesia a pedir que nuestro Señor Jesucristo venga con gran poder y majestad a regir a su Iglesia y al mundo, por eso decimos en la Eucaristía Maranatha, Ven Señor Jesús. No debemos tener miedo, porque aquel que dio su vida por nosotros en la cruz, vendrá de nuevo para atraernos la paz y la felicidad verdadera, esa que podemos ya vivir en lo profundo de nuestro corazón, si el Señor está presente en nuestra vida. A nosotros nos toca velar y estar preparados mediante las prácticas de las buenas obras. Como Iglesia nos preparamos para recibir al dueño de la casa.
Que tengan un feliz domingo, aprovechen como siempre les digo, para pasarlo en familia, porque el resto es la semana a veces muy difícil encontrarnos y compartir. Tengan también presente a sus amigos, de manera particular aquellos que están lejos de sus familiares por cualquier razón, y necesitan ese calor de familia; nosotros podemos dárselo.
Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos ustedes y los acompañe siempre. Amén.
Les ha hablado el padre Rafael Ángel, de la Catedral de Santiago de Cuba. Hasta la próxima.
Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guion, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.
Dirección General, María Caridad López Campistrous.
Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung.
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo…Irradia…
(Música, Ven y me verás, Siervas)