Irradia, emisión del 19 de noviembre de 2023
Irradia, emisión del 19 de noviembre de 2023
Transmitido por CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario
“Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene” Mateo 25, 29-30
(Música, Convocados por el Padre, SHAJAJ)
Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como el cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.
(Música, Las Diez Vírgenes, DR)
“Yo tengo designios de paz no de aflicción, dice el Señor, ustedes me invocarán y yo los escucharé y los libraré de la esclavitud donde quiera que se encuentren. Concédenos Señor Dios nuestro, alegrarnos siempre en tu servicio, porque la profunda y verdadera alegría está en servirte a ti autor de todo bien. Por Jesucristo nuestro Señor”. Amén.
Buenos días, buenas tardes, buenas noches donde quiera que se encuentren, siempre alegría un gozo poder compartir con ustedes este pedacito de la mañana del domingo, compartirlo en familia porque eso somos una gran familia, y compartir la Palabra de Dios para alimentarnos de ella, esa palabra que nos ha sostenido a lo largo de esta semana que ha terminado, esta palabra que nos sostendrá a lo largo de la semana que estamos comenzando.
La Palabra de Dios que es la presencia del Señor de manera particular en medio de nosotros, como está presente en la Eucaristía, como está presente en los hermanos, donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy Yo. Cuando nos reunimos, pues el Señor está en medio de nosotros. Así que, si ustedes están reunidos varios en su hogar, oyendo este programa, el Señor está allí de manera particular. Siempre está, aunque estén solos el Señor está con ustedes y los acompaña, pero si hay dos o tres en esta mañana reunidos, oyendo el programa, pues el Señor de manera particular está en medio de ustedes, está presente en la Palabra de Dios que vamos a escuchar, y está presente también en la Eucaristía. Quizás no tenemos la comunión eucarística pero sí la comunión espiritual y el Señor también se hace presente ahí, así que disfrutemos de este pedacito de la mañana del domingo y de la riqueza de la Palabra de Dios.
El ejemplo de la mujer hacendosa que sabe atender su hogar en la primera lectura, y el ejemplo del servidor que supo multiplicar los bienes que su Señor le dejó encargado en el Evangelio, tratan de hacernos entender una lección de fidelidad en la espera. Esta es también el tipo de fidelidad que nos pide San Pablo en la segunda lectura en su carta a los Tesalonicenses, al recomendarnos que estemos vigilantes en espera de la venida del Señor.
El evangelio que nos propone la liturgia para este domingo XXXIII del Tiempo Ordinario, está tomado de San Mateo en el capítulo 25, versículos del 14 al 30.
Lectura del evangelio de San Mateo, capítulo 25, 14 – 30)
Como ven casi todos estos domingos, el Señor nos ha ido enseñando y digo nos ha ido enseñando, porque la Palabra de Dios es para ayer, es para hoy, es para mañana, es para siempre; entonces, así como lo estaba enseñando a sus discípulos, también nos está enseñando a nosotros hoy. Nos enseña con esas parábolas, con esas pequeñas historias por lo general tomadas de la vida cotidiana, para que los que estaban escuchando personas, en general muy sencillas, pudieran entender mejor lo que les quería decir, el mensaje que les quería transmitir. Y les dice que el Reino de los Cielos se parece a un hombre que va a salir de viaje, un hombre que tiene negocios, que tiene dinero, y que necesita confiar lo a alguien para el tiempo que va a estar fuera.
Y así lo hace llama a sus servidores, a uno nos dice que le deja 5 denarios dicen algunas traducciones, aquí para que lo entendamos mejor nos dice cinco millones, porque un denario era mucho dinero. A uno le deja 5 denarios, 5 millones, a otro le deja tres y a otro le deja uno. Y se va. Al regresar, pues los llama y les pide cuenta de lo que les ha dejado.
Al que le dejó cinco denarios, cinco millones, le dice, Señor, mira aquí te traigo los cinco que me dejaste y cinco más que yo he ganado. Y él le responde, te felicito siervo, bueno y fiel. Y le dice algo que nos puede asombrar, puesto que ha sido fiel en cosas de poco valor, ¿5 millones poco valor?, pues así lo dice el Señor, has sido fiel en las cosas de poco valor te confiaré cosas de mucho valor, entra a tomar parte en la alegría de tu Señor. Esto sí vale. La alegría del Señor, la presencia del Señor, la luz del Señor, la fuerza del Señor, la esperanza del Señor. Le va a dar lo que sí vale, lo que permanece, a los que son fieles, a los que con aquello que el Señor le ha dado, lo han puesto a producir al servicio de los demás, lo apuesto a dar frutos y frutos abundantes, pero no solo para sí, aunque en la parábola no lo dice expresamente, sino para compartirlo con los demás.
Los dones que recibimos del Señor no son para guardarlos, son para compartirlos, para que hacerlos producir, para que sea provechoso para todos y así se multiplica; lo que se comparte, no solamente sabe mejor, sino que se multiplica, decía alguien, no sé quién, quizás mi abuela, que el que al que da nunca le falta y es verdad. Nos desprendemos a veces de algo que necesitábamos, pero había alguien más necesitado que nosotros, y en algún momento alguien cuando más lo necesitemos hará lo mismo y compartirá con nosotros. Cuando confiamos en el Señor nunca nos falta de nada.
Con el segundo al que le dio, no tres, dos, le dio un millón de más, le pregunta lo mismo. Le toma cuenta de lo que ha hecho con lo que le dejó y él le dice, Señor, dos denarios, dos millones, me dejaste y aquí te los entrego, y te entrego dos más que he conseguido haciendo producir lo que tú me dejaste. Y les repite lo mismo que al primero, te felicito siervo, bueno y fiel, y repite de nuevo, puesto que ha sido fiel en cosas de poco valor, dos millones, cuatro millones, poco valor, casi alucinamos, pero es así, porque esas son cosas que pasan pasajeras. Te confiaré cosas de mucho valor entra a tomar parte en la alegría de tu Señor. Te voy a dar cosas que no pasan, que no cambian, que están siempre ahí. La alegría el gozo la presencia de mi gracia en tu vida. Qué importante.
Y por fin va con el que tiene al que le dejó un solo denario, un solo millón. Y este le dice, Señor, empieza a justificarse, yo sabía que eres un hombre duro, que quieres cosechar lo que no has plantado y recoger lo que no ha sembrado; se pone delante, justifica para que la culpa caiga sobre el otro, no soy yo, eres tú el que tienes la culpa. Por eso tuve miedo y fui a esconder tu millón bajo tierra, aquí tienes lo tuyo. Lo escondí bajo la tierra porque tuve miedo de ti, porque tú vas a querer que yo te dé lo que tú no has cosechado, lo que tú no has producido. Parece que, para él, el que le dejaran un millón no significaba nada, el que confiara en él no significaba nada, el que esperara aquel pudiera poner a producir aquello no significaba nada. Y escondió lo que él le dejó, y se lo entregó.
Y el Señor le responde, siervo malo y perezoso malo y perezoso sabías que cosecho lo que no he plantado y recojo lo que no es sembrado, si lo sabes, entonces, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco?, por lo menos cuando hubiera regresado lo hubiera recibido con intereses. No le echa en cara que no le haya dejado de vuelta un millón más, dos millones, más tres millones más, porque tampoco se lo tuvo en cuenta los otros, le dio el mismo trato al que le dio de vuelta 5 millones, como al que le dio de vuelta dos millones más. No es la cantidad, sino de haber sido capaces de poner a producir lo que él les dejó, es haber sido dignos de la confianza que depositó en ellos, es haber hecho su esfuerzo, no lo que le pueda dar a cambio. Entonces lo que le echa en cara a este siervo, no es que no le haya dado otro millón. Es que fue malo, es que fue perezoso, es que está buscando excusas para no hacer nada, para no ponerse a trabajar con los dones que ha recibido del Señor. Quítenle, les dice a sus otros sirvientes, el millón y dénselo al que tiene diez, pues al que tiene se le dará y le sobrará, pero el que tiene poco, se le quitará aun ese poco que tiene. Podríamos decir que hay que egoísta no, qué malo, al que tiene poco le va a quitar para dárselo el que tiene mucho, al que ha trabajado, al que se ha esforzado. Cuando tenemos poco porque no hemos hecho lo que teníamos que hacer, es lo que le echa en cara, a veces no nos dejan hacer perfecto, a veces no. Debemos hacer más, bien. A veces quisiéramos, pero las situaciones, las circunstancias, no nos lo permiten, bien. Pero hemos hecho el esfuerzo, él ni siquiera hizo el esfuerzo, eso es lo que le echa en cara, tuvo en las manos las posibilidades para producir, para con aquello que había recibido poder producir y compartir, y ponerlo al servicio de los demás, y no lo hizo. Por eso se le dará al que sí realmente trabajó y se esforzó, y fue digno de la confianza que el Señor depositó en él.
Nosotros ya estamos casi a fin de año, ahorita ya es Adviento y dentro de poco Navidad, fin de año y un año nuevo. Tenemos que comenzar a preguntarnos, en primer lugar, si hemos descubierto cuáles son los dones que el Señor me ha dado. Cuáles son los dones que el Señor me ha dado no si me ha dado mucho o poco, no sé a mí me dio cinco y a ti te dio dos, porque perdemos el tiempo inútilmente en eso, en compararnos con los otros… no porque a mí me dio esto, pero mira al otro le dio tal cosa y le dio tal cosa, no, no, no… Con lo que yo tengo.
¿Hemos descubierto cuál es el don, cuáles son los dones que Dios me ha dado? Y si los he descubierto, ¿los he puesto a producir? Y si los he puesto a producir, ¿los he puesto a producir no solo para mi satisfacción personal? También, no nos equivoquemos, Dios nos da los dones para que también nos sirvan para nosotros, para nuestra satisfacción, para poder tener el gusto de aquello que hemos producido, pero para compartirlo con los demás. Eso es importante, son dos cosas que no podemos perder de vista, ¿he descubierto cuál es el don que Dios me ha dado, cuáles son los dones? ¿Los he puesto a producir, los he puesto a producir no solo para mí también para mí, pero no solo para mí sino para todos para que todos nos beneficiemos de eso que el Señor me ha dado gratis, generosamente? ¿He producido frutos y frutos abundante de buenas obras?
Que el Señor nos permita, que cuando nos respondamos a estas preguntas, podamos decir sí, a pesar de las dificultades, a pesar de los obstáculos, a pesar de que muchas veces estoy cansado y agobiado. Sí, Señor, he tratado de descubrir cuál es el don o los dones que tú me has dado, he tratado de ponerlos a producir y he tratado de que con eso que yo produzco, les sirva para todos. Que así el Señor nos lo conceda.
(Música, Mi felicidad consiste en estar cerca de Dios, Dumas y Mary)
Confiados en que el Señor siempre nos escucha, y como digo, siempre nos responde, lo que tenemos que estar atentos, le presentamos nuestras súplicas.
En primer lugar, por la Iglesia de la que formamos parte todos y cada uno de nosotros, para que con los dones que hemos recibido del Señor podamos dar frutos y frutos abundantes de buenas obras. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por todos los que sufren en el cuerpo o en el Espíritu, para que encuentren en Cristo consuelo fortaleza y esperanza. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por todos los difuntos, de manera particular aquellos por quienes nadie eleva una oración, para que perdonadas sus faltas el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Y los unos por los otros, para que encontremos cuáles son los dones que el Señor nos ha dado y los pongamos a producir al servicio los unos de los otros. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Escucha, Padre Santo, estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que tú conoces, te las presentamos por Jesucristo tu Hijo, nuestro Señor. Amén.
Ahora hermanos, oremos con la oración en que el Señor nos enseñó a llamarlo Padre y hermanos los unos de los otros.
Padrenuestro que estás en el cielo
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase su voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Que tengan todos, un feliz domingo. Un feliz domingo con la familia, aprovechándolo, compartiendo; un feliz domingo con los amigos, de manera particular con aquellos que quizás tienen lejos su familia, para que puedan sentir ese calor familiar que tanto se añora, y tanto se necesita, no se olviden de ellos.
Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre todos nosotros y nos acompañe siempre. Amén.
Les ha hablado el padre Rafael Ángel de la Catedral de Santiago de Cuba. Hasta la próxima.
Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guion, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.
Dirección General, María Caridad López Campistrous.
Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung.
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo…Irradia…
(Música, No temas, Celinés ft. Efrén Rivera)
Imagen tomada de Ciudad Redonda