Irradia, emisión del 12 de noviembre de 2023

Irradia, emisión del 12 de noviembre de 2023

Irradia, emisión del 12 de noviembre de 2023
Transmitido por CMKC, Emisora
​​Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Domingo XXXII del Tiempo Ordinario

“Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío” Salmo 62

(Música, Las Diez Vírgenes, DR)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como el cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.

(Música, Las Diez Vírgenes, DR)

En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Metropolitana Iglesia Catedral de Santiago de Cuba.

“Que llegue hasta ti mi súplica Señor, inclina tu oído a mi clamor. Dios omnipotente y misericordioso, aparta de nosotros todos los males, para que, con el alma y el cuerpo bien dispuestos, podamos con libertad de espíritu cumplir lo que es de tu agrado. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.”

Buenos días, buenas tardes, buenas noches donde quiera que se encuentren, siempre una alegría, un gozo, un placer, poder compartir con ustedes este pedacito de la mañana del domingo, y sobre todo poder compartir la Palabra de Dios, la Palabra que nos ilumina, que nos fortalece, que nos consuela, que nos ha ayudado a lo largo de esta semana que hemos terminado, y que nos ayudará en la semana que vamos a comenzar.

Recuerden que estamos en el mes de noviembre y en nuestra Arquidiócesis del mes de noviembre, el mes de la Biblia. Ya hace muchos años en este mes, pues siempre hay actividades para encontrarnos de manera particular con la Palabra de Dios, para recordarnos que eso es la Biblia, la Palabra de Dios. Por eso cuando leemos en la misa decimos Palabra de Dios, o cuando leemos el Evangelio, Palabra del Señor. Es el Señor que nos habla, cuando la leemos estamos escuchando a Dios que nos habla, que se nos está dando a conocer, porque es un Dios que quiere que lo conozcamos, porque solo lo que conocemos amamos, y solo lo que amamos seguimos.

El Señor no necesita que lo sigamos, pero nosotros sí, porque cuando seguimos al Señor seguimos al camino, la verdad y la vida, encontramos el sentido de nuestra existencia, descubrimos los dones que el Señor nos ha dado y la fuerza para poder ponerlos los unos al servicio de los otros. Así que aprovechemos lo que nuestras parroquias o en la Arquidiócesis se nos da durante este mes, para estudiar, para rezar con la Sagrada Escritura, con la Palabra de Dios.

El evangelio de hoy es del evangelista San Mateo, en el capítulo 25, versículos del 1 al 13.

Lectura del evangelio de San Mateo, capítulo 25, 1 – 13)

Jesús refiere una de las costumbres de los matrimonios de su época, que las doncellas deben esperar en vela el regreso del esposo, para decirnos a cada uno de los cristianos que estemos preparados.

Es necesario que consagremos nuestras jornadas de trabajo y nuestras vigilias de la noche, a buscar la sabiduría que procede de Dios, nos invita a la primera lectura tomada del Antiguo Testamento. Los que creen en Jesús, estén muertos o vivos, dice San Pablo en la segunda lectura, tendrán su Resurrección cuando Jesús vuelva y vivirán para siempre a su lado.

La primera lectura es tomada del libro de la Sabiduría en el Antiguo Testamento, y nos habla precisamente de la sabiduría, es un canto a la sabiduría, pero en el Antiguo Testamento cuando se habla de la sabiduría, no se habla tanto de los conocimientos humanos, que también son sabiduría, que también son importantes; pero en el Antiguo Testamento cuando se habla de sabiduría, el sabio es el que busca la voluntad de Dios y la pone en práctica. La que busca qué quiere Dios que yo haga con mi vida, y con la gracia que viene de lo alto se esfuerza por realizarlo cada día, esa es la verdadera sabiduría. La sabiduría que utiliza la sabiduría humana, que es tan necesaria, pero la utiliza siempre para el bien, porque ese es el camino de Dios, ese es el camino que él quiere para nosotros, el camino del bien; hacer el bien siempre sin cansarnos, hacernos el bien los unos a los otros por encima de todo.

Todo lo que tengo, todo lo que he recibido del Señor, todos los dones que el Señor me da, es para ponerlos al servicio los unos de los otros, mi sabiduría no es solo para mi propia satisfacción, para saber más que los demás, para sentirme por encima, no, es para sentirme servidor, es un privilegio y un don que el Señor me está dando, pero para que lo comparta con los demás.

El salmo de hoy es el salmo 62 y nos dice, Señor, mi alma tiene sed de ti. Eso es lo que hemos rezado con la antífona. Hagámoslo realidad, que realmente nuestra alma tenga sed de Dios, que lo busquemos, que lo busquemos cada día de nuestra vida, para encontrar en Él la fuerza que necesitamos para seguir adelante, para poner todo lo que tenemos al servicio del bien.

La segunda lectura de la primera carta del apóstol San Pablo los cristianos de la comunidad de Tesalónica, a los Tesalonicenses y empieza diciendo algo que nos llena de consuelo, no queremos que ignoren lo que pasa con los difuntos para que no vivan tristes como los que no tienen esperanza. No queremos que ignoren lo que pasa con los difuntos. Si Jesús ha resucitado también nosotros resucitaremos, la muerte es un momento en la vida. Es un paso que tenemos que dar, es una puerta que se abre y que tenemos que atravesar a veces dolorosamente, pero una puerta, una puerta para ir al encuentro con el Señor, porque los cristianos sabemos que la vida no termina con la muerte, que la muerte no es el punto final a la historia de una vida, que la vida no termina en el polvo de la tumba, sino que la muerte es una puerta que se abre para encontrarnos con Aquel a quien con su gracia y con su fuerza hemos tratado de servir en este mundo en los hermanos, de manera particular en lo más necesitados.

Y el evangelio de hoy nos va poniendo ya a tono con los últimos meses del año. La liturgia, en estos meses, nos recuerda que la vida es un camino que hacemos, pero que un día termina para comenzar otro camino que es una continuidad, pero tenemos que estar preparados para ese camino que viene después, el camino que nos hace encontrarnos con el Señor. Los caminos de la vida eterna. Tenemos que estar preparados, y por eso el evangelio de hoy nos habla de esta costumbre que tenían en las bodas de aquel tiempo, en la cultura en la que Jesús vivía, de cuando había una boda un grupo de doncellas, esperaban al novio a la puerta del banquete hasta que él llegaba y lo esperaban con las lámparas encendidas signo de alegría signo de gozo. Signo de la luz de Dios que iba a iluminar esa nueva etapa de la vida que iba a comenzar con el matrimonio, esa nueva familia que se iba a formar. Y Jesús quiere darles una enseñanza con algo que conocen.

Había un grupo de doncellas, unas eran prudente otras no lo eran tanto, las prudentes llevaron sus lámparas encendidas, pero llevaron aceite de repuesto; las que no eran prudentes por decirlo de alguna manera más suave, no llevaron aceite de repuesto… El novio tardaba y se echaron a dormir hasta que oyeron ahí viene el novio, y se despertaron y empezaron a preparar las lámparas, pero las imprudentes se dieron cuenta que no tenían aceite suficiente y que las lámparas se les iban a apagar y entonces le dicen a las prudentes, dennos un poco de su aceite y las prudentes le dijeron no porque no va a alcanzar para ustedes y para nosotros, vayan y cómprenlo. Podríamos pensar que egoístas, pero no, porque al final si van a quedar todas a oscuras.

Vayan y cómprenlo y fueron a comprarlo, pero el novio llegó. Las que tenían las lámparas encendidas entraron con el novio en la boda y la puerta se cerró, las que no tenían, las que no fueron prudentes, las que no tenían el aceite de repuesto, cuando llegaron se encontraron la puerta cerrada y ya no se les abrió.

El Señor nos dice que tenemos que estar preparados, que tenemos que estar con las lámparas encendidas para cuando Él llegue, no sabemos ni el día ni la hora, tenemos que estar preparados. ¿Y en qué consiste estar preparados? Pues consiste en acoger la sabiduría divina, buscar el camino de Dios y seguir ese camino de Dios, el camino de Dios en el cual siempre tenemos que hacer el bien y poner todo lo que tenemos y somos al servicio los unos de los otros, estar preparados es hacer el bien sin cansarnos y hacer bien a todos, de manera particular a los más necesitados.

¿Qué nosotros también podemos estar necesitados? Por supuesto, pero nosotros nos hemos encontrado con Cristo, hemos encontrado su luz, su gracia, su fuerza, para poder levantarnos, para poder seguir adelante, para seguir luchando y eso tenemos que compartirlo con los demás. Además de compartir lo poquito que podamos tener, porque hay quien tiene menos que nosotros y no podemos cerrar el corazón a la generosidad, por difíciles que sean las situaciones, por grandes que sean las necesidades, no podemos encerrarnos en nosotros mismos, no podemos cerrarnos a compartir con nuestros hermanos más necesitados… porque tuve hambre y me diste de comer, y tuve sed y me diste de beber, y estuve desnudo y me vestiste, fui forastero y me acogiste, estuve enfermo y en la cárcel y te preocupaste por mí, fuiste a verme. ¿Cuándo hicimos eso contigo Señor? Cuando lo hicieron con cada uno de estos mis pequeños hermanos.

Ahí está el Señor también. Eso no lo podemos olvidar nosotros cristianos, tenemos algo tan grande que es la gracia de Dios, que es la Palabra de Dios, que es la luz de Dios, Él nos ilumina y nos fortalece, no para que nos crucemos de brazos, no para que nos quedemos sentados, no para conformarnos, no, ni para resignarnos, no. Para ponernos en pie y poder seguir adelante, ¿con nuestras fuerzas solas?, no, sabemos que no, con la fuerza que viene de Dios. Entonces, eso es estar preparados.

Estar preparado es tener el corazón abierto y que el amor de Dios fluya a través de nosotros, y pueda llegar a los demás, que pueda llegar a nuestra familia, a nuestros vecinos, a nuestros amigos, en nuestro barrio, en nuestras escuelas, en nuestros trabajos, en la sociedad en la que vivimos. Que nuestras comunidades cristianas irradien ese amor, sean esas doncellas prudentes que están con las lámparas encendidas iluminando el camino.

Pidámoslo así hermanos míos en esta mañana de domingo al Señor, que estemos siempre con las lámparas encendidas para recibir al Señor que viene en quienes más lo necesitan. Que así sea.

 (Música, El Señor es mi Pastor, Dumas y Mary )

Y ahora confiados en que el Señor siempre nos escucha y siempre nos responde, lo que tenemos que estar atentos para escuchar al Señor que nos habla a través de los acontecimientos de nuestra vida, presentamos nuestras súplicas.

En primer lugar, por la Iglesia de la que formamos parte todos y cada uno de nosotros, para que escuchemos el llamado del Señor a dar testimonio de Él con la palabra y con la vida, ser testigos del amor y de la Misericordia en medio de nuestros hermanos que aún no lo conocen. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los que sufren y algunas veces se desesperan ante las dificultades de la vida, para que a través de nosotros cristianos puedan encontrarse con Cristo que es consuelo, fortaleza y esperanza. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por el aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas, diaconales, laicales, para que busquemos y encontremos el camino del Señor para nosotros e iluminados por Él sigamos ese camino, haciendo el bien sin cansarnos. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los difuntos, de manera particular aquellos que nadie recuerda, las almas del purgatorio, para que perdonadas sus faltas, el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Y los unos por los otros, para que estemos siempre con las lámparas encendidas preparados, que no es más que haciendo el bien sin cansarnos con la fuerza que nos viene de lo alto . Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Escucha, Padre Santo estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones, pero que Tú conoces. Te las presentamos por Jesucristo tu Hijo, nuestro Señor. Amén.

Ahora hermanos, oremos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó. En la que nos enseñó a llamar a Dios Padre y por eso reconocernos hermanos los unos de los otros.

Padrenuestro que estás en el cielo
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase su voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Hermanos, que tengan todos un feliz domingo.

Y que la bendición de Dios todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y los acompañe siempre. Amén.

Les ha hablado el padre Rafael Ángel de la Catedral de Santiago de Cuba, hasta la próxima.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guion, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.
Dirección General, María Caridad López Campistrous.
Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung.
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo…Irradia…

(Música, Velad y Orad, Cuarteto Fortaleza)

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