Irradia, emisión del 5 de noviembre de 2023

Irradia, emisión del 5 de noviembre de 2023

Irradia, emisión del 5 de noviembre de 2023
Transmitido por CMKC, Emisora
​​Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Domingo XXXI del Tiempo Ordinario

“El primero entre ustedes será su servidor. El que se enaltece será humillado,
y el que se humilla será enaltecido” Mateo 23, 12

(Música, En la cátedra de Moisés, Javier Brú)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como el cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.

(Música, En la cátedra de Moisés, Javier Brú)

En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Metropolitana Iglesia Catedral de Santiago de Cuba.

“No me abandones, Señor, Dios mío, no te alejes de mí, ven de prisa a socorrerme, señor mío, mi salvador Dios Omnipotente y Misericordioso, a cuya gracia se debe el que tus fieles puedan servirte digna y laudablemente, concédenos caminar sin tropiezo hacia los bienes que nos tienes prometidos. Por Jesucristo nuestro Señor”. Amén.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches, siempre un gusto una alegría un gozo poder compartir con ustedes esta mañana de domingo, y poder compartir sobre todo la Palabra de Dios; esa palabra que como espada de doble filo llega hasta lo profundo de nuestro corazón para cambiarnos, para convertirnos, para hacernos mejores, para sostenernos, para consolarnos, para sostener sobre todo nuestra esperanza.

Ha sido también esta semana que ha pasado, una semana muy rica en celebraciones. Celebramos el miércoles 1ro de noviembre, el primer día del mes de noviembre, la fiesta de Todos los Santos, en la que por supuesto recordamos todas aquellas personas que no están en el santoral, que no aparecen en ninguna iglesia en un nicho, pero que llevaron una vida de entrega generosa al Señor y en el Señor a los hermanos, todas esas personas que uno ha tenido la experiencia en sus propias comunidades en su entorno que han llevado una vida de santidad que están ya en la presencia del Señor. Pero también una fiesta que nos recuerda que todos estamos llamados a ser Santos, nos lo dice el Señor en el Evangelio sean Santos como su Padre Celestial es Santo, formamos parte de un pueblo Santo, formamos parte de la Iglesia que Santa porque está fundada por nuestro Señor Jesucristo, el Santo de los Santos. Estamos llamados a ser Santos que no es hacer milagros, que no es tener muchos conocimientos, que es hacer la voluntad de Dios allí donde Él nos ha colocado, cada uno con los dones que ha recibido del Señor, viviendo el día a día, la vida cotidiana, los deberes cotidianos que yo tengo como hijo, como hija, como esposa, como esposo, como trabajador, como profesional, como estudiante; allí donde el Señor me ha colocado, vivir conforme a la voluntad de Dios, haciendo el bien sin cansarme. Ésa es la santidad en la vida cotidiana, y eso nos lo recuerda la Iglesia en esta celebración de Todos los Santos.

Y al día siguiente tuvimos la celebración de los Fieles Difuntos, el 2 de noviembre comenzamos el novenario de los Fieles Difuntos. Recordamos a nuestros familiares y amigos que ya están en la presencia del Señor, pero también pedimos por todos aquellos que ya nadie recuerda o bien porque ya no quedan familias, o porque ya nadie tiene memoria de ellos. Entonces la Iglesia pues ese día pide por todos los difuntos, pero también es un día para recordarnos que el Señor nos llamará su presencia, que no podemos vivir como si nunca fuéramos a morir, como si nunca tuviéramos que dar cuenta de nuestra vida, de lo que hemos hecho con todos los dones, con todas las gracias que hemos recibido día a día del Señor, si hemos escuchado su llamado a amarnos los unos a los otros poniendo en práctica lo que significa amarnos los unos a los otros, hacer el bien, cumplir las obras de misericordia, tendernos la mano, sobre todo perdonarnos los unos a los otros, porque todos necesitamos perdón, porque todos nos equivocamos en algún momento. Recordar eso, que tenemos que estar como las jóvenes juiciosas con las lámparas encendidas, para que cuando el Señor llegue nos encuentre aguardándolo, y sea un día de alegría, de gozo, de fiesta porque como decía Santa Teresa de Jesús, muero porque no muero y tan alta vida, espero que muero porque no muero.

En las lecturas de este trigésimo primer domingo del Tiempo Ordinario, en la primera el profeta Malaquías reprende con vigor a los sacerdotes de su tiempo, pues tenían sumido al pueblo en el error. Jesús por su parte en el Evangelio, no discute la doctrina de los escribas y fariseos, pero les echa en cara que no ponen en práctica lo que enseñan. Contra estos dos peligros citados, ha de defenderse constantemente la Iglesia. En la segunda lectura de San Pablo al contrario de los guías perversos confiesa, a cuántos a conducido a Cristo, que querría entregarles su propia vida junto con el Evangelio.

El evangelio de hoy, está tomado del evangelista San Mateo, en el capítulo 23 versículos del 1 al 12.

Lectura del evangelio de San Mateo, capítulo 23, 1 – 12)

Es un domingo en el que los sacerdotes nos sentimos muy aludidos sobre todo en la primera lectura, en que el Señor nos dice que nos tomará cuenta si nos hemos apartado del camino, si hemos hecho tropezar a otros, si hemos aplicado la ley con parcialidad, olvidando que tenemos todos un mismo Padre, que nos ha creado un mismo Dios, y que por lo tanto no podemos traicionarnos entre hermanos, porque si tenemos un mismo Padre somos todos hermanos, profanando así la alianza de nuestro Padre. El Señor que nos ha llamado, que nos ha enviado a dar testimonio de Él en medio de nuestros hermanos, en medio del pueblo por el ministerio ordenado, nos pedirá cuenta. Entonces tenemos que estar muy atentos de acoger la Palabra de Dios, de predicar la Palabra de Dios, de vivir la Palabra de Dios con la gracia que viene de lo alto, para ayudar a aquellos que nos han sido encomendados a seguir el camino de la Palabra de Dios, y recordar que nos han sido encomendados todos, no los cristianos solamente, no los que van a la iglesia solamente, no los que cumplen los mandamientos solamente.

Un párroco, por ejemplo, tiene la responsabilidad de todos los que viven en su territorio parroquial. Sean cristianos o no, sean católicos o no, de todos, de los niños, de los adolescentes, de los jóvenes, de los ancianos, de los enfermos, de los que están solos. Por supuesto ayudados por la comunidad cristiana para poder llegar, para poder anunciar, para poder predicar, para poder dar testimonio.

En la segunda lectura San Pablo a los cristianos de la comunidad de Tesalónica, qué alegría siente Pablo. En primer lugar, porque ha predicado la Palabra de Dios, porque lo ha hecho generosamente, porque se ha sacrificado para que esa palabra de Dios pueda llegar a todos, para no ser carga para nadie para predicar no solo con la palabra, sino con la vida. Pero qué alegría y qué gozo siente en su corazón y dice a los tesalonicenses ahora damos gracias a Dios porque al recibir ustedes la palabra que le hemos predicado la aceptaron, no como palabra humana, sino como lo que realmente es Palabra de Dios, y que esta Palabra de Dios siga actuando en ustedes los creyentes, actuando en cada uno de aquellos que se ha abierto a la gracia de Dios, y que porque actúa en ellos pues a través de ellos llega también a todos aquellos que aún no la conocen.

En el Evangelio de hoy, ya les dije que era de San Mateo, el Señor le dice a la multitud que lo está escuchando, en la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Y dice algo tremendo, hagan todo lo que les digan, pero no imiten sus obras. Qué terrible. Hagan lo que les digan, porque están predicando la Palabra, porque están predicando la verdad, pero no hagan lo que ellos hacen porque no están viviendo conforme a la Palabra que predican. Porque les están pidiendo cosas que no son capaces de poner por obra, porque los cargan con fardos pesados y no mueven ni siquiera un dedo para ayudarlos a llevar esos fardos pesados. ¡Cómo tenemos que escuchar eso! Los sacerdotes que predicamos la Palabra de Dios, cómo tenemos que esforzarnos con la Gracia que viene de lo alto, con la gracia del Señor, con las oraciones de ustedes, para poder ser fieles a la Palabra que predicamos, para dar testimonio no solo con una palabra elocuente sino con una vida que presente esa palabra que anunciamos.

Pero también la comunidad cristiana, porque los sacerdotes no somos los únicos llamados a predicar la Palabra de Dios, esa palabra que el sacerdote predica que nos lo el pueblo de Dios acoge, tiene que vivirla para dar también testimonio de ella como los tesalonicenses, en medio de aquellos que no lo conocen, porque la comunidad llega donde quizás el sacerdote no puede llegar, al interior de las familias, a los trabajos, a las escuelas, en la placita, en la guagua, en las colas, y allí hay que dar testimonio viviendo la Palabra de Dios, la generosidad, la entrega, el perdón, la comprensión.

Entonces pidamos así, hermanos míos. Nosotros todos llamados a ser Santos, que el Señor nos dé la gracia y la fuerza para ayudándonos los unos a los otros, para que corrigiendo nos los unos a los otros, podamos dar testimonio de Él y hacerlo presente en medio de nuestra familia, de nuestros amigos, de los que nos encontramos cada día, de aquellos que el Señor nos ha encargado. Porque nos preguntará como le preguntó a Caín dónde está tu hermano, y no podremos responderle qué tengo yo que ver con mi hermano, claro que tengo que ver con mi hermano, precisamente por eso porque es mi hermano, porque también es mi responsabilidad, porque no puedo cansarme nunca de llegar donde están ellos, como el Señor no se cansa nunca de llegar donde estoy yo para ayudarme, para levantarme, para animarme, entonces hermanos pidámoslo así en esta mañana al Señor.

Que Él nos lo conceda.

 (Música, Enséñanos Señor a no ser hipócritas, Dumas y Mary )

Ahora hermanos renovemos nuestra profesión de fe, pidiéndole al Señor que nos ayude a vivir conforme cada día a la fe que profesamos.

Creen en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra. Sí creo.

Creen en Jesucristo, su único Hijo nuestro Señor, que nació de Santa María Virgen, padeció, murió, resucitó y está sentado a la derecha del Padre. Sí creo.

Creen en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica, en la comunión de los Santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna. Sí creo.

Esta es nuestra fe, esta es la fe de la Iglesia que nos gloriamos de profesar en Cristo Jesús, nuestro Señor. Amén.

Y ahora hermanos presentemos nuestras súplicas a Dios nuestro Padre, seguro de que Él siempre nos escucha y siempre nos responde.

En primer lugar, por la Iglesia, para que fieles al mandato del Señor, con la palabra y con la vida, demos testimonio de su amor y de su misericordia en medio de este mundo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por los que sufren y se desesperan ante las dificultades de cada día, para que podamos ayudarlos a encontrarse con el Señor, y en Él encontrar fuerza, consuelo, esperanza. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Pidamos también por las vocaciones sacerdotales y religiosas, para que muchos jóvenes y muchachas generosos, estén dispuestos a seguir al Señor en medio de este mundo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los difuntos, particularmente por los que nadie eleva una oración, para que perdonadas sus faltas, el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Los unos por los otros, para que podamos ser consecuentes con nuestra fe, para que podamos vivir conforme a la palabra que hemos acogido y que predicamos, pidamos por los sacerdotes para que no solamente prediquemos la Palabra de Dios, sino que vivamos la Palabra de Dios. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que tú conoces. Te las presentamos por Jesucristo tu Hijo nuestro Señor. Amén.

Ahora hermanos oremos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó.

Padrenuestro que estás en el cielo
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase su voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Hermanos, que tengan todos, un feliz domingo, que lo puedan pasar en familia, compartiendo lo que quizás durante toda la semana no han podido compartir, encontrándose con aquellos familiares, que quizás durante toda la semana no han podido ver y también con los amigos, de manera particular siempre los repito, tengan en cuenta aquellos que están solos porque están lejos de su familia por cualquier razón, pero que necesitan de ese calor familiar y que quizás nosotros podemos dárselo, acójanlos, que lo sientan, que puedan este día recargar como se dice ahora las pilas y comenzar la semana con otra disposición.

Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y los acompañe siempre. Amén.

Les ha hablado el padre Rafael Ángel de la Catedral de Santiago de Cuba, hasta la próxima.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guion, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.
Dirección General, María Caridad López Campistrous.
Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung.
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo…Irradia…

(Música, Yo necesito de Ti, Yuli y Josh)

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