“El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor.” Lucas 4:18-19

Con la proclamación de este pasaje del evangelio de San Lucas, comenzaba en la puerta mayor de la SBMI Catedral de Santiago de Cuba, Primada de Cuba, la celebración por el V Centenario de la institución de la iglesia y diócesis de Santiago de Cuba, de la Catedral y de la ciudad. Allí fue leído por el P. Rafael Ángel López-Silvero, párroco de la Catedral, el Decreto de la Penitenciaría Apostólica por el cual el Santo Padre Francisco declara como Año Jubilar el comprendido entre el 21 de octubre de 2023 al 22 de octubre de 2024, y conceder la Indulgencia Plenaria a quienes peregrinen a la Catedral y cumplan con la Confesión sacramental, Comunión eucarística y la Oración por las intenciones del Sumo Pontífice.

Mons. Dionisio G. García Ibáñez, arzobispo de Santiago de Cuba, procedió a la apertura de la Puerta Santa mediante un sencillo rito, luego de traspasar el umbral se dirigió a la pila bautismal, para bendecir el agua, que como signo y recuerdo de las promesas bautismales y de conversión, que fuera aspergida a toda la asamblea. Todos los sacerdotes celebrantes y los servidores del altar, pasaron por la Puerta Santa, iniciando la procesión de entrada de la Eucaristía.

Fieles de casi todas las parroquias de la diócesis llenaron el templo catedralicio, bellamente adornado y acogedor para todos, en representación de las comunidades y parroquias que por razones de transporte no les fue posible llegar. Templo lleno, con muchas personas de pie, pero también con mucha unción y respeto durante toda la celebración de la larga misa.

Mons. Dionisio en su homilía comenzó agradeciendo “La primera palabra que me viene a los labios es, Gracias Señor. Gracias, porque Tú has estado presente aquí en esta tierra, y en este pueblo tan diverso pero que los une el deseo de ser hermanos, quisiéremos ser hermanos todos, con el deseo de bien, de paz, de justicia, de solidaridad como todos los pueblos de la tierra.  Gracias Señor porque Tú has estado, estás y queremos que estés siempre con nosotros. Gracias Señor.

Gracias también a todos ustedes que en representación de las comunidades han venido hoy. A todo nuestro pueblo, porque hoy celebramos no solamente los 500 años de la presencia sistemática de la Palabra de Dios aquí en este pueblo, su presencia en la comunidad cristiana, sino también esta ciudad celebra los 500 años de haber sido declarada ciudad. Está íntimamente unida la elevación de la Villa de Santiago a ciudad de Santiago, a ciudad de Cuba que era como se le decía en la época a la instalación de la diócesis. Siempre que estamos ante el altar del Señor, todo nuestro pueblo está presente.”

El arzobispo recordó que la salvación nos la hemos ganado por la muerte de Jesús en la cruz y su resurrección, y que “por cumpliendo la Palabra de Dios, somos del Señor y la única invitación que nos hacen las lecturas es ámense unos a otros como Yo les he amado. Estas palabras, a pesar de los pecados nuestros y de todos, creyentes o no en aquella época o ahora, esta palabra es el mandato ámense unos a otros como Yo les he amado.”

Y concluyó. “Creo que comenzar esta mañana hermosa, comenzar otros quinientos años con este mandato, es el mayor slogan, el más grande, el más abarcador. Y si lo queremos poner de otra manera en la boca de Jesús, recuerden ama a Dios, que es Padre y es Creador, y ama a tus hermanos. Ámense unos a otros como Yo les he amado.”

Antes de la bendición final, el P. Rafael Ángel leyó el Decreto de la Penitenciaría Apostólica por el que “en el Jubileo arquidiocesano, el día elegido para el provecho de los fieles, después de ofrecido el divino Sacrificio, imparta a todos los fieles cristianos presentes, arrepentidos y movidos por la caridad, participando en los mismos ritos sagrados, la Bendición Papal con la añadida Indulgencia Plenaria, a obtener bajo las condiciones acostumbradas (Confesión sacramental, Comunión eucarística y la Oración por las intenciones del Sumo Pontífice).

Los fieles Cristianos que devotamente reciban la Bendición Papal, aun si por circunstancia razonable, no asistieran físicamente a los sagrados ritos, inclusive si esos mismos ritos, trasmitidos a través de los medios de comunicación, fueren seguidos con intención piadosa, podrán conseguir la Indulgencia Plenaria, de acuerdo a las normas del derecho.”

Mons. Dionisio García impartió la Bendición Papal, y en procesión presidida y precedida por la Santa Cruz de la Parra, celebrantes y fieles se dirigieron hasta el atrio de la SBMI Catedral, desde donde el Arzobispo bendijo la ciudad y a sus habitantes con esta Cruz, signo visible de la presencia de Dios en estas tierras, en medio de este pueblo; bendición que llega y alcanza a todos los hijos de esta ciudad, de esta diócesis, de Cuba y de todos aquellos territorios que hace cinco siglos formaban parte de la extensísima diócesis de Santiago de Cuba.

Luego, la Cruz de la Parra fue llevada al interior de la nave central, y allí fue venerada por cientos de fieles que no desaprovecharon la oportunidad para orar ante esta reliquia, que fue declarada Monumento Nacional.

Gracias a los lectores que proclamaron la palabra, Betty una joven de la comunidad de la Santísima Trinidad, la Hna. Lourdes de las Catequistas Sopeñas y el pastor Bautista Rev. Elmer Lavastida. A la familia de Melvin Rodríguez y Roxana de la parroquia del Cobre que llevaron las ofrendas. Al coro interparroquial que con belleza y dignidad acompañó los cantos de la liturgia. Gracias a todas las comunidades y a sus párrocos, a las congregaciones religiosas, a los jóvenes, adolescentes y niños de nuestra catequesis, que con su presencia dieron testimonio vivo de la belleza del “ser” y “sentirse” Iglesia.

Por: María C. López Campistrous