Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez, Domingo XXIX del Tiempo Ordinario, 22 de octubre de 2023

Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez, Domingo XXIX del Tiempo Ordinario, 22 de octubre de 2023

Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez
Arzobispo de Santiago de Cuba
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
Domingo XXIX del Tiempo Ordinario, 22 de octubre de 2023

“Pues den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” Mateo 22, 21

Hermanos,

Ya estamos acostumbrados que cada domingo hay como una especie de tema central que va llevando las lecturas. Si uno se pone a buscar, yo prefiero, pienso en este tema central, la salvación viene de Jesús, y la salvación se realiza por la muerte de Cristo en la cruz, y nosotros alcanzamos la salvación precisamente por la fe la fe que nos mueve a vivir entonces consecuentemente a esa fe. Si Cristo es mi Señor, Jesucristo que se ofrece por mí en la cruz, mi fe es tan grande que sé que la única salvación puede venir de Él, de primero. Y lo segundo que el seguirle a ´Él significa que debo de imitarle, por eso es que mis obras tienen que traducirse en obras de bien, de gracia como lo que hizo Jesús.

Entonces vamos a ver las lecturas. La primera lectura, que es del profeta Isaías, recordemos que el profeta Isaías vivió unos 600 años, casi 700 antes de Cristo. Vivió unos momentos muy, muy duros, de mucha incertidumbre, y uno después se pregunta cuando ha habido una paz grande que uno pueda decir que no vivimos tiempo de incertidumbre. Ahora mismo estamos en dos situaciones tan difícil, la de Ucrania y Rusia, la de los palestinos y los israelitas, que mantienen al mundo en vilo. En un lugar se siente más y en otros menos.

Bueno, pues Isaías, el pueblo de Israel vivía en una situación política dificilísima, ¿por qué? Porque el pueblo de Israel se había debilitado, se había apartado de Dios y otros pueblos de los alrededores deseaban, buscaban la manera de cómo ocupar a Israel. Entonces el pueblo mucha gente se sentía abatida, defraudados algunos. Isaías estaba allí para hablar en nombre de Dios y para darle gracias, pero qué Isaías podía decir, vamos a mandar más ejército para liberar este pueblo, qué ejército tenía Isaías, qué ejército tiene Jesucristo. Cuando a Jesucristo le preguntaron quién era, si era rey, si yo fuera rey mandaría a mis ejércitos. Él no tiene ejército, Jesús no tiene ejército.

Entonces Isaías empieza a darles ánimo, qué es lo que hace. Recordar de la promesa de Dios para con el pueblo, ésas nunca vencen, siempre permanecen inalterables y se cumplirán. Tú eres mi pueblo. Yo seré tu Dios. Isaías les recuerda que la única salvación, la verdadera, la eterna, la que vale, la que pesa, porque las demás salvaciones humanas, las propuestas humanas, los embullos humanos, siempre son transitorios. La única que da una respuesta a la vida y que nos dice para qué hemos venido al mundo, el sentido de la vida, y que nos dice qué se espera de nosotros, es precisamente Dios. Ustedes son mi pueblo. Yo seré su Dios, ustedes tendrán la salvación.

Aquí mismo, en este texto dice que vendrá un Mesías, alguien va a iluminar al pueblo, entonces fíjense bien, que esto es Isaías predicando la fe en Cristo, el seguimiento a Cristo, en una situación difícil, conflictiva, como puede ser la de cualquier país del mundo, como es la nuestra y como es la situación en el mundo entero. El Evangelio se predica en todo momento, en toda ocasión, no importa la situación política, económica, social. Siempre nosotros tenemos que predicar a Jesús y esperar de Jesús, eso es lo que nos dice esta lectura.

Vamos entonces al Evangelio. El Evangelio exactamente igual, el pueblo de Israel estaba viviendo la ocupación romana, entonces aquellos que estaban a favor de la ocupación romana, que es romana que eran los extranjeros, los romanos, claro está; entonces lo que colaboraban con ellos, pues entonces eran mal vistos, en definitiva, todo el mundo tenía que colaborar con los romanos porque eran los que mandaban allí y los que decidían las cosas. De una manera u otra, unos más unos menos todo el mundo tenía que contar con ellos, nada más, había otros que no, que se hacían hasta romanos si tenían que hacerse. Pero en ese momento esta gente, enemigos de Jesús, judíos en definitiva enemigos de Jesús, aquellos judíos que tenían el poder que querían cogerlo porque muchos otros judíos empezaron a seguirle, ellos quisieron coger a Jesús.

Si nos dice ante la pregunta clave, ¿tenemos que darle tributo al César?, si él decía que no, ya estaba yendo en contra del César y podía ser capturado, y metido preso; si decía que sí, entonces era mal visto por un sector grande del pueblo de Israel. Es decir, querían coger a Jesús, como puede ser que hoy nos quieran coger a nosotros y a lo mejor nos piden cosas que nosotros no podemos dar, precisamente por lo político.

Entonces Jesús se deshace rápido, y claro cualquiera podría decir que es una respuesta fácil, pero es una respuesta muy inteligente y les dijo dame una moneda, ¿qué dice aquí? ¿la cara del César? Denle al César lo que tengan que darle y a Dios lo que ustedes le tienen que dar a Dios. Fíjense hermanos, hay una separación entre la política, la salvación que ofrece la política y la salvación que ofrece Jesús. Cuando digo la política puedo decir cualquier otra fuerza humana, por ejemplo, la ideología. Cualquier ideología que plantee una salvación, denle a esa ideología, lo que le corresponde, pero a Dios usted tiene que darle lo que tiene que dar. Cuando venga alguien con una solución económica que hay veces que se pinta facilísima y la gente no ve nada de lo que se dice, y otras veces pues entonces hay que trabajar mucho para esto y lo otro porque vamos a tener la salvación… Entonces hermanos vamos a distinguir, vamos a distinguir porque a todos nos viene bien.

Nosotros tenemos que pensar en que todas las propuestas humanas, de una manera u otra mejor dicho, todas son transitorias. De una manera u otra en la tierra no se puede cumplir el 100% de lo que se promete. Porque no tenemos nosotros esa fuerza, todas las ideologías, todas las propuestas que han tratado de construir un paraíso en la Tierra, sabemos que al final no se cumple. Todas las promesas que muchas veces se hacen en períodos electorales, que vamos a hacer y después no están… Todas las veces que se nos dice que vamos a luchar por la paz y lo que hacemos es prepararnos para la guerra. Hay un dicho que es así, si quieres la paz, prepárate para la guerra. Qué contradicción. Hermanos, esa es la propuesta humana. Dónde yo pongo mi salvación, en el César o en Dios; dónde yo pongo mi salvación, en las cuestiones humanas, las propuestas humanas, las soluciones humanas, por más bella o bien presentada que se pongan, o más altruista que sean, o yo la pongo en Dios. ¿Dónde yo la pongo? Porque lo que nosotros como cristianos sí tenemos que tener claro, es que en la medida en que yo siga a Jesús clavado en la cruz, y que todos los hombres sigamos a Jesús clavado en la cruz, y nos comportemos como Él, como lo enseña su palabra, entonces estamos seguros que podemos decir es que mi vida será diferente, la vida de mi familia será diferente, la vida de mi pueblo será diferente, y en el mundo entero las cosas eran diferentes, porque todos seguimos precisamente la propuesta del Señor que dice ama Dios por sobre todas las cosas y a los demás como a ti mismo. Dale a Dios lo que les corresponde que esto que es la soberanía.

Entonces hermanos ¿en quién yo tengo puesta mi esperanza, en quién? ¿En las cosas humanas? ¿Yo tengo en puesta esperanza en el dinero? Sabemos que no, sabemos que el dinero puede haber mucho dinero y ser infelices, y además el dinero se puede perder, los cubanos aquí tenemos ejemplos de eso, el que hubiera habido amasado alguna fortuna, de momento se quedó sin ella. Cuando viene un desastre, que pasa, son pasajeras, pero la gracia de Dios no es pasajera, la gracia de Dios, permanece la fuerza de Dios en nosotros está, y eso es lo que nosotros tenemos que buscar. Con esa fuerza de Dios, con esa claridad que Dios nos da, con la sabiduría de la Palabra de Dios, entonces, yo puedo enfrentar, lo que yo pienso en la vida, de la política, de la cultura, del arte, de la economía, de la ciencia, de la educación. ¿Por qué? Porque voy a estar impregnado de esos principios que son los principios que el Señor me da para yo poder participar en el mundo.

Pero sin confundir que la única salvación que viene de Dios, yo puedo influir, yo puedo estar presente, yo puedo dar mi opinión, y precisamente lo que se quiere es que todo el mundo pueda dar su opinión, pero distinguiendo por más que nos esforcemos, la única salvación verdadera, viene del Señor Jesús y a Él, es al que tenemos que darle todo el honor, todo el poder y toda la gloria. Eso es lo que queremos.

Si queremos. Un ejemplo de eso es esta carta preciosa, que San Pablo le da a los tesalonicenses, acuérdense que esta breve carta, es el primer texto que se escribió del Nuevo Testamento, se escribiría unos veinte años después de la resurrección de Jesús; y en ella Pablo con una fineza increíble, le da gracias a Dios por esos hermanos tesalonicenses que aceptaron la fe y vivieron, y empezaron a vivir su vida, viviendo la fe, como ejemplo a los demás, y yo les voy a repetir algunas cositas para que se nos quede en la memoria.

Siempre damos gracias a Dios por todos ustedes, y les tenemos presente en nuestras oraciones, qué bueno, es que bueno, que Pablo da gracias a Dios por aquellos hermanos que se habían convertido con su predicación que daban testimonio de Cristo, eso es lo que pretendemos hacer nosotros cada vez que celebramos la Eucaristía. Ante Dios nuestro Padre recordamos sin cesar la actividad de vuestra fe, el esfuerzo de vuestro amor, y el aguante de vuestra esperanza en Jesucristo nuestro Señor. ¿Por qué Pablo puso el verbo ese aguantar? Porque estaba pasando la duda.

Y nosotros tenemos que aguantar muchas cosas, pero él dice que ellos son ejemplo de ese aguante porque tenían puesta su esperanza en Cristo Jesús. Algo nos dice aquella palabra dicha a los tesalonicenses, se nos está diciendo a nosotros. Ahora bien, sabemos hermanos amados de Dios que Él les ha elegido y que cuando se proclamó el Evangelio entre ustedes, no hubo solo palabras de decir yo creo que Jesús es mi Señor, sino además la fuerza del Espíritu y la convicción profunda como bien ustedes saben.

Hermanos, las lecturas de hoy nos dicen, nuestra esperanza en Cristo Salvador, influir en el mundo en el bien todo tanto lo que podamos, pero siempre que toda nuestra fuerza esté basada en Cristo porque es el único que tiene palabras de vida eterna, y es el único que nos ofrece la vida eterna, que es lo que le da sentido a nuestra existencia.

Que Dios nos ayude a vivir así. Y esto hermanos para vivirlo donde quiera que estemos, en Cuba fuera de Cuba, donde estemos. Que el Señor nos ayude a vivir así hermanos, para ser testigos fieles como lo fueron estos tesalonicenses de que Pablo nos habla.

 

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