Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez, Domingo XXVII del Tiempo Ordinario, 8 de octubre de 2023

Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez, Domingo XXVII del Tiempo Ordinario, 8 de octubre de 2023

Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez
Arzobispo de Santiago de Cuba
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
Domingo XXVII del Tiempo Ordinario, 8 de octubre de 2023

“La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente” Mateo 21, 42

Hermanos,

Las lecturas de hoy, la secuencia de las lecturas de hoy, nos da una idea clara de la unidad de la Biblia, fijémonos. Ustedes saben que la Biblia está conformada por 73 libros escritos en diferentes idiomas y también en diferentes épocas, y por diferentes autores, pero todo es palabra de Dios. Así el Espíritu Santo lo ha querido dar.

Pues bien, vamos a empezar por el primero y veamos que el texto del primero es el texto conductor del resto. En el resto, en el Evangelio que ya es palabra de Jesús, entonces nosotros vamos a ver la conclusión, porque en Jesús todas las Sagrada Escritura se realiza. Él es en la Buena Noticia, Él es el mismo reino de Dios que viene salvarnos. Entonces la primera lectura utiliza una parábola, la parábola de la viña. Nosotros estamos acostumbrados muchas veces escuchar la palabra del Buen Pastor, el Buen Pastor es Jesús, y las ovejas, el rebaño somos nosotros. Fíjense bien, que es una parábola que utiliza una imagen campesina, de un pueblo de pastores, un pueblo de pastores en el que la gente tenía su rebaño y la gente cuidaba, la gente conocía lo que era un pastor.

Poco a poco el pueblo de Israel dejó de ser un pueblo nómada y se asentó, entonces ya convivían los dos medios de producción, vamos a decir así, es decir, aquellos pueblos que estaban asentados en los poblados, en las aldeas en las ciudades, pero que estaban muy vinculados al campo también. Aquí se coge la imagen de la viña, ustedes saben que la uva es un cultivo propio, vamos a decir así central en la en el Mediterráneo, en todos los pueblos Mediterráneo, tanto la parte asiática como la parte europea, como la parte del norte de África, y entonces la gente sabía que era una viña, y la gente sabía cómo había que cuidar una viña. Cuando Jesús quiso hablar del pueblo de Israel, el pueblo que él escogió, él utilizó la imagen de la viña y fíjense todo lo que puso. Yo tenía una viña que quería, que la sembré con esmero, que la cuidé, con un lagar para sacarle el vino, que estaba pendiente de ella, no le faltaba nada y entonces con esperanza, Él dijo cuando llegue el tiempo de la vendimia, de la cosecha, pues seguro que tendré un buen vino, tendré un vino dulce, cargado; pero cuando vio, la viña lo que le dio fue un vino agrio, un sumo.

Entonces hermanos, ¿qué quiere decir el Señor con eso? ¿qué nos quiere decir? Él que esperaba el buen comportamiento, vamos a decir así, o la buena producción de la viña, ésta lo defraudó. Entonces lo mismo pasa con el pueblo. Nosotros somos la viña del Señor aquí lo dice claro, ustedes son la viña del Señor que sin ustedes pedirlo, ni sin merecerlo el Señor los escogió y lo hizo un pueblo, lo salvó de Egipto, le dio todo lo que podían tener como pueblo, les dio pues un reinado por lo menos querido por los otros reinos que estaban cerca del de allá de Israel, tenían una capital¿Qué fue lo que dieron? Se dejaron llevar por los dioses de otros pueblos y ustedes no escucharon al Señor. La viña se esperaba que diera un vino de calidad y dio un vino agrio. 

El Señor nos ha creado para que vivamos siempre junto a Él haciendo el bien, porque es lo que nos conviene a todos, porque si hay algo lógico, es que si todo el mundo hiciera bien todos fueran muy felices. Entonces ese pueblo de Israel también defraudó al Señor, lo defraudó. Por eso en el Antiguo Testamento, acuérdense que Isaías de 600 – 700 años antes de Cristo, en el Antiguo Testamento constantemente ante la desgracia, la situación dura del pueblo, pues entonces venía el reclamo Señor y el Señor le decía sí, pero piensen en lo que ustedes han hecho. Como el Señor nos lo dice a nosotros ahora, Señor por qué, piensen en lo que hemos hecho, si hemos practicado la justicia, si hemos predicado el bien, si hemos practicado la verdad, pensémoslo. Eso es lo que está diciendo aquí.

Y al final al final viene una esperanza, y la esperanza dice que el Señor no va a abandonar ese pueblo. Que a pesar de que tiene ganas, y los mismos pecados de ese pueblo hacen que ellos sufran, no, el castigo de Dios, no; los mismos pecados de ese pueblo hacen que ellos sufran, el Señor termina diciendo que la viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel, son los hombres de Judá, su plantel preferido, espero de ellos el derecho y ahí tienen asesinatos, espero justicia y ahí tienen lamentos. Es para hacer que nosotros pensemos en las consecuencias de nuestros actos.

Pase el tiempo, pasan varios siglos está la imagen de la viña, que es el pueblo de Israel, y entonces viene el salmo 79. Y el salmo 79 que nosotros hemos rezado diciendo la viña del Señor en la casa de Israel, hace una paráfrasis de este texto de Isaías. Lo toma para hacer una oración. Acuérdense que los salmos eran el libro de oración, y cada salmo es una oración al Señor con una petición. ¿Qué es lo que hace el salmo? Vuelve a repetir de nuevo que Dios escogió al pueblo de Israel y que para Él es como una viña que Él cuida, sacaste una vid de Egipto, expulsaste a los gentiles, la trasplantaste, extendió sus sarmientos… ¿Por qué has derribado su cerca?… Dios de los ejércitos, vuélvete, mira desde el cielo, fíjate, venga a visitar tu viña, la cepa que tu diestra plantó y que tú hiciste vigorosa. El pueblo en la oración, que es ese momento de encuentro con Dios, si es sincero es reconoce y dice, hemos sido el pueblo de Dios escogido poder por Él y nos hemos apartado, por eso lo primero que tenemos que hacer es convertirnos y arrepentirnos. Y termina diciendo así con una frase una oración fuerte y poderosa, dice, no nos alejaremos de ti, danos vida, para que invoquemos tu nombre Señor, Dios de los ejércitos, restaurarnos, es decir, conviértenos que brille tu rostro y nos salve.

Hermanos esa es la actitud del hombre que se reconoce pecador y del hombre que sabe que Dios tiene poder para perdonarnos, para levantarnos, para convertirnos con su gracia. Aquello que el profeta Isaías vislumbraba y ponía como ejemplo, de que ese pueblo se había apartado del Señor, el salmo, lo convierte en oración diciendo, Señor es cierto que somos pecadores, pero ayúdanos a convertirnos. Ése es, vamos a decir así, el ciclo. Dios nos da la gracia, nosotros ha desaprovechamos, nosotros pecamos, sufrimos las consecuencias y al final si somos lógicos, inteligentes, y sabios, volvemos al Señor, que es el único que puede liberarnos del mal, que nosotros mismos hemos hecho o que nos han hecho. Ese es el salmo.

Bien el Evangelio, que es el que yo acabo de leer exactamente igual. El Señor Jesús, aquella gente que eran los que más sabían, o decían que más sabían de la Palabra de Dios, que eran los sumos sacerdotes y los senadores del pueblo, vuelva a coger la imagen de la viña y aquí introduce la clave, por eso es que Jesús es el que da cumplimiento a la Biblia entera. El Antiguo Testamento tiene sentido en la medida y se cumple en el Señor Jesús.

Ponle la misma parábola o la misma imagen, pues es por medio de una parábola y al final no termina con el castigo, no al final cómo termina mandando al hijo. Mandando al hijo de aquel propietario, mandó a su hijo a éste no le van a hacer nada, pero sí le hicieron. No lo recibieron y lo mataron y lo mataron.

Ese señor Jesús, que lo mataron y que me no merecía el castigo del Padre, el Señor Jesús ha resucitado y precisamente su sacrificio es, no para condenar al pueblo de Israel sino para salvarnos a todos. Y nosotros si en el Antiguo Testamento el pueblo de Dios era el pueblo de Israel, en el Nuevo Testamento es la humanidad entera, todos aquellos que vivimos la vida de tal manera, que queramos acercarnos a Dios con nuestra fe y con nuestro testimonio. A lo mejor hay personas que no conocen a Cristo, pero dan un testimonio de vida honesto, viviendo los mandamientos que son mandamientos para todos los hombres, de todas las épocas, de todas las religiones, ésas son personas que también encontrarán la salvación en Cristo. Es decir, aquella promesa casi de castigo, que Dios decía de mala gana porque no quería castigar al pueblo, en Cristo Jesús se realiza porque en la cruz de Cristo Él ha salvado a nuestro pueblo, en esa cruz.

Hermano, pero tenemos que pasar ese ciclo. El ciclo no es, que nosotros como pueblo y como persona fallemos, y Dios ahí mismo nos castiga, no, ahí se rompe el ciclo, el ciclo de la vida. El ciclo no es que hemos fallado contra Dios, merecemos castigo, pero Dios nos perdona, porque acudimos a Él, ay muéstranos tu rostro Señor, qué bueno, ya eso un primer paso. El ciclo se cumple cuando también acudimos a Dios diciendo Señor quiero cambiar, Señor quiero ir según tus caminos, Señor he pecado contra el cielo y contra ti. ¿Por qué? Porque el Señor nos considera, nos respeta, respeta nuestra libertad, y si yo no quiero reconocer que he hecho mal, si yo no me arrepiento, si yo no quiero cambiar de vida, hermanos qué difícil es para Dios perdonarnos.

Él todo lo puede, pero Él nos lo ha dicho, yo te perdono, no peques más. Hermano reconcíliate con Dios, ¿para qué?, para que ese ciclo de muerte que es la gracia de Dios, el mal que se introduce, el pecado, las consecuencias del mal, el clamor a Dios y la salvación que viene de Dios, no se repita. Porque si nosotros solo decimos Señor sálvanos y ¿qué nosotros hacemos al respecto? Por eso decimos mucho en la iglesia todos entran, todos caben, es cierto, todos entramos y todos cabemos porque todos somos pecadores, todos. Pero como pecadores que somos tenemos que reconocer nuestro pecado, tenemos que pedir perdón, tenemos que arrepentirnos de mal hecho, no solamente decir todos entran. Cierto todos entran, pero vamos a decir la segunda parte, conviértanse y crean en el Evangelio, conviértase y cambien de vida, conviértanse y abandonen esa senda de muerte y vayan a buscar las sendas de vida, que es la que el Señor nos da, cuando volvemos a Él y rectificamos nuestra vida.

Si ustedes quieren saber cuál es el camino, busquen la carta de Pablo a Filipenses, el capítulo 4 de la carta que hemos leído, ese trocito que dice nada les preocupe, sino que, en toda ocasión en la oración, en la súplica, en la acción de gracia, vuestras peticiones sean presentadas a Dios y la paz de Dios vendrá con ustedes. Hermanos que todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud y mérito, ténganlo en cuenta, abandonen la vida del mal, y lo que aprendieron y recibieron, y oyeron y vieron de mí, pónganle en obra y de esa manera la paz de Dios estará con ustedes.

Eso es lo que el Señor quiere hermanos, que cambiamos nuestra vida, que nos convirtamos. Él nos acoge a todos la Iglesia acoge a todos, pero también la Iglesia nos recuerda el mandato del Señor, de convertirnos, de pedir perdón y de cambiar de vida. Que Dios nos ayude a vivir así.

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