Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez, Domingo XX del Tiempo Ordinario, 20 de agosto de 2023

Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez, Domingo XX del Tiempo Ordinario, 20 de agosto de 2023

Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez
Arzobispo de Santiago de Cuba
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
Domingo XX del Tiempo Ordinario, 20 de agosto de 2023

“Mujer, qué grande es tu fe; que te suceda como deseas” Mateo 15, 28

Hermanos,

¡Qué bueno es encontrarnos los domingos la comunidad de hermanos para darle gracias a Dios porque Cristo se hace presente!, actualizamos esa salvación de Dios sobre todos los hombres, el rescate que Dios ha tenido para con nosotros. Y qué bueno es hacerlo aquí en el Santuario de Nuestra Madre la Virgen de la Caridad, ya solamente por eso, es un día especial para dar gracias.

El domingo pasado dijimos que cada domingo las lecturas tienen como un tema conductor, y el domingo pasado nos dimos cuenta que era el encuentro con Dios, y que ese encuentro con Dios se reflejaba en las tres lecturas, y cada una de ellas pues, nos hablaban de la necesidad del encuentro con Dios.

En las lecturas de hoy yo diría que el tema clave es que la gracia de Dios, la revelación de Dios, la salvación de Dios, viene para todos los hombres de todas las épocas, de todas las razas, de todas las posiciones, es decir, sin hacer distinción. Todos los hombres, las mujeres, los niños, los jóvenes, los adolescentes, todos estamos convocados a encontrarnos con Dios. No es que la revelación venga para un grupito de personas, para los elegidos, no Dios nos llama a todos. Lo que desgraciadamente, hay algunos que lo rechazan, pero no voy a hablar de eso; voy a hablar de aquellos que tal vez nunca han oído hablar de Dios, o cuando oyen a hablar de Dios, del mensaje de Jesús, pues entonces lo oyen hablar de manera distorsionada y no van a las fuentes, a la Palabra de Dios, a la historia del cristianismo que nos habla de la presencia de Jesús.

Ese es el mensaje, Dios viene para todos, lo que todos tenemos que estar dispuestos, como decíamos el domingo pasado, a encontrarnos con Dios y aceptarlo. Y cuando la gracia de la fe penetre en nosotros y le descubrimos como el Señor, ah, entonces nuestra vida cambiará. Igualmente, en estas tres lecturas si nosotros vamos a repasarlas rapidito, la primera de Isaías que es la última parte de este libro de la Biblia, es más largo de la Biblia que se escribió por partes y que empezó a escribirse en momentos difíciles, en momentos en que el pueblo sufría mucho, el destierro de Babilonia y la gente del pueblo de Dios estaba aplastada, estaba desorientada. Si ellos eran el pueblo de Dios cómo les estaba pasando aquello; entonces como Dios se manifiesta en todos los acontecimientos, aun en los acontecimientos duros de la vida, si lo sabemos buscar con fe, siempre vamos a encontrar un por qué y eso es lo que nos ayuda a crecer en la fe y a crecer como personas.

El pueblo de Israel estaba desesperado. La mayor parte del pueblo había sido deportado a Babilonia; allá en Palestina había quedado un grupito, pero siempre Dios mantenía un pequeño resto fiel, y este libro está escrito para que el pueblo recobre la esperanza, para darle sentido para que sepan vivir aquello que ellos estaban sufriendo, que eran sufrimientos, para eso está escrito el libro y la última parte es un cántico a la esperanza. Son como 10 capítulos, en los que se le dice al pueblo ustedes han pasado, están pasando situaciones duras y difíciles, que parece como que Dios les olvida, pero oigan que Dios no les olvida y Dios se hará presente, y Dios va a atender a cada uno de ustedes. Ese el mensaje que en el Antiguo Testamento se le daba al pueblo de Israel. Dice cosas preciosas, que después vamos a comentar un tilín, un poquito. Ese el primer ejemplo, vamos a llamarlo así.

El segundo ejemplo sigue Pablo. Acuérdense que el que el domingo pasado Pablo decía que qué pena con el pueblo de Israel, que Dios le había dado todo, la Palabra de Dios, la revelación, el Mesías, lo había sacado de Egipto y sin embargo ellos no aceptaron a Jesús. Qué pena, no supieron hacer efectivo ese encuentro, no llegaron a encontrarse, hasta lo rechazaron. Y Pablo le dice yo prefiero hasta yo serle abandonado derrotado con tal de que ustedes reconozcan a Dios. Eso fue el domingo pasado.

Ahora Pablo también le dice al pueblo de Israel que él espera que el pueblo algún día reconozca a Jesús, pero que sepan que a través de ellos queriéndolo, no queriéndolo, muchos otros pueblos van a llegar hasta Jerusalén, van a conocer al Mesías, al Señor y van a alcanzar la salvación. El segundo ejemplo, ya un ejemplo de Pablo, discípulo del Señor Jesús, apóstol de los gentiles.

Y el tercer ejemplo está en el Evangelio, la mujer cananea; que fíjense bien que repite la historia de Israel. Ellos se creían que eran el pueblo, lo eran, escogido por Dios pero que por lo tanto eran superiores a todos los demás pueblos. Y que todo tenía que pasar por ellos.  Jesús vivía en aquella situación, que cuando él venía a predicarle a todos, sin hacer distinción, y curaba lo mismo a un judío que uno que no era judío, y cuando predicaba de predicaba a todo el mundo, él no hacía distinción. Por eso Pablo es capaz de decir después aquí no hay judíos ni griego, sino todos somos ante Dios una sola cosa, Hijos de Dios, criaturas de Dios que nos hemos encontrado con Él y le hemos aceptado, o debemos encontrarnos con Él y aceptarlo.

Entonces Jesús se encuentra, va por el camino, recordemos que mucha gente se acercaba a Jesús, hacía milagros, daba de comer a cinco mil personas… esas cosas que a nosotros nos llama la atención, y entonces esta mujer de Tiro y Sidón, cananea no judía, se acerca a Jesús diciendo Señor, tengo una hija enferma que tiene un demonio, no dice enferma, tiene un demonio, libérala del demonio. Y Jesús toma una actitud que, si ustedes después leen con calma ese capítulo 15 de San Mateo del 21 al 28, yo diría que Jesús se comporta como nunca aparece en otra parte de la Biblia como un malcriado. Como un malcriado y yo diría hasta como alguien que ofende, y uno dice, ay, cómo Jesús hace eso, porque no es así… vengan a mí todos los mansos y humildes de corazón… Él es el Pastor, el que acogía a todo el mundo, que era misericordioso.

¿Cómo él le responde a la mujer, a esta persona? Dice que Jesús primero no le responde, qué mal educado, no le respondió nada; después a la insistencia de los discípulos, dice a mí solo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel. Qué duro que le digan a uno eso, que uno pida una ayuda y me digan, no a ti no, yo le doy a quien corresponda. Y la tercera, ante la insistencia de la mujer, es cuando Jesús le dice, no está bien echar a los perros el pan de los hijos. Señores, es un insulto, le dijo perros a los cananeos. Hacia la mujer la mujer hace así dice.

¿Qué hace la mujer? La mujer hace así, tú tienes razón, la humildad. Para encontrarse con Dios hay que ser humilde, Señor, pero también los perros se comen las migajas que caen de las mesas de los amos. Jesús no tuvo más remedio que inclinar la cabeza, porque en este caso, la que le estaba dando la lección al pueblo que escuchaba y a los discípulos que escuchaban esta frase, no era Jesús, era la cananea. Mujer, qué grande es tu fe que se cumpla lo que deseas en aquel momento que curada su hija. ¿Cómo nosotros entendemos este pasaje? Con esto que yo he dicho, mala educación, insulto, hasta desprecio, porque nosotros nos damos cuenta que los Evangelios fueron textos catequéticos, es decir, ante un hecho real, el evangelista daba la lección que Jesús quiso dar. Y para darle más fuerza, más fuerza a lo dramático que era la situación, viene este relato tan fuerte de Jesús tan fuerte.

Fíjese bien, que para todos lo que estaban allí, Jesús utilizó los argumentos que usaban los judíos, los eruditos, los que sabían mucho y los de la calle, a lo mejor los eruditos no decían el perro, pero los de la calle decían que es un perro; como sucede aquí, que le ponemos epítetos a quien queremos descalificar y le decimos horrores. Fue una lección para todos lo que escuchaban. Todos lo que escucharon se dieron cuenta de que la clave era la fe de esa mujer, la fuerza de Dios, pero la clave era la fe de esa mujer.

Los que estaban allí salieron privados, has curado a una extranjera una Cananea que eso era abominación para los judíos. Sin embargo, los que escucharon en la fe, aquí lo fundamental es esa fe firme en que Jesús es capaz de sanar, y que las cosas turbias Él es capaz de aclararlas, y que las cosas sucias Él es capaz de limpiarlas, y las cosas que no entendemos que Él es capaz de darles razón de ser. Tengamos entonces hermanos esta es la segunda parte de las lecturas de hoy.

Hemos dicho que la primera parte es precisamente el que Dios llega a todos los hombres, esta segunda parte es que también lo que da categoría de pertenecer al pueblo de Dios, lo que da el carnet de identidad, el DNI como dicen en muchos países, lo que hace que las personas sepan que pertenecen a un pueblo, no es el origen, no es el dinero, la nacionalidad, no es la raza, no es el continente. Yo diría que ni buenos ni malos, porque Él viene para todos. Lo que hace que se pertenezca o se quiera pertenecer al pueblo de Dios, es la fe. La fe es lo que nos hace diferente, es la fe la que nos agrega al pueblo.

Entonces vamos ahora a la primera lectura de nuevo, y vemos el consejo que Isaías le da al pueblo, dice guarden el derecho, practiquen la justicia que mi salvación está al llegar a todos, judíos y no judíos, de cualquier país que vengan lo que nacieron y crecieron en la fe, y aquellos que se incorporaron por el bautismo ya de mayores. Lo que el Señor nos pide a todos es guardar el derecho y practicar la justicia. Eso es lo que nos pide a todos.

¿Pero solamente eso? Porque cualquiera podría interpretarlo como justicia social, una justicia social, hay que luchar por el bien de todos… No, solamente eso, eso es justicia social. La salvación también contempla, porque es la que redondea la realidad y el sentido de la vida lo que dice aquí. A los extranjeros que se han dado al Señor, se han entregado al Señor para servirlo, para amar el nombre del Señor y ser sus servidores que guardan el sábado sin profanarlo y perseveran en mi alianza, fíjense las dos cosas. Primero guardar la justicia, vivir, practicarla, guardar el derecho, practicar la justicia, pero reconocer a Jesús como al Señor, como al Señor. Aquellos que guardan el sábado sin profanarlo y perseveran en mi alianza, ¿con quién fue la alianza? La Alianza fue con Dios y el pueblo. ¿Con quién es mi alianza, la mía el día de mi bautismo? Con Dios y yo en Jesús, en la Santísima Trinidad, en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Entonces hermanos, nosotros tenemos que darnos cuenta de que todos somos llamados, pero todos tenemos que pasar por la alianza que hemos hecho con Dios, reconocerlo a Él como al Señor de todas las cosas, como el Absoluto en nuestra vida, es el que le da sentido al mundo, el que le da sentido a mi existencia, el que le da sentido a que estemos aquí nosotros hoy, personas de diferentes países, eso es lo que le da sentido y eso es lo que el Señor quiere.

No es solamente practicar la justicia, es reconocer a Dios como a mi Señor, a Jesús como a mi único Señor aquí en la tierra, es que en la cruz me alcanzó la salvación; y también guardar el derecho y practicar la justicia, porque no podemos decir que amamos a Dios y le tenemos en cuenta, pero no amamos a los hermanos.

Que Dios nos ayude hermanos, a vivir así, sintiéndonos llamados por Dios plenamente, y pidamos también para que muchos le acepten como su Señor. El Señor los bendiga a todos.

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