Irradia, emisión del 2 de julio de 2023
Irradia, emisión del 2 de julio de 2023
Transmitido por CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Domingo XIII del Tiempo Ordinario
“El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará” Mateo 10, 39
(Música, Salvar la vida, Javier Brú)
Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.
(Música, Salvar la vida, Javier Brú)
En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Metropolitana Iglesia Catedral de Santiago de Cuba.
Pueblos todos, aplaudan y aclamen a Dios con gritos de júbilo. Señor Dios que, mediante la gracia de la adopción filial, quisiste que fuéramos hijos de la luz. Concédenos, que no nos dejemos envolver en las tinieblas del error, sino que permanezca siempre vigilantes en el esplendor de la verdad. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Buenos días, buenas tardes, buenas noches, que alegría podernos volver a encontrar esta mañana de domingo para compartir la Palabra de Dios. De este décimo tercer domingo del tiempo ordinario.
Después de que Jesús propuso sus apóstoles, que lo dejaran todo para seguirlo, prometió sus bendiciones a quienes acogieran con buena voluntad a los apóstoles. De eso nos habla entre otras cosas el evangelio de hoy. De la misma manera, bendijo Dios el hogar que había recibido al profeta Eliseo, nos lo narra la primera lectura y san Pablo en la segunda lectura nos enseña cómo el bautismo nos introduce en el misterio de la salvación, al indicarnos que el creyente al sumergirse en el agua muere con Cristo y al salir del agua, resucita con Él. En el bautismo morimos para resucitar a una vida nueva.
El evangelio de hoy está tomado del evangelista San Mateo en el capítulo diez, versículos del 37 al 42.
(Lectura del evangelio de San Mateo, capítulo 10, 37 – 42)
Habla la liturgia de este domingo de la gratitud. Hay un refrán que dice, que es de bien nacidos ser agradecidos. En la primera lectura que está tomada del segundo libro de los Reyes, nos presenta el profeta Eliseo que llega a una ciudad, pasa por la ciudad de Sunén. Y una mujer, nos dice el autor sagrado, distinguida lo invita con insistencia a comer en su casa. Y eso ocurría parece que cada vez que Eliseo pasaba por allí, y esta mujer le dice a su marido por qué no le construimos en lo alto un cuarto con lo indispensable, para que cuando él venga por aquí y pase a visitarnos, pueda quedarse y así lo hace.
Y esta acción, esta buena acción de esta mujer mueve la gratitud en el corazón de Eliseo. Y Eliseo le pregunta a su criado ¿Qué podemos hacer por esta mujer? ¿Qué podemos darle a ella? Una mujer distinguida, posiblemente con posibilidades económicas qué podía darle él un pobre profeta que anda caminando por esos caminos de Dios para anunciar la palabra, ¿qué podría darle a esta mujer? Y el criado le dice, Mira, no tienen hijos y su marido ya es anciano. Para cualquier matrimonio el no tener hijos pues significa un dolor, una tristeza cuando se forma una familia se aspira a tener hijos, se puede superar el amor de los esposos, puede seguir adelante, pero siempre se extraña. Y en aquel tiempo más, porque había la idea de que, la esterilidad era castigo de Dios por algún pecado propio, o por algún pecado ocurrido en la familia y que nadie conocía.
Entonces tenía esa doble vertiente. El dolor de no tener descendencia y el dolor de pensar que delante de los demás podía parecer como una persona pecadora, cuando no eras así. Y entonces Eliseo le dice a su criado, llámala, y el criado la llama, y Eliseo le dice a esta mujer algo que ella ni siquiera podía imaginar, porque además no aparece en algún momento que lo que hacía con este hombre de acogerlo en su casa fuera con ninguna intención de ser remunerada de alguna manera, sino simplemente por amor a Dios y a este hombre que llevaba la Palabra de Dios. Eliseo le dice, el año que viene por estas mismas fechas tendrás un hijo en tus brazos. Esta buena acción de la mujer no queda sin recompensa, porque la merece, no, porque la espera, no porque la pide, no. Porque Dios es más generoso de lo que podemos ni siquiera imaginar, y nos da mucho más allá de lo que ni siquiera pensamos. Así que, ninguna buena obra que realicemos queda sin recompensa. No porque lo merezca, sino porque la misericordia de Dios es infinita.
En el evangelio de hoy el evangelio de San Mateo Jesús le dice a sus apóstoles, el que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí. El que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí y el que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí. Y qué nos dice Jesús, ¿Que no amemos a nuestros padres? No si los mandamientos nos dicen honrar padre y madre, ¿qué no amemos a nuestros hijos? Por supuesto que no. Nos está diciendo que hay que amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la fuerza, con todo el ser, porque si no lo amamos de esa manera, si hay algo que amemos más que a Dios, entonces cuando ese algo sea lo que sea, se interponga en el camino, cualquiera que sea la razón, abandonaremos el camino del Señor.
Para seguirlo con fidelidad para seguirlo cada día tenemos que amarlo por encima de todo, aún de aquello que más amamos en este mundo y por eso nos dice el que no esté dispuesto a tomar su cruz y a seguirme, no es digno de mí. Porque tenemos que estar dispuestos a cargar con esa cruz, de la incomprensión a veces de las personas más cercanas de las personas que más amamos, pero el seguimiento del Señor, el cumplir su voluntad nos lleva a ir más allá y para eso tenemos que estar dispuestos a cargar con esa cruz.
Y esto me recuerda a nuestro apóstol cuando sentía en su corazón el dolor de su madre. Cuánto sufría doña Leonor al ver a su hijo, lo que se decía de él, los sacrificios que enfrentaba, el peligro que corría, aquel hombre tan inteligente tan capaz. Que podía haber ocupado en este mundo cualquier posición que hubiera querido. Cuánto dolor en el corazón de doña Leonor, cuánto dolor en el corazón de su hijo, pero tenía que seguir adelante. No podía hacer otra cosa y así se lo decía, no es porque no te ame, pero hay cosas que exigen que yo siga adelante. Esta es la cruz. Si queremos seguir al Señor tenemos que estar dispuesto a sacrificar cosas buenas, muy buenas, excelentes, pero el Señor nos llama quizás por otro camino; pero nada de lo que hagamos quedará sin recompensa.
El evangelio de hoy termina diciendo, quien diere, aunque no sea más que un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, por ser discípulo mío, yo les aseguro que no perderá su recompensa. Al que recibe al que yo envío, al que recibe al que lo ha dejado todo para cumplir mi voluntad. Al que ha sido capaz de cargar con su cruz para anunciar la buena nueva, para llevar la palabra de vida, la palabra de esperanza, para sembrar el amor. El que nos reciba, el que los acoja, el que sea capaz de tener misericordia para con él. A mí me recibe, tiene misericordia para conmigo y su gesto no quedará sin recompensa, aunque solo haya sido un vaso de agua fresca. ¿Por qué porque lo merece? No, porque la misericordia de Dios es así, porque no quiere que nada de lo que hagamos en este mundo quede sin recompensa.
Por eso Pablo podrá hablar de la corona merecida. He corrido la buena carrera llegaré al final, obtendré la corona merecida, pero merecida no porque la merece él, sino porque el Señor la mereció por él porque el Señor se la quiere dar. El bien hay que hacerlo sin esperar nada a cambio, pero el Señor nos dará todo. Es el momento de preguntarnos ¿y cómo correspondemos nosotros? ¿Cómo corresponde nosotros a ese amor de Dios que está ahí siempre dispuesto, siempre atento, siempre escuchando? Cómo correspondemos a ese amor de Dios, que es como el amor del padre del hijo pródigo, que está en el camino aguardando y cuando el hijo que lo ha malbaratado todo, que lo ha abandonado en un momento determinado, pero reconoce su pecado y regresa y le dice padre he pecado contra el cielo y contra ti, este hombre le echa a los brazos al cuello y le dice hagamos una gran fiesta.
¿Cómo correspondemos nosotros cristianos a todo el amor de Dios? Dice también un refrán muy antiguo que amor con amor se paga, ¿pagamos el amor de Dios que es impagable? Pero, ¿tratamos de corresponder a ese amor con nuestro amor? Haciendo el bien, amándonos los unos a los otros, cumpliendo las obras de misericordia, poniendo al otro por encima de nosotros mismos, ocupándonos de los más pequeños, de los más débiles, de los más frágiles, de los más vulnerables, escuchando la Palabra de Dios y haciéndola parte nuestra, haciendo el bien sin cansarnos, porque eso es lo que quiere el Señor.
A veces pensamos que agradecemos a Dios cuando llevamos un ramo de flores, y está bien que lo llevemos como signo de nuestro agradecimiento, pero las flores se marchitan. Pensamos que agradecemos a Dios cuando hacemos una promesa que nos cuesta mucho trabajo realizarla, ir a pie hasta un santuario, subir unas escaleras de rodillas y realmente es signo de nuestro agradecimiento y el Señor lo acoge, pero es un momento, ¿y los demás momentos de nuestra vida? Misericordia quiero y no sacrificio dirá el Señor. Tengan un corazón misericordioso, ésa es la mejor gratitud para con la misericordia con el amor del Señor.
Entonces pidamos hermanos míos en este domingo al Señor que nos dé la fuerza para amarlo con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra fuerza, con toda nuestra vida. Pero también para agradecérselo, agradeciendo su amor y su misericordia para con nosotros, amando a nuestro prójimo más que a nosotros mismos. Amando a nuestros hermanos como Él nos ama. Que nos dé, y estamos en el mes del Sagrado Corazón de Jesús, prácticamente lo hemos terminado ya, pero que tengamos un corazón misericordioso como el suyo. Que sepamos ser agradecidos, los unos para con los otros y todo para con Él. Que así nos lo conceda.
(Música, Cantaré eternamente el amor del Señor, Athenas y Tobías Buteler)
Ahora hermanos, renovemos nuestra profesión de fe, pidiéndole al Señor que nos dé la fuerza para vivir siempre, conforme a le fe que profesamos.
¿Creen en Dios Padre todopoderoso Creador del cielo y de la tierra? Sí, creo.
¿Creen en Jesucristo su único hijo, nuestro Señor, que nació de Santa María Virgen, padeció murió resucitó y está sentado a la derecha del Padre? Sí creo.
¿Creen en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica, en la comunión de los santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos, y en la vida eterna? Sí creo.
Esta es nuestra fe, esta es la fe de la iglesia que nos gloriamos de profesar en Cristo Jesús, nuestro Señor. Amén.
Y ahora hermanos confiados, presentemos nuestras súplicas a Dios nuestro Padre.
Por la Iglesia, para que fieles al mandato del Señor, estemos dispuestos siempre a hacer su voluntad anunciando su palabra, siendo signos de su amor y de su misericordia en medio de este mundo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por todos los que sufren y se desesperan ante las dificultades de la vida, para que puedan encontrar en Cristo consuelo, fortaleza, esperanza. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por los seminaristas que pronto salen a sus vacaciones de verano, también a su trabajo pastoral en estas vacaciones de verano, para que el Señor los fortalezca y los ayude a crecer en la respuesta a la llamada que les ha hecho. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por todos los difuntos particularmente por aquellos que nadie recuerda para que perdonadas sus faltas el Señor los en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Y los unos por los otros, para que tengamos un corazón agradecido para con todas las bondades y misericordias que recibimos del Señor. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que tú conoces te las presentamos por Jesucristo tu Hijo nuestro Señor. Amén.
Ahora hermanos, oremos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó.
Padrenuestro que estás en el cielo
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén
Espero que todos puedan tener un feliz domingo. Un feliz domingo con la familia, un feliz domingo con los amigos, un feliz domingo con el Señor, el día del Señor. Dediquémosle un tiempo, porque Él nos dedica todo su tiempo. Tengamos un especial cuidado para con aquellos que están solos o están tristes, o están enfermos, para acercarnos a ellos, para alegrarles el domingo, para llevarles un poquito de esperanza, de compañía; porque a veces las personas necesitadas más que de cosas materiales, están necesitados de corazones que se acerquen, están necesitadas de que les escuchen, están necesitadas de sentirse rodeados de afecto de cariño, de familia que quizás están lejos. Así que todos tengan un feliz y bendecido domingo y tengan una muy buena semana.
Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos ustedes sus familias, sus amigos, y los acompañe siempre. Amén.
Les ha hablado el padre Rafael Ángel de la Catedral de Santiago de Cuba.
Hasta la próxima.
Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba. —
Guión, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.
Dirección general, María Caridad López Campistrous.
Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo
Irradia…
(Música, Confía en el Señor, Siervas)